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Artal de Alagón y Martínez de Luna

Biografía

Alagón y Martínez de Luna, Artal de. Conde de Sástago (III). Zaragoza, 1533 – ¿Zaragoza?, 11.VII.1596. Virrey y capitán general de Aragón.

El linaje aragonés de los Alagón viene ya documentado desde finales del siglo XI. Los condes de Sástago eran una de las ocho casas grandes de Aragón enumeradas en el Fuero De Iure Dotium (o el de las ocho casas) en las Cortes de Monzón de 1533 y tenida como la segunda en orden jerárquico. Algunos de sus individuos ostentaron el puesto de alférez mayor del reino de Aragón y dieron origen a otras ramas nobiliarias aragonesas como la de los marqueses de Aguilar, los condes de Agosta, Aranda, Fuenclara, Gociano, Malta, Montesanto, Noharia, Policeto y Villasur, vizcondes de Biota y de Rueda, etc.

El III conde de Sástago fue gran camarlengo del emperador Carlos V y del rey Felipe II. Eran sus padres Artal de Alagón, II conde de Sástago, gran camarlengo de la Corona de Aragón, y María Martínez de Luna, hija mayor de Pedro Martínez de Luna y de María de Luna y Lanuza, II condes de Morata. El III conde de Sástago casó con Luisa Fernández de Heredia, hija de los condes de Fuentes, el 7 de agosto de 1549, previa dispensa de consanguinidad.

Luisa aportó una dote de 18.000 libras jaquesas y diversos lugares en los Pirineos. Falleció en 1598 siendo enterrada en Madrid, en el convento carmelita donde profesó su hija Luisa, allí también sepultada.

Fruto del matrimonio nacerían siete hijos: Martín, el segundogénito, varón que en 1592 recibiría parte del patrimonio familiar, y en 1596 al fallecer su padre el palacio construido en el Coso; Artal, clérigo que fallecería en julio de 1585; Luisa, monja carmelita descalza; Catalina, monja de Santa Catalina en Zaragoza; Beatriz casada con Luis de Torrellas y Bardají, señor de la Baronía de Antillón; Francisca, casada con Luis de Carroz y Centelles, conde de Quirra y señor de la Baronía de Centelles, y que fallecería en 1592. Tuvo la desgracia el III conde de Sástago de ver morir a su primogénito, Blasco, en junio de 1596, por lo que le sucedieron sus nietos Gabriel Blasco y Lorenzo Artal, quienes no tuvieron hijos, por lo que heredaría la Casa su tío Martín, marqués de Calanda, y VI conde de Sástago.

El III conde de Sástago tomó posesión como señor de las villas y lugares que componían su mayorazgo a finales de mayo de 1541, al fallecer el II conde de Sástago, el 21 de mayo, cinco días después de que muriera su esposa María Martínez de Luna. Artal de Alagón tan sólo contaba ocho años, por lo que fue efectiva la tutela, dispuesta en el testamento del II conde, que ejercieron los condes de Morata Pedro de Luna el Viejo e Inés de Mendoza —sus abuelos y posteriormente consuegros—, y el caballero Antón Ferrer. Esas posesiones correspondían a las localidades de Pina, Cinco Olivas, Sástago, Alborge, Barbués, Torres, Alcubierre, Monegrillo y Aguilar. Las baronías de Alfajarín y Espés, debido a las pretensiones de su hermano, estuvieron sometidas a arbitraje entre 1562 y 1565. En 1551, poco tiempo después de contraer matrimonio y abandonar la casa de su abuelo, el III conde de Sástago recibió de los mercaderes y arrendadores del condado de Sástago, durante varios años, Alonso Santángel y Juan Francisco Benet, el levantamiento de cuentas de la administración del mayorazgo realizada por los tutores durante la curaduría.

Una vez asentado en su mayorazgo, Artal de Alagón inició una carrera de proyección personal dirigida a encumbrarse en las más altas instituciones políticas aragonesas. Por ello, y siguiendo el ejemplo de su suegro, el conde de Fuentes, reservándose para su propio sustento las rentas de la villa de Pina, del lugar de Monegrillo, los montes de Aguilar, las tenencias castellanas de Almansa y Villena y las casas mayores de la plaza del Justicia en la parroquia de Nuestra Señora del Pilar, cedió el resto de sus posesiones —Sástago, las Cinco Olivas, Palma, la jurisdicción criminal del lugar de Alborge, Aguilar, Monegrillo, Alcubierre, Barbués, Torre de Barbués, el heredamiento de Pastriz, y los lugares pirenaicos aportados por María de Luna— a su hijo primogénito Blasco —por entonces un muchacho que no llegaba a los catorce años— mediante una donación revocable a petición del donante. Blasco quedaba sometido hasta la edad de veintiún años a la tutela que ejercían conjuntamente los condes de Morata y Fuentes, su tío Pedro de Alagón y el infanzón Juan Muñoz de Pamplona, este último encargado de la administración directa de las posesiones cedidas, ejecutando las medidas aprobadas por los cotutores. La donación fue casada posteriormente y asumida en las capitulaciones matrimoniales de Blasco con Catalina de Luna.

En este proceso de ascenso social hay que situar la construcción del palacio de Sástago. Artal ocupaba unas viejas casas en la plaza del Justicia, que ya en 1542 habían necesitado profundas reformas debido a la humedad y a sus malas condiciones, readaptando estancias, construyendo nuevas chimeneas, cambiando suelos y techos. En 1570, el III conde de Sástago, siguiendo el ejemplo de otras importantes familias zaragozanas que habían construido sus casas-palacios en el coso de la capital aragonesa, mandó construir un palacio renacentista en un solar situado en la parroquia de San Gil. La obra fue encomendada al maestro Lope del Chancho y se desarrolló entre los años 1571 y 1573. Las dificultades en las necesarias expropiaciones y en la construcción retrasaron hasta el verano la entrega de la obra, prevista para comienzos del año 1574. El palacio tiene una estructura similar a otros palacios zaragozanos, como el de Luna o el de Zaporta, destacando la sobria fachada de ladrillo y un esbelto patio de columnas. Convertido hoy día en sala de exposiciones, desde el siglo XVI el palacio de Sástago ha sido posada de reyes como Felipe II, Carlos IV o Fernando VII, cuartel durante los sitios de Zaragoza, casa del general Palafox o sede de la Capitanía General en 1825. El palacio quedó gravemente deteriorado durante la Guerra de la Independencia, ya que durante los sitios se vio afectado por el incendio del convento de San Francisco, situado en el lugar que hoy ocupa la Diputación Provincial de Zaragoza.

Artal de Alagón y Martínez de Luna fue virrey y lugarteniente general de Aragón desde marzo de 1575 a 1589, por lo que intervino en los asuntos más importantes que afectaron al Reino durante este período, especialmente problemático. Como salario y ayuda de costa recibía 4.200 libras jaquesas anuales; contaba con una pequeña guardia con caballería e infantería que no superaba los sesenta efectivos. Como representante directo del Rey defendió la política de Felipe II, apoyando los intentos de algunos vasallos para pasar de la jurisdicción señorial a la jurisdicción real, singularmente en el caso del condado de Ribagorza, señorío que se extendía desde Monzón hasta los Pirineos, con un importante valor estratégico por su cercanía a la vecina Francia. Durante más de treinta años, Felipe II intentó, por medios legales, incorporarlo a la Corona, alentado principalmente por el conde de Chinchón, tesorero general de Aragón y enemigo personal del conde de Ribagorza, Hernando de Gurrea. El conde de Ribagorza tuvo, en este contencioso, el apoyo de parte de la nobleza y de personajes singulares, como el enigmático Lupercio Latrás, mitad bandolero mitad espía al servicio directo de la Corte madrileña, probablemente sin el conocimiento del virrey Sástago. Latrás, teniendo como base las montañas pirenaicas, cometía fechorías por gran parte del reino. En muchas ocasiones, buscó Artal de Alagón capturar al famoso bandolero, incluso enviando agentes para asesinarlo, sin conseguirlo. Negociando con el hermano del bandolero, Pedro, consiguió el virrey Sástago el indulto para Lupercio a cambio de que, como capitán de infantería, formara una compañía de doscientos hombres que debían ir a servir a Sicilia, como así hicieron a mediados de 1583. A su regreso al reino de Aragón, Lupercio defendió los intereses de Hernando de Gurrea no sólo en la Ribagorza sino también en la Ribera del Ebro o en las Cinco Villas, enfrentándose al virrey Artal de Alagón, a cuya cabeza puso precio en una proclama pronunciada en Zuera, y de manera directa cuando, a instancias de Latrás, el lugar de Pina, perteneciente al condado de Sástago y poblado por una gran mayoría de moriscos, fue destruido por una partida de montañeses. Finalmente, Lupercio Latrás sería apresado y ejecutado.

Artal de Alagón también portaba el título de capitán general de Aragón y como tal le correspondió el levantamiento de tropas de caballería e infantería para combatir el fenómeno del bandolerismo y los enfrentamientos de los cristianos viejos de las montañas con los moriscos del valle del Ebro, interviniendo en ocasiones directamente, como en 1587, cuando con sus soldados se presenta en persona en Codo para pacificar los ánimos o cuando poco después acude a Barbastro y Fraga con la misma intención. En este sentido, su conducta estuvo casi siempre marcada por la indecisión, surcada de fases de mayor determinación en el cumplimiento de sus obligaciones en el cargo, una de las cuales era el mantenimiento del orden público, función en la que no logró la necesaria eficacia.

Su falta de disposición, o quizá la gravedad de las dificultades por las que atravesaba el reino, mayores a partir de las Cortes de Monzón de 1585, impidieron que el gobierno del conde de Sástago fuera pacífico y feliz.

El conde de Sástago debió mantener relación con algunos linajes aragoneses también servidores del Monarca, como el de los Clemente, que desde finales del siglo XV se habían sucedido en la Protonotaría de Aragón.

Se sabe que cuando fallece en 1592 Miguel Matías Clemente, se nombraron como tutores para su hijo menor de edad al conde de Morata, al conde de Sástago y a Jorge Fernández de Heredia. Siendo ya virrey, en 1577, encomendaba una compra de armas a Agustín Villanueva, tío del secretario del mismo nombre que llegaría a ser también protonotario de Aragón y cabeza de un linaje de ministros, fieles servidores del Monarca en la Corte, entre los cuales destaca sin duda el que fuera secretario de Estado y hechura del conde duque de Olivares, Jerónimo de Villanueva.

Acompañó, en 1585, al Rey Prudente a las Cortes de Monzón desde Cataluña y junto al conde de Miranda, gobernador del Principado. Felipe II, al convocar las Cortes de Aragón en Monzón en 1585, hizo las averiguaciones necesarias ante el virrey de aquel reino y el arzobispo de Zaragoza para lograr la incorporación definitiva de Ribagorza mediante una compensación económica al duque de Villahermosa. Mientras tanto, una Junta particular seguía los pormenores de todo el asunto. En ella, entraba el conde de Sástago, los regentes Campí y Jiménez, el doctor Pueyo, micer la Caballería, micer Ram y el fiscal Nueros. Sus trabajos eran supervisados por el conde de Chinchón, que tenía cometidas las materias tocantes a la Corona de Aragón.

En esa jornada real de 1585 Felipe II acudió al reino de Aragón para asistir al casamiento en La Seo de su segunda hija, Catalina Micaela de Austria, con el duque de Saboya. Con motivo de esta presencia regia y de los festejos de la boda, las celebraciones y los consiguientes gastos fueron memorables en Zaragoza. Durante más de un mes, la ciudad vivió una situación extraordinaria con la presencia de la comitiva regia, hospedada en el palacio del virrey en el Coso, junto con otros grandes personajes de la Iglesia, como el nuncio, el cardenal Granvela, el arzobispo de Sevilla, o de la nobleza castellana, como el almirante de Castilla, los duques de Pastrana, Medinaceli, Alburquerque, Lerma, los marqueses de Villafranca, de Aguilar de Campoo, los condes de Chinchón, Fuensalida, etc.; y junto a ellos, las altas instituciones de la Monarquía como el Consejo de Estado, de Aragón, el de Guerra, el de Italia, o el presidente del Consejo de Hacienda. El conde de Sástago acudió el día 21 de febrero a Cadrete para cumplimentar al Rey. Felipe II le encargó la recepción y traslado del duque de Saboya hasta Zaragoza, desde Barcelona, donde había desembarcado el día 18. Sólo para los gastos del camino, le fueron entregados a Artal de Alagón unos 20.000 ducados. Cumplió bien su encargo el virrey, el duque de Saboya llegó a la capital del reino el día 10 de marzo, se alojó en el palacio arzobispal.

Durante las semanas siguientes se sucedieron las fiestas y agasajos hasta que el día 2 de abril, Felipe II despidió a los nuevos esposos. Como bien se puede entender, los gastos de representación del virrey fueron enormes. Todavía ocho años después de los fastos de 1585, se le debían cantidades por parte de la Hacienda real.

Le tocó vivir al conde de Sástago al frente del virreinato de Aragón una etapa especialmente tensa en las relaciones entre el reino y Felipe II, y más concretamente en el marco del llamado pleito del virrey extranjero. El Rey necesitaba en Aragón una persona que representara sus intereses con autoridad ante las instituciones del reino. Procedió al nombramiento de virreyes no aragoneses, como, por otra parte, había sucedido en tiempos de su padre y de su bisabuelo. El Derecho foral aragonés no establecía claramente tal posibilidad. Prohibía que fueran extranjeros los “oficiales del Rey”. Podía interpretarse que el virrey era un representante del Rey y no un oficial. Felipe II, aconsejado por el príncipe de Éboli, pretendió que se le reconociera este derecho ante la Corte del Justicia de Aragón, lo que dio lugar al famoso pleito al que se viene refiriendo. Las opiniones, enconadas, se dividieron entre los juristas partidarios de la interpretación real (realistas), como micer Antonio Labata y el fiscal Pérez de Nueros, y los detractores de tal medida (fueristas), como Miravete de Blancas o Morlanes. Se decidió aplazar la resolución del caso hasta las siguientes Cortes de Aragón.

Sin embargo, en este clima de enfrentamiento entre el Rey y el reino, representado por la Diputación General, Felipe II, aconsejado por el conde de Chinchón, decidió enviar a Zaragoza al marqués de Almenara para que hiciera las oportunas gestiones y contrarrestar la presión de los fueristas en la cuestión del nombramiento de virrey extranjero. De hecho Almenara, con esta expresa comisión regia, trató de hacer valer los intereses de la Corona, no tardando mucho en chocar con la oposición de parte del reino, entre los que se encontraban algunas de las grandes casas nobiliarias, como el conde Aranda, el duque de Villahermosa, o el mismo virrey conde de Sástago. Esta oposición le supuso al conde de Sástago ser cesado y sustituido en el virreinato por el obispo de Teruel, Andrés Simeno. Por su parte, Almenara regresó a la Corte, dejando una ciudad de Zaragoza enturbiada por las disputas y los ánimos enconados. Poco tiempo después, en 1590, Almenara volvería a Zaragoza, donde encontraría la muerte en el marco de las famosas alteraciones de la ciudad aragonesa.

Era ésta una situación claramente excesiva para las capacidades y disposiciones del virrey conde de Sástago, fiel y solícito servidor del Monarca pero poco dado a las intrigas y movimientos que genera la política.

Como él mismo expuso en su correspondencia con Felipe II, se encontraba a disgusto en el ejercicio de las responsabilidades políticas que comportaba el virreinato y lugartenencia general. A petición propia y mostrando no poco alivio, fue exonerado del cargo por el rey Felipe II en 1589, aunque, como se ha visto, la salida del oficio habría que ponerla más en relación con su alineamiento con la Diputación General en el asunto del nombramiento del virrey extranjero, y en contra de la postura real: “Aviendome su Majestad hecho merced de exonerarme el cargo de lugarteniente general del reino de Aragón, en el año de ochenta y nueve, y con ello conseguido lo que ha bía muchos que deseaba, que era dejar negocios del siglo por la insuficiencia que para ello conocía en mí y por poder tratar de los que había profesado de recogimiento y lectura de Santos”.

Artal de Alagón dedicó sus últimos años de existencia a la meditación y lectura de santos y a los negocios del alma, con la ayuda espiritual de la orden de San Francisco, a la que se acercó por la amistad que mantuvo con el padre franciscano fray Juan Fernández: fue terciario franciscano, y su recogimiento y piedad apreciadas por sus contemporáneos le valdrían el apelativo de el Santo. Su coetáneo, el barbastrino Lupercio Leonardo de Argensola, lo describía del siguiente modo: “para enfrenar el pueblo son menester diferentes virtudes que para ser provido padre de familia que lo era mucho el conde de Sástago, pío y religioso”. Blasco de Lanuza atribuía la piedad de Artal a la benigna influencia de su mujer Luisa y al deseo de reparar los excesos de juventud.

Lo cierto es que promovió diversas obras de beneficencia en la ciudad de Zaragoza, en parte por devoción y en parte porque estas manifestaciones externas —limosnas al hospital de Nuestra Señora de Gracia o al Santo Sepulcro de Jerusalén en Zaragoza, encargos de misas en diversas iglesias y monasterios, fundación de capellanías, etc.— eran consustanciales con el prestigio de una gran casa nobiliaria como la de los Sástago.

Artal de Alagón contribuyó decisivamente con su dinero a la construcción de la iglesia de la villa de Pina de Ebro, pero sus principales obras fueron dos fundaciones realizadas en 1594: la del colegio de los jesuitas en Graus y la casa de recogidas de Nuestra Señora de la Misericordia en Zaragoza. La primera de ellas, siguiendo las directrices del Concilio de Trento, trataba de paliar la falta de doctrina del clero, sobre todo en las montañas, donde la escasez de medios y las dificultades de las comunicaciones impedían la impartición de esa formación. El municipio de Graus se comprometió a construir la casa, bajo la advocación de la Purísima Concepción y Asunción de Nuestra Señora, donde habitarían los religiosos y a aportar una cantidad de dinero para su mantenimiento; el conde de Sástago, con otros benefactores, asumió el resto. En el colegio se explicarían lecciones de Gramática, de Doctrina y Moral, y esa formación se completaría con la predicación de los religiosos por las montañas.

El otro proyecto consistía en la dotación de una fundación para convertir a las mujeres pecadoras públicas. Con este fin, solicitó al Ayuntamiento de Zaragoza que facilitara una casa, con el compromiso de que Artal la dotaría con la renta suficiente.

El conde de Sástago escribió al final de su vida algunas obras de espiritualidad como la Concordia de las leyes divinas y humanas y desengaño de la iniqua ley de venganza, o el Catecismo de lo que el cristiano está obligado a saber, creer y obrar, con una declaración universal de la Doctrina Christiana. Murió en 1596 y fue sepultado en el convento de San Salvador de Pina, como había dispuesto en su testamento redactado el 23 de junio de 1593.

 

Obras de ~: Reflexiones oportunas sobre los Preceptos santos del Decálogo, s. f.; Comentario sobre el Psalmo: Domine exaudi Orationem meam, s. f.; Tratado del amor divino, y de sus efectos, s. f.; Paraíso del alma y práctica de las virtudes, s. f.; Concordia de las leyes divinas y humanas, y desengaño de la inicua ley de venganza, Madrid, Luis Sánchez, 1593; Catecismo de lo que el Cristiano está obligado á saber, creer y obrar, con una declaración universal de la Doctrina Cristiana, Zaragoza, Lorenzo de Robles, 1594.

 

Bibl.: L. L. de Argensola, Información de los sucesos del Reino de Aragón en los años de 1590 y 1591 en que se advierten los yerros de algunos autores, Madrid, Imprenta Real, 1808; F. de Latassa y Ortín, Bibliotecas antigua y nueva de escritores aragoneses de Latassa aumentadas y refundidas en forma de diccionario bibliográfico-biográfico por don Miguel Gómez Uriel, Zaragoza, Calixto Ariño, 1884-1886, 3 vols.; C. Riba García, El Consejo Supremo de Aragón en el reinado de Felipe II, Valencia, Tipografía Moderna, 1914; G. Colás Latorre y J. A. Salas Ausens, Aragón en el siglo XVI: alteraciones sociales y conflictos políticos, Zaragoza, Universidad de Zaragoza, 1982; R. Conde y Delgado de Molina, “Pergaminos aragoneses del fondo “Sástago” del Archivo de la Corona de Aragón. I. Pergaminos procedentes de las ligarzas del Condado de Sástago”, en Cuadernos de Historia Jerónimo Zurita, 51-52 (1985), págs. 295-349; J. Mateu Ibars, “Algunas noticias sobre el virrey Artal de Alagón, conde de Sástago, en tiempo de Zurita”, en Universidad de Zaragoza Departamento de Historia Moderna, Jerónimo Zurita, su época y su escuela, Zaragoza, Institución Fernando El Católico. Diputación Provincial, 1986, págs. 401-411; C. Gómez Urdáñez, Arquitectura civil en Zaragoza en el siglo XVI, Zaragoza, Ayuntamiento de Zaragoza, 1987; A. Abadía Irache, Señorío y crédito en Aragón en el siglo XVI, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1993; J. F. Baltar Rodríguez, Las Juntas de Gobierno en la Monarquía Hispánica (siglos XVI y XVII), Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1998; R. Fantoni y Benedí, “Los Alagón: Condes de Sástago, Grandes de España”, en Hidalguía, 280-281 (2000), págs. 555-576; J. F. Baltar Rodríguez, El Protonotario de Aragón 1472-1707. La Cancillería aragonesa en la Edad Moderna, Zaragoza, El Justicia de Aragón, 2001; R. Fantoni y Benedí, “Los Fernández de Córdova-Alagón, Condes de Sástago, Grandes de España”, en Hidalguía, 297 (2003), págs. 155-176.

 

Juan Francisco Baltar Rodríguez