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Miguel Martínez de Luna

Biografía

Martínez de Luna, Miguel. Conde de Morata de Jalón (II). ?, p. s. XVI – 1595. Virrey de Aragón.

Hijo de Pedro Martínez de Luna, I conde de Morata, y de su segunda esposa, Inés de Mendoza y de la Cerda, en 1547 Miguel Martínez de Luna formó parte del séquito que acompañó al príncipe Felipe en su viaje a Flandes, lo que le permitió entrar en contacto con el mundo cortesano. Poco más se sabe sobre su biografía, salvo que casó en tres ocasiones y sólo tuvo descendencia femenina. De su primera esposa, Catalina Bravo del Río, nació Catalina. De la segunda, Ana Martínez de Arellano, tuvo a Francisca, que murió sin descendencia, y a Ana, que heredó su estado, fue la III condesa de Morata y se desposó con Antonio Manrique de Lara, del linaje de los condes de Osorno.

Su tercera mujer, con quien no tuvo hijos, fue Francisca de Pinós y Fenollet, que le sobrevivió y, tras enviudar, contrajo segundas nupcias con Juan Francisco Cristóbal Fernández de Híjar, IV conde de Belchite y III duque de Híjar, que también le premurió.

En cuanto a su vida pública, hay noticia de que en 1579 fue extraído miembro de la Diputación aragonesa por el brazo nobiliario y en 1588 firmó una memoria que se entregó a los diputados del reino para representar los excesos cometidos por el Concejo de Zaragoza en la aplicación del Privilegio de Veinte, que concedía a este consistorio un poder desaforado para castigar a quien le causase agravios. Este dato permite incluir al segundo conde de Morata entre los miembros de la oposición política aragonesa, lo mismo que su participación ocasional en distintas juntas celebradas en la Seo de Zaragoza durante la crisis de 1591.

Pero lo que mejor ilustra su posición de partida en este conflicto es el apoyo que prestó a Antonio Pérez desde su llegada a Aragón en abril de 1590 hasta mayo del año siguiente. La radicalización del movimiento, no obstante, le hizo mudar de parecer y defender con contundencia la actuación de Felipe II, por lo que un contemporáneo, el conde de Luna, dejó escrito que Morata “era tan arrojado y en sus dichos y hechos, fuera del conservar y adquirir hacienda, era tan temerario, que en nada tenía opinión, y al principio el que más favoreció á Antonio Pérez en público y en secreto, y después por tres ó cuatro cosas que arrojada y inconsideradamente dijo en su modo de proceder, entrado el ejército en Aragón, le hizo el Rey su Virrey, al tiempo de las ejecuciones de Justicia que adelante se dirán”.

En su decisión de ayudar a Antonio Pérez pesó la buena relación que habían mantenido los padres de ambos. Por eso, cuando el fugitivo ex secretario llegó a tierras aragonesas, Morata le visitó en su celda de la Cárcel de Manifestados y le puso en contacto con el prior del monasterio dominico de la localidad de Gotor, que le sirvió de mensajero para comunicar a la Corte una última oferta de resolver su causa por medios pacíficos. Tras el motín del 24 de mayo de 1591, resuelto con la devolución de Pérez desde la prisión del Santo Oficio, ubicada en el palacio de la Aljafería, a la Cárcel de Manifestados, dependiente del justicia de Aragón, los condes de Morata y de Aranda acompañaron al preso en su salida de la Inquisición, lo que les valió ser elogiados en algún pasquín del momento, que cantó “Del de Morata, el valor / y del de Aranda, la fama”. Sin embargo, después del motín su actitud varió de modo radical, como se cuidó de poner de manifiesto ante el comisario Lanz, ante quien subrayó “que hera criado de S.M., de quien tenia reçibidas muchas merçedes y favores”.

A partir de entonces Morata recibió amenazas constantes y sufrió un atentado en agosto de 1591. Sobre este episodio, Diego de Heredia explicó que varios hombres acordaron tirar arcabuzazos al aire delante del palacio del conde, pero finalmente decidieron disparar hacia el interior de la vivienda. Por su parte, meses más tarde el interesado explicó que la causa de tal acción fue “por haver dicho, el mesmo dia que le tiraron, a çiertos cavalleros que se desengañassen: que, a pesar de todos ellos y de Çaragoça, avemos de bolver [a] Antonio Perez a la Inquisicion como perro, rastrando por las calles. Y que tanpoco [...] consentia que se pida perdon general a S.M., pues [él] no avia tenido culpa”.

Tras el motín del 24 de septiembre, que produjo la liberación de Pérez, Morata dirigió una dura carta al conde de Chinchón quejándose de que “la culpa desto ha sido no creerme S.M., ó no haber leido mi carta, pues le escribo á 21 del pasado que sin dilacion enviase S.M. quinientos caballos y dos mil soldados y algunas piezas de artillería, porque ya no habia otro remedio para conseguir lo que se pretendia, por tener Antonio Perez muchos amigos públicos y secretos”. Acto seguido abandonó Zaragoza para dirigirse a la localidad de Morata de Jalón, cabeza de su estado.

A comienzos de diciembre, estando aún en Morata, recibió la visita del duque de Villahermosa y a continuación se entrevistó con el marqués de Lombay, enviado por Felipe II a Aragón como “ángel de paz”, según expresión usada en la documentación coetánea.

Quizá en este encuentro el noble valenciano le anunciase la intención del Monarca de nombrarle virrey, hecho que se produjo el 24 de diciembre de 1591 y que no fue del agrado de algunos mandos de las tropas de ocupación, como el maestre de campo general Francisco de Bobadilla, que mostró su estupefacción haciendo notar que “no lo puedo creer, porque le tienen por loco, y todos los que ablan sin pasion son de este parecer”. El II conde de Morata cumplió escrupulosamente todas las órdenes que recibió desde la corte hasta el fin de su virreinato, que se prolongó hasta fines de 1593 y durante el cual se desarrolló una dura represión contra los implicados en la rebelión de 1591. Sin embargo, confirmando los temores de Bobadilla, desde agosto de 1592 protagonizó un serio enfrentamiento con la oficialidad del ejército de ocupación, en concreto con el maestre de campo Agustín de Mexía. Quizá por ello, a comienzos de 1594 fue sustituido por un noble castellano, Beltrán de la Cueva, sexto duque de Alburquerque. En el último año de su vida Morata fue extraído de nuevo diputado, si bien falleció en el transcurso de su mandato.

 

Fuentes y bibl.: Archivo de la Diputación de Zaragoza, Actos comunes, ms. 261, fols. 5v.-11; Archivo General de Simancas, Estado, l. 36, fols. 106-117v., l. 37, fol. 79v.; Real Academia de la Historia, ms. 888, fol. 140, ms. 9/1878, fols. 41-42 y 98r.-v.

F. de Bobadilla, Relacion de lo que Dn. [...] Maestre de Campo General de S.M. sirvio en la Jornada de Aragon, Zaragoza, Archivo Municipal, Manuscritos, 53, fol. 25; V. Blasco de Lanuza, Ultimo tomo de historias eclesiasticas y seculares de Aragon, desde el año 1556 hasta el de 1618, Zaragoza, Juan de Lanaja y Quartanet, 1619, pág. 403; L. Leonardo de Argensola, Informacion de los sucesos del Reino de Aragon, Madrid, Imprenta Real, 1808, págs. 97 y 126 [ed. facs., Zaragoza, Edizions de l’Astral y El Justicia de Aragón, 1991]; M. Salvá y P. Sainz de Baranda (eds.), Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España, t. XI, Madrid, Imprenta de la viuda de Calero, 1848, págs. 270-273, 293-297 y 426-429; F. de Gurrea y Aragón, conde de Luna, Comentarios de los sucesos de Aragón en los años 1591 y 1592, Madrid, Imprenta de Antonio Pérez Dubrull, 1888, págs. 57 y 390; A. y A. García Carraffa, Enciclopedia Heráldica y Genealógica Hispano- Americana, t. II, Salamanca, Imprenta Comercial Salmantina, y Madrid, Litografía de Foruny, 1934, págs. 279-285; J. Á. Sesma y J. A. Armillas, La Diputación de Aragón. El gobierno aragonés, del Reino a la Comunidad Autónoma, Zaragoza, Oroel, 1991, págs. 208 y 213; J. Gascón Pérez, La rebelión aragonesa de 1591, tesis doctoral, vol. ii, Zaragoza, Universidad, 2000, págs. 765, 821 y 1148-1151 [ed. electrón., Zaragoza, Universidad, 2001]; (ed.) La rebelión de las palabras. Sátiras y oposición política en Aragón (1590-1626), Zaragoza, Prensas Universitarias y Gobierno de Aragón, y Huesca, Instituto de Estudios Altoaragoneses, 2003, pág. 47, vv. 65-66.

 

Jesús Gascón Pérez