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Ruy Díaz de Guzmán

Biografía

Díaz de Guzmán, Ruy. Asunción (Paraguay), 1560 – 14.VI.1629. Conquistador y primer historiador paraguayo.

Hijo del conquistador Alonso Riquelme de Guzmán (1523-1577), hidalgo jerezano llegado en la armada de su deudo, el adelantado Alvar Núñez Cabeza de Vaca, y de la paraguaya Úrsula de Irala, noble mestiza india, hija del célebre conquistador y gobernador Domingo Martínez de Irala y de la india Leonor.

El casamiento de Alonso de Riquelme con Úrsula de Irala fue celebrado en 1552. Riquelme tenía casi treinta años y Úrsula era aún una niña. El hijo primogénito fue Ruy Díaz, que nació ocho años después de celebrado el matrimonio.

Su niñez transcurre entre Asunción y Ciudad Real, situada sobre los saltos del Guairá. Seguramente su padre, antiguo paje de la casa de Medinasidonia y secretario del duque, fuese su maestro de letras y latines, además de iniciarle en el ejercicio de las armas y de la jineta. Adolescente, participó en aquella vida guerrera, tumultuosa y llena de banderías que caracterizó a la sociedad paraguaya del siglo xvi, conviviendo entre conquistadores hispanos, los primeros mestizos y el mundo indígena, en aquella atmósfera más medieval que renacentista.

Según Ricardo Rojas (1948) (apud R. Quevedo, 1980:18), el indiano Ruy Díaz “cultivaba con afán cortesano, los prejuicios de la raza, de la casta y de la época: lealtad al rey, amor a Dios, culto a la iglesia, devoción a las jerarquías nobiliarias: todo heredado de su padre hijodalgo”.

Joven se inicia en las lides guerreras, a los dieciséis años es testigo del asentamiento definitivo de Villa Rica en 1577, participa con su tocayo Melgarejo en las campañas de la provincia del Campo, en la guerra contra los birayaras y en otras jornadas que llegaron hasta los confines del Brasil (Archivo General de Indias [AGI], Información de Servicios de Ruy Díaz de Guzmán, Patronato 142, N2, R1, f. 15, en Anuario de la Academia Paraguaya de la Historia, vols. XL y XLI, pág. 146; ANA, SNE, año 1601). Bien mancebo contrae matrimonio con la guaireña Juana de Oviedo, mujer de temple que le acompañó siempre y en sus largas ausencias sustentó su familia en Ciudad Real y en Santiago de Jerez.

En 1582 pasa a Tucumán y es uno de los fundadores de la ciudad de Salta, donde fue alguacil mayor y alférez real, hizo las guerras a los casabindos y cochinocas y fue a las jornadas contra los choromoros y guachipas (AGI, Información..., f. 6, en Anuario..., op. cit., pág. 133). Vuelve a Asunción en 1584 con el teniente de gobernador Juan de Torres Navarrete, quien le envía al socorro de Ciudad Real del Guairá, y con el general Antonio de Añazco va al descubrimiento de la provincia de los nuarás o ñuguarás o miarás, hacia el noreste en la banda derecha del río Paraná (AGI, Información..., f. 6v., en Anuario..., op. cit., pág. 134).

Desde 1585 se halla a cargo de la provincia paranaense, el adelantado Torres de Vera le confirma como su lugarteniente y gobernador el 6 de junio de 1588. Al año siguiente socorre al capitán portugués Jerónimo Leiton, a quien tenían sitiado los indios, y sostiene encuentros sangrientos y memorables, con centenares de indígenas que estuvieron por exterminar a los cristianos (AGI, Información..., f. 17, en Anuario..., op. cit., pág. 149). Por pedido de sus vecinos y acuerdo de sus cabildos, traslada en 1591 Ciudad Real y Villa Rica, de lugares insalubres a mejores sitios.

En 1593 inicia una de sus obras más preciadas. En el río Muney, actual Ivineima, afluente del Paraná, en el asiento del real de Santa Cruz, el 1 de febrero de aquel año, Ruy Díaz de Guzmán, capitán general de la provincia de los ñuarás, en nombre del adelantado Juan de Torres de Vera y Aragón, y ante el escribano Bartolomé García, por reiterados requerimientos de Mateo, Juan, Saras, Diego, Gonzalo, Manuel y Francisco, caciques principales, y con acuerdo del Cabildo de Ciudad Real, cabeza de la provincia del Guairá, y a pedido del bachiller Rafael de Castro, juez visitador de la Iglesia para la conversión de los infieles, toma solemne posesión, en nombre del rey Felipe, de todas las provincias de Ñuarás y las comarcas de Cutaguás, Cuminas y otras (AGI, Información..., f. 179, en Anuario..., op. cit., pág. 328).

Durante un mes recorre y pacifica la tierra, haciendo entradas para castigar a ciertos indios rebeldes.

En los primeros días de marzo llega a “una cordillera y serranía alta que divide los llanos de esta tierra de los Ñuguaras, de la tierra y habitación de los guaraníes que están en la otra parte de la dicha cordillera y serranía que dista del río Muney” veinticinco leguas.

Los indios son agricultores y sus caciques son Perico, Miguel, Juan Andrés, Pitiendí y Tinienbú. En esa cordillera fija los límites y mojones de la provincia.

(AGI, Información..., f. 180, en Anuario..., op. cit., pág. 330.) El miércoles 24 de marzo de 1593, a orillas del río Muney, a media legua del puerto de San Matías, se lee en el acta que Ruy Díaz de Guzmán, en nombre de Dios y de la Virgen de la Anunciación, su particular abogada, funda la ciudad de Santiago de Jerez, teniendo en su mano derecha la vara de justicia con insignias de capitán de guerra. Hizo erigir un madero en medio de la traza de la plaza, echó mano a la espada, señalando “horca y cuchillo”, y con su espada “cortó un ramo de un árbol y mandó limpiar el lugar”, ordenando penas a los que abandonaran la nueva población (C. García Viñas, 1955, apud R. Quevedo, 1980: 20).

Seguidamente eligieron el cabildo y regimiento.

Puso la nueva provincia bajo la jurisdicción de la ciudad de Asunción. En agosto del año siguiente ya estaban repartidos solares y tierras, y encomendados los indios a los primeros pobladores. En la reseña de soldados y armas se ve que en 1594 eran más de treinta vecinos con armas y caballos.

El fundador cifra en el porvenir de Santiago de Jerez grandes esperanzas, de acuerdo al proyecto de poblaciones del adelantado Torres de Vera, que pretendía poner puerto en la Cananea sobre el Atlántico, para poblar así todo el este del Paraguay, las tierras paranaenses de los grandes ríos, que era el viejo proyecto de Domingo de Irala. Por influencias de Hernandarias, el Cabildo de Asunción pretende desautorizar la fundación y colonización de Jerez, a la que no otorga ninguna ayuda, pero gracias al esfuerzo y tenacidad de sus vecinos pudo subsistir casi cuatro decenios, hasta que fue asolada y destruida por los bandeirantes.

Volviendo a Ciudad Real a fines de aquel año 1593, Ruy Díaz es herido de una estocada, Diego de Zúñiga le apresa y le tiene en una mazmorra durante tres meses, hasta que el gobierno de Asunción envía a Diego González de Santa Cruz con veinte soldados a imponer orden, devolviéndole su libertad y reponiéndole en el gobierno. Está en Asunción en 1596, y hace una entrada al Chaco para castigar a los guaicurús que amenazaban la ciudad. El gobernador Ramírez de Velasco le confirma en su gobierno de la provincia de Nueva Andalucía y hasta 1599 permanece en Jerez.

Viaja a Buenos Aires, donde queda hasta 1603 sirviendo oficios militares con el gobernador interino Beumont y Navarra. Es uno de los fundadores, con su hermano fray Gabriel de la Anunciación, de la cofradía de la Concepción en el convento de San Francisco.

Regresa a Asunción, donde Hernandarias le sigue juicio de residencia, obligándole a volver a Jerez.

Las relaciones con su paisano estaban muy tirantes y a principios de 1604 se expatria y ya está en Tucumán camino de Charcas, de donde escribe al Rey defendiendo su actuación y un memorial acusatorio contra Arias de Saavedra.

En 1605 inicia en La Plata su información de servicios, allí cuenta con el apoyo de algunos amigos: el adelantado Torres de Vera, Juan López de Cepeda, de la Audiencia, su pariente Diego Cabeza de Vaca y Fernando de Zárate. Permanece en Charcas hasta enero de 1607. La Audiencia de La Plata le nombra contador de la Real Hacienda de la provincia de Tucumán, y reside por algunos años en Santiago del Estero y Córdoba. Luego se traslada nuevamente a Charcas, donde termina de escribir sus Anales del descubrimiento y conquista, llamada vulgarmente La Argentina, copiando el poema de Centenera, que dedica al duque de Medinasidonia el 25 de junio de 1612.

Su obra histórica fue una labor paciente y de varios años; debió de escribirla en su largo ambular por las dilatadas tierras en que sirvió más de treinta y cinco años.

En 1614, Ruy Díaz de Guzmán capituló con el marqués de Montesclaros la conquista y pacificación de los chiriguanás, que vivían a cincuenta leguas al este de Charcas, entre los ríos Pilcomayo, Parapití y Guapay; eran tierras de los confines del Chaco y las estribaciones andinas, al sureste de las fronteras de los corregimientos de Mizque, Tomina, Pazpaya y Tarija, que asaltaban y asolaban los sangrientos chiriguaná, de origen guaraní. El virrey Francisco de Toledo, al frente de un gran ejército, en 1572 había pretendido sojuzgar a los chiriguanás y tuvo que abandonar su empresa vencido por los indios. En los primeros meses de 1616, en la villa de San Juan de Rodas de Tomina, camino real de la cordillera de los chiriguanás, Guzmán ya tenía formada su hueste compuesta de ochenta soldados y casi quince oficiales, entre ellos varios deudos: Pedro López de Zavala, Luis de Vera Guzmán, Juan Martínez de Irala, Francisco de Valderas y Martín de Irala. Como capellán de la armada nombró a Marcos de Hontón, sacerdote virtuoso y de ejemplo, conocedor de la lengua guaraní y nacido en Tomina, era nieto de un conquistador del Paraguay y fue hombre clave para la captación de los infieles.

Levantó el fuerte de la Magdalena como base y origen de la villa de San Pedro de Guzmán, centro de su conquista y de allí realizó entradas a los pueblos de indios de Charagua y Pirity, situados a diez y doce leguas del fuerte, respetivamente. Hizo una larga jornada para castigar a los chiriguanás del Pilcomayo, adonde atrajo a doscientos indios chanés y con ellos estableció la reducción del Palmar. Estos chanés servían como esclavos a los chiriguanás, agricultores y laboriosos, sojuzgados por la parcialidad guaraní. Los belicosos chiriguanás dieron una guerra sin cuartel a la expedición de Guzmán, quien con su experiencia habría desarrollado una penetración semejante a la realizada en el Guairá, pero en territorio mucho más abrupto y montañoso, muy diferentes a los montes paranaenses.

En la noche del 24 de marzo de 1618, indios de Charagua, Pirity y Guapay asaltaron el fuerte de Magdalena, que estaba emplazado sobre una antigua fortificación incaica, para asolar y matar a todos los cristianos. Unos comenzaron a minar las paredes y otros pretendieron forzar las puertas, lo que no consiguieron.

El combate duró varias horas y después del amanecer, ante la resistencia se retiraron los indios, quedando muchos muertos y heridos. Luego de este sitio, la Audiencia envió una ayuda a Guzmán, pero el nuevo virrey Esquilache cuestionó el envío de armas y alimentos.

Escasa fue la pacificación que Guzmán pudo conseguir; una labor de seis meses, los chiriguanás la desbarataban en un día. Por falta de estímulo y ayuda sus proyectos quedaron en el papel. Dos años antes de iniciar esta conquista había escrito al Rey que pretendía unir Charcas a través de los Chiriguanás con el Río de la Plata y el Brasil, ardua empresa hasta hoy no realizada (Ruy Díaz de Guzmán, fuerte de Magdalena, 20 de septiembre de 1616, en P. Groussac, 1914, t. IX: 449-450). Terrible y sangriento fue el año 1619 para su población, pues volvieron a sitiar el fuerte de Magdalena. Por el corregidor de la frontera de Tomina se sabe que “en ese tiempo todos los indios están de paz en la poblaciones que el dicho Ruy Díaz de Guzmán había hecho en la cordillera, principalmente los indios del Palmar, Pirity y Charagua, que confederados atacaron el fuerte, teniéndoles cercados más cantidad de dos mil indios, y entró este testigo por orden de la real audiencia, a socorrerles ya que hacia más de dos meses, estaban a puerta cerrada, y con la fuerza de socorro pudo levantarse el cerco y salvar sus vidas” (C. García Viñas, 1955, n.º 22, apud R. Quevedo, 1980: 22). Enterado del asedio y casi exterminio de la hueste de Guzmán y negándole más ayuda, el príncipe de Esquilache en 1619 escribe a la Audiencia: “No se pueden hacer entradas y poblaciones nuevas a costa de su majestad, y así se le dirá a Ruy Díaz de Guzmán y si fuere menester compélele en la forma que pareciere justa” (ibídem).

Al año siguiente, en 1620, los chiriguanás asolaron y dieron muerte a todos los españoles e indios del pueblo del Palmar. Se sabe por el presidente de la Audiencia, Diego de Portugal, que aquel año fue retirada toda la gente de Ruy Díaz de Guzmán, quien abandonó definitivamente los confines del Chaco, volviendo al Paraguay con amargura y lleno de heridas.

Definitivamente se estableció en Asunción y sus últimos ocho años vivió en su tierra natal junto a su familia.

A fines de 1628 el gobernador Céspedes Xeria mandó celebrar el primer día de enero del año entrante un cabildo abierto para la elección de autoridades.

Los vecinos de Asunción, reunidos en la plaza mayor, realizaron la elección de capitulares y un regidor pretendió turbar la paz. Hecha la votación por ciento setenta vecinos, fue electo el general Ruy Díaz de Guzmán por alcalde ordinario del primer voto.

Fue un postrer homenaje de su ciudad al viejo guerrero que presta a su comunidad un último servicio.

Atendió a su oficio regularmente, asistiendo a diecisiete sesiones.

Había fallecido repentinamente el día 14 de junio de 1629. Se lee en el acta capitular del día siguiente, 15 de junio: “Por cuanto Dios nuestro señor ha sido servido de llevarse de esta presente vida al general Ruy Díaz de Guzmán alcalde ordinario por su majestad”, y para que no faltase justicia, cumpliendo expresas disposiciones nombraron en su reemplazo al alférez real y regidor más antiguo, Martín de Orué de Zárate.

Ruy Díaz de Guzmán fue áspero, recio y macizo, lo que se dice un hombre entero. De sorprendente vitalidad, pudo alternar la vida dura y magra de los campamentos, como hacer justicia y administrar la real hacienda. Gran servidor de su patria y de su Rey, quizá le faltó perspectiva política y servilismo cortesano, pero fue arquetipo de hombre viril, lleno de dignidad y honor. Como herencia no dejó nada material: dejó sus hijos, legó su sangre, el recuerdo de sus conquistas, sus hazañas y desventuras que hicieron realidad algo de la “provincia gigante de las indias”.

 

Obras de ~: Anales del Descubrimiento, Población y Conquista del Río de la Plata, Asunción, Ediciones Comuneros, 1980.

 

Bibl.: B. Garay, Colección Documentos de la Historia del Paraguay, Asunción, 1899; M. Domínguez, El Archivo Nacional de Asunción, Asunción, 1903; P. Groussac, Anales de la Biblioteca, t. IX, Buenos Aires, 1914; Mendoza y Garay, Buenos Aires, Academia Argentina de Letras, 1916; R. Lafuente Machain, Conquistadores del Río de la Plata, Buenos Aires, Editorial Ayacucho, 1943; R. Rojas, Historia de la Literatura Argentina. Los coloniales, Buenos Aires, 1948; C. García Viñas, Colección Documentos de Archivo General de Indias, clasificados por Efraím Cardozo, edición de Raúl A. Molina, México, Misiones Argentinas en Archivos Europeos, 1955, págs. 338-706; E. Cardozo, Historiografía Paraguaya, México, Instituto Panamericano de Geografía e Historia (IPGH), 1959; J. C. Chaves. Descubrimiento y conquista del Río de la Plata y el Paraguay, Asunción, Ediciones Nizza, 1968; G. de Granda. “Notas sobre la Lengua de Ruy Díaz de Guzmán”; M. A. Guérin, “Ediciones y Manuscritos de la Historia de Ruy Díaz de Guzmán”, y R. Quevedo, “Ruy Díaz de Guzmán, el hombre su tiempo”, en Anales del Descubrimiento, Población y Conquista del Río de la Plata, Asunción, Ediciones Comuneros, 1980, págs. 50-66, 29-48 y 8-26, respect.; R. Quevedo, “Cronología y Vida de Ruy Díaz de Guzmán (1560-1629)”, “Riquer-Riquel-Riquelme. Alonso Riquelme de Guzmán (1518-1577)”; A. Salas, “Ruy Díaz de Guzmán, el primer historiador del Río de la Plata”, y Archivo Nacional de Asunción, SCJ, vol. 1810, n.º 9, “Documentaciones sobre Ruy Díaz de Guzmán”, en Anuario de la Academia Paraguaya de la Historia (Asunción), vols. XL (2000), págs. 11-65, 67-108; vol. XLI (2001), págs. 109-120 y 122-837; R. Quevedo, M. Durán y A. Duarte (comp.), Actas Capitulares y Documentos del Cabildo de Asunción del Paraguay. Siglo XVI, Asunción, Municipalidad de Asunción, 2001.

 

Roberto Quevedo y Julio Espínola