Mascetta, Simón. Catelefí, Nápoles (Italia), 1582 ‒ San Ignacio (Paraguay), 10.X.1658. Misionero jesuita (SI) y fundador de pueblos.
Hijo de comerciantes, fue bautizado con el nombre de Héctor Hércules, cambiándolo más tarde por el de Simón cuando ingresó a la Compañía en un convento de Nápoles (1 de febrero de 1606). Después de ejercitarse en Italia como misionero, partió de Europa con destino al Río de la Plata con el padre Andrés Jordán y otros religiosos. Llegó a Buenos Aires (5 de marzo de 1608) y, de inmediato, pasó a Córdoba del Tucumán y de allí al Paraguay, después de hacer la primera profesión de votos.
En vista de la gran distancia de la sede provincial de Lima y la magnitud de los trabajos emprendidos por la Compañía de Jesús en la cuenca del Plata y territorios circunvecinos, fue constituida la provincia jesuítica del Paraguay (1605). El primer provincial, el padre Diego de Torres, después de tomar posesión del cargo (1607) a instancias del gobernador Hernandarias de Saavedra y del obispo, trató de dar cumplimiento a lo dispuesto por Felipe III en Real Cédula de 1605, en la cual se mandaba que sin dilación alguna, fuesen enviados a la conversión de infieles de las provincias de Guayrá, ministros de reconocida virtud.
A tal efecto, fueron designados (5 de diciembre de 1609) los padres Simón Mascetta y José Cataldino, para dar inicio a una de las empresas evangelizadoras de mayor celebridad.
Llegaron a Ciudad Real y fueron asistidos por el sacerdote paraguayo Rodrigo Ortiz Melgarejo. Repuesto de una grave enfermedad, el padre Mascetta y sus compañeros prosiguieron viaje hasta la Villarrica, donde predicaron a los residentes españoles.
Luego navegaron por el Paraná y en su margen derecha fundaron tres reducciones, las de San Ignacio- Guazú, Santiago de Caaguazú y Nuestra Señora de Fé (hoy Santa María). Concluidas estas fundaciones, el padre Mascetta procuró la conversión de los infieles en otras regiones circunvecinas, como las de Tucatí, Iñeay y Teyayaobá. En compañía del padre Antonio Ruiz de Montoya, estableció la reducción de San Pablo en el Iñeay. Ambos fundaron después la reducción de Jesús María en la jurisdicción del cacique Cuaracy-verá. De esta manera, gradualmente, fue creciendo el número de neófitos, agrupados en nuevas reducciones situadas en los campos de Jerez y al norte del Salto del Guairá. Quince años más tarde, catorce prósperas y nutridas comunidades indígenas contribuían a afirmar la presencia española en esas soledades. En ese transcurso, después de nueve años de arduo trabajo en aquella provincia, el padre Mascetta volvió a la Asunción para realizar la profesión de los tres votos (29 de septiembre de 1619) y con su acostumbrada diligencia, reanudó sus labores en el Guayrá con ayuda de los compañeros, esta vez para la erección y fábrica de las iglesias.
No todo, sin embargo, era tan halagador, ni inspiraba optimismo, pues desde los inicios de las citadas fundaciones, se hacia sentir la proximidad de los “mamelucos” o “bandeirantes” de San Pablo, verdaderos piratas de la selva que capturaban a los indios guaraníes para después venderlos como esclavos. Los asaltantes fueron derrotados en su primer encuentro armado (1614), pero no contenidos por tal revés.
En una posterior arremetida, la imponente fuerza de bandeirantes y auxiliares tupies, se hizo presente en las reducciones y aquellos indígenas cristianos que no lograron darse a la fuga fueron inexorablemente aprehendidos y conducidos a la esclavitud en el litoral brasileño. Crónicas de la Compañía hablan de unos sesenta mil guaraníes cautivos, a quienes los padres Simón Mascetta y Justo Mansilla trataron de rescatar.
Los sacerdotes viajaron hasta San Pablo, ciudad de los asaltantes y de allí a la Bahía en reclamo de los mismos; pero a pesar de sus empeños, no pudieron libertar ni a cincuenta de ellos.
De regreso a las reducciones, el padre Mascetta bajó por el Piquirí hasta el pueblo de Loreto para prevenir a los indígenas de otra posible invasión a fin de que éstos se preparen para la defensa. De allí, fue enviado a la provincia de Tayaobá, con similar misión. Sin embargo, la escasa protección existente en los poblados del Guayrá, la falta de armamentos adecuados y en la convicción de no poder resistir a los feroces ataques paulistas, los misioneros decidieron abandonar gran parte de aquellos territorios en un obligado éxodo y establecerse en las misiones del Paraná y Uruguay (1632). El padre Antonio Ruiz de Montoya dirigió la expedición. Una cantidad considerable de indios y varios sacerdotes, entre ellos el padre Mascetta, emprendió la penosa migración en balsas y canoas, aguas abajo del Paraná, salvando las dificultades al cruzar el salto del Guairá y otras desdichas de tan accidentado viaje, hasta llegar definitivamente en la zona aledaña de las actuales ciudades de Encarnación y Posadas.
En este nuevo emplazamiento, volvieron los jesuitas a organizar sus pueblos. En 1646, existían veinticuatro reducciones con una población aproximada de unos setenta mil naturales.
El padre Mascetta siguió trabajando denodadamente en la organización de los poblados, en la enseñanza y evangelización de los indígenas. Se hallaba en plena tarea en la misión de San Ignacio Guazú cuando un ataque de apoplejía lo postró en su lecho hasta el fin de sus días. La vida ejemplar de este sacerdote está muy bien descripta en varias obras de otros jesuitas como Francisco Xarque y Nicolás del Techo.
Bibl.: E. Udaondo, Diccionario Biográfico Colonial Argentino, Buenos Aires, Editorial Huarpes, 1945; G. Furlong, Los jesuitas y la cultura rioplatense, Buenos Aires, Editorial Huarpes, 1946; E. Cardozo, Historiografía Paraguaya, t. I, México, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1959; R. E. Velázquez, Breve Historia de la Cultura en el Paraguay, Asunción, Ediciones Novelty, 1970; O. Massare de Kostianovsky, La instrucción pública en la época colonial, Asunción, Escuela Técnica Salesiana, 1975 (2.ª ed.); H. Storni, Catálogo de los Jesuitas de la Provincia del Paraguay (Cuenca del Plata, 1585-1768), Roma, Institutum Históricum, SI, 1980.
María Graciela Monte de López Moreira