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Agustín Agualongo Almeida

Biografía

Agualongo Almeida, Agustín. Pasto, Nariño (Colombia), 15.VIII.1780 – Popayán (Colombia), 13.VII.1824. Militar, coronel y líder indígena.

Agustín Agualongo Almeida o Juan Agustín Agualongo Cisneros para Ricardo Ortega A., nace en Laguna, en Nariño, según Becerra, aunque otros historiadores, entre los que se encuentra Ramos, indican Anganoy, próximo a Pasto, el 15 de mayo de 1780, mientras que Pimentel señala su origen en el propio Pasto, el 25 de agosto de 1780. Es hijo de Manuel Agualongo y Gregoria Almeida, indígenas montañeses (aunque en biografías se indican los nombres de Manuel Criollo y Gregoria Sisneros —Cisneros—) que le enseñaron a leer, a escribir y al arte de la pintura (“al óleo”), con cuyo oficio comienza a ganarse la vida en un taller de Pasto (Pimentel), aunque con anterioridad, de joven o de “niño”, trabaja de aguador en la casa de Blas de Villota, cuyas hijas —según apunta Medellín y Fajardo— le llamaban “longo” (indígena en quechua), para referirse al trabajo que realizaba de portar agua, a pesar de que en mapuche o “araucano”, un término similar, “lonco” o “lonko” significa jefe.

El 25 de enero de 1801, con veintiún años, se casa con Jesusa Guerrero, en el tiempo que “podía sostener su hogar con el oficio de pintor” (Cortés), de la que, según su testimonio, se separa “legalmente” sin dejar descendencia conocida. Agualongo es considerado pintor por varios historiadores, entre ellos Gerardo Cortés Moreno alude a Sergio Elías Ortiz como el primer autor que alude al tema, en su Crónica de la ciudad de Sant Joan de Pasto [...] y posteriormente en Agustín Agualongo y su tiempo, señala que en 1795 (aunque Cortés adelanta la fecha a 1790) asiste a un taller de pintura y decoración, siguiendo los dictámenes propuestos por el procurador Gabriel Rosero, que desde esa época, en torno a 1800, demandaba que todos los jóvenes de la ciudad a partir de los diez años de edad ocuparan un oficio.

Se inicia como aprendiz, y después de “ayudante”, aunque no se tiene constancia en ningún registro municipal del desarrollo de este oficio. En el convento de las Madres Conceptas (fundado en 1588, siendo el convento más antiguo de Pasto y cuarto de América, según Sergio Elías Ortiz), se conservan dos cuadros, que se consideran de su autoría, según la tradición oral de las “abadesas”, que no está firmados, y se encuentran colgados en los pasillos de la abadía concepcionista, y técnicamente —según Cortés— “el trazado de las figuras humanas contienen errores anatómicos, la posición de los cuerpos son rústicas, sin movimiento y la colocación de encarnes y ropas, son difíciles de juzgar porque el tiempo ha cubierto de óxidos oscuros, aquellos espacios...”.

Cortés indica que aproximadamente desde 1790 a 1811 Agualongo se dedica al arte, como pintor de obras artísticas. En cambio, Ramos duda de que realice este trabajo, señalando que en su infancia y juventud desempeña diversos oficios “propios de su clase y raza”, tales como “aguatero” o “pintor de brocha gorda”, aunque “no falta quien haya intentado ‘blanquearlo’ y mejorar su estatus social: de este modo se ha pretendido metamorfosear al ‘indio bruto’ que describen los generales patriotas, en un gallardo mestizo, dedicado a la pintura artística”.

En 1809, “los rebeldes quiteños” en la lucha por la independencia toman la ciudad durante algunas semanas, mientras que Agualongo ejerce de artesano, “pobre” y con un “matrimonio fracasado” (Pimentel), el 7 de marzo de 1811, a los treinta y un años, se alista en la 3.ª Compañía de Milicias del Rey, para luchar desde el sur de Colombia contra los independentistas quiteños (Ecuador), alega ser pintor al óleo, luchar para “servir en nombre del rey”, y se añade el nombre de José al de Agustín y a su único apellido materno Almeida. Era de estatura baja, grueso, “hirsuto”, con cabello negro, la tez “prieta”, con un gran número de cicatrices causadas por la viruela y el labio superior sobresaliente. Debe de ser quechua, aunque algunos historiadores le consideran “mestizo”, y durante la guerra de la independencia se une al bando realista (como significativamente también lo hacen los mapuches en Chile), como “líder indígena”, dirigiendo a un grupo de aborígenes contra (“se enfrentó”) Simón Bolívar, Herrán, Obando, Mosquera y Córdova, entre otros independentistas.

“Su coraje le dio fama de imbatible, y fue el terror de las tropas patriotas” colombianas del sur del país (Medellín y Fajardo). Su primer jefe es el coronel Basilio García, con el que lucha el 20 de septiembre de 1811 contra las fuerzas combinadas quiteñas de Pedro Montufar, cuando invaden Pasto, pero pierden y se retiran a las montañas, desde donde con la ayuda de los negros de Patía hostigan a los republicanos hasta que terminan obligándoles a abandonar Pasto, y marchan hacia el sur seguidos por el presidente de la Junta de Gobierno de Popayán. Después lucha contra las tropas del caucano Joaquín Caicedo (Caycedo) y Cuero, y ascendido a cabo, se enfrenta a las fuerzas del médico norteamericano Alejandro Macaulay. El 13 de agosto de 1812, los realistas se enfrentan con éxito a las fuerzas del capitán Juan María de la Villota, en Catambuco, siendo ascendido a sargento. De allí en adelante los esfuerzos quiteños por reconquistar Pasto fracasaron ante el avance del ejército realista procedente de Cuenca, porque el nuevo presidente de la Audiencia, Toribio Montes, dirige las acciones militares con la ayuda del coronel Juan Sámano, que persiguen a los “últimos” quiteños que huían hacia el Norte. Las tropas de Juan María de la Villota lo cercaron en San Antonio de Ibarra (1 diciembre 1812), mientras que los realistas, por orden del gobernador de Quito, Toribio Montes, fusilan a los jefes “rebeldes”: Joaquín de Caicedo y Cuero y Alejandro Macaulay, en San Juan de Pasto, instaurándose el Gobierno del Rey. El juez instructor de esta causa fue Estanislao Merchacano, quien se pasa a la causa realista, convirtiéndose desde entonces en “mentor y protector” de Agualongo (según biografías). Sámano prosigue la guerra en el valle del Cauca y es vencido por Antonio Nariño, presidente de Cundinamarca, en Alto Palacé y en Calibío, por lo que Melchor Almerich reemplaza a Sámano, pero el empuje militar de Nariño obliga a desalojar a los realistas de Pasto, que en ese momento tuvo que ser defendida por sus propios vecinos. Y, de esta forma, y con suerte alternativa para ambos ejércitos, transcurre el resto del año de 1814. Al año siguiente, 1815, el ejército realista se reagrupa en torno al Batallón Pasto, bajo el mando del coronel Ramón Zambrano y del sargento mayor Estanislao Merchán Cano, y es vencido por las fuerzas de José María Cabal, Manuel Serviez y Carlos Montufar, aunque los realistas toman Popayán.

En 1816, Agualongo asciende a teniente, tras la victoria realista de la Cuchilla (“cuchilla”) del Tambo contra el ejército de Liborio Mejía, vuelve la paz a toda la región, coincidiendo con la entrada del general Pablo Morillo en Bogotá y la designación de Sámano de virrey.

Durante casi tres años, entre 1816 y 1819, las autoridades realistas persiguieron a los independentistas en Colombia, pero el 7 de agosto de ese último año de 1819, Simón Bolívar atraviesa los Andes y derrota a los realistas en la batalla de Boyacá. Se dice que a partir de 1819, cuando la Corona española había “aceptado su derrota” (según Roselli), comienzan a destacar las acciones de guerra de Agualongo, al mismo tiempo que los pastusos comandados por el general Sebastián de la Calzada y el coronel Basilio García se enfrentaron varias veces al ejército republicano. El general Calzada fue derrotado en Pitayó (16 junio de 1820) y le sustituye García.

Poco después, el presidente de la Audiencia de Quito Melchor Aymerich, lucha contra los republicanos de Guayaquil que habían declarado la independencia el 9 de octubre de ese mismo año de 1820. Entre los oficiales distinguidos del Batallón de Dragones de Granada, que Aymerich había llevado a Quito, bajo las órdenes del coronel Francisco González, destaca Agualongo. Al inicio de la campaña, los realistas descendieron a Ambato y en las llanuras arenosas de Huachi (o Guachi), el 22 de noviembre, derrotaron a los independentistas. Agualongo asciende a capitán y acompaña a González en su campaña contra Cuenca, ciudad ecuatoriana que tomaron tras el combate de Verdeloma (20 diciembre 1820). Allí permanece Agualongo como jefe militar mientras se abandonan las operaciones militares por la llegada de la estación lluviosa, y permanece en el cargo durante cerca de un año. En mayo de 1821, comienza a desplazarse el ejército realista hacia la costa, pero el 19 de agosto sufre una derrota causada por las fuerzas de Sucre en Yaguachi, quien le persigue hasta la sierra, asediando a las fuerzas de Agualongo, que decide evacuar Cuenca (20 septiembre), pero al tener conocimientos del segundo triunfo realista en Huachi, regresa a Cuenca donde permanece durante cinco meses, hasta principios de enero de 1822, cuando como teniente coronel entrega el mando al coronel Carlos Tolrá, cumpliendo órdenes dadas por Aymerich en Quito. Pero como señalan Cortés y Ramos, en 1822, tres años después de la independencia de Nueva Granada, bajo el mando del español Benito Boves, Agualongo “declara la guerra”a la república de Colombia, en defensa del rey Fernando VII y de la religión católica, y en el momento que Boves “huye”, Agualongo comienza a liderar la guerrilla realista, dirige la toma de Pasto (junio 1823) y avanza hasta Ecuador, donde es derrotado por Bolívar, próximo a la población de Ibarra, pero vuelve a realizar una segunda toma de Pasto (agosto 1823) y tercera (febrero 1824). Con anterioridad, el 24 de mayo de 1822 no toma parte en la batalla del Pichincha por encontrarse en el campamento de Iñaquito con el Batallón Constitución, según Pimentel, aunque en cambio Gutiérrez señala que participa en esta batalla, y después de la derrota realista, es “licenciado” por la capitulación decretada por el general Sucre. Después de este combate el militar realista Calzada une su batallón al de Tiradores de Cádiz y a los restos del de Cataluña con los que retorna a Pasto, donde el coronel Basilio García resiste el asedio de las fuerzas de Bolívar, pero el obispo de Popayán, Salvador Jiménez de Enciso, refugiado en Pasto, intercede ante Bolívar y obtiene una capitulación “honrosa”, que el 8 de junio permite la entrada de las fuerzas republicanas en esta población. Mientras, Agualongo huye a las montañas, recibe a los oficiales Benito Boves, Juan Muñoz y Estanislao Merchancano, y reinician las operaciones militares, en una guerra de guerrillas, que cuenta con el apoyo de las comunidades indígenas de la zona, que dan lugar a dos “rebeliones populares”, en la que destaca la participación de Agualongo. La primera rebelión realista de Pasto o antirrepublicana, se inicia en septiembre de 1822, es dirigida por el coronel español Benito Boves y el colombiano Agualongo, frente a la que actúa el intendente de Quito Antonio José de Sucre, que marcha a sofocar este levantamiento pero es derrotado en la Cuchilla del Tambo (24 noviembre) y vuelve a Quito, pero el 22 de diciembre logra forzar el paso del río Guaytara y al día siguiente con nuevos refuerzos se enfrenta a los realistas en las llanuras de Yacuanquer. Sucre provoca la rendición de Pasto y el 25 de diciembre toma la ciudad tras hora y media de combates cruentos en las calles de la población. Seguidamente, según Pimentel, dicta un indulto general, pero numerosos bienes de los partidarios realistas fueron confiscados, al mismo tiempo que decreta una contribución de treinta mil pesos en ganado vacuno y caballar, ordena a la fuerza el reclutamiento de los vecinos y los sacerdotes acusados de realistas son enviados presos a Quito, perdiendo sus cargos y siendo reemplazados por sacerdotes partidarios del nuevo ideario político independentista. Sucre regresa a Quito dejando a Bartolomé Salom de jefe militar, pero Agualongo continúa la lucha de guerrillas hasta conquistar de nuevo la región de Pasto. Pues, como indica Gutiérrez, Agualongo logra reorganizar otro ejército con los “restos” del ejército derrotado y lo completa en Pasto, que marcha y sitia de nuevo la ciudad, y aunque es derrotado, por su “tenacidad, su astucia y capacidad militar” lleva al general Santander, encargado del gobierno republicano, a enviar una carta “conciliadora” a Agualongo y Merchancano, ofreciéndoles “una paz decorosa”, pero ambos la desestiman.

Inician el segundo levantamiento realista a mediados de 1823, comandado por Agualongo y Estanislao Merchancano, quienes “contra toda previsión razonable” (Ramos) derrotan al general Juan José Flores, tomando la ciudad y restablecimiento el gobierno realista. Posteriormente, forman un ejército que marcha contra Quito, donde esperaban respaldo político y militar, pero al conocerse la noticia de la derrota de Calambuco —según Gutiérrez— durante esta segunda insurrección pastusa, los quiteños se disponen a defender la ciudad, organizando tres columnas, la primera estaba constituida por nobles; la segunda, por abogados y estudiantes y la tercera por funcionarios (“subalternos”) de Hacienda y del poder judicial, al mismo tiempo que Juan José Flores decide luchar, para lo que marcha dando un rodeo por Matituy y se sitúa al sur de Pasto, y la noche del 12 de junio de 1823 ataca por sorpresa la ciudad. Seguidamente, organiza nuevas fuerzas con las que se dirige al sur del río Guaytara, conquistando Sapuyes y otras poblaciones y asedia Ibarra.

En este tiempo, Bolívar se encontraba en Babahoyo (según Pimentel) o Guayaquil (Gutiérrez) ocupándose de la lucha por la independencia del Perú, pero al tener noticia del peligro que corría Quito para los republicanos decide abandonar Perú para desplazarse a Ecuador, llega a Ibarra el 27 de junio, a continuación inicia los preparativos de su Estado Mayor, y el 6 de julio parte para Quito con mil quinientos soldados, organizados en tres “agrupamientos tácticos de combate”: 1. Batallón Yaguachi y escuadrón Guías de la Guardia, 2. Batallón Vargas y escuadrón Granaderos a caballo, 3. Batallón de las Milicias de Quito y Batallón de Artillería. Pero al regresar Bolívar de Ibarra a Guayllabamba, lo aprovecha Agualongo para ocupar Ibarra (12 julio).

Seguidamente, sale con dirección a Tabacundo (15 julio), pernocta en San Pablo (16 julio) y alcanza los alrededores de Ibarra y llega al sitio de El Cacho (17 julio), mientras que Agualongo se mantiene en la ciudad a la espera del ataque con mil seiscientos soldados.

Esta batalla, del 17 de julio, es la única en la que Bolívar interviene personalmente en Ecuador, con ayuda de una numerosa fuerza de caballería vence completamente a los pastusos, dando muerte a más de ochocientos soldados realistas, y proclama que con esta acción pretendía “exterminar a la raza infame de los pastusos” (Gutiérrez). Agualongo había agrupado a sus partidarios en el lado derecho del río Tahuando, pero no pudo cortar el puente por el que pasaron los republicanos que le perseguían de cerca, hasta lograr llegar a una pequeña llanura conocida actualmente con el nombre de La Victoria, donde volvieron a derrotarle y aunque por tres ocasiones intenta reagrupar a su ejército en la localidad de Alobuto, no lo consigue y con doscientos de sus soldados más fieles regresa a la región de Pasto. Mas tarde, el 18 de agosto, cuando menos lo esperaban los republicanos, entra con tres mil hombres a su mando en el pueblo de Anganoy, próximo a Pasto, y entonces Bartolomé Salom escapa a Catambuco, donde se producen varios combates esporádicos. Le sigue, pocos días más tarde Flores, mientras que los generales José Mires y José María Córdoba cercan y derrotan las últimas partidas realistas en Tacines y en Alto de Cebollas pacificando la región, pero aunque Agualongo abandona Pasto, con sus soldados, continúa activo en las montañas de las proximidades hasta que a principios de 1824 entraron en Pasto y expulsaron a las fuerzas de Flores.

Semanas más tarde, las tropas republicanas del general José Mires tomaron Pasto, quedando Agualongo y sus principales jefes en el interior del convento de las monjas Conceptas que Flores cerca, pero con la intervención del vicario de la ciudad se inician conversaciones que duran solamente dos días, pues Agualongo y “los suyos” logran huir a Buenaventura, donde el coronel Tomás Cipriano Mosquera les infligió una gravísima derrota que pone fin a la guerra de Pasto, pero Agualongo persiste en la guerra, y a mediados de 1824 —según Gutiérrez—, intenta conquistar Barbacoas, para apresar el tesoro que se guardaba para las tropas de Bolívar y al mismo tiempo buscar la salida al mar por el puerto de Tumaco, para entrar en contacto con la ayuda de la marina española. El 31 de mayo de 1824, se presenta en el puerto de Barbacoas la primera avanzadilla realista, pero es aniquilada a cañonazos, al día siguiente llega el resto de la tropa realista, que asedia e incendia la ciudad, aunque el ejército de Agualongo es derrotado, y los pocos sobrevivientes marchan a Patía, y entre ellos va Agualongo herido en una pierna. En esta última batalla en Barbacoas, en el actual departamento de Nariño, el 1 de junio, se enfrenta al futuro cuatro veces presidente de Colombia Tomás Cipriano de Mosquera, al que hiere en el rostro, destrozándole las mandíbulas y atravesándole la lengua, y sus enemigos políticos le pondrán desde entonces el sobrenombre de “Mascachochas”. Retirado en el pueblo, Castigo es sorprendido y capturado el 24 de junio de 1824 por el general José Maria Obando, que le hace prisionero y con tres jefes realistas (cabecillas principales) los trasladan a Popayán, donde son sometidos a juicio en el que son condenados a ser fusilados. Mientras que se encuentra en capilla, le llega la cédula real de Fernando VII confiriéndole el grado de general de brigada (Pimentel) y seguidamente es fusilado el 13 de julio de 1824, con cuarenta y cuatro años de edad. Sus últimos momentos —según Pimentel— fueron de “gran valor, como había sido su vida militar bravía, valerosa y constante, se enfrentó serenamente al pelotón” con el uniforme de coronel de las Milicias y grita “Viva el Rey”, pues como también señala otro historiador, solicita como última voluntad morir vestido con el uniforme realista de coronel, y ante el pelotón de fusilamiento pide que no se le tapen los ojos, pues quiere morir mirando a la muerte de frente, porque exclama que si tuviera veinte vidas, estaba dispuesto a inmolarlas igualmente en nombre del Rey de España. Poco tiempo después, su compañero Merchancano fue alevosamente asesinado en la plaza de San Sebastián de Pasto por un capitán de apellido Vela, inquilino de la misma casa que Flores, donde “surgió la conseja que había actuado a su influjo y por su orden” (Pimentel). Los restos mortales de Agualongo, enterrados en la cripta de la concatedral de San Juan de Pasto, iglesia de San Juan Bautista, fueron sustraídos en 1987, por el grupo guerrillero M-19 y devueltos en 1990, en un acto simbólico a la vez que en las montañas del departamento del Cauca hicieron entrega de las armas al Gobierno de entonces, y fueron depositados definitivamente en la misma iglesia, al lado de los restos de Hernando de Cepeda y Ahumada, hermano de Teresa de Cepeda y Ahumada, la Santa de Ávila, que fuera regidor y encomendero de la ciudad en el siglo xvii.

Según Roselli, “a diferencia de la vecina ciudad de Popayán que ha dado a luz a ocho presidentes [de Colombia], Pasto sólo parece haber sido cuna de antihéroes”, aunque también se queja del abandono del que es motivo este lugar origen de “héroes locales” (o nacionales pero antiindependentistas), entre los que destaca Agustín Agualongo, “indio, feo y de corta estatura” (según Sergio Elías Ortiz), pero que “puso en jaque a lo más granado de los ejércitos republicanos” (Roselli). “Por esta y otras razones” —según Roselli—, Bolívar “nunca quiso a los pastusos; se refirió a ellos como: malditos, demonios, infames, malvados, infelices, desgraciados”.

Después de todo, como continúa señalando Roselli, próxima a Pasto se da la más sangrienta de las batallas por la independencia, la de Bombaná, donde las bajas en el ejército independentista es de ciento dieciséis muertos y trescientos cuarenta y uno heridos (cuando en Boyacá, hubo trece muertos y cincuenta y tres heridos), y a pesar de que el ejército realista tiene un número de bajas mayor, Bolívar se ve obligado a retroceder y cambiar sus planes en esa Campaña del Sur, y entonces se pregunta Roselli “¿Quién ganó la batalla de Bombaná? La respuesta depende de la versión de la historia que usted lea”.

 

Bibl.: A. Montezuma Hurtado, Banderas solitarias. Vida de Agualongo, Bogotá, Colombia, Banco de la República, 1981; E. Díaz del Castillo, El caudillo. Semblanza de Agualongo, Pasto (Colombia), Biblioteca Nariñense de Bolsillo, 1983; S. E. Ortiz, Agustín Agualongo y su tiempo, Bogotá, Colombia, Cámara de Representantes, 1987; J. A. Medellín Becerra y D. Fajardo Rivera, “Agustín Agualongo”, en Diccionario de Colombia, Bogotá, Grupo Editorial Norma, 2005; G. Cortes Moreno, “Don Agustín Agualongo”, en San Juan de Pasto: Historias por contar [...], www.pasto.com\ somos\parte7.htm; R. Pérez Pimentel, “Agustín Agualongo Almeida” en Diccionario Biográfico Ecuador, www.diccionariobiograficoecuador.com\tomos\tomo22\a1.htm; J. Gutiérrez Ramos, “El fugaz pero fatal encuentro del indio Agualongo con el coronel Mosquera”, en www.lablaa.org\blaavirtual\ revistas\credencial\julio2007\indioagualongo.html; D. roselli, “Los antihéroes pastusos”, en www.simon-bolivar.org\ bolivar\es_pastusos.html.

 

Miguel-Héctor Fernández-Carrión

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