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Juan José Flores

Biografía

Flores, Juan José. Puerto Cabello (Venezuela), 19.VII.1800 – Golfo de Guayaquil (Ecuador), 1.X.1864. General, independentista, primer presidente del Ecuador.

Su padre fue Juan José Aramburu, comerciante español; su madre Rita Flores, como lo refiere él mismo. “Mi padre fue español rico y distinguido, y mi madre nativa de Puerto Cabello; solo se recomendaba por las dotes que había recibido de la naturaleza, y señaladamente por su físico. Los primeros síntomas de la revolución por la independencia obligaron a mi padre a embarcarse para España; y los progresos de la guerra le impidieron regresar; él murió en Vizcaya”.

Y el joven Juan José en su temprana adolescencia hubo de verse envuelto en los azares de la guerra, como él mismo lo refería: “puedo lisonjearme sin orgullo de haber combatido desde mi niñez por la causa de América”. “Sufrí dos cercos en Valencia, en 1814; y caí prisionero cuando esta ciudad se rindió a Boves”. Obtenida providencialmente la libertad, continúa: “Senté plaza de cadete en 1815 y serví sin interrupción en el Ejército Libertador, hasta la batalla de Carabobo” (Monagas, Archivo Flores, PUCE).

Desde que sentó plaza de cadete en el ejército libertador del general Ricaurte, intervino en cuarenta y tres batallas, distinguiéndose siempre; en la de Cojedes en 1818, fue herido, pero obtuvo el grado de capitán, el 28 de junio, y fue citado con elogio por el libertador Bolívar, y recibió de él la Cruz de la Orden de los Libertadores de Venezuela, que con las restantes condecoraciones guarda respetuosamente el Archivo Juan José Flores de la Universidad Católica de Quito.

Entonces Bolívar descubrió las dotes militares del capitán Juan José Flores y sus cualidades de caballero distinguidísimo: su fidelidad, su honor, su generosidad, unidos a un talento sobresaliente y aptitud de mando. Así lo demuestran las ochenta y una cartas dirigidas por el Libertador al general Flores, publicadas por el citado Archivo, y las contestaciones del general al Libertador.

Así pues, formó parte del ejército que Bolívar llevó al sur, a colaborar con el general Antonio José de Sucre en la emancipación del antiguo reino de Quito. Llegó Bolívar a la ciudad de Quito, entre aclamaciones cordialísimas, el 16 de junio de 1822, al mes de la batalla de Pichincha (24 de mayo), que selló la independencia del futuro Ecuador.

En esa ocasión el Libertador trabó amistad con la jovencita quiteña Manuelita Sáenz Aizpuru, que le había lanzado una guirnalda de flores a su paso. Manuelita conoció también entonces y se unió en amistad con el teniente coronel Flores, como lo atestigua el epistolario entre ambos.

Bolívar, al entrar en contacto con la sociedad quiteña, llegó a decir: “Ya no soy de Caracas solo, sino de toda la nación que mi constancia y mis compañeros han formado” (a Fernando Toro, Cuenca, 13 de septiembre de 1822). El coronel Flores se convirtió pronto en quiteño auténtico, no sólo exponiendo su vida repetidas veces por el país en las campañas referidas, sino formando un hogar con una dama quiteña de alcurnia, Mercedes Jijón Vivanco.

Ilustrativas son las circunstancias de este enlace que manifiestan los documentos conservados. Cuando se efectuó el matrimonio con Mercedes, Juan José Flores acababa de pacificar Pasto, levantada en armas desde 1822 en favor de la Monarquía española, mereciendo entusiastas felicitaciones de Bolívar: “Al dejar a usted en los Departamentos del Sur de Colombia, bien sabía yo que usted sería en ellos muy útil, porque sé de cuánto usted es capaz. Aunque he admirado su triunfo en Sucumbíos, no me ha sorprendido” (Oruro, 25 de septiembre de 1825).

El presidente lo había dejado de comandante general de Armas del Departamento del Sur y, como podía ser llamado en cualquier momento a solucionar conflictos en el territorio de su mando, procuró abreviar los trámites de su matrimonio; solicitó del gobernador del Obispado la dispensa de las “monitorias” (19 de octubre de 1824). Se le concedió “Con la saludable penitencia de que confiesen y comulguen los dos esposos cuatro domingos consecutivos; y recen de rodillas una parte del Rosario todos los días, por un mes”.

El chantre doctor Nicolás Arteta bendijo el solemne matrimonio (Archivo del Sagrario). Del matrimonio con Mercedes nacieron trece hijos.

Por sus méritos militares y su amable carácter se había ganado el aprecio de la aristocracia, del pueblo y de la Iglesia, tanto del Cauca como de Quito, como lo demuestran las cartas del obispo de Popayán y de párrocos de ambos territorios. El gobierno ecuatoriano declaró a Flores ciudadano y héroe distinguido, en solemne ocasión, por decreto oficial de la convención de Ambato de 1835: “La convención del ecuador considerando que es un acto de justicia dar público testimonio de gratitud a los eminentes servicios prestados a la Patria al ilustre ciudadano que los estableció con su genio, los defendió con su valor i los conservó con sus virtudes.

Decreta: Art. 1.- La Representación Nacional vota una solemne acción de gracias al benemérito Gral. Juan José Flores como a fundador, defensor y conservador de la República. Art.2.- Se le declara por Primer Ciudadano del Ecuador, i en pleno goce de todos los derechos que competen a un ecuatoriano de nacimiento. Ambato, 30 de julio, 1835, José Joaquín de Olmedo, Presidente. Ejecútese, Vicente Rocafuerte, Palacio de Gobierno (Primer Registro Auténtico Nacional, I, 511)”. Defensor de la República: terminada la guerra por la emancipación y organizadas las nuevas repúblicas que nacían de las antiguas audiencias de la era hispana, no vino la paz a los nuevos estados sudamericanos. Esto se debió, primero, a que en los últimos años de la lucha por la independencia surgieron dos partidos antagónicos y beligerantes, el Bolivariano y el Liberal.

El Bolivariano, en lo político, buscaba mantener la Gran Colombia, mediante una constitución fuertemente presidencial, con presidente vitalicio. Proponía acercarse a la Santa Sede, solicitar obispos y tornar a las prácticas tradicionales de la religión católica. El liberalismo, guiado por la masonería, tiende a lo contrario y usó todos los medios para imponerse: atentó contra la vida del Libertador, fracasó pero se impuso en las cámaras, desterró a Bolívar, colmándolo de vilipendios. Y luego dirigió sus dardos a los bolivarianos más ilustres, al mariscal Sucre y al presidente Juan José Flores.

En lo internacional se había aceptado que se mantendrían los nuevos estados dentro de los límites de las antiguas audiencias, según el “Uti possidetis” de 1810. Así se constituyeron Bolivia y Ecuador. Pero los estados más poderosos, Perú y la Nueva Granada, trataron de anexionárselos.

Y quien defendió la existencia de Ecuador, con su espada y diplomacia, fue Juan José Flores. Por eso la Convención de Ambato lo reconoció como “Defensor y Conservador de la República”.

Ya en 1827, el gobierno peruano intentó por la fuerza anexionarse el territorio ecuatoriano. Se valió de la Tercera División colombiana que dejó Bolívar en Lima; lograron sobornar a ciertos jefes, engañaron a la tropa de dos mil veteranos e invadieron Ecuador, adueñándose de Guayaquil y Loja.

El general Flores le hizo frente, aunque contaba con escasas fuerzas. Usando de táctica y diplomacia logró minar al enemigo, tomar preso a su jefe José Bustamante, rendir a la Tercera División y recuperar a Guayaquil.

Bolívar, que se hallaba angustiado por la situación, le felicitó exultante: “No quiero perder un instante en darle las gracias por todo lo que Usted ha hecho a favor del honor y la gloria colombianas” (10 de julio de 1827).

Batalla de Tarqui, 27 de febrero de 1829: de nuevo intentó Perú adueñarse de Ecuador, esta vez con tropas propias, con ocho mil soldados al mando de La Mar y Garrama, y una poderosa armada que tomó Guayaquil.

Flores sólo disponía de un modesto ejército, pero de valiosos oficiales, con ellos logró llevar al enemigo al desfiladero del Portete de Tarqui, donde limitaba el superior número peruano. Mas entonces surgió una poderosa circunstancia interna. Bolívar nombró a Sucre, que acababa de llegar de Bolivia, jefe del Ejército ecuatoriano. Flores se sobrepuso a esta postergación y colaboró generosamente con el mariscal. Encabezando el ejército logró con los otros jefes rechazar a los invasores, que por clemencia de Sucre no fueron aniquilados. Bolívar, que midiendo el peligro se acercaba con refuerzos, felicitó al vencedor. “Diez millones de gracias, mi querido Flores, por tan inmensos servicios a la Patria. Yo debo a Ud. mucho, más de lo que puedo decir. Quise enviarle desde Popayán el despacho de General de División... Tarqui se lo dio. Y esto vale más. ¡Enhorabuena sea mil veces!” (12 de marzo de 1829).

Fundador de la República del Ecuador: Bolívar llegó a Quito y allí advirtió que su ideal de formar una nación poderosa, compuesta por los países por él liberados, era irrealizable; deseaba al menos que Colombia se dividiese en paz (Lecuna, 13 de junio de 1830).

Venezuela se separó; Ecuador anhelaba su autonomía desde el 10 de agosto de 1809. La separación de Bolívar del mando precipitó los acontecimientos: los cabildos ecuatorianos contaban con el hombre que respaldaría su decisión y la defendería de las ambiciones del norte.

Así pues, el 13 de mayo de 1830, el Cabildo ampliado de Quito decretó: “En ejercicio de su soberanía, se pronuncia por constituir un estado libre e independiente, con los pueblos del Distrito del Sur. Queda encargado del mando civil y militar el Sr. Gral. Juan José Flores, en quien depositan su confianza” (C. Jacinto Jijón: “Solemne pronunciamiento de Quito y pueblos del Sur, por el cual el Ecuador se constituye Soberano”, Quito, 1922).

De inmediato todas las provincias se unieron a la proclamación de la capital. Esta fue la primera elección democrática y unánime del Ecuador. Flores convocó al Congreso Constituyente en Riobamba que, bajo la presidencia del doctor José Fernández Salvador, redactó la primera constitución (23 de septiembre de 1830).

Olmedo escribió a Flores: “Mi querido y pensado amigo; Hoy ha sido Usted elegido presidente del Estado. El mérito de Ud. y la estimación general habían hecho mucho tiempo ha esta elección. Yo no felicito a UD. sino a la Patria” (11 de septiembre de 1830).

La República: empezó la vida independiente con grandes ilusiones, pese a la pobreza general. El Cauca, Popayán y Pasto se unieron a Quito. En 1832 el gobierno tomó posesión del archipiélago de las Galápagos. Pero vino la amenaza del norte: el presidente Rafael Urdaneta, con pretexto de restaurar la Gran Colombia, envió a su pariente Luis Urdaneta a Ecuador para forzar la unión del país a Bogotá. Sublevó a su favor las guarniciones de Guayaquil y Cuenca, donde se contaban muchos extranjeros, y avanzó a Quito. Flores se hallaba en Pasto y allí le escribió el encargado del gobierno José Fernández Salvador: “¡Vuele, vuele, vuele. Sin Ud. se acabó el Ecuador!”. Volvió Flores y logró vencer a Urdaneta.

Enlutó al país la noticia de la muerte del Libertador (17 de diciembre de 1830). No había podido aceptar la invitación que Flores, la Iglesia y el pueblo le hicieron para que viniera a residir en Ecuador, olvidando a los ingratos del norte.

La Revolución Liberal había tomado cuerpo y se servía de cuantas oportunidades se presentaban, encabezada por Pedro Moncayo Esparza, que participó en la oposición con el periódico El Quiteño Libre. Luego surgió la revolución armada, apellidada “Chihuahua”, que estalló en Guayaquil por múltiples razones y llegó a ser encabezada por Vicente Rocafuerte, que luchaba por el liberalismo, según su confesión. El presidente Flores marchó a Guayaquil y una vez más tomó la ciudad. Rocafuerte se refugió en las Puná, donde fue apresado. Él mismo lo refirió: “Fui prisionero; y en vez de arrancarme la vida como pudo haberlo hecho, me hizo proponer convenios de paz y de trabajar de consuno en la consolidación del orden”.

Rocafuerte venturosamente lo aceptó, y duró esta amistad diez años. Tanto Flores como Olmedo apoyaron eficazmente el nombramiento de Vicente a la presidencia en 1835.

Mas antes hubo de enfrentarse a otro revolucionario, José Félix Valdivieso, que se nombró jefe supremo en el norte del país y que con grueso ejército amenazaba Guayaquil. Ecuador se descompuso en tres fracciones. Guayaquil solicitó a Flores (ya retirado del gobierno) que encabezara el pequeño ejército, que se encontró con el del norte, en Miñarica. Intentó Flores llegar a un acuerdo pacífico. No lo aceptó el enemigo y se lanzó al ataque, que fue repelido victoriosamente por el general Flores en dos horas. Rocafuerte le escribió exultante, y Olmedo sintió revivir la “Musa de Junín” y entonó la magnífica Oda al Vencedor de Miñarica: “¡Salud o claro Vencedor. Brazo, columna y gloria de la Patria!”. Diez años duró esta reconciliación; con Moncayo y otros, más aún.

Quizá el Libertador tenía razón al escribir a Juan José: ”No todos tienen la virtudes de Ud. aparente para el campo de batalla y útil al frente del pueblo. Pero Ud. es más bueno de lo que debe ser un militar y un político” (19 de septiembre de 1825; 18 de mayo de 1829).

Por tercera vez el general Flores fue elegido a la presidencia en 1843; mas el liberalismo armó la revolución en forma desconcertante, como anota el periodista Irizarri: “Los mismos que eligieron a Flores en 1843; y aprobaron sus reformas constitucionales, ahora se sublevan porque se perpetúa en el poder y ha establecido una Constitución, una Carta de esclavitud”.

Abel Romeo Castillo lo explica diciendo que todo fue por orden de la masonería y sus oscuros fines. Olmedo y los otros jefes eran masones. (El Telégrafo, 20 de febrero de 1947). Flores sabía que podía vencer, pero advirtió que, esta vez, la lucha era contra su persona y resolvió ceder y ausentarse.

Se firmó un tratado, en “la Virginia” de Olmedo: “Se olvidaría el pasado. El general Flores se ausentaría por dos años”. Y se embarcó para Europa, donde no sólo fue bien recibido, sino condecorado por el rey Luis Felipe de Francia como Gran Oficial de la Legión de Honor, y en España por la reina María Cristina, con el Collar de Carlos III. También fue honrado por el papa Gregorio XVI.

Cuando se enteró de que los revolucionarios de marzo habían roto el Tratado de la Virginia y perseguían a sus amigos, resolvió recuperar sus derechos y formó una expedición de dos mil irlandeses y españoles, y tres buques de guerra.

Por diversos motivos fracasó la expedición, y Flores retornó a América. Fue muy bien recibido en Venezuela y en Perú. Al fin, en 1860 es llamado a Ecuador a defender Guayaquil, que había caído en manos de Perú. Otra vez tomó el Puerto. Y otra vez defendió la existencia de Ecuador de la amenaza del presidente de Colombia Tomás Cipriano de Mosquera que trataba de repartirse el país con Perú. Así y todo, no llegaba la paz: Urbina amenazaba desde el sur, con ayuda peruana. Flores estaba enfermo, pero, aun contra el consejo médico, se embarcó en Guayaquil y logró derrotar al adversario.

Pero se agravó el mal y llegó su última hora en el golfo de Guayaquil, a bordo del Smyrk. “Madre de las Mercedes, soy tu hijo”, fueron sus últimas palabras.

El féretro fue llevado con todos los honores a Quito y García Moreno lo depositó en honorífico catafalco en la catedral, con la leyenda: “Al padre de la patria el pueblo agradecido”.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Juan José Flores (Pontificia Universidad Católica del Ecuador, Quito).

J. Villalba Freire, SI, El General Juan José Flores. Fundador de la República del Ecuador, Quito, Centro de Estudios Históricos del Ejército, 1993.

 

Jorge Villalba Freire

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