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María Sobrino Morillas

Biografía

Sobrino Morillas, María. María de San Alberto. Valladolid, 18.XII.1568 – 9.VII.1640. Carmelita descalza (OCD), escritora, superiora.

Del matrimonio formado por Antonio Sobrino y Cecilia Morillas nacieron nueve hijos, la mayoría de los cuales pertenecía al estado clerical: dos de ellos al clero secular, otros dos a los franciscanos descalzos y cuatro al Carmelo descalzo, entre ellas las dos hermanas pequeñas: María y Cecilia. Había nacido la primera en Valladolid en diciembre de 1568, después de que sus padres se hubiesen instalado en la entonces villa del Pisuerga, reclamado su padre en la Chancillería, y después como funcionario de la Inquisición y secretario de la universidad. Indica su hermano Diego, también carmelita e “historiador” de la familia, que ambas hermanas habían heredado las dotes naturales de su madre, especialmente para la poesía, con versos “al modo de los del Padre fray Luis de León”. Ambas tomaron el hábito y profesaron juntas en la cuarta fundación teresiana en Valladolid (el 2 de febrero de 1589). La formación musical la habían recibido gratuitamente en el monasterio de las Huelgas Reales, lugar donde se había dispuesto la sepultura de su madre, que había fallecido cuando ambas hermanas eran aún adolescentes.

Destacaba el padre Silverio de Santa Teresa que este convento de carmelitas de Valladolid había sido casa de formación de mujeres de gobierno para la Orden.

María, que tomó el nombre de religiosa de María de San Alberto, comenzó siendo maestra y encargándose de la formación de novicias. Seguidamente fue superiora (1600 y 1626) y priora (1604 y 1629). Y entre medias fue tornera, un oficio para religiosas prudentes.

El primero de sus períodos de gobierno (1604- 1607) coincidió con el tiempo de la estancia de Felipe III en la ciudad de Valladolid. El carácter piadoso y monástico de la reina Margarita se apreció en la casa. Se amplió la vivienda de las monjas, con la construcción de nuevas celdas, ganando además un pleito a los frailes trinitarios descalzos, en sus anhelos por instalarse junto a ellas y destacándose en su labor de saneamiento de la economía conventual, salvándole de algunas cargas que había sobre él.

María, como su hermana Cecilia, se manifestó como una destacada escritora. Una vez que en 1631, María de San Alberto había concluido su segundo trienio de gobierno, inició una etapa de mayor preocupación espiritual, que manifestó en sus escritos y en su correspondencia con su hermano, el fraile franciscano Antonio Sobrino. Juan Luis Rodríguez indicaba que el estilo de María venía definido por la claridad y la sencillez con la que comunicaba sus experiencias espirituales.

Practicaba aquella tendencia, casi teresiana, de poner por escrito las vivencias de su trayectoria, por indicación y mandato de sus confesores, aunque el entonces general de los carmelitas, el padre Alonso de Jesús María, no se mostraba partidario de conservar aquellos escritos, por la exaltación que en ellos se hacía de la vida contemplativa. Escritos todos ellos que, según indicó Blanca Alonso Cortés, debían figurar en los primeros puestos de las letras ascéticas y místicas del Siglo de Oro español, junto con los de su hermana Cecilia del Nacimiento. Así, en las palabras de María de San Alberto, pesaron mucho las páginas escritas por Teresa de Jesús y Juan de la Cruz.

Sus composiciones líricas sufrieron dificultades, aunque algunas de ellas sí se conservaron. El padre Gerardo de San Juan de la Cruz fue el primero que publicó una de las poesías de esta monja: “¡Oh, dulce noche oscura! / Que no pones tiniebla tenebrosa, / Mas antes tu espesura, / Cuan ciega es deleitosa, / y cuanto más oscura más hermosa”. Versos de una clara vocación sanjuanista.

Poesía, la de María de San Alberto, de orientación mística, sin olvidar lo que se ha denominado las “teresianas”, dirigidas a su Madre fundadora, a Teresa de Jesús, y con las que participó en los certámenes poéticos celebrados con ocasión de las festividades de beatificación en 1614 y canonización en 1622. Poesías que fueron no solamente premiadas sino publicadas. En todas ellas manifestó su conocimiento de la lírica culta pero también de la poesía popular, desde las octavas reales o sonetos hasta los villancicos y letrillas. Incluso, entre los villancicos los había escritos según la jerga de los esclavos negros, llamados “guineo”, o de acuerdo con la peculiar habla de los “vizcaínos”. Todo ello lo demostraba en los villancicos navideños, que no solamente estaban repletos de religiosidad sino también de saber teológico. Composiciones como las “Festecicas del Nacimiento” se convertían en auténticos autos. Por último las composiciones carmelitanas, a las profesiones de religiosas en el convento como la “Canción al Monte Carmelo”. Era muy importante plasmar poéticamente lo que suponía la entrada de una monja en un convento: “Zagala, muy bien se paga / lo que habéis estado herida, / pues con esta nueva vida / quedará sana la llaga”. Además demostraba un conocimiento métrico destacado, a través de los llamados “laberintos” o juegos cortesanos de ingenio.

María de San Alberto, en estas piezas literarias, no solamente versificaba, sino que también se mostraba como dramaturga y autora musical. De esta manera, las dos “Festecicas del Nacimiento” la han convertido en la primera monja autora de teatro. No se conformaba únicamente con el texto sino también con su dramatización, indicando las oportunas acotaciones. Con todo, María de San Alberto fue una dinámica mujer de letras.

En sus últimos años se sucedieron diversas parálisis hasta su muerte el 9 de julio de 1640 a los setenta y tres años, después de medio siglo de vida religiosa, siendo dirigida en aquellos días por el carmelita fray Martín de la Cruz, acompañado por fray Bartolomé de San José, autor de una relación de los últimos días en que vivió esta monja escritora. No fue la única, pues otras religiosas carmelitas consideraron oportuno dejar constancia de lo experimentado en el entorno de María de San Alberto o de lo que habían recogido por la tradición.

Seguidamente, el prestigio se transformaba en peticiones para ver reconocida su “santidad”. Será el conde de Benavente quien facilite su retrato después de su muerte. Pudo ser su hermana Cecilia del Nacimiento, a quien le están atribuidos otros cuadros en el Carmelo vallisoletano, la que pudiese cumplimentar este encargo.

Su cuerpo fue enterrado en el coro del convento.

 

Obras de ~: Dos monjas vallisoletanas poetisas, ed. de B. Alonso Cortés, Valladolid, Imprenta Castellana, 1944.

 

Bibl.: D. de San José, Relación de cosas memorables de la vida y muerte del S. D. Francisco Sobrino, Obispo de Valladolid y de sus Padres y Hermanos, s. l., s. f.; F. de Santa María, Reforma de los descalzos de Nuestra Señora del Carmen de la primitiva observancia, vol. I, Madrid, 1644; M. de San Jerónimo, Reforma de los Descalzos de Nuestra Señora del Carmen, lib. XXIV, Madrid, 1710, págs. 361-369; M. Serrano y Sanz, Apuntes para una biblioteca de escritoras españolas, vol. II, Madrid, 1905; S. de Santa Teresa, Historia del Carmen Descalzo en España, Portugal y América, vol. IX, Burgos, El Monte Carmelo, 1937; B. Alonso Cortés, op. cit.; E. de Jesús María, “A la madre Cecilia del Nacimiento, gloria del Carmelo y de España. En el III centenario de su muerte 1646-1946” y “Ensayo sobre la lírica carmelitana hasta el siglo xx”, en Monte Carmelo, 47 y 54 (1946 y 1949), respect.; A. de la Virgen del Carmen, Historia de la Reforma Teresiana (1562-1962), Madrid, Editorial Espiritualidad, 1968; J. L. Rodríguez y J. Urrea, Santa Teresa en Valladolid y Medina del Campo, Valladolid, Caja de Ahorros Popular de Valladolid, 1982; VV. AA., Mujeres ilustres en Valladolid, siglos XIII-XIX, Valladolid, Ayuntamiento, 2003; J. Burrieza Sánchez, “Virtudes y Letras. La familia de los Sobrino de Valladolid”, en M. García Fernández y M. A. Sobaler seco (coords.), Estudios de Historia. Homenaje al profesor Teófanes Egido, Valladolid, Junta de Castilla y León, 2004.

 

Javier Burrieza Sánchez

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