Castillo Solórzano, Alonso de. Tordesillas (Valladolid), 1.X.1584 ant. – ¿Italia?, 1647 ant. Novelista.
Castillo Solórzano nació en Tordesillas (Valladolid) el año de 1584, sin que se pueda precisar otra fecha que la de su bautizo, en la parroquia de Santa María, el día 1 de octubre. Era hijo de Ana Griján y de Francisco de Castillo, ambos de origen valenciano y servidores del duque de Alba. No se sabe nada de sus primeros años, aunque se conjetura que estudió en la Universidad de Salamanca y que quizá interrumpiera sus estudios en 1597, a causa de la muerte de su padre.
Posteriormente, debió de permanecer en Tordesillas al servicio de la casa de Alba, aunque en abril de 1618 ya era “gentilhombre del conde de Benavente”, como afirma el segundo de sus testamentos.
Poco antes, hacia 1616-1617, su patrimonio se había visto considerablemente aumentado debido a la acumulación de dos herencias, la de su madre, que había fallecido el 12 de octubre de 1616, y la de su tía Catalina Griján, que lo hizo el 27 de octubre de 1617; a las que habría que unir la dote aportada por su esposa, Agustina Paz, con la que estaba unido en matrimonio por lo menos desde febrero de 1616, dado que el 27 de dicho mes, fecha de redacción de su primer testamento, aparecía ya casado.
Hijo único, sin descendencia y sin problemas económicos, sintió probablemente desde el tedio provinciano la llamada de la Corte y de la literatura, vendió algunas fincas y se estableció en Madrid en 1619, donde comenzó a escribir y formó parte de los cenáculos literarios próximos a Lope de Vega, su maestro, y a su círculo, como la Academia de Madrid, que se reunía en casa de Sebastián Francisco de Medrano, de la que fue secretario, y cuya disolución, a causa de una disputa entre dos poetas “por censurar un asunto / en estilo pastoril”, relató en el poema 36 de sus Donaires del Parnaso, II. Al cerrarse ésta, en 1622, participó en las justas poéticas en honor de la canonización de San Ignacio, San Francisco Javier y San Isidro. Por estas fechas comenzaron sus problemas económicos, y entró al servicio del marqués del Villar, al tiempo que se veía forzado a vender las tierras que le quedaban en Tordesillas, lo que hizo en 1623. Ese mismo año, bajo la protección de Francisco de Mendoza, se abrió la nueva academia madrileña, aunque en un lugar incómodo e inadecuado, como nos dice el propio Solórzano, poeta jocoso y académico ya para siempre: “y el año de veintitrés, / continuando el ejercicio, / al dios de las barbas de oro / se dedicó otro garito. / Era la estrecha mansión, / era el pequeño distrito, / si no estufa de sudores, / taller de los tabardillos”.
Al año siguiente iniciaba su carrera literaria como poeta satírico y publicaba Donaires del Parnaso (1624, 1.ª parte, 1625, 2.ª parte), aunque había de ser sobre todo uno de los más destacados novelistas del siglo xvii, a la zaga de Cervantes, junto con Salas Barbadillo, Tirso de Molina, el propio Lope de Vega, Montalbán, Céspedes y María de Zayas. El mismo año se publicaban sus Tardes entretenidas donde enmarcaba seis novelas cortesanas, al igual que al año siguiente, en Jornadas alegres (1626) reunía cinco y en Tiempo de regocijo (1627) otras tres y un entremés. A partir de ese momento, y con la excepción de un par de novelas cortesanas largas y de las tres picarescas, la mayor parte de su obra seguirá la misma pauta y serán novelas cortas enmarcadas a la manera de Boccaccio, para entretener una reunión casera, celebrar una fiesta o una reunión académica, aliviar un camino, etc.
De inmediato se traslada a Valencia, siguiendo a su nuevo señor, Luis Fajardo de Requesens, marqués de los Vélez, recién nombrado virrey del reino levantino.
En la ciudad del Turia, es maestresala del virrey a la vez que prosigue su actividad literaria, bien integrado en los cenáculos de la capital levantina, donde publica su primera novela larga, Lisardo enamorado, y una de sus mejores colecciones enmarcadas, Huerta de Valencia, ambas en 1629. Poco después se encuentra en Barcelona, seguramente para acompañar a su amigo Sebastián Francisco de Medrano, que se dirigía a Milán en calidad de tesorero del duque de Feria. No se sabe con certeza si Solórzano viajó también a Italia con su amigo, pero es muy probable que lo hiciera, porque en 1631 se publicaban en Milán los Favores de las Musas, libro que recogía los textos escritos por Medrano para su academia madrileña, que se dicen “recopilados por don Alonso de Castillo Solórzano, íntimo amigo del autor”. Si a ello se une que el 24 de diciembre de 1631 moría su señor, el marqués de los Vélez, en Valencia, y que nuestro autor no se encontraba allí, todo parece indicar que se encontraba en Italia. En cualquier caso, con independencia del hipotético viaje, lo cierto es que vivió una larga temporada en Barcelona, donde vieron la luz algunas de sus más afamadas obras, como Las harpías en Madrid (1631), Noches de placer (1631) —que contiene doce novelas—, La niña de los embustes (1632) y Los amantes andaluces (1633).
Regresa de nuevo a Valencia en 1634 y publica ese mismo año en esta ciudad Fiestas del jardín, y al año siguiente, Sagrario de Valencia. Esta vez la estancia no va a durar, en cualquier caso, más de dos años, pues su nuevo protector, el heredero del anterior y nuevo marqués de los Vélez, Pedro Fajardo de Zúñiga y Requesens, va a ser designado virrey de Aragón, por lo que Castillo Solórzano se trasladará con él a Zaragoza, foco literario comparable al valenciano, en el que se publicarán Las aventuras del Bachiller Trapaza (1637), Epítome de la vida y hechos del ínclito rey don Pedro de Aragón (1639) e Historia de Marco Antonio y Cleopatra (1639). Con ocasión del levantamiento de Cataluña, el marqués de los Vélez es nombrado virrey del Principado; y aunque no se incorpora a su cargo hasta enero de 1641, es probable que esta vez se le adelantara su servidor, Castillo Solórzano, que publica en Barcelona Los alivios de Casandra en 1640, antes de la llegada de su señor. El virrey fracasó en la gestión de su cargo y fue nombrado embajador en Roma, desde donde pasó a Nápoles y por último a Sicilia, de nuevo como virrey, donde murió, concretamente en Palermo, en 1647. Aunque no hay certeza, es posible que Solórzano lo acompañara una vez más y muriera en algún lugar de Italia, muy posiblemente antes de que lo hiciera su protector. Hay quien piensa que pasó a mejor vida en Zaragoza. En todo caso, a partir de 1642 se pierde su rastro, para no volver a encontrarse, pues aunque se publicaron La garduña de Sevilla (Madrid, 1642), La quinta de Laura y Sala de recreación (Zaragoza, 1649) —además de reeditarse otras—, lo hicieron a costa de un tercero, y sin que su autor interviniese en la edición.
Castillo Solórzano fue el más prolífico cultivador de la novela corta en el siglo xvii y uno de los narradores más cualificados de su época. Su obra se divide en cortesana y picaresca, aunque predomina con mucho la primera, con casi cincuenta relatos centrados en el amor y encaminados al matrimonio entre nobles o personas principales, que alcanzan el final feliz tras una serie de lances aventureros de capa y espada, es decir, tras haber entrado en conflicto con el honor, los celos, el desamor o las imposiciones de la autoridad paterna. Su ensayo cortesano más interesante es Lisardo enamorado, que se concibe como una novela larga, aunque formada por mera adición de novelas cortas, esto es, de distintas historias amorosas que confluyen en la historia principal, lo que demuestra su tendencia innata hacia el relato de breve extensión.
Con todo, Castillo Solórzano es recordado hoy casi exclusivamente por sus novelas picarescas o apicaradas, mucho más reducidas en número, apenas cuatro o cinco. Entre las apicaradas ocupa un lugar destacado Las harpías en Madrid (1631), centrada en el personaje peculiar de la pícara-dama, un tipo de cortesana que se sirve de sus tretas y encantos para engañar a los hombres, como hacen aquí cuatro muy destacadas, Feliciana, Luisa, Constanza y Dorotea, que se sirven de su belleza, de su ingenio y de un coche alcahuete para estafar, respectivamente, a un rico milanés, a un acaudalado genovés, a un sacerdote y a un joven muy rico. Sin embargo, sobre todo se mantiene en nuestra historia literaria por sus tres novelas picarescas, La niña de los embustes, Teresa de Manzanares (1632), Las aventuras del bachiller Trapaza (1637) y La garduña de Sevilla y anzuelo de las bolsas (1642). La primera de ellas es la más puramente picaresca, dado que es el relato autobiográfico de la propia Teresa. Las otras dos constituyen una bilogía, pues el pícaro que protagoniza la primera, Trapaza, es el padre de la heroína de la segunda, Rufina. La materia de las tres es plenamente picaresca, pero las dos últimas están escritas en tercera persona, e incumplen así con el precepto formal más característico del género: la autobiografía del pícaro. Todas ellas insertan, además, entremeses, lo que constituye otra peculiaridad de estas narraciones.
Finalmente, las dos novelas de pícara plantean problemas muy interesantes, pues en lugar de concluir con sus protagonistas derrotadas, de vuelta a la baja y vil condición de la que partieron, como les sucede a todos los pícaros masculinos de nuestra literatura, ellas acaban en cambio su peripecia como ricas aburguesadas, casadas o viudas, pero en una posición social y moral muy superior a la de su abyecto origen y a la de sus congéneres del otro sexo.
Obras de ~: Donaires del Parnaso, Madrid, Diego Flamenco, 1624-1625 (1.ª y 2.ª parte); Tardes entretenidas, Madrid, Viuda de Alonso Martín, 1625 [ed. de E. Cotarelo y Mori, Madrid, Imprenta Ibérica, 1908 (Colección Selecta de Antiguas Novelas Españolas, t. IX)]; El amor en la venganza, [¿1625?] (ed. en I. de Robles, Varios efectos de amor […], Madrid, Joseph Fernández de Buendía, 1666); La fantasma de Valencia, [¿1625?] (ed. en E. Rodríguez, Novelas amorosas, Madrid, Castalia, 1986); Jornadas alegres, Madrid, Juan González, 1626 [ed. de E. Cotarelo y Mori, Madrid, Viuda de Rico, 1909 (Colección selecta de antiguas novelas españolas, t. XI)]; Tiempo de regocijo, Madrid, Luis Sánchez, 1627 [en Las harpías en Madrid: Tiempo de regocijo, novelas, ed. de E. Cotarelo y Mori, Madrid, Viuda de Rico, 1907 (Colección selecta de antiguas novelas españolas, t. VII)]; Escarmientos de amor moralizados, Sevilla, Manuel Sande, 1628; Lisardo enamorado, Valencia, Juan Crisóstomo Garriz, 1629 (pról. y notas de E. Juliá, Madrid, Real Academia Española, 1947); Huerta de Valencia, Valencia, Miguel Sorolla, 1629 (ed. en VV. AA., Colección de novelas escogidas, t. VII, Madrid, Imprenta González, 1789); Las harpías en Madrid, Barcelona, Sebastián de Cormellas, 1631 [en Las harpías en Madrid: Tiempo de regocijo, novelas, op. cit., 1907]; Noches de placer, Barcelona, Sebastián de Cormellas, 1631 (ed. de tres de las novelas contenidas: Las dos dichas sin pensar, El pronóstico cumplido y El celoso hasta la muerte, en VV. AA., Novelas amorosas de los mejores ingenios de España, Zaragoza, Viuda de Pedro Vergés, 1648); La niña de los embustes, Barcelona, Jerónimo Margarit, 1632 [ed. de E. Cotarelo y Mori, Madrid, Viuda de Rico, 1906 (Colección selecta de antiguas novelas españolas, t. III); A. Valbuena, La novela picaresca, Madrid, Aguilar, 1943; A. Rey Hazas, Picaresca femenina, Barcelona, Plaza y Janés, 1986; y F. Sevilla, La novela picaresca española, Madrid, Castalia, 2001]; Los amantes andaluces, Barcelona, Sebastián de Cormellas, 1633 (ed. facs., Hildesheim-New York, George Olms, 1973); Fiestas del jardín, Valencia, Silvestre Esparsa, 1634 (ed. facs., Hildesheim-New York, George Olms, 1973); Sagrario de Valencia, Valencia, Silvestre Esparsa, 1635; Las aventuras del Bachiller Trapaza, Zaragoza, Pedro Verges, 1637; Epítome de la vida y hechos del ínclito rey don Pedro de Aragón, Zaragoza, Diego Dormer, 1639; Historia de Marco Antonio y Cleopatra, Zaragoza, Pedro Vergés, 1639 (Madrid, 1736; Barcelona, Porter, 1947); Los alivios de Casandra, Barcelona, Jaime Romeo, 1640; La garduña de Sevilla, Madrid, Imprenta del Reino, 1642 [Barcelona, Sebastián Cormellas, 1644; Madrid, Alonso y Padilla, 1733; ed. en VV. AA., Novelistas posteriores a Cervantes, Madrid, M. Rivadeneyra, 1871 (col. Biblioteca de Autores Españoles, XXXIII); ed. y notas de F. Ruiz Morcuende, Madrid, “La Lectura”, 1922 (col. Clásicos Castellanos, 42)]; La quinta de Laura, Zaragoza, Real Hospital de Nuestra Señora de Gracia, 1649 (Madrid, Alonso y Padilla, 1732); Sala de recreación, Zaragoza, Herederos de Pedro Lanaja y Lamarca, 1649 (ed. de cuatro de las novelas en D. de Ágreda y Vargas, Colección de novelas escogidas, Madrid, Imprenta González, 1788; ed. de El disfrazado en VV. AA., Novelistas posteriores a Cervantes, op. cit.; ed. de R. F. Glenn y F. G. Very, Chapel Hill, Estudios de Hispanófila, 1977).
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Antonio Rey Hazas