Ruiz-Peinado Vallejo, Joaquín. Joaquín Peinado. Ronda (Málaga), 19.VII.1898 – París (Francia), 13.III.1975. Pintor.
Primogénito de los cuatro hijos —Joaquín, Juan, Encarnación y Concepción— habidos en el matrimonio formado por Joaquín Ruiz Peinado, natural de Manzanares (Ciudad Real), y Concepción Vallejo, de una acaudalada familia rondeña, propietaria de la diligencia que cubría el trayecto entre Ronda y Gobantes, antes de la llegada del tren. Su padre fue a Ronda para trabajar en la compañía inglesa que construyó la línea de ferrocarril Bobadilla-Algeciras. Hombre emprendedor, dotado de un pragmatismo que supo inculcar a su descendencia, se convierte en un próspero comerciante que, movido por el afán de superación, reúne en su casa una interesante biblioteca, procurándoles a los hijos, con loable visión de futuro, una educación cosmopolita, centrada en el aprendizaje de idiomas, enviando a Juan a Londres, mientras que Joaquín va a Gibraltar para cursar estudios de Comercio en el Colegio Británico. Allí, de la mano de su primer profesor de Dibujo, Monseñor Bousquet, aprende un francés elemental. En 1915 se traslada a Sevilla para proseguir sus estudios en la Escuela Superior de Comercio. Dos años más tarde, durante una visita a Ronda, los pintores brasileños residentes en París, Mario y Darío Barbosa, ven unos bocetos de Joaquín y aconsejan al padre le facilite la correspondiente formación; de este modo, en 1918, ingresa en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En el Madrid de entonces, Ramón Gómez de la Serna, escritor y animador cultural encarnaba la vanguardia más rabiosa, mientras que en torno al núcleo ultraísta (de Torre, Huidobro y Cansinos Assens) se agrupaban artistas plásticos como Norah Borges, los Delaunay, Vázquez Díaz o Barradas, además de otros más jóvenes que intentaban seguir sus pasos: Sáenz de Tejada, Bores, Dalí, Alberto Sánchez, Gregorio Prieto, Maruja Mallo, Benjamín Palencia...; entre los profesores de la Academia estaban Pla, Sorolla, Romero de Torres y Gerard Xuriguera. En los cursos de 1921, 1922 y 1923 conseguirá el premio de El Paular a los alumnos más sobresalientes, donde hace grandes amigos como Palencia y Sáenz de Tejada. Cultiva entonces un naturalismo figurativo iluminado con una paleta post simbolista: violetas, azules y naranjas, incidiendo en el estudio de la luz sobre la figura humana.
Ese último año, pese a no conseguir la beca de la Junta de Ampliación de Estudios, marcha a París, ciudad que desde el postrer tercio del siglo XIX sustituye a Roma como destino obligado de artistas, hasta el inicio de la Segunda Guerra Mundial en que el foco se traslada a Nueva York. Allí encuentra un estimulante y complejo ambiente en que conviven y se yuxtaponen las más variadas tendencias: aún activo, Monet, el postimpresionista Marc Chagall, el epígono simbolista de los nabis: Bonnard, Vuillard o Valloton; el expresionista Munch; los fauves —Matisse, Derain, Rouault, Vlaminck, Dufy o Marquet— que evolucionan a la neofiguración como los cubistas Picasso, Braque y Gris frente a los puristas Ozennfant y Jeanneret o Delaunay, Metzinger y Villón que lo hacen hacia la abstracción, o Leger, Severini, Blanchard, Diego Rivera y Gleizes, en un estadio intermedio. Entre la neofiguración, los que defienden los valores clásicos, como Balthus, Derain, Lipchitz y los fronterizos con el surrealismo, la otra gran corriente que, a su vez, se manifiesta en un abanico de posibilidades, como De Chirico, Dalí, Óscar Domínguez, Magritte, Max Ernst, Tanguy, Miró, Duchamp, Man Ray o Picabia.
Peinado, que en París asiste a las más prestigiosas academias privadas —Colarossi, Grande Chaumiere y Ranson—, marcado por el estudio de la obra de Cezanne, ya muerto, y deslumbrado por el genio de la persona y la obra de Picasso, que llega a condicionarlo en exceso y con el que trabará una sincera amistad, seguirá un camino personal pero en paralelo al de otros españoles que por esos mismos años se instalan en la capital francesa, conformando la “Escuela de París”.
Así, Manuel Ángeles Ortiz, Flores, Palencia, Fenosa, Togores, Ucelay, Luis Fernández, García Condoy, Pruna, Palmeiro, Ginés Parra, Pedro Flores y, los que junto a él se considerarían la avanzadilla del grupo, Bores, Viñes, Cossío y González de la Serna, núcleo originario aglutinante del resto, partiendo del apoyo de los críticos Christian Zervos y Tériade y la revista Cahiers d’Art, cuya influencia sobre el arte español coetáneo de vanguardia es determinante. Todos ellos se reúnen con frecuencia en cafés como La Rotonde, La Closerie de Lilas, La Select, La Dome o La Coupule, en la zona de Montparnasse pero mantendrán siempre viva la relación con los que se han quedado en España, donde exponen por primera vez algunos, entre ellos Peinado, en 1925 con la Sociedad de Artistas Ibéricos.
También será admitido en las más importantes muestras parisinas como los salones de Independientes, Superindependientes y de Otoño, en cuya edición de 1925 conoce a Picasso. En este tiempo inaugura su primer taller en la Rue de Croncebarde. Como necesita más ingresos que los obtenidos con la pintura, viaja a Ronda como asesor artístico y autor de algunos decorados para la película Carmen del belga Jacques Feyder, protagonizada por Raquel Meller. De regreso a Francia, consigue un puesto como traductor en los estudios de Joinville-le-Pont para doblar películas. A finales de esta década se suceden las incursiones en el mundo del espectáculo, de la mano de su amigo Luis Buñuel; en 1926 será la puesta en escena del Retablo de Maese Pedro de Falla, en Ámsterdam, al lado de Cossío, Ortiz, Viñes y Esplandiú. En 1927, vuelve a España para recoger el Premio de la Diputación de Málaga, reencontrándose con algunos de sus amigos de la primera juventud, con quienes compartió afición al fútbol y los toros, entre ellos Baltasar Peña Hinojosa, que diez años antes le había presentado a Federico García Lorca. En este año crucial en las letras españolas, se prodiga en colaboraciones con algunas de las muchas revistas que surgen por iniciativa de los poetas del Grupo: Litoral (Altolaguirre y Prados), La Gaceta Literaria (E. Jiménez Caballero) y Gallo (Francisco y Federico García Lorca). Asimismo ilustrará el libro de José María Hinojosa La Flor de California, donde muestra su vertiente más surrealista. A su regreso a París se traslada a otro estudio en la Rue Barralt.
En 1928 conoce a la danesa Inger Hausen, con la que inicia vida en común. Un año más tarde nace su hija Nina y participará en las muestras españolas del Jardín Botánico —Pinturas y Esculturas de Españoles Residentes en París— y la Casa de los Tiros de Granada —Exposición Regional de Arte Moderno—. Los últimos trabajos con Buñuel serían el diseño de decorados y la actuación como extra, en compañía de otros colegas del grupo, en Un perro andaluz (1929) y La Edad de Oro (1930), películas en las que también colaboró Dalí. En 1931 contrae matrimonio.
Casi toda la obra conocida de Peinado, anterior a 1945 pertenece a los años veinte, etapa de intensa búsqueda de las directrices de su estilo: por un lado, las figuraciones de nuevo cuño, en concreto aquélla más relacionable con el grupo Novecento, caracterizada por los reflejos metálicos, junto a la “vuelta al orden”, el neoclasicismo evocador de Ingres en los dibujos sin sombra, empleados para las composiciones con figuras y en los retratos. Sin embargo del total de algo menos de veinte cuadros, la mayoría son bodegones en los que sintetiza y conjuga el postcubismo, en una sucesión de experimentos sobre la forma derivados del cubismo decorativo, con la figuración lírica y el surrealismo —movimiento que consideraba en exceso intelectual pero del que no pudo sustraerse totalmente—; línea seguida en sus ilustraciones, a veces muy similares a los dibujos de Moreno Villa y García Lorca.
En la década de 1930, con el advenimiento de la Segunda República y los contactos familiares —su hermano es el primer alcalde republicano de Ronda y luego gobernador civil de Almería— consigue un puesto oficial como subdirector del Patronato de Turismo en París, cargo que pasará a desempeñar algo después en Gibraltar, hasta el estallido de la Guerra Civil en que regresa a París para no volver a España más que brevemente en 1969. Entre el trabajo y las tareas de propaganda política y las tertulias, concurridas no sólo por plásticos, ya que contaron con Blasco Ibáñez, Vicente Escudero, Ramón Franco, Rada, Maciá, Queipo de Llano, Buñuel..., no le queda casi tiempo para la pintura, por lo que apenas se conocen unos dibujos abocetados de estos años; siguiendo con la misma tónica al término de la contienda, momento en que, privado de su puesto oficial, acepta un empleo en Radio París para las emisoras destinadas a la América Latina, lo que le proporciona muy buenos ingresos. Sin embargo, en 1940, a causa del comienzo de la Segunda Guerra Mundial y la invasión nazi la familia Peinado decide refugiarse en Burdeos, proyecto del que tienen que desistir, sobreviviendo gracias a los dibujos que hace para una editorial que distribuye comics a periódicos y revistas, mientras que Inger vende labores de lana.
Poco a poco retoma la pintura; en 1944 es elegido director de pintura de la sección de arte de la Unión de Intelectuales Españoles —institución de la que será vicepresidente en 1955— y en 1946 delegado de la sección de artistas españoles de la Escuela de París en la Exposición Internacional organizada por la UNESCO.
Este mismo año es organizador y participante en la exposición Arte de la España Republicana. Artistas de la Escuela de París, en Praga y Brno. A partir de ahora su estilo, como el de otros compañeros de generación, se ha simplificado, despojándose de cualquier elemento accesorio para adquirir un tono de elegancia, sobriedad y trascendencia. Las experiencias sufridas han sido el catalizador de esta depuración formal en favor de los colores puros con una pincelada ligera, casi de acuarela, y la geometrización a base de un entramado de líneas que tensionan la composición transmitiendo una sensación de racionalidad, orden y pulcritud. Desde ahora se dedicará intensamente a la pintura, llegándole el merecido reconocimiento más allá de los círculos artísticos, entre los que ya era muy apreciado como pintor y persona. En 1969 es nombrado correspondiente de la Real Academia de San Telmo de Málaga y en 1971 se le pide que dirija el curso de arte “Spring Quarter” en la Universidad Davis de California. Se suceden los viajes de placer —Suecia, Austria, Inglaterra, Finlandia y Dinamarca— y las exposiciones, en París y también en Buenos Aires, Lima, México, Nueva York, Turín, Londres, Estocolmo o Madrid, a donde acude en 1969, conociendo a Agustín Rodríguez Sahagún, quien será marchante y amigo hasta su muerte en el Hospital de Cochín en 1975.
Obras de ~: Tristia rerum, 1921-1923; El torero “Niño de la Palma”, 1923; Madre e hija, 1924; Dibujos para Litoral, 1927-1928; Desnudos, 1929; Paisaje nocturno, 1929; Retrato de Inga, 1938; Bodegón de la vela, 1945; Bodegón rosa y azul, 1946; Barcos en el Sena, 1947; Paisaje urbano, 1955; El puerto de Honfleur, 1959; La modelo, 1963; Puerto de San Martín en Re, 1965; Bahía de San Francisco, 1972; Vaso y botellas, 1974; Bodegón de las uvas, 1975.
Bibl.: Peinado, Madrid, Dirección General de Bellas Artes, 1969; A. Campoy, Joaquín Peinado, Madrid, Ibérico Europea de Ediciones, 1972; L. Vidal, Joaquín Peinado, Madrid, Ibérico Europea de Ediciones, 1972; G. Xuriguera, Pintores españoles de la Escuela de París, Madrid, Ibérico Europea de Ediciones, 1974; J. Gállego et al., 7 pintores españoles de la Escuela de París, Madrid, Caja de Ahorros de Madrid, 1993; VV. AA., Arte en España, 1918-1994, en la Colección de Arte Contemporáneo, Madrid, Alianza Editorial, 1995; Joaquín Peinado. Obras de 1940 a 1975, Málaga, Fundación Unicaja- Ronda, 1996; F. Garrido, Joaquín Peinado. Pintor de la Escuela Española de París, Ronda, Fundación Unicaja-Ronda, 1998; VV. AA., Joaquín Peinado, desde 1948 hasta 1975, Granada, Ayuntamiento, Huerta de San Vicente, Casa-Museo de Federico García Lorca, Patronato Municipal, 2001; F. Francés, Joaquín Peinado, Ronda, Museo Peinado, Unicaja, 2001; VV. AA., Joaquín Peinado, Pamplona, Caja Navarra, 2002; El cubismo y sus entornos en las colecciones de Telefónica, Madrid, Fundación Telefónica, 2004, págs. 235-237.
Isabel Hurley Molina