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Julio Romero de Torres

Biografía

Romero de Torres, Julio. Córdoba, 9.XI.1874 – 10.V.1930. Pintor.

Hijo del también pintor de paisajes y escenas costumbristas, Rafael Romero Barros, Julio recibió las primeras lecciones de Dibujo de la mano de éste en la Escuela Provincial de Bellas Artes, al tiempo que realizaba estudios de Solfeo en el Conservatorio de Música. Desde muy joven mostró grandes dotes para el arte en concursos de la Escuela (segunda medalla en 1888) y del Ateneo de la ciudad (mención honorífica).

Realizó también trabajos de restauración, como el de la cubierta de la Mezquita de Córdoba en 1896.

De su primera época, aún de formación, se conservan sobre todo paisajes que advierten tanto la influencia paterna, como el magisterio que por entonces estaba promoviendo el pintor Carlos de Haes. Entre ellos, destaca La huerta de Morales fechado en 1890.

En 1895 se presentó por primera vez a la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid con el lienzo ¡Mira qué bonita era!, con el que obtuvo una mención honorífica. Este cuadro de temática social y concepción realista, estaba basado en la historia real de la muerte de una joven cordobesa. La obra, conservada en la actualidad en el Museo Julio Romero de Torres de Córdoba, recogía tres elementos que marcarían la obra madura del artista: la mujer, la muerte, y la copla, esta última por proceder del título de una conocida soleá. A la siguiente edición de la Exposición Nacional en 1899 acudió con Conciencia tranquila, una obra de temática social que le hizo ser merecedor de una medalla de 3.ª clase. El lienzo fue el que había presentado dos años antes al examen de pensionado de la Academia de Roma sin éxito. Pero el que no fuera becado, como sí lo fueron otros de los pintores contemporáneos, no le impidió empaparse de toda la actividad cultural del momento y de aproximarse a diferentes círculos artísticos como el del Ateneo cordobés y el del Café de Levante, en Madrid.

Del mismo modo, emprendió diferentes viajes por su cuenta como los que realizó con su hermano Enrique a Marruecos en 1903 (donde pintó, entre otros, La morita o Escena árabe de mercado) y, en 1904, a París y a los Países Bajos. Por otro lado, comenzó una actividad docente en la Academia de Bellas Artes de Córdoba como profesor auxiliar de Colorido y Composición, hasta que fue nombrado académico en 1904. Uno de sus alumnos en Córdoba fue el pintor Rafael Botí.

En la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid de 1904 presentó tres obras: Rosarillo, resuelta con aires simbolistas y por la que recibió una medalla de 3.ª clase; Aceituneras, de estilo regionalista, y Horas de Angustia, de un realismo crudo. La diferencia de estilos desarrollados en las tres obras dio prueba de que su obra no estaba todavía definida. Durante estos primeros años, desarrolló en paralelo una rica carrera como ilustrador en periódicos y revistas madrileñas (Gran Vía y Crónica del Sport) o en el Almanaque del Diario de Córdoba, y como ilustrador de libros: A la sombra de la mezquita de Julio Pellicer, cuñado suyo, o la portada de En carne viva de José María Carretero.

Destacó también en proyectos de decoración, como el que realizó para la parroquia de la Asunción de Porcuna en Jaén en 1904. En ella ejecutó diferentes pinturas murales con un programa iconográfico inspirado en el barroco español: La Sagrada familia, La Santa Cena y La Asunción, al que añadió un lienzo dedicado a San Juan Bautista. Pero mucho más importante fue el encargo en 1905 del director del Círculo de la Amistad de Córdoba, José Marín, de realizar cuatro grandes paneles que representasen las letras y las artes: La pintura, La música, La literatura y La escultura, a las que el artista sumó, posteriormente, otros dos paneles más titulados: Canto de amor y El genio y la inspiración. La elaboración de este proyecto supuso un punto de inflexión en su estilo. Si bien la temática alegórica se lo permitía, Romero de Torres abandonó la tendencia realista y costumbrista, y manejó un lenguaje formal mucho más emparentado con el modernismo simbolista que ya no abandonó jamás.

En la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1906 la obra de Julio Romero de Torres Vividoras del amor, que representaba a unas prostitutas, fue juzgada de inmoral y rechazada por el jurado. Este acontecimiento provocó una gran polémica entre sus contemporáneos, que hizo que algunos de ellos abrieran en la calle de Alcalá un pequeño salón con el título de Rechazados por inmorales, donde la obra de Romero de Torres se exhibió acompañada por otras que habían recibido el mismo juicio. Para mayor sorpresa, el lienzo fue expuesto a continuación en dos muestras de pintura española en Londres y en París con enorme éxito. A pesar de todo, Romero de Torres acabó colgando ese año en la Nacional de 1906 otras obras: Mal de amores, A la amiga, Pesadumbres, Flor de estufa y La niña del barrio, por las que no recibió ningún galardón y que, junto con el episodio anterior, reforzó el sentimiento de decepción que estos certámenes nacionales provocaban en el artista. Fue esto lo que quizás le animó a participar con cuatro obras (Bendición, Carmen, María Rosario y Soledad), junto con José Gutiérrez Solana, Santiago Rusignol, Ricardo Baroja, Darío de Regoyos y Anselmo de Miguel Nieto, entre otros, en una exposición que bajo el título Pintores Independientes se celebró en 1907 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.

Un año más tarde, en 1908, Romero de Torres emprendió un nuevo viaje por Europa del que poco se sabe, pero que, seguro, le permitió acercarse a los pintores simbolistas en Francia, a los prerrafaelistas en Alemania y a la pintura del Renacimiento en Italia.

Estas lecciones dejaron una huella eficaz en su estilo, ya que ese año consiguió, por fin, una Medalla de Oro en la Exposición Nacional de Bellas Artes con el lienzo Musa gitana, que fue, además, adquirido por el Estado y expuesto con enorme éxito en la Exposición de Pintura Española en París de 1919. El nuevo estilo de Romero de Torres se presentaba mucho más depurado. La sencillez, la idealización de las formas, la armonía y un cierto halo de misticismo, fueron registros formales de los que se percató rápidamente la prensa. Las otras obras que formaron parte del envío a la Exposición Nacional fueron: Señora de Andalucía, Bendición, Fuensanta y Amor sagrado (místico) y amor profano, que continuaron esa misma línea.

Sin embargo, en la siguiente edición de la Exposición Nacional de 1910 los cuatro cuadros presentados (Retablo de amor, Ángeles y Fuensanta, Nieves y Retrato de Ysolina Gállego de Zubiaurre), sufrieron de nuevo la incomprensión del jurado. El suceso provocó, una vez más, el desacuerdo de sus admiradores que, a través de un escrito, solicitaron al ministro de Instrucción Pública, la revalorización y la compra de los cuadros del pintor. La carta estaba firmada por artistas y literatos entre los que figuraron: Benito Pérez Galdós, Jacinto Benavente, Ramón Gómez de la Serna, Darío de Regoyos, Valentín de Zubiaurre, Ricardo Baroja y Julio Antonio. La respuesta se produjo un año después, en 1911, con diferentes acciones que quisieron recompensar al pintor: una Encomienda de la Orden Civil de Alfonso XII, el nombramiento como inspector de la Delegación y Comisaría Regia en la Exposición Internacional de Arte en Roma y la adquisición, por parte del Estado, del lienzo Ysolina Gállego de Zubiaurre, para la sala capitular de Valladolid.

A pesar de todo, estos reconocimientos no cambiaron la fortuna del pintor en los certámenes nacionales.

Ninguna de las obras enviadas por Romero de Torres a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1912 (Las dos sendas, La consagración de la copla, La sibila de las Alpujarras, Pastora Imperio y Adela Carbone) fueron premiadas. El desacuerdo de sus admiradores hizo que la revista Por esos Mundos dedicara al artista un caluroso homenaje. Pero de nuevo, una obra que no había sido valorada por el jurado de la Nacional, Las dos sendas, le hizo ser merecedor de un premio internacional, la 1.ª Medalla en la Exposición de Arte Español de Múnich de 1913. Otras de sus obras estuvieron presentes también en la Exposición Internacional celebrada en Buenos Aires y en Santiago de Chile en 1910. Por último, La sibila de Sierra Morena fue incluida en la Exposición de Pintura Española que, organizada por José Pinelo, se celebró de nuevo en la capital argentina en 1912, y otras pinturas suyas participaron en una exposición colectiva en Ámsterdam.

Comenzó el año 1913 con otra muestra de apoyo.

El pintor Gabriel García Maroto en su libro El año artístico. Relación de sucesos acaecidos al arte español en el año de mil novecientos doce calificó, nada más y nada menos, a Julio Romero de Torres como el “iniciador del renacimiento pictórico español”. Además, su obra fue incluida en diferentes muestras internacionales de pintura española en Chicago, Gante y Buenos Aires, y ejecutó algunos de sus cuadros más célebres: La gracia y el Pecado o Poema de Córdoba que, junto con Consagración de la copla del año anterior, finalizaban el tríptico iniciado en 1910, Retablo de amor.

En 1915 Julio Romero de Torres fijó su residencia en la madrileña carrera de San Jerónimo e instaló su estudio en la calle Pelayo. Ese año, la Exposición Nacional le concedió una sala especial con la condición de no poder optar a ninguna medalla. En ella expuso quince lienzos, entre los que destacaron: Poema de Córdoba, Gitana de Córdoba, Eva y Bonacillo, La gracia y El Pecado, cuadro este último que fue adquirido por el Estado para el Museo de Arte Moderno de Madrid.

Comenzada la Primera Guerra Mundial, el pintor se adhirió a la causa aliada siendo uno de los firmantes del manifiesto del 9 de julio y participando en la Exposición a beneficio de los legionarios españoles en 1917 en Madrid.

1916 supuso un gran año para Romero de Torres ya que, después de toda su lucha, la Academia de San Fernando de Madrid, que era quien más influencia tenía en los certámenes nacionales, le concedió una plaza como profesor de Ropaje. Por otro lado, el artista nunca volvió a presentarse a ninguna de las ediciones posteriores a la Exposición de Bellas Artes de Madrid de 1915.

En el año de 1919 la moderna sala del Majestic Hall de Bilbao acogió una exposición monográfica de su obra en la que se colgaron La muerte de Santa Inés, La saeta, Alegrías, Salomé, La niña del espejo, Retrato de Juan Belmonte, Retrato de la Sra. Viuda de Urquijo, Fuensanta, Bendición y La niña de los peines, entre otras. El éxito fue rotundo y toda la prensa local se hizo eco de la noticia. La Sociedad Bilbaína, a cuyos socios Romero de Torres retrató, le dedicó un caluroso homenaje. Su obra Musa gitana fue incluida como parte de la representación española de la Exposición Internacional de París y en Londres expuso Marta y María. Fueron años de consagración para el artista.

1920 le condujo de nuevo a Italia, esta vez acompañado por el pintor Francisco Iturrino y el escritor Guillermo Belmonte Muller. Ese mismo año recibió el encargo de la reina María Cristina de realizar el cartel de la Gran Corrida de Toros Patriótica en beneficio de las víctimas de la Guerra de Marruecos. Los homenajes no pararon de sucederse durante 1922 y su obra participó en la Bienal de Venecia. Durante el verano realizó un viaje a Uruguay y a Argentina, donde terminó inaugurando una exposición en la Galería Witcomb de Buenos Aires, compuesta por veintiséis obras y con un prólogo escrito por su gran defensor y amigo Ramón del Valle-Inclán, que definió su estilo a medio camino de “lo arcaico y lo moderno”. La exposición tuvo un enorme éxito y el pintor, además de recibir numerosos encargos privados, vendió todos los cuadros excepto La muerte de Santa Inés y Contrariedad.

A finales de noviembre regresó a España lleno de gloria y fue recibido con dos banquetes de homenaje, uno en Madrid en el Hotel Ritz, y otro en Córdoba, con exposición incluida en el Círculo Mercantil y con el nombramiento de Hijo Predilecto de la ciudad por el Ayuntamiento. Un año más tarde la reina María Cristina visitó el estudio del pintor y se le concedió la Medalla de la Cruz Roja.

En 1924 inició una serie de carteles para la Unión de Explosivos Río Tinto y realizó un segundo viaje a América. En esta época recibió una última influencia que dejaría ciertos rasgos en su pintura, la del art decó, manifestada en obras del momento como Diana o La Condesa de Colomera. Desde el inicio de la década de 1920 su pintura se vinculó especialmente al mundo del flamenco, del que era un gran apasionado y que, incluso, le hizo ejercer de jurado en el Concurso de Cante Hondo celebrado en el Teatro Pavón de Madrid de 1925.

En 1929 su delicado estado de salud le llevó a instalarse de nuevo en Córdoba pero no abandonó su actividad.

De esta época son lienzos tan famosos como Ofrenda al arte del toreo, La nieta de la Trini, Viva el pelo, La chiquita piconera y el célebre Naranjas y limones, rebosante de sensualidad y erotismo, que supuso una verdadera provocación para los círculos más reaccionarios de la sociedad de la época. Estos cuadros fueron expuestos en la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929 donde Julio Romero de Torres ocupó toda una sala de la Casa de Córdoba.

En los últimos años de vida Julio Romero no desatendió su producción. Siguió recibiendo numerosos encargos y exhibiendo sus obras, sobre todo, en América en la galería Witcomb de Buenos Aires.

Sin embrago, una enfermedad hepática que sufría se fue agravando cada vez más hasta que apagó su vida a los cincuenta y cinco años de edad, el 30 de mayo de 1930. Toda la ciudad de Córdoba quedó conmocionada y su féretro fue expuesto en el Museo Provincial de Córdoba. Su viuda, Francisca Pellicer, y sus hijos Rafael, Amalia y María, donaron toda su obra a la ciudad y dos años más tarde, el Museo Julio Romero de Torres de Córdoba abrió sus puertas para conservar su legado.

Fue un claro representante del modernismo español de estilo simbolista. Su obra, tan personal y original que resulta inconfundible, supo captar la esencia española principalmente a través del retrato femenino idealizado. Pintor de la mujer morena y de toda la iconografía popular andaluza, su pintura, rebosante de sensualidad, ha sido revalorada en los últimos años tras una revisión historiográfica al margen de los tópicos que la encumbraron.

 

Obras de ~: La huerta de Morales, 1890; ¡Mira qué bonita era!, 1895; Conciencia tranquila, 1897; Retrato del torero Guerrita, 1898; Retrato de joven, 1902; La morita, 1903; Escena árabe de mercado, 1903; Rosarillo, 1903; Aceituneras, 1903; Horas de Angustia, 1903; Canto de amor, 1905; Mal de amores, 1905; El genio y la Inspiración, 1905; Vividoras del amor, 1906; Noemí y sus hijastras, 1906; El regreso del hijo pródigo, 1906; A la amiga, 1906; Pesadumbres, 1906; Flor de estufa, 1906; La niña del barrio, 1906; Bendición, 1907; Carmen, 1907; La musa gitana, 1908; Fuensanta; Amor sagrado (místico) y amor profano; Retablo de amor (tríptico), 1910-1913; Retrato de Ysolina Gállego de Zubiaurre,1910; Las dos sendas, 1910; La consagración de la copla, 1910; La sibila de las Alpujarra; La gracia y el Pecado, 1913; Poema de Córdoba, 1913; Salomé,1913; La niña del espejo, 1913; Retrato de Juan Belmonte,1913; Viva el pelo, 1929; La chiquita piconera, 1929; Naranjas y limones, 1929.

 

Bibl.: C. Barberán, Julio Romero de Torres: su vida, su obra y su museo, Madrid, Afrodisio Aguado, 1947; P. Massa, Julio Romero de Torres, Buenos Aires, Luis D. Álvarez, 1947; M. Abril, Julio Romero de Torres o el secreto de Córdoba, Barcelona, Iberia, 1948; M. Valverde Candil y A. M. Piriz Salgado, Catálogo del Museo Julio Romero de Torres, Córdoba, Servicio de Publicaciones del Ayuntamiento, 1989; L. Litvak, Julio Romero de Torres, Madrid, Electa, 1999; C. Casaño, El simbolismo crítico de Julio Romero de Torres: una interpretación sociológica, razonable e innovadora del más destacado simbolista de la pintura española, Sevilla, Centro Andaluz del Libro, 2002; L. Litvak y M. Valverde, Julio Romero de Torres, catálogo de exposición, Bilbao, Sala BBK, 2002; J. Brihuega Sierra y J. Pérez Segura (comisarios), Julio Romero de Torres: símbolo, materia y obsesión, catálogo de exposición, Madrid, TF Editores, 2003.

 

Ana Berruguete del Ojo