López Tamarid, Francisco. Francisco López Tamariz, Tamarit o Tamarín. Almería, c. 1530 – ?, f. s. XVI. Intérprete oficial de la lengua árabe y compilador de arabismos.
Hay constancia de su dominio del árabe tanto hablado como escrito, pero se carece de datos concretos sobre sus orígenes familiares, infancia y formación eclesiástica.
Todos los hitos conocidos de su vida se relacionan directamente con los moriscos del reino de Granada, cuya sublevación vivió muy de cerca: puede decirse que puso al servicio de la resolución del conflicto toda su preparación y habilidad, toda su energía y buena parte de sus bienes.
Al estallar el levantamiento en diciembre de 1568, llevaba más de una década siendo beneficiado de Sorbas y vicario de Vera, poblaciones con elevado contingente morisco; en el verano de 1569, cuando la rebelión alcanzó esta zona almeriense, sufrió pérdidas considerables en sus propiedades de Sorbas y Antas.
Sin duda, se involucró de lleno en la contienda: se señaló por su arrojo en muchos rebatos, refriegas y escaramuzas, colaboró económicamente en el mantenimiento y hospedaje de soldados, asesoró con frecuencia al Cabildo de Vera sobre estrategias bélicas, hizo de traductor e intérprete de Juan de Austria en la redacción de bandos y en entrevistas con alcaides rebeldes, e incluso llegó a comprar dos o tres esclavos moriscos (conviene recordar que, después de algunas vacilaciones, las autoridades eclesiásticas dieron por legítima la servidumbre de los prisioneros de guerra).
Aplacada la insurrección en 1570 y, en cierto modo, en calidad de prestigioso portavoz de sus paisanos, envió a Felipe II varios informes sobre la situación del Obispado de Almería, con propuestas detalladas para una defensa eficaz contra futuros ataques y con sugerencias para lograr la repoblación y la recuperación económica de toda la zona mediante la explotación de variados recursos mineros, pesqueros y agrícolas.
En 1582 dirigió al secretario de Felipe II un memorial con la relación de los manuscritos árabes en poder del Santo Oficio granadino, del que para entonces era familiar e intérprete.
Ya había alcanzado la dignidad de racionero mayor de la catedral de Granada, cuando en 1585 publicó su Compendio, en el que registra unas seiscientas voces procedentes del árabe (incluyendo ocho específicas del reino de Murcia y diez de Portugal, entonces bajo la Corona española): muchas palabras sólo se citan, en algunas se indica un posible hibridismo etimológico (peregil, dique...) y en otras sólo se añade una escueta aclaración semántica, pero en unas pocas las explicaciones son más detalladas, por ejemplo, “monfí: es hombre ahuyentado o restraydo o bandolero”, que ciertamente puede considerarse una definición bastante neutra teniendo en cuenta el papel desempeñado por los temibles monfíes a lo largo de la sublevación. La difusión de una obra de tan pocas páginas —cuyo destino más esperable hubiera sido la desaparición— estuvo garantizada por imprimirse junto a la edición de 1585 del Diccionario de romance en latín de Nebrija: es muy probable que Diego de Guadix ya la tuviera en cuenta en su Recopilación (1593), y tanto Francisco del Rosal como Sebastián de Covarrubias citan explícitamente a Tamarid en sus diccionarios de 1601 y 1611.
El 19 de marzo de 1588 se produjo un hallazgo de presuntas reliquias en la Torre Turpiana de Granada; Miguel de Luna primero y Alonso del Castillo después, avalados por López Tamarid, recibieron el encargo de traducir, cada uno por separado, las partes árabes del pergamino encontrado junto a un hueso y un lienzo. A este autor, ambos moriscos le merecían crédito como expertos en árabe (de hecho, había buscado la supervisión de Alonso del Castillo para su opúsculo sobre arabismos, pues en la primera página del Compendio se lee: “Visto por el licenciado Alonso del Castillo”). No obstante, resulta muy dudoso que, en ese primer momento o poco después (cuando se le pidió al mismo López Tamarid que tradujera a su vez esos textos árabes), llegara a sospechar ni remotamente que la posteridad juzgaría a ambos recomendados suyos como los principales autores de la falsificación del pergamino y de los llamados libros plúmbeos del Sacromonte.
Pese a ser personaje relativamente famoso, no han llegado noticias sobre la vida de López Tamarid después de 1588, ni siquiera sobre la fecha de su muerte. Es probable que para 1595 (año en que comenzaron a aparecer los libros plúmbeos), hubiera fallecido ya, puesto que difícilmente se habría mantenido al margen de la polémica.
Para Tapia Garrido (1979), López Tamarid es básicamente arbitrista (o arbitrista y aventurero), Gil Albarracín (1990-1991) lo considera una lograda combinación de clérigo, guerrero y humanista, mientras que Cruz Sotomayor (2003) destaca su faceta de traductor y editor. Ahora bien, haberse dedicado a predicar y catequizar a los moriscos en la paz y a combatirlos durante la guerra, o haber perdido hacienda unas veces y haberla ganado otras (hasta con la compra de esclavos) a raíz de ese enfrentamiento, no distinguiría a López Tamarid de otros clérigos andaluces de su época. Como en el caso de bastantes otros conocedores del árabe, sus servicios fueron requeridos por la Corona y por la Inquisición en un momento histórico en que la comunicación con los moriscos se iba tornando cada vez más difícil. Tampoco fue el único “arábigo” consultado para intentar esclarecer el texto y la autenticidad o falsedad del pergamino que anunciaba y preparaba la aparición de los libros plúmbeos del Sacromonte, aunque tal consulta habla inequívocamente de su reputación de entendido.
Lo que de verdad singulariza a López Tamarid es haber compilado por primera vez en español voces procedentes del árabe: nombres comunes sobre todo, pero también topónimos y microtopónimos, así como algunos verbos, adjetivos e interjecciones. Esta modesta aportación, pionera de muchas otras, obtuvo la atención y el reconocimiento de sus contemporáneos y encontró por derecho propio un lugar no olvidado en la historia de la lexicografía del español.
Obras de ~: Informe orientativo sobre las condiciones del obispado de Almería enviado a Felipe II, s. l., s. f. (en Archivo General de Simancas, secc. Cámara de Castilla, leg. 2188); Memorial, s. l., 1582 (en Archivo Histórico Nacional Madrid, secc. Inquisición, leg. 2605, caja primera; en C. Ron de la Bastida, “Manuscritos árabes en la Inquisición de Granada”, en Al- Andalus, XXIII [1958], págs. 210-213); Compendio de algunos vocablos arábigos introducidos en la lengua castellana en alguna manera corruptos, de que comúnmente usamos, puestos por orden alphabético, Granada, 1585 (en A. de Lebrija, Diccionario de romance en latín, apéndice, Sevilla, Alonso Rodríguez Gamarra, 1610; en G. Mayans, Orígenes de la lengua española, J. de Zúñiga, 1737; Madrid, Victoriano Suárez, 1873, págs. 194- 213; en Real Academia Española, Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española, Madrid, Espasa Calpe, 2000, 2 dvd); Relación de las sanctas reliquias que se hallaron en la torre de la mezquita de tiempos de moros [...], s. l., s. f. (en Biblioteca Nacional de España, sign. MSS/1583, fols. XLIXv.-LVIIv. [an-tig. fols. 34v.-42v.]; en Biblioteca de El Escorial, R. II.15; en G. Wiegers, “The ‘Old’ or ‘Turpiana’ Tower in Granada [...]”, en Res Orientales, VIII [1996], págs. 201-203).
Bibl.: D. Cabanelas, El morisco granadino Alonso del Castillo, Granada, Patronato de la Alhambra, 1965, págs. 84, 200-201 y 242; J. A. Tapia Garrido, Almería hombre a hombre, Almería, Caja de Ahorros, 1979, pág. 91; C. Alonso Vañes, “El pergamino de la Torre Turpiana” y “Ulteriores diligencias hacia la calificación de las reliquias”, en Los apócrifos del Sacromonte (Granada). Estudio histórico, Valladolid, Estudio Agustiniano, 1979, págs. 19-36 y págs. 116-139, respect.; N. Cabrillana Ciézar, “Esclavos moriscos en la Almería del siglo xvi”, en Al-Andalus, XL (1982), pág. 109; J. M. Hagerty, “Compradores y vendedores”, en N. Cabrillana, Almería morisca, Granada, Universidad, 1982, págs. 292-299; J. A. Tapia Garrido, Repoblación de Almería y Vera (1572-1752), 1990, págs. 95, 210-211 y 223; A. Gil Albarracín, “Francisco López Tamarid, clérigo, guerrero y humanista y la Almería de su tiempo”, en Roel. Cuadernos de civilización de la cuenca del Almanzora, 11 (1990-1991), págs. 33-47; G. A. Wiegers, “The ‘Old’ or ‘Turpiana’ Tower in Granada and its Relics according to Ahmad B. Qasim Al-Hariri” y “Sites et monuments disparus d’après les témoignages de voyageurs”, en Res Orientales, VIII (1996), págs. 191-205 y pág. 198. Respect.; J. M. Hagerty, Los libros plúmbeos del Sacromonte, Madrid, Editora Nacional, 1998, pág. 25; B. Cruz Sotomayor, “Una mirada a Francisco López Tamarid, traductor y primer editor del pergamino de la Torre Turpiana”, en A. Temimi (ed.), Hommage à l’École d’Oviedo d’etudes aljamiado (dédié au Fondateur Álvaro Galmés de Fuentes), Zaghouan, Fondation Temimi pour la Recherche Scientifique et l’Information, 2003, págs. 191-210.
Elena Bajo Pérez