Cardona y Requesens, Juan de. Barón de Sant Boi. Barcelona, c. 1530 – Pamplona (Navarra), 10.IX.1609. Militar, virrey de Navarra, consejero del Consejo de Guerra y del de Estado.
Juan de Cardona procedía de una familia catalana que había servido a la Corona con distinción. Su padre, Antonio de Cardona, había sido el quinto hijo de Juan Folch de Cardona, V conde y I duque de Cardona y ascendió para servir a Carlos V como virrey de Cerdeña y mayordomo mayor de la emperatriz María. Su madre, María de Requesens, era la hija de Bernat de Requesens, conde de Trento. Juan fue su segundo hijo.
Cardona se preparó para el arte de la guerra con un amplio aprendizaje en tierra y en mar. Sirvió a Carlos V en el asedio de Metz (1552) y fue apresado por los turcos en el asalto naval de los Gelves (1560). Afirmaba que estuvo encarcelado en Constantinopla hasta que fue rescatado en 1562, tras la tregua firmada entre el emperador Fernando I y Solimán el Magnífico. Sin embargo, existen firmes indicios de que él mismo negoció su liberación antes de que los prisioneros llegaran a Constantinopla. Desde luego, Felipe II no tuvo duda alguna respecto a sus servicios, ya que en 1565 sucedió a su tío, Berenguer de Requesens, como capitán general de las galeras de Sicilia (10 de marzo de 1565). Se convirtió en una pieza clave para la protección de Malta contra el asedio de los turcos en 1565, al desembarcar con el piccolo socorso de setecientos hombres. Jugó un papel importante en la preparación de las galeras que sirvieron a las órdenes de Juan de Austria en el sometimiento de la revuelta de las Alpujarras, y fue, quizá, como recompensa por ello por lo que en 1568 se le otorgó la encomienda de Montemolín en la Orden de Santiago (25 de enero de 1568) y fue nombrado general de las galeras de Sicilia (29 de febrero de 1568).
Desempeñó un papel destacado en la campaña que condujo al triunfo en la batalla de Lepanto en octubre de 1571. Fue miembro del Consejo de Guerra que asesoraba a Juan de Austria y se le confirió la responsabilidad de reconocer el terreno para el anclaje en Petalas con su escuadrón de veintisiete barcos. Cuando fue a reunirse de nuevo con la flota, la batalla ya había comenzado y llevó sus galeras al mismo corazón de la acción. De los quinientos soldados que le acompañaban en sus barcos, sólo cincuenta sobrevivieron y él mismo resultó gravemente herido, al alcanzarle el impacto de un mosquete y más tarde sufrir la grave quemadura de una granada incendiaria. Posteriormente, Requesens escribió que “su galera fue de las que más daño recibieron en nuestra armada” (March, 1944: 53). Fue recompensado con su promoción a la encomienda de Aledo y Totana en la Orden de Santiago (26 de julio de 1572), rango que mantuvo hasta su muerte. Cardona permaneció al servicio de Juan de Austria, y estuvo a su lado en 1573, cuando tuvo lugar el gran triunfo de la ocupación de Túnez (octubre de 1573).
Como tantos otros soldados y marinos se fue convocado para volver a España y tomar parte en la campaña para la conquista de Portugal, donde participó como capitán general de las galeras de Nápoles bajo el mando del marqués de Santa Cruz (10 de diciembre de 1576). Se le ascendió a consejero de Guerra para que ayudase a organizar la expedición contra Inglaterra. Participó activamente en el Consejo, asistiendo al 81 por ciento de las reuniones entre los años 1586 y 1588. No tuvo un papel directo en el ataque a Inglaterra. Fue nombrado general de la Armada en Vizcaya y se le hizo responsable de la protección del viaje de vuelta de la flota de las Indias. Sin embargo, Felipe II le encomendó que realizase una valoración por escrito de los errores que se habían producido en la campaña de 1588, y fue generoso en su crítica, al pedirle a Felipe II que persiguiese más victorias en vez de buscar chivos expiatorios por el fracaso contra Inglaterra.
Se le dio un papel clave en el programa más importante de construcción naval que en la década posterior a la derrota de 1588 devolvió la fortaleza a la flota real. Participó en el Consejo de Guerra de manera regular entre los años 1590 y 1595, asistiendo a cuatrocientas cincuenta de quinientas veinticuatro reuniones, lo que representa una asistencia del 85 por ciento.
En 1595 fue nombrado virrey y capitán general de Navarra. Regresó a la Corte para presenciar el fallecimiento de Felipe II y asistir por poco tiempo al Consejo de Estado durante los meses de julio y agosto de 1598, antes de regresar a Pamplona. En 1602 se extendió el rumor de que se le iba a poner al mando de una expedición contra la guarida de piratas en Argel, pero nunca se hizo realidad. En junio de 1602 juró su cargo como consejero de Estado, a pesar de que ya desempeñaba el mismo desde el año 1598, pero tuvo que partir de inmediato hacia Lisboa con el fin de preparar la flota para el viaje del Rey al reino de Portugal. De nuevo, la jornada no llegó a materializarse y, en 1603, Cardona fue enviado de vuelta a Navarra. Se le concedió una subvención económica como estímulo, pero es improbable que sacase algún beneficio de la misma, ya que tenía que cobrarse en trigo en Sicilia, lo que constituía, obviamente, una difícil fuente de suministro.
No está claro el motivo por el que recibió trato. Ni siquiera tenía el rango suficiente para oponerse al duque de Lerma, valido de Felipe III. Probablemente se le vio como un anciano que ya no era útil. En 1603 el fraile hieronimita Jerónimo de Sepúlveda le describió como un hombre terriblemente anciano, desconfiado y un personaje de mofa en la Corte: “un viejo, cansado, consumido, tibio y muy lerdo” (Sepúlveda, 1922: 178-179). Hacia finales de febrero de 1609 se comenzó a rumorear que iba ser llamado a la Corte para reemplazar al III conde de Chinchón como tesorero general de la Corona de Aragón, pero el cargo fue a parar al hijo pequeño de Chinchón y Cardona murió en Pamplona en el mes de septiembre. Aunque se decía que tenía noventa años, lo más probable es que tuviese unos diez años menos.
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Patrick Williams