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Jerónimo Nadal Morey

Biografía

Nadal Morey, Jerónimo. Palma de Mallorca (Islas Baleares), 1.VIII.1507 – Roma (Italia), 3.IV.1580. Superior jesuita (SI), capellán real y promulgador de las Constituciones de la Compañía de Jesús.

Nadal puede ser presentado como una pieza clave en la consolidación y expansión de la primera Compañía de Jesús, pues, aunque no era de los compañeros fundadores, se convierte en uno de los principales de la primera generación de los “amigos en el Señor”. Con todo, Íñigo de Loyola lo conocía desde los días de París y fue entonces cuando trató de incluirlo en aquel grupo inicial, a lo que este mallorquín se resistió. Sus padres habían residido en el barrio de la judería de su ciudad natal, Palma de Mallorca. Tuvo, sin embargo, una notable formación antes de emprender viaje hacia París, pues había estudiado lenguas como el Latín, el Griego o el Hebreo, además de la Filosofía. En la prestigiosa Universidad internacional escuchó lecciones de Teología y Matemáticas. Una vez que se hubo promulgado el edicto real de expulsión que afectaba a los españoles en 1536, salió de París, viajando hasta la antigua corte pontificia de Aviñón. Allí pudo entrar en contacto con los judíos, que pudieron sorprenderse de la brillantez con la que hablaba la lengua hebrea. Incluso, le propusieron la posibilidad de nombrarle gran rabino. Nadal negó y los judíos se vengaron denunciándole como español. Después de que tornasen las circunstancias políticas, Jerónimo Nadal se ordenó sacerdote y obtuvo el grado de doctor en Teología. Era el momento de regresar a su Palma natal en 1538.

Dos años después le fue ofrecida la Cátedra de Sagrada Escritura en la Escuela Catedralicia. Nadal leyó parte de la carta de san Pablo a los romanos y el canon de la misa. No se hallaba satisfecho espiritualmente, a pesar de contar con el reconocimiento de los círculos más próximos, de haber recibido el título de capellán del emperador Carlos V o de acudir a numerosas lecturas o personas que podían conducir a un camino que le parecía carente de rumbo. Precisamente, le empezó a convencer una de las muchas cartas que escribió el misionero jesuita Francisco Javier desde Cochín —en concreto, la firmada el 15 de enero de 1544—. Le sorprendió la fuerza que sentía hacia los trabajos apostólicos que realizaba el navarro en tierras tan lejanas, así como la aprobación pontificia que habían obtenido aquellos primeros compañeros que había conocido en París en sus años de estudio y hacia los que había mostrado su desconfianza. Decidió entonces iniciar su particular y personal camino hacia Roma. En realidad, la excusa era la petición de acompañamiento que le había hecho el auditor de la Rota romana, Jaime Pou. Una vez en la Ciudad Eterna, realizó los ejercicios espirituales dirigidos por el jesuita valenciano Jerónimo Doménech, comprendiendo que su camino se podía encontrar en la Compañía de Jesús. También iniciaría su camino de probación como futuro jesuita, realizando en enero de 1546 sus primeros votos privadamente, aunque convirtiéndose muy pronto en un colaborador muy cercano a Ignacio de Loyola, como ministro de la casa romana.

Un primer horizonte muy importante habría de ser la fundación y gobierno como rector del Colegio de Mesina, al frente de nueve compañeros entre los que se hallaba Pedro Canisio. Aquella casa se habría de convertir, sin paliativos, en cimiento del edificio pedagógico de la Compañía. Además, Nadal inició la andadura de una casa de probación o noviciado y, con la oportuna licencia de Ignacio de Loyola, se hicieron cargo de la Universidad. No era ajeno a la colaboración con las autoridades, especialmente con el virrey, y fue en Trapani donde fundaron una casa dedicada a la atención a mujeres arrepentidas o antiguas prostitutas, un apostolado de reinserción que preocupó mucho a Ignacio. Acompañó como capellán a las tropas que tenían que defender Túnez contra los turcos y estableció, en 1552, una casa de huérfanos en Catania. Ambas casas de asistencia seguían los modelos romanos establecidos por el prepósito general y fundador.

Para su profesión solemne, en marzo de 1552, regresó a Roma, donde habría de permanecer por espacio de dos meses junto con el fundador. Ignacio de Loyola pensó que el mallorquín era el jesuita adecuado para llevar a cabo la promulgación de las Constituciones de la Compañía en cada una de las provincias, convirtiéndose en su comisario y visitador. Empezó por tierras que conocía bien, las de sus fundaciones en Mesina en aquel mismo año de 1552, para continuar por Portugal y España en 1553 y 1554. Coincidiendo precisamente con su visita, la antigua Provincia de España que se había creado en 1547 bajo la autoridad de Antonio de Araoz, se dividió en las de Castilla, Aragón y Andalucía. Tras haber visitado cada una de las casas que se habían establecido en tierras españolas, ejerció de vicario de Ignacio de Loyola en Roma en los últimos meses de 1554. Al comenzar 1555, asistió al legado papal que fue enviado a la dieta de Augsburgo, en el oficio de teólogo. Ese mismo año prosiguió su misión como visitador promulgador de las Constituciones en las fundaciones de Italia, Austria y Alemania.

La primera transición no fue fácil para la Compañía de Jesús. Así, tras la muerte de Ignacio de Loyola, uno de los primeros compañeros, Nicolás de Bobadilla, reclamaba para los primeros jesuitas el control de la situación, negando cualquier autoridad a las Constituciones y mostrándose claro opositor a la estrategia de Diego de Laínez, su secretario Juan Alfonso Polanco y el propio Jerónimo Nadal. Afirmaba Bobadilla que la intención de estos hombres fuertes de la Compañía era la de trasladar la Congregación a celebrar hasta España, para elegir al nuevo prepósito general, para así obviar la supervisión del romano Pontífice. En aquellos momentos, Nadal era superintendente del Colegio Romano y todo este equipo procuró solucionar el conflicto con su conocimiento y estrategia. La Congregación no fue celebrada hasta dos años después de la muerte de Ignacio de Loyola. De ella salió como superior general el mencionado Diego de Laínez y se confirmaron las Constituciones que habían sido objeto del debate. Los padres congregantes eligieron a Jerónimo Nadal como uno de los asistentes que permanecían al lado del prepósito romano, encargándole junto con Polanco la redacción de los “Scholia in Constituciones”.

Seguidamente, Laínez encomendó al jesuita mallorquín una segunda visita, aunque esta vez continuando hacia España, Francia, Alemania e Italia. A través de la misma, la autoridad del prepósito romano se hacía presente más directamente en cada una de las provincias y de los colegios. El intervalo para cumplir estos trabajos se extendió entre 1560 y 1564. A partir de entonces se reorganizó la curia del general, nombrando a Nadal como asistente de Austria y Germania Superior, volviendo a ser superintendente del Colegio Romano. Volvió a ser un hombre clave en la celebración de la segunda Congregación General en 1565, para elegir al tercer prepósito romano. Nadal habría de comparar las disposiciones del recién clausurado Concilio de Trento con las Constituciones de la Compañía. Los padres congregantes le convirtieron también en uno de los seis definidores. En el mismo año en que Francisco de Borja se convertía en su superior general, asistía de nuevo como teólogo al legado pontificio en la dieta de Augsburgo. Borja consideraba que tenía que contar Nadal con la autoridad suficiente como para llevar a cabo la visita a Germania Superior e Inferior, Austria y Renania, y así se la otorgó.

Cuando volvió a Roma en octubre de 1568, se le encomendó la asistencia de España, para después sustituir a Borja como vicario cuando éste fue requerido para una misión pontificia con la que el que había sido duque de Gandía regresó a España y Portugal, sin olvidar Francia. Cuando éste regresó a la Ciudad Eterna, Francisco de Borja solamente habría de sobrevivir dos días. Jerónimo Nadal, un hombre ya de 65 años, desempeñó por tercera vez un papel primordial en la polémica tercera Congregación General de 1573. En ella era miembro de las comisiones que se responsabilizaron de los asuntos más importantes del Instituto. El gobierno de la Compañía cambió de rumbo cuando el papa Gregorio XIII condicionó la elección del nuevo prepósito general en favor del jesuita flamenco Everardo Mercuriano. Nadal decidió su retiro al Colegio de Tívoli, deseando obviar todo oficio de gobierno, pasando después al de Hall en el Tirol, con el fin de dedicarse a completar sus escritos. La mayoría de los españoles habían desaparecido del gobierno central de la Compañía. Permaneció en aquellos ámbitos por espacio de tres años. Preparaba, por entonces, la edición de las Evangelicae Historiae Imagines. Fue, por tanto, a lo largo de su vida, un jesuita que ejerció una notabilísima influencia por todos los lugares por donde pasó, apoyado en su atrayente personalidad. Nadal fue todo un teórico de la llamada contemplación en la acción, apoyando teológicamente la gracia de la vocación y del papel del fundador dentro de la gracia particular que se concedía a cada uno de los Institutos religiosos y que los hacía diferentes.

Consideraba Nadal que para su ancianidad era menester cambiar de clima y solicitó al padre Mercuriano residir en la casa profesa de Venecia, donde podría seguir ejerciendo como confesor. Cuando su salud se agravó, hubo de ser trasladado a Roma, donde murió en abril de 1580 con casi 73 años.

 

Obras de ~: Evangelicae Historiae Imagines ex ordine Evangeliorum, Amberes, 1593; Adnotaciones et meditaciones in Evangelia, Amberes, ex officina typographica Martín Nutii, 1594- 1595; Epistolae P. Hieronymi Nadal Societatis Iesu ad anno 1546 ad 1577, Madrid, 1898-1905 (col. Monumenta Historica Societatis Iesu) 4 vols.; Pláticas espirituales del P. Jerónimo Nadal en Coimbra (1561), ed. de M. Nicolau, Granada, 1945; Commentarii de Instituto Societatis Iesu, ed. de M. Nicolau, Roma, 1962 (Monumenta Historica Societatis Iesu, vol. 90); P. Hieronymi Nadal Orationis observaciones, ed. de M. Nicolau, Roma, 1964; Scholia in Constituciones SI, ed. de M. Ruiz Jurado, Granada, 1976.

 

Bibl.: M. Batllori, “Jerónimo Nadal y el Concilio de Trento”, en Boletín de la Sociedad Arqueológica Luliana, 29 (1944-1947), págs. 377-424; I. Casanovas, “La vocación del Padre Jerónimo Nadal en las elecciones de los Ejercicios”, en Comentario y explanación de los Ejercicios, vol. II, Barcelona, 1945-1948, págs. 297-352; M. Nicolau, Jerónimo Nadal SJ (1507-1580): sus obras y doctrinas espirituales, Madrid, Instituto Francisco Suárez, 1949; H. Gaulin, La vocation apostolique de la Compagnie de Jésus dans les écrits du P. J. Nadal, Roma, 1952; J. Calveras, “El origen de los Ejercicios, según el P. Nadal”, en Manresa, 26 (1954), págs. 263-288; F. Delgado, “El P. Jerónimo Nadal y la pintura sevillana del siglo XVII”, en Archivum Historicum Societatis Iesu, 28 (1959), págs. 354-363; J. Sureda i Blanes, Sant Ignasi i Jeroni Nadal, Barcelona, Rafel Dalmau Editor, 1968; B. de Margerie, “El cuarto voto de la Compañía de Jesús, según Nadal”, en Manresa, 42 (1970), págs. 359-376; M. Nicolau, “‘Contemplativo en la acción’. Una frase famosa de Nadal”, en Centrum Ignatianum Spiritualitatis, 7 (1977), págs. 7-16; B. de Margerie, “Reflexiones de Jerónimo Nadal sobre la Fórmula del Instituto de la Compañía de Jesús”, en Manresa, 50 (1978), págs. 323-337; M. Ruiz Jurado, “Nadal y Polanco sobre la Fórmula del Instituto”, en Archivum Historicum Societatis Iesu, 47 (1978), págs. 323-337; “Cronología de la vida del Padre Jerónimo Nadal SJ (1507- 1580)”, en Archivum Historicum Societatis Iesu, 48 (1979), págs. 248-279; “En el cuarto centenario de la muerte de Nadal. La figura de Nadal en la primera crisis grave de la Compañía 1556-1557”, en Manresa, 52 (1980), págs. 135-154; M. Nicolau, “La vocación del P. Jerónimo Nadal y sus relaciones con el V. Padre Antonio Castañeda”, en Manresa, 53 (1981), págs. 163-178; W. Bangert, Jerome Nadal SJ 1507- 1580: Tracking the First Generation of Jesuits, ed. y completado por T. Mc.Coog, Chicago, 1992; M. Ruiz Jurado, “Nadal, Jerónimo”, en Ch. O’Neill y J. M.ª Domínguez, Diccionario histórico Compañía de Jesús, vol. III, Madrid-Roma, Institutum Historicum Societatis Iesu, Universidad Pontificia Comillas, 2001, págs. 2793-2796.

 

Javier Burrieza Sánchez