Henríquez, Enrique. Oporto (Portugal), VII.1536 – Tívoli, Roma (Italia), 28.I.1608. Jesuita (SI) moralista.
Santa Teresa de Jesús le consideró como uno “de los mejores letrados de la Compañía” (Cta, 86, 6). Sus orígenes familiares encontraban de manera muy inmediata con el judaísmo, por lo que era considerado un cristiano nuevo. Era hijo del médico Simâo Lopes y de Isabel Henriques, ambos conversos. Su hermano, Manuel Lopes, también profesó como jesuita, siendo uno de los colaboradores del fundador del colegio de la Compañía en Alcalá de Henares, Francisco Villanueva, igualmente cristiano nuevo. Precisamente, en aquella ciudad y en su Universidad internacional, se formó intelectualmente Enrique Henriques —en adelante, Henríquez—, siendo recibido en la Compañía en 1552. Estudió Artes en su colegio. Ya como jesuita, comenzó su vida docente —según era habitual— como profesor de Gramática Latina en el colegio de Plasencia, continuando su formación intelectual, esta vez teológica, en la Universidad de Salamanca. Leyó casos de conciencia, desde 1563 y hasta 1566, en el colegio de Monterrey; en Salamanca estuvo como prefecto de estudios —entre 1566 y 1571—; profesor de Teología en Córdoba en 1573, en Granada en 1574 y en Sevilla en 1576.
Cuando vivió en la Ciudad Hispalense, conoció el procesamiento inquisitorial, al menos el examen de la vida y de los escritos de la monja carmelita Teresa de Jesús. Hasta los inquisidores sevillanos habían llegado acusaciones contra las carmelitas descalzas recién establecidas en la ciudad y, muy especialmente, contra la reformadora abulense. Los de Córdoba habían reclamado el examen del Libro de la Vida. El clérigo que las había delatado recibió la confidencia de María del Corro, aunque los inquisidores se percataron de que aquellas acusaciones eran fruto de la imaginación enfermiza de esa mujer. Las visiones que aparecían en el Libro de la Vida, y que ya habían alarmado a los mencionados inquisidores cordobeses, condujeron a la conveniencia de que la madre Teresa fuese examinada a través de letrados. Ella dio cuenta de los detalles pertinentes a través de dos relaciones, de las cuales fueron censores Enrique Henríquez, Jorge Álvarez y Rodrigo Álvarez: “los padres de la Compañía —escribe fray Jerónimo Gracián— examinavan su espíritu con muchas veras, como si huviera mucho peligro”. El proceso de Sevilla fue adecuadamente resuelto. Henríquez se mostró muy cercano a la madre Teresa, habiéndola oído muchas veces en confesión e interviniendo con su parecer para que la sobrina de la santa, Teresita de Cepeda, entrase en un convento de carmelitas descalzas.
Henríquez, después, regresó a Salamanca, donde preparaba la Summa de Teología Moral, páginas que despertaron notables recelos. No obstante, a pesar de las dificultades y controversias, estas páginas fueron aprobadas por la Congregación General jesuítica, entre 1593 y 1594. Sin duda, esas oposiciones desencadenadas condujeron a que el jesuita portugués solicitase licencia al Papa, para entrar en la Orden de Predicadores. Fue un discípulo suyo de Salamanca, igualmente jesuita, llamado Gregorio de Valencia, el que consiguió que las aguas volviesen a su cauce y regresasen al seno de la Compañía. De aquellas páginas solamente se imprimió la primera parte, en la que se trataba acerca del fin del hombre, mientras que en la segunda se recorría decálogo y los mandamientos propios de la Iglesia. La tercera versaba sobre las obligaciones del hombre para con los otros. Henríquez exponía la doctrina, explicándola a través de una glosa, intentando eliminar todas las barreras desde las que se solía impedir la fácil comprensión desde otras sumas o resúmenes. Su obra pretendía ser lo suficientemente compendiada, para facilitar los contenidos a los que no poseían demasiado tiempo. Por todo ello, este jesuita del siglo xvi fue admirado por moralistas posteriores, como san Alfonso María de Ligorio. Una obra que era considerada como el primer esfuerzo para desembocar en las “instituciones morales”. Siguió con fidelidad los métodos de la Escuela de Salamanca, confesándose destacado seguidor de santo Tomás, por lo que no fue extraño que atacase la Ratio Studiorum, cuya promulgación definitiva se produjo en 1599, pues consideraba que este texto pedagógico atacaba al doctor Angélico. No fue un mero imitador sino un teólogo que formuló puntos originales.
Obras de ~: Theologiae Moralis Summa, Salamanca 1591, 1593; De Pontificis Romani Clave, Salamanca, 1593, 3 vols.
Bibl.: B. Alcázar, Chrono-Historia de la Provincia de Toledo y elogios de sus varones, vol. I, Madrid, por Juan García Infanzón, 1710, págs. 204-205; A. Pérez Goyena, “Teólogos extranjeros formados en España”, en Estudios Eclesiásticos, 6 (1927), págs. 42-47; E. Elorduy, “Censuras de Enríquez contra Suárez”, en Archivo Teológico Granadino, 13 (1950), págs. 173- 252; E. Moore, La moral en el siglo xvi y primera mitad del xvii, Granada, Imprenta de Francisco Román Camacho, 1956; E. Llamas, Santa Teresa de Jesús y la Inquisición española, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1972; E. de la Madre de Dios y O. Steggink, Santa Teresa y su tiempo, Salamanca, Universidad Pontificia, 1982.
Javier Burrieza Sánchez