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Manuel Belgrano González

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Biografía

Belgrano González, Manuel. Buenos Aires (Argentina), 3.VI.1770 – 20.VI.1820. Militar, general, independentista.

Era hijo de Domingo Belgrano Peri y de María Josefa González Casero. Fue bautizado por el canónigo Juan Baltasar Maziel con los nombres de Manuel Joaquín Corazón de Jesús. Hizo sus primeros estudios en el Real Colegio de San Carlos, donde tuvo por maestro al doctor José Luis Chorroarín, quien lo preparó en Latín y Filosofía, En 1787 recibió el diploma en Filosofía, cuando ya se encontraba en España, enviado por su padre, para introducirse en el comercio, en compañía de su hermano Francisco. A pesar del futuro que pretendía su padre para él, atraído por las leyes, inició los cursos en la Universidad de Salamanca, donde se matriculó en 1786. Continuó su carrera en Valladolid hasta graduarse de bachiller en 1789 y de abogado, en 1793. De inmediato se trasladó a Madrid, donde residió en casa de su cuñado, José María Calderón de la Barca. Allí se relacionó con hombres de saber y frecuentó muchos centros culturales, entre ellos la Academia de Santa Bárbara. Se interesó por los estudios de Derecho Público y de Economía Política, materia esta en que se especializó. Fue asiduo lector de los economistas españoles Campomanes, Jovellanos, Uztariz, y de los extranjeros Quesnay, Adam Smith y Genovesi, entre otros. Tradujo por entonces una obra que más tarde publicó en Buenos Aires: Los principios de la ciencia económico-política, que consta de una “Introducción”, escrita por Belgrano, y a continuación una “Exposición de los principios de la nueva ciencia”, escrita por el Conde C, que también es obra de Belgrano, redactada bajo ese seudónimo inspirado en el libro de Dupont de Nemours Origine et Progrès d’une Science Nouvelle. Regresó Belgrano a su ciudad natal en 1794, con el cargo de secretario del Consulado de Buenos Aires. Las Memorias anuales que leyó constituyen un importante plan de reformas a favor de la agricultura, el comercio, la navegación, la introducción a las nuevas industrias, el mejoramiento y la creación de caminos. Gracias a esas Memorias se ponen en evidencia los problemas existentes y las posibles soluciones propuestas. La primera Memoria es de 1795; aunque escribió quince, sólo se dieron a conocer cinco. La segunda de ellas, Medios generales de fomentar la agricultura, animar la industria y proteger el comercio en un país agricultor, ha dado origen a múltiples estudios y comentarios.

Belgrano apoyó y fomentó la creación de establecimientos de enseñanza, como las Escuelas de Dibujo y de Náutica, en 1799. Redactó sus reglamentos, pronunció discursos y contribuyó a la fundación del periódico El Telégrafo Mercantil. Bregó incesantemente por el comercio libre y la supresión del monopolio mercantil abusivo. Sus ideas encontraron un decidido partidario en Francisco Antonio de Escalada, comerciante, y uno de los más prestigiosos funcionarios del Consulado. Se preocupó especialmente por el adelanto de los métodos agrícolas y por la introducción de plantas desconocidas en el medio. Propició el cultivo del cáñamo y del lino, y vio en la industrialización de esos productos una decorosa ocupación para la mujer.

En 1806, el virrey Sobremonte le confirió el grado de capitán honorario de milicias urbanas para luchar contra el invasor inglés. A raíz del juramento que los miembros del Consulado porteño prestaron en reconocimiento a la dominación británica, como Belgrano se negó a hacerlo, hallándose comprometida su situación, se fugó. Pasó a la Banda Oriental, de donde regresó una vez reconquistada la ciudad de Buenos Aires. Al organizarse las tropas para una nueva contingencia, Belgrano fue elegido sargento mayor del Regimiento de Patricios. Cuando quedó relegado de estas funciones, fue adscrito a la Plana Mayor del coronel César Balbiani. Como ayudante de éste actuó en la defensa de Buenos Aires en 1807 y se halló presente en la rendición del general Crawford en el histórico convento de Santo Domingo. Como entusiasta partidario de la emancipación americana, estuvo interesado en la coronación de la princesa Carlota Joaquina, y mantuvo una confusa y dilatada correspondencia con sus representantes. En 1809, cuando el nuevo virrey Cisneros llegó al Río de la Plata, le encargó la publicación de un periódico para difundir las ciencias, las artes, la historia y la geografía; fue el reconocido Correo de Comercio, que apareció el 3 de marzo de 1810, y en cuya redacción colaboró también Hipólito Vieytes. Desde sus columnas, Belgrano continuó las prédicas iniciadas en sus Memorias. Al producirse la Revolución de Mayo fue uno de los personajes centrales de ese movimiento, siendo vocal de la primera Junta de gobierno. Durante el breve lapso de su actuación trabajó con entusiasmo. Fue designado presidente de la Junta de ministros de Justicia y Real Hacienda, y protector de la Escuela de Matemáticas que se inauguró el 19 de agosto de ese año.

Comprometido con la causa revolucionaria, cedió su sueldo de vocal de la Junta para financiar la expedición militar a Córdoba y donó gran parte de sus libros a la Biblioteca Nacional, fundada por iniciativa de Mariano Moreno.

La hostilidad del gobernador de Paraguay, Bernardo de Velazco, hacia la Junta de Buenos Aires decidió el envío de una expedición al Norte. Belgrano, improvisado general, se hizo cargo del mando y partió de San Nicolás de los Arroyos el 27 de septiembre de 1810, con un plantel de doscientos hombres sacados de la guarnición de Buenos Aires, y engrosado más tarde con las milicias del litoral. El 2 de octubre llegó a Santa Fe, donde recibió nuevas incorporaciones y donativos. En la Bajada del Paraná llegó a reunir más de mil hombres, con los que se dirigió a Curuzú- Cuatiá, punto céntrico de Corrientes. Allí dispuso el trazado definitivo de los pueblos de Curuzú-Cuatiá y Mandisoví. Después forzó el cauce del río Paraná y tomó Campichuelo, ocupado por los realistas. En Itapúa, donde se preparó para las futuras acciones, halló tiempo para redactar el Reglamento para los indios de las misiones. Entre tanto, Velazco, militar veterano en las guerras de la Península, había situado un ejército de seis mil hombres en una posición defensiva previamente fortificada, denominada Paraguary, a dieciocho leguas de Asunción. A pesar de la superioridad numérica del adversario, Belgrano, con setecientos hombres, inició el ataque el 19 de enero de 1811. Las tropas realistas de Velazco, en un movimiento envolvente, vencieron a los patriotas. Belgrano retrocedió hasta Santa Rosa y allí recibió comunicaciones del Gobierno que le ordenaba el cese de las operaciones y su traslado urgente a la Banda Oriental. Los paraguayos que lo seguían a respetable distancia, concentraron dos mil hombres a las órdenes del general Manuel Cabañas, que intimó a Belgrano a la rendición. Ante su negativa, la lucha se prolongó durante siete horas.

Los patriotas fueron vencidos, pero las muestras de valor de Belgrano y sus hombres hicieron que el jefe paraguayo les ofreciera un armisticio. Los patriotas debían abandonar Paraguay, pero a pesar de la derrota militar, Belgrano logró interesar a sus adversarios en los fines de la revolución. Éstos no tardaron, a su regreso a Asunción, en provocar la caída del régimen colonial. Si bien Paraguay quedó desde aquel momento fuera de la jurisdicción y, de hecho, se consumó su separación del resto del antiguo virreinato, la expedición de Belgrano, políticamente, alcanzó sus objetivos fundamentales, provocando más tarde la revolución que concluyó con la dominación española, y al neutralizarlo, arrebató un aliado poderoso a la reacción de Montevideo.

El 25 de marzo de 1811, el Gobierno patrio había ordenado a Belgrano que se dirigiese a la Banda oriental para hacerse cargo de la jefatura de las fuerzas.

El 9 de abril llegó a Concepción de Uruguay, donde nombró como su segundo a José Gervasio Artigas.

Cuando se disponía a extender la insurrección por todo el territorio, recibió la orden de entregar el mando a José Rondeau y regresar a Buenos Aires.

La lucha política entablada en el seno de la Junta alcanzó también a Belgrano, que se había alejado para evitarla. Las diferencias entre morenistas —seguidores del secretario Mariano Moreno— y saavedristas —partidarios del presidente Cornelio Saavedra— hicieron crisis en el movimiento de la noche del 5 al 6 de abril, que provocó el alejamiento de los primeros y la suspensión en funciones y grados de Belgrano, como la orden de enjuiciamiento por la campaña de Paraguay. Nadie se presentó a deponer contra Belgrano.

El error fue tan evidente que la Junta, para repararlo, le ofreció una misión diplomática en Paraguay.

Antes de partir, Belgrano exigió la suspensión del proceso y la reposición de sus grados y honores. El 12 de octubre de 1811, los representantes argentinos, Manuel Belgrano y Vicente Anastasio de Echeverría, firmaron con los paraguayos una convención donde se reconocía la independencia del país del norte.

De regreso a Buenos Aires, el general Belgrano fue designado por el nuevo Gobierno patriota —el Primer Triunvirato— jefe del Regimiento número 1 de Patricios.

Un incidente suscitado por una orden de Belgrano, que exigía a los soldados se cortaran la trenza que llevaban, originó el renombrado Motín de las Trenzas. Belgrano debió abandonar el cargo, aunque el movimiento fue reprimido por el Gobierno. A comienzos de 1812, Belgrano pasó a Rosario para hacerse cargo de las fortificaciones que hacían frente a las amenazas españolas y portuguesas sobre el Río de la Plata. Durante su corta estancia instaló estratégicamente dos baterías, a las que bautizó con los nombres de Libertad e Independencia. El 13 de febrero propuso al Gobierno patrio la adopción de una escarapela para los soldados; cinco días después, el Triunvirato decretó la suplantación del distintivo rojo de los realistas por la escarapela blanca y celeste. El 27 de febrero presentó a sus soldados la nueva bandera albiceleste.

En esos mismos días, en Buenos Aires, acababa de ser nombrado general en jefe del Ejército del Alto Perú, en cuya reorganización había fracasado Pueyrredón.

Belgrano se puso en camino a pesar de hallarse enfermo y no recibió la orden de Rivadavia, uno de los integrantes del nuevo Gobierno patrio —el Segundo Triunvirato— que ordenaba no volver a exhibir la bandera que Belgrano había creado. A pesar de las órdenes, Belgrano izó la nueva insignia y la hizo bendecir en Jujuy, alegando que jamás habían llegado a sus manos las notas de Buenos Aires. Ante la invasión inminente de las fuerzas realistas de Pío Tristán, Belgrano ordenó la retirada, produciéndose en aquellas jornadas el “éxodo jujeño”, en que el pueblo de Jujuy abandonó sus terrenos siguiendo a las tropas patriotas. El Gobierno le ordenó la retirada hasta Córdoba, pero Belgrano sostuvo su ejército en Tucumán, desde donde, a pesar de su inferioridad numérica, se enfrentó a las tropas realistas y las derrotó en la batalla de Tucumán. Después de este triunfo, el Gobierno instó a Belgrano a avanzar hasta Salta, donde estaba atrincherado Tristán con sus hombres.

El 20 de febrero de 1813, Belgrano enfrentó a las tropas realistas y obtuvo otra gran victoria sobre Tristán, a quien le concedió una capitulación generosa.

La Asamblea General Constituyente decretó honores para los vencedores de Salta y a su jefe, una donación de 40.000 pesos y un sable, cantidad que él destinó para la dotación de cuatro escuelas públicas en el interior de esa provincia. Belgrano organizó la campaña sobre el Alto Perú desde Potosí, al mismo tiempo que preparaba una insurrección en el Bajo Perú. Las fuerzas enemigas, al mando de Pezuela, se enfrentaron con las que comandaba Belgrano, en Vilcapugio, el 1 de octubre de 1813, y obtuvieron una victoria que obligó al general argentino a replegarse sobre la pampa de Ayohuma, donde las fuerzas de Belgrano fueron nuevamente abatidas. Derrotado y con sólo mil hombres, Belgrano se replegó a Jujuy, y desde allí hasta Tucumán.

El 29 de enero de 1814, en la Posta de Yatasto, el general José de San Martín se hizo cargo del Ejército del Norte en reemplazo de Belgrano.

En junio de 1814 se le encomendó a Belgrano, juntamente con Rivadavia, una misión diplomática en Europa. La restauración de Fernando VII y la lucha de Inglaterra contra Napoleón hicieron infructuosa la misión. De regreso a Buenos Aires, en enero de 1816, presentó un informe sobre las gestiones realizadas y consideró la situación de Europa dominada por una fuerte tendencia reaccionaria. El 24 de marzo de ese año se había instalado en Tucumán el Congreso Nacional Constituyente. Hacia allí se dirigió Belgrano, convocado por los congresistas, para oír sus informes.

Belgrano expuso en sesión secreta que, para obtener la adhesión total de las provincias norteñas y altoperuanas, debía coronarse a un descendiente incaico. El mismo Congreso nombró a Belgrano general en jefe del Ejército Auxiliar de Perú, en reemplazo de Rondeau.

Se hizo cargo del ejército en el pueblo tucumano de Las Trancas en agosto de 1816 y estuvo al mando hasta 1819. Militarmente quedó relegado a socorrer al caudillo salteño Güemes, encargado de la defensa de la frontera norte. Durante esos tres años, facilitó con su acción los planes del Libertador San Martín, que consistían en atacar al Perú por mar. Belgrano hubiera querido participar activamente contra los realistas y seguía con atención la proeza andina de San Martín.

Durante su estancia en Tucumán, Belgrano trabó relación con Dolores Helguero, y de esa unión nació en 1818 una hija, Manuela Mónica Belgrano, a quien el general reconoció en su testamento. A principio de 1819, el Gobierno de Buenos Aires le ordenó marchar con sus tropas para hacerse cargo del ejército de operaciones estacionado en Santa Fe. Tenía la orden de aplacar una guerra cuyos fines no comprendía. Cuando sobrevino el armisticio entre las fuerzas nacionales, al mando del general Viamonte, y las del caudillo santafecino Estanislao López, Belgrano se retiró al campamento de Cruz Ata, en Córdoba. Su delicado estado de salud no le permitió continuar en servicio y solicitó licencia. Dejó el mando a su sucesor, el coronel mayor Francisco Fernández de la Cruz. El 1 de octubre llegó a Santiago del Estero y desde allí pasó a Tucumán, donde hizo crisis su enfermedad. A poco de llegar tuvo lugar una sublevación dirigida por el capitán Abraham González, que pretendió arrestarlo en su domicilio.

Sofocada la rebelión, días después, el Congreso pidió al nuevo gobernador de la provincia, doctor Bernabé Aráoz, que atendiese y prestase la colaboración necesaria al general Belgrano. Allí permaneció éste durante tres meses, viviendo en la pobreza extrema.

A principios de febrero de 1820 emprendió viaje a Córdoba acompañado por su médico, su confesor, el padre Villegas, y sus ayudantes de campo. Después de una breve detención en Córdoba, motivada por la falta de recursos, obtuvo un préstamo de cuatrocientos pesos, con los que logró llegar a Buenos Aires a fines de marzo.

Su vida se fue apagando lentamente, hasta que fallece a medidos de 1820. Fue sepultado en el atrio de la iglesia y convento de Santo Domingo, amortajado con el hábito de la Orden. Al año siguiente, pacificada la provincia de Buenos Aires, se dictó un decreto oficial de honores, se ofició una solemne misa en la catedral y se reglamentó la creación de un pueblo que llevaría su nombre, el que fue finalmente fundado en 1855. En 1873 se inauguró en la Plaza de Mayo la figura ecuestre del prócer, que lleva en la mano diestra la bandera de la patria. El 20 de junio de 1903 se erigía en su honor un monumento funerario en la entrada de la iglesia de Santo Domingo. En 1944 se fundó el Instituto Belgraniano, que lleva adelante estudios sobre la vida y obras del prócer, creador de la bandera nacional argentina.

 

Obras de ~: El pensamiento de Manuel Belgrano, Buenos Aires, Lautaro, 1944; Escritos económicos, Buenos Aires, Hyspamérica, 1988; Los años de la Emancipación política, Rosario, Biblioteca, 1974; Epistolario belgraniano, Buenos Aires, Taurus, 2001.

 

Bibl.: “Biografías del General Belgrano”, en Galería de Celebridades Argentinas, Buenos Aires, Imprenta de Mayo, 1857; B. Mitre, Historia de Belgrano y de la Independencia argentina, Buenos Aires, Imprenta de Mayo, 1859; J. V. González, Obras completas, t. XXII, Buenos Aires, Mircatali, 1936; M. Belgrano, Historia de Belgrano, Buenos Aires, ANHEspasa Calpe, 1944; L. Roque Gondra, Manuel Belgrano. Una vida ejemplar, Buenos Aires, Universidad, 1938; Las ideas económicas de Manuel Belgrano, Buenos Aires, Universidad, 1927; R. Levene, La obra económica y educacional de Manuel Belgrano, Buenos Aires, Eudeba, 1943; V. de Pedro, Próceres Argentinos en España: San Martín-Belgrano-Rivadavia-Mitre- Sarmiento-Alberdi, Buenos Aires, Partenón, 1945, págs. 33- 44; R. Levene, “Una amistad histórica: Belgrano y Moreno”, en Boletín de la Academia Nacional de la Historia, t. XXIII, Buenos Aires, 1949, págs. 12-23; R. S. Martínez Moreno, Belgrano: el ciudadano ejemplar, Tucumán, Universidad, 1959; A. Romero Carranza, “Manuel Belgrano”, en Gobernantes de Mayo, Buenos Aires, Huarpes, 1960, págs. 189- 241; G. Tjarks, El Consulado de Buenos Aires y sus proyecciones en el Río de la Plata, t. I, Buenos Aires, Universidad, 1962, págs. 122-154; A. Fernández, “Manuel Belgrano y la princesa Carlota Joaquina”, en Revista Historia n.º 3-5, Buenos Aires (1956), págs. 23-35; L. Gianello, “Ideas económicas y sociales de Manuel Belgrano”, en Revista Buenos Aires n.º 1, Buenos Aires (1961), págs. 65-75; G. Weinberg, Introducción a los escritos económicos de Manuel Belgrano, Buenos Aires, Raigal, 1954.

 

Sandra Fabiana Olivero