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Francisco Cervantes de Salazar

Biografía

Cervantes de Salazar, Francisco. Toledo, 1514- 1518 – Ciudad de México (México), 14.XI.1575. Humanista, primer catedrático de Retórica de la Real y Pontificia Universidad de México, cronista de Indias.

Se desconoce la fecha de su nacimiento. Todo parece indicar que nació en Toledo entre 1514 y 1518 en el seno de una familia hidalga y pudiente. Sus padres fueron Alonso de Villaseca de Salazar y María de Peralta, toledanos los dos y vecinos de la parroquia de San Pedro, aunque oriundos de la comarca de Torrijos (Arcicóllar, Villamiel, Camarena), donde todavía conservaban tierras y vínculos de sangre. Su primer apellido, Cervantes, procede casi con seguridad de la rama materna. De hecho, entre los parientes del escritor hay tres sobrinas que son hermanas ente sí, la primera de las cuales se llama María de Peralta, como la madre, y las otras dos Marina y Quiteria de Cervantes. La situación refleja la arbitrariedad en la elección de apellidos habitual hasta el siglo XVIII.

Cursó sus primeras letras en el Estudio de Gramática de la Universidad de Toledo situado en la parroquia de San Andrés y regentado por Alonso Cedillo, teniendo como maestro al prestigioso humanista Alejo Venegas, que será decisivo en su formación.

Estudió luego en la Universidad de Salamanca, donde se graduó de bachiller en Cánones. Se carece de documentación y no se sabe quiénes fueron sus profesores, aunque es posible que entre ellos se encontrara Hernán Núñez, a la sazón catedrático de Retórica.

En la primavera de 1539 partió para Flandes dentro de la comitiva que encabezaba el licenciado Pedro Girón, miembro del Consejo del emperador Carlos V.

El motivo del viaje era reconciliar las diferencias surgidas entre la marquesa del Cenete, Mencía de Mendoza, viuda del conde de Nassau, y el hijo de éste, el príncipe de Orange, en torno a la herencia del dicho conde, fallecido el año anterior. Las negociaciones pronto llegaron a buen término y el 23 de junio de 1539 así lo anunciaba Pedro Girón en carta al Emperador.

Su estancia en Flandes, sin ser larga, resultó muy provechosa, pues en esos pocos meses tuvo la oportunidad, como refiere su maestro Alejo Venegas, de conversar “con muchas personas eruditas” y, especialmente, con Juan Luis Vives, a quien debió de tratar asiduamente en el palacio de la marquesa del Cenete, gran protectora de artistas y hombres de letras.

Años después, Cervantes de Salazar recordará con admiración la prodigiosa memoria del humanista valenciano y cómo en una ocasión se entretuvo en enumerarle “los nombres de los dictadores, cónsules, censores, pretores y de los otros que ejercieron las demás magistraturas, junto con sus sobrenombres, nombres y apellidos”.

A su regreso a España entró, como secretario de Latín, al servicio del cardenal fray García de Loaísa, uno de los hombres más poderosos de la época, con quien debió de permanecer como mínimo hasta el otoño de 1545. García de Loaísa, miembro del Consejo de Estado, presidente del Consejo de Indias, arzobispo de Sevilla y confesor del Emperador, le abre las puertas de la Corte. En 1540 escribe un prólogo en castellano y en latín al libro Vergel de Sanidad de Lobera de Ávila, uno de los médicos de Carlos V. En 1544 publica, en la imprenta sevillana de Doménico de Robertis, la primera versión castellana de la Introductio ad sapientiam de Vives con el título de Introducción para ser sabio, dedicada a la infanta doña María.

Se trata de una traducción muy sobria y casi literal del texto latino, que revisará casi por completo dos años después, con toda una serie de glosas añadidas.

Esta nueva versión se titulará Introducción y camino para la sabiduría y aparecerá junto a otras dos obras: el Apólogo de la ociosidad y el trabajo de Luis Mexía y el Diálogo de la dignidad del hombre de Pérez de Oliva, con el rótulo general de Obras que Cervantes de Salazar ha hecho, glosado y traducido.

Las tres obras, cada una a su manera, encierran aspectos de sumo interés para el humanismo de la época.

El texto de Vives es un manual de conducta dentro de la Philosophia Christi propugnada por Erasmo, cuyo lema principal, repetido al principio y al final, es el socrático conocerse a sí mismo. El Apólogo de la ociosidad del protonotario Mexía presenta, en clave alegórica, una defensa del trabajo como solución a la pobreza en la misma línea de Vives o Venegas, aunque también se escuchen los argumentos esgrimidos por los defensores de la vida ociosa, quienes, en sintonía con algunos personajes de la picaresca, insisten en que el disimulo y hasta el engaño son las armas del pobre.

Finalmente, El diálogo de la dignidad es una obra que desarrolla el clásico dilema entre las miserias y maravillas del hombre, y en sus páginas Cervantes de Salazar ya no se conformó con glosar o anotar, sino que le añadió por su cuenta toda una larga continuación que triplica el texto de Pérez de Oliva. Su ejercicio retórico, de gran belleza verbal en muchas de sus partes, no debe desdeñarse ni, por supuesto, tacharse de poco original, pues la originalidad en este tipo de tratados está, precisamente, en la aemulatio, esto es, en igualar —o incluso superar a través de la imitación— el texto original.

El Diálogo de la dignidad del hombre va precedido por una carta nuncupatoria a Hernán Cortés, personaje a quien debió de conocer, como conoció a otros muy relevantes, bajo los auspicios del cardenal Loaísa.

Parece seguro que participó en las tertulias literarias que daba el viejo conquistador en sus últimos años, además de haber departido con él en la intimidad, según escribirá más adelante. Dentro de ese ambiente, trató también a otros conquistadores, caso de Andrés de Tapia, el fiel lugarteniente de Cortés en la campaña mexicana, y muy posiblemente a López de Gómara, secretario y capellán del marqués de Valle y autor de la Conquista de México, todo lo cual explica, entre otras cosas, su posterior cargo de cronista de Indias y quizá su mismo viaje a América.

Muertos el cardenal en 1546 y Hernán Cortés un año más tarde, Cervantes de Salazar se queda sin valedores, aunque sigue estando bien relacionado. Es buen amigo de Ambrosio de Morales, se cartea con el prestigioso humanista Juan Maldonado y dedica el referido Apólogo de la ociosidad al arzobispo de Toledo, el controvertido Juan Martínez Silíceo, quien en 1547 promulga para la catedral toledana los estatutos de limpieza de sangre como medida para reducir, si no eliminar, la presencia de conversos en el Cabildo y en la administración de la ciudad arzobispal. Entre 1548 y 1550 es catedrático de Retórica en la Universidad de Osuna. Una carta fechada el 4 de febrero de 1550 desde Osuna a Isabel Pacheco, abadesa del monasterio de Santa Clara en Montilla, es el último testimonio que se tiene de Cervantes de Salazar en España. A finales de 1550 o principios de 1551 se embarca para México y allí permaneció el resto de sus días.

Mucho se ha especulado sobre su viaje a América. En uno de sus dos testamentos dice textualmente que lo hizo a instancias de su primo Alonso de Villaseca, “por cuyo amor dejé mi tierra y buen asiento por honrarme con un deudo tan poderoso y tan solo y tan pariente”, aunque esas palabras no pueden ser tomadas al pie de la letra al haber sido escritas con motivo del pleito que le había interpuesto su primo para que pagara la manutención por los cuatro años en que había vivido a su costa. Parece más razonable pensar en otras causas, entre las cuales deben de estar la curiosidad, el prurito de aventura y, sobre todo, el hecho de que el virrey, Antonio de Mendoza, estuviera en esos momentos reclutando profesores para la universidad que pensaba fundar en México.

Nada más llegar al Nuevo Mundo, mientras se ultiman las obras y preparativos de la nueva universidad, se gana la vida dando clases de Gramática en alguna escuela particular. El 3 de junio de 1553, se inaugura la Real y Pontificia Universidad de México y desde un principio desempeña en ella un papel preponderante, siendo el encargado de pronunciar la lección inaugural, un texto latino que se ha perdido. De 1553 a 1557 ocupa la cátedra de Retórica, como ya había hecho en Osuna, a la vez que aprovecha para completar sus estudios, pues, pese a su mucho saber, no parece que a su llegada a México pasara de bachiller en Cánones. Desde luego, en poco tiempo consigue los grados de licenciado en Artes y bachiller en Teología, aunque luego tardará más de diez años en doctorarse.

Su maestro y examinador en más de una ocasión fue fray Alonso de la Veracruz, autor de varias obras teológicas que Cervantes de Salazar prologará.

En 1554, cercano a los cuarenta, decide hacerse sacerdote. Era un paso frecuente en la época para hombres célibes y dedicados a las letras. Seguramente su ordenación no fue vocacional y, a tenor de las dificultades que tuvo para avanzar en su carrera eclesiástica, es posible que su dedicación tampoco fuera demasiado ejemplar. Su carrera académica y literaria, en cambio, no parece haber tenido tacha.

A finales de 1554 edita el libro Excercitiationes Linguae Latinae de Luis Vives, que imprime acompañado de unos comentarios suyos, además de incluir siete diálogos latinos también originales: cuatro sobre juegos, escritos todavía en España, y tres sobre la ciudad de México, que constituyen el primer testimonio que se posee sobre la urbe colonial. Los diálogos lúdicos se inspiran en los de su admirado Vives y tienen un propósito principalmente didáctico, como aprendizaje del Latín, aunque su lectura, sencilla y pensada para el estudiante, no deja de tener su interés, ya que algunos juegos se mencionan allí por primera vez. Mucho mayor valor y originalidad ofrecen los tres diálogos sobre México, en los cuales Cervantes de Salazar hace una descripción detallada de la ciudad desde varias perspectivas y con distintos enfoques. Así, en el primero de ellos, los interlocutores pasean y hablan de la universidad recién fundada, mientras que en los diálogos restantes otro grupo de personajes describe primeramente el centro urbano, con sus monumentos, plazas, iglesias, conventos y callejuelas, y luego las afueras, donde se desparraman las casuchas de los indios entre huertas y bosques.

Vicente Gaos considera estos diálogos como una pequeña obra maestra en el “arte de ver”, sin igual en la literatura española hasta Azorín, lo cual ya había notado el impresor Juan Pablos en el prólogo de 1554 cuando escribía que “no parece que se describe, sino que se ponen las cosas a la vista”.

El 3 de febrero de 1557 alcanza el grado de bachiller en Teología y poco después empieza a redactar la Crónica de la Nueva España, que le ocupará los siguientes años, hasta por lo menos 1564. Durante todo ese tiempo el Ayuntamiento de la ciudad le pasó un salario de 200 pesos de oro, además de pagarle también un escribiente. El modelo que siguió fue primordialmente la Conquista de México de Francisco López de Gómara, pero no se limitó a copiar. Varios episodios fundamentales, especialmente las aventuras de Jerónimo de Aguilar, la Noche Triste o el sitio y toma de la ciudad de México, difieren notablemente de versiones anteriores, probablemente porque Cervantes de Salazar se basaba en los testimonios de los viejos conquistadores que aún vivían cuando él llegó a México. Debe subrayarse, por lo demás, la alta calidad literaria de la Crónica. La narración fluye ágil; las descripciones y los diálogos se entretejen casi siempre con maestría; los personajes, desde el general Cortés hasta el último soldado, desde el emperador Moctezuma hasta el menor de los caciques, están insuflados de una gran humanidad. Hay a lo largo de la narración un fino sentido del drama. Las secciones más descriptivas tienen también su interés. Todo el apartado sobre la geografía y la fauna de la Nueva España, sin alcanzar el rigor y la extensión de las obras de fray Bernardino de Sahagún o José de Acosta, resulta extraordinariamente informativo. La descripción detallada que hace de la ciudad de México (una versión ampliada en castellano de lo que había ya dejado escrito en sus diálogos latinos) es un testimonio inapreciable de la urbe colonial. No desmerece tampoco el estilo, que, en ocasiones, como en Gómara, resulta sentencioso y lacónico; y en otras, sobre todo en los discursos y arengas, aparece elocuente y copioso, tal como se prescribía en la historiografía renacentista.

La Crónica quedó sin terminar y nunca llegó a publicarse.

El manuscrito pasó por distintas manos y ya en pleno siglo XVII fue ampliamente utilizado por el historiador Antonio de Herrera. En 1560, con ocasión de las honras fúnebres por el emperador Carlos V, muerto dos años antes, Cervantes de Salazar escribió el Túmulo Imperial, un testimonio valioso para conocer de cerca la vida colonial en aquella época.

Sus últimos años quedan parcialmente iluminados gracias a un rimero de 57 cartas enviadas desde la metrópoli por parientes y amigos entre 1569 y 1575, en las que los remitentes, en su mayor parte, dan cuenta de las gestiones llevadas a cabo por ellos para mejorar la carrera eclesiástica del escritor. El corresponsal más importante en esta colección es el cosmógrafo y humanista Juan López de Velasco, hombre influyente dentro de la Inquisición, quien, pese a ello, no pudo hacer nada para satisfacer las aspiraciones de su amigo. Cervantes de Salazar nunca consiguió las prebendas que solicitaba. Es difícil saber las causas del fracaso, aunque una posible razón, avalada por algunos testimonios, pueda ser su falta de dedicación y hasta cierta dejadez en las labores eclesiásticas. Desde luego, el arzobispo de México, Moya de Contreras, lo tachó en un informe de poco casto y nada eclesiástico e incluso se atrevió a decir de él que no era hombre para encomendarle negocios, acusación esta última claramente injusta visto el preponderante papel que tuvo en la Universidad Pontificia, en la que llegó a ser por dos veces rector. Sea como fuere, Cervantes de Salazar dentro de la Iglesia no pasó de una canonjía y cuando se fundó el tribunal del Santo Oficio se tuvo que conformar con el cargo de visitador, sin llegar a más. En 1560 y en 1572 participó en varios procesos inquisitoriales sobre posesión de libros prohibidos, en los cuales siempre votó para que dieran tormento al acusado. No se sabe mucho más, pero su severidad sorprende, especialmente por parte de quien había estado en su juventud tan cerca del humanismo cristiano preconizado por hombres como Juan Maldonado o Juan Luis Vives.

Murió el 14 de noviembre de 1575 y dejó a su muerte, entre otros bienes, una amplia biblioteca, cuyos títulos, la mayoría en latín, ponen de relieve su vasta cultura y su insaciable curiosidad por temas tan varios como la Medicina, la Geografía o la Botánica.

 

Obras de ~: Epístola laudatoria en doble versión (latina y castellana) en los preliminares de L. Lobera de Ávila, Vergel de sanidad, que por otro nombre se llamava Banquete de cavalleros y orden de bivir, Alcalá de Henares, 1542; Introducción para ser sabio [...] compuesta en latín por [...] Luis Vives vuelta al castellano por Francisco Cervantes de Salazar, Sevilla, 1544; epístola laudatoria en latín a Juan Maldonado, 1545; Obras que Francisco Cervantes de Salazar ha hecho, glosado, y traduzido. La primera es un Diálogo de la dignidad del hombre, [...] començado por el maestro Oliva [...] La segunda es el Apólogo de la ociosidad y el trabajo, intitulado Labricio Portundo, [...] Compuesto por el Protonotario Luys Mexía,[...], La tercera es la introducción y camino para la sabiduría, [...] compuesta en latín por [...] Luys Vives, buelta en Castellano, con muchas adiciones, Alcalá de Henares, 1546; Epístola laudatoria en los preliminares de fray J. Bermudo, Arte trifaria, 1550; Commentaria in Ludovici Vives Excercitationes Linguae Latinae [comprende además los diálogos de Cervantes Saltus, Ludus spherae per anulum ferreum, Obeliscorum sive lignearum pyramidularum ludus, Pilae palmariae ludus y tres también originales suyos relativos a México titulados Academia Mexicana, Civitas Mexicus interior y Mexicus exterior] México, 1554 (México en 1554. Tres diálogos latinos que Francisco Cervantes de Salazar escribió e imprimió en México en dicho año, texto bilingüe latino-español de los diálogos sobre México, ed. y trad. de J. García Icazbalceta, México, 1875; Tres diálogos latinos traducidos, versión al castellano por J. García Icazbalceta de los diálogos sobre México, con notas preliminares de J. Jiménez Rueda, México, 1939); Life in the imperial and loyal city of Mexico in New Spain, and the Royal and Pontifical University of Mexico: as described in the dialogues in the dialogues for the study of the Latin language prepared by Francisco Cervantes de Salazar, facs. de los diálogos originales de Cervantes de Salazar publicados en México en 1554, con trad. al inglés de M. L. Barrett Shepard e intr. y notas de C. Eduardo Castañeda, Austin (Texas), 1953; Crónica de la Nueva España, Biblioteca Nacional de Madrid, ms. 2011 ¿1557-1564? (ed. de F. del Paso y Troncoso, México, 1914- 1936, 3 vols.; ed. de M. Magallón, Madrid, 1914; ed. de M. Magallón y est. prelim. con índices de A. Millares Carlo, Madrid, 1971); Túmulo imperial de la gran ciudad de México, México, 1560 (ed. de E. O’Gorman, México en 1554 y Túmulo imperial, México, 1963); Epístola dedicatoria al virrey de la Nueva España, Martín Enríquez, en los preliminares de Dr. F. Bravo, Opera medicinalia, México, 1570; “Prólogo” en Fr. A. de la Vera Cruz, Speculum coniugiorum, Alcalá de Henares, 1572.

 

Bibl.: J. García Izcabalceta, “Noticias del autor y la obra”, en F. Cervantes de Salazar, México en 1554, op. cit.; A Millares Carlo (intr., notas y apéndices), Cartas recibidas de España por Francisco Cervantes de Salazar (1569-1575), México, Antigua Librería Robredo, 1946 (Biblioteca Histórica Mexicana de Obras Inéditas, 20); Apuntes para un estudio bibliográfico del humanista Francisco Cervantes de Salazar, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Dirección General de Publicaciones, 1958; V. Gaos, “Cervantes de Salazar como humanista”, en Temas y problemas de literatura española, Madrid, Ediciones Guadarrama, 1959; A. Millares Carlo, Cuatro estudios biobibliográficos mexicanos: Francisco Cervantes de Salazar, fray Agustín Dávila Padilla, Juan José de Eguiara y Eguren, José Mariano Beristáin de Souza, México, Fondo de Cultura Económica, 1986; A. M. García Español, Estudio léxico de un cronista de Indias, Francisco Cervantes de Salazar, Barcelona, Publicacions Universitat de Barcelona, 1991; D. M. Bono, Cultural diffusion of Spanish humanism in New Spain: Francisco Cervantes de Salazar’s, “Diálogo de la dignidad del hombre”, New York, Lang, cop. 1991.

 

José Luis Madrigal