Dávila y Guzmán, Francisco. Ávila, 1548 sup. – Roma (Italia), 20.I.1606. Canónigo, teólogo, catedrático, cardenal, inquisidor y comisario general de la Cruzada.
Conocido también en la documentación como Francisco Guzmán o Francisco de Mújica y Ávila de Guzmán, nació en la ciudad abulense de noble familia: eran sus padres Garci Ibáñez de Mújica, señor de Albornos, y María Velasco de Ávila. Nada se sabe de sus primeros años, pero el 1 de febrero de 1565 se matriculó en la Universidad de Salamanca, donde figuraba como colegial legista del Colegio Mayor de Cuenca, desde 1567 hasta 1572, y allí desempeñó el cargo de rector en el curso 1571-1572 o, según algunos, en el anterior, y obtuvo el grado de bachiller en Teología. No se sabe cuándo recibió las sagradas órdenes, aunque en 1572 fue propuesto para el arcedianato de Toledo en la catedral primada. Desempeñó en Toledo el cargo de inquisidor y desde 1589 hasta 1596, el de comisario general de la Cruzada; llegó a ser consultor del Tribunal Supremo de la Inquisición y cobrador del subsidio y excusado.
Felipe II solicitó al papa Clemente VIII que elevara al cardenalato a Francisco Dávila y a Fernando Niño de Guevara, con lo que ambos consiguieron la púrpura en el consistorio de 5 de junio de 1596. Juntos salieron para Roma, donde recibieron el capelo el 29 de marzo de 1597; un mes después, el 21 de abril, se le asignó el título de cardenal presbítero de San Silvestre in Capite, que mudó el 8 de enero de 1599 por el de Santa Cruz de Jerusalén. En 1600 fue nombrado cardenal protector de España ante la Santa Sede y adscrito a las congregaciones del Concilio y de la Inquisición.
Hombre de recto proceder y celoso defensor de la disciplina eclesiástica, no supo desenvolverse enmedio de las intrigas de la curia romana, como se puso de manifiesto en el cónclave de marzo de 1605, que había de elegir al sucesor de Clemente VIII. Los votos recayeron sobre el cardenal Alejandro de Médicis, que contaba con el veto del Rey Católico, gracias a la ineptitud de Dávila, que sólo protestó contra la elección cuando ya no tenía remedio. Sin embargo, el nuevo Papa, que adoptó el nombre de León XI, murió a los veinticinco días de su elección, por lo que hubo que proceder a otro nuevo cónclave. Tampoco en esta ocasión fue hábil el cardenal Dávila y salió elegido el cardenal Camilo Borghese, que no era el candidato español, y que tomó el nombre de Paulo V.
Francisco Dávila murió en Roma pocos meses después y fue enterrado provisionalmente en la iglesia de su título cardenalicio hasta que sus restos, de acuerdo con sus disposiciones testamentarias, fueron llevados a su ciudad natal.
Bibl.: A. Chacón, Vitæ et res gestæ Pontificvm Romanorum et S. R. E. Cardinalivm ab initio nascentis Ecclesiæ vsque ad Vrbanvm VIII. Pont. Max., vol. II, Roma, Typis Vaticanis, 1630, col. 1888; L. Cardella, Memorie storiche de’ cardinali della Santa Romana Chiesa, vol. VI, Roma, Pagliarini, 1793, págs. 36-37; J. Tellechea Idígoras, “Los ‘Elogia pontificum et cardinalium’ de Teodoro de Ameyden. Notas acerca de los papas y cardenales del Seiscientos (1600-1655) en sus relaciones con España”, en Cuadernos de Trabajo de la Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma, VII (1955), pág. 204; P. Gauchat, Hierarchia Catholica Medii et Recientoris Aevi, vol. IV, Padua, Il Messaggero di San Antonio, 1960, págs. 5, 42 y 49; J. Martínez Millán y T. Sánchez Rivilla, “El Consejo de Inquisición (1483-1700)”, en Hispania Sacra [Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Instituto Enrique Flórez], 36 (1984); J. Goñi, “Dávila y Guzmán, Francisco”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, Suplemento I, Madrid, CSIC, Instituto Enrique Flórez, 1987, págs. 249-250; J. Martínez Millán y C. J. de Carlos Morales (dirs.), Felipe II (1527-1598). La configuración de la Monarquía hispánica, Salamanca, Junta de Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura, 1998.
Miguel C. Vivancos Gómez, OSB