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Luis Fernández de Córdoba y Arce

Biografía

Fernández de Córdoba y Arce, Luis. Señor de la Villa del Carpio. La Rambla (Córdoba), 16.X.1593 – ?, m. s. xvii. Veinticuatro de Córdoba, caballero de Santiago, gobernador, capitán general y presidente de la Real Audiencia del reino de Chile, gobernador de Málaga y de las Islas Canarias.

Nació en La Rambla, Córdoba, el 16 de octubre de 1593, como hijo de Garcí Fernández de Córdoba, veinticuatro de Córdoba, y de Catalina de Morales Negrete. Desde niño ingresó al servicio del Rey y heredó de su padre la veinticuatría de Córdoba.

En 1611 su tío, el marqués de Guadalcázar, se trasladó a América con el cargo de virrey de Nueva España y con él se embarcó Luis Fernández que pagó, a su costa, a un grupo de soldados. En 1615 estuvo en la defensa de Acapulco contra los holandeses, se le nombró comandante de los fuertes de San Juan de Ulúa y, en ese mismo año, gobernador de Trascala, donde permaneció hasta 1617.

También fue general de la flota del virrey que mantenía el comercio entre México y Filipinas. En este último cargo debió tomar parte en las acciones emprendidas contra los piratas holandeses que hostilizaban a los españoles. Especial brillo alcanzó cuando aquéllos se presentaron frente a Cavite y Manila, donde de su bolsillo puso 15.000 pesos para dotar a los soldados defensores de armas y pertrechos. Regresó a México como almirante de la flota y en el camino debió soportar malos tiempos y grandes tormentas que costaron la vida de muchos y aun él estuvo a punto de perder la suya, resultando tullido por varios meses. Provisto gobernador de Yucatán, no pudo hacerse cargo de su destino por lo cual debió asumir el de castellano de los fuertes de San Juan de Ulúa.

Siempre en compañía de su tío, el marqués de Guadalcázar —ahora nombrado virrey de Perú—, se traslado al sur de América con el cargo de teniente capitán general en Perú. En tal calidad se mantuvo alerta y sin sosiego debido a la amenaza de los holandeses.

En la ciudad de Cuzco se casó con Juana de Arce y Tordota, señora de la villa del Carpio.

El 4 de enero de 1625 fue nombrado, por el virrey su pariente, gobernador, capitán general y presidente de la Real Audiencia de Chile, siendo confirmado en el cargo por Cédula Real de Chile, en 1629. Antes del nombramiento hubo que salvar un problema: el Rey había dispuesto, por Real Cédula de 1619, que los virreyes y gobernadores no pudieran dar cargos a sus familiares y parientes cercanos hasta el cuarto grado, a menos que los servicios propios del candidato fuesen suficientemente probados, y ése era el caso. Para poder hacer realidad el nombramiento de Fernández de Córdoba fue necesario levantar una información de servicios ante la Real Audiencia y producto de ella, un oidor escribía al Rey que le parecía que “por ser tales los servicios hechos por el dicho General, le parece está hábil para que Su Excelencia le haga merced conforme a ellos”.

Era Fernández de Córdoba, dice el padre Diego Rosales, “de adelantado ánimo, muy diligente y sufrido en la guerra, muy amigo de religiosos y de conversar con ellos [...] —y agrega que era— cortés, afable, discreto, dadivoso y clemente [...]”. El propio Luis Fernández estimaba, en su fuero interno, que merecía premios de parte del Monarca y por ello solicitaba “se sirva hacerme merced del hábito de Santiago con alguna encomienda de esta orden, o que sea de indios en Perú [...] y título de marqués o conde de mi casa, pues en esto descargará V. M. su real conciencia premiando los buenos servicios de mis antepasados y yo habemos hecho [...]”.

A Chile llegó el 28 de mayo y casi de inmediato fue recibido por el cabildo de Concepción y se puso manos a la obra. Aunque estaba vigente el sistema de guerra defensiva implantado a instancias del padre Valdivia, Fernández de Córdoba conocía el desprestigio en que el sistema había caído y no les prestó a los indígenas que querían firmar la paz ninguna atención.

También se dedicó a poner en orden los problemas administrativos y contables que existían e incluso castigó a los funcionarios venales.

En diciembre de ese año pasó a Santiago, donde fue muy bien recibido por el cabildo el 21 de ese mes y al día siguiente por la Audiencia. La ciudad lo acogió con mucha solemnidad porque deseaba fervientemente que terminara el sistema de guerra defensiva y como se sabía que el nuevo gobernador era contrario a él, se mostró particularmente interesada en agasajarlo.

Felizmente para los intereses de los encomenderos chilenos que creían que sus problemas derivaban de la existencia de la guerra defensiva, el Rey, informado de los pésimos resultados que para la pacificación del reino había tenido ese sistema, decidió terminar con él y, por Real Cédula de 13 de abril de 1625, mandó que a los indios rebelados se les combatiese en forma activa, poniendo con ello término al sistema imperante y haciendo resurgir lo ordenado respecto de la esclavitud de aquellos que hicieran guerra injusta.

Fernández de Córdoba proclamó en Santiago la reanudación de la guerra ofensiva, el 25 de enero de 1626, enmedio del regocijo de los vecinos que veían desaparecer el sistema contra el cual se habían manifestado durante catorce años.

Además, con la reanudación de la guerra, renacía la posibilidad de hacer esclavos a los indígenas tomados en batalla, lo que significaba un pingüe negocio para los militares y avivó el interés por ir al sur a pelear contra los indígenas o, mejor dicho, a prender “piezas” que pudieran venderse en los mercados del norte. Esto permitió que las incursiones al sur del Bio Bio contaran con más soldados.

Los abusos cometidos en la trata de esclavos indios y la barbarie a que se vieron expuestos todos los naturales del país, hizo que éstos reaccionaran violentamente contra el hispano criollo y, a las órdenes de Lientur, la comarca cercana a la Imperial se levantó en armas.

Como consecuencia del alzamiento, toda la zona se movilizó y, en la creencia de poder expulsar a los dominadores, a los indios de guerra se les unieron los que las provincias que habían firmado la paz. El fuerte de Nacimiento fue casi enteramente destruido y sólo la intervención fortuita de una fuerza comandada por el gobernador evitó la ruina total. Lientur continuaba incursionando a través de los pasos cordilleranos.

Cayó sobre Chillán y se adueño de los llanos de Angol. La respuesta de los españoles, alentados por el obispo y por los religiosos, fue rezar y con ello sólo consiguieron azuzar más a los indígenas.

Como resultado de aquello, Lientur atacó, cruzó la frontera del Bio Bio por la banda occidental de la cordillera y cayó sobre Chillán. En su búsqueda y persecución salió el corregidor y enfrentado al caudillo indígena fue derrotado; Lientur escapó por los boquetes cordilleranos y se encontró en Las Cangrejeras con el grueso del ejército comandado por el maestre de campo. En esa batalla los españoles perdieron numerosos soldados y otros fueron cautivados por los indios. Uno de ellos fue Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán que después escribió el famoso libro El Cautiverio Feliz o Razón de las dilatadas guerras del Reino de Chile.

Llegó a Chile la noticia de que el Rey había nombrado un nuevo gobernador para el reino y Fernández de Córdoba preparó el traspaso del mando, que se produjo a fines de diciembre de 1629, y luego de salvar limpiamente el escollo del juicio de residencia, abandonó Chile en abril de 1630.

Se fue entonces al Perú y más tarde viajó a España.

Se cruzó caballero de la Orden de Santiago en 1634 y fue sucesivamente designado gobernador de Málaga y de las Islas Canarias (1638-1644).

 

Bibl.: P. Córdoba y Figueroa, “Historia de Chile”, en Colección de Historiadores de Chile y documentos relativos a la historia nacional, t. II, Santiago, 1862; M. Olivares, “Historia militar, civil y sagrada de Chile”, en Colección de Historiadores de Chile y documentos relativos a la historia nacional, t. IV, Santiago, 1864; V. Carvallo Goyeneche, “Descripción Histórico- Jeográfica del Reyno de Chile”, en Colección de Historiadores de Chile y documentos relativos a la historia nacional, ts. VIIIX, Santiago, 1875; D. Rosales, Historia General del Reino de Chile. Flandes Indiano, Valparaíso, 1877; J. T. Medina, Diccionario Biográfico Colonial, Santiago, Imprenta Elzeviariana, 1906; F. A. Encina, Historia de Chile, Santiago, Editorial Nascimento, 1940; J. L. Espejo, Nobiliario de la Capitanía General de Chile, Santiago, Editorial Andrés Bello, 1956; A. Ovalle, Histórica Relación del Reyno de Chile, Santiago, 1969; S. Villalobos, Historia del pueblo chileno, t. IV, Santiago, Editorial Universitaria, 2000; D. Barros Arana, Historia General de Chile, Santiago, Editorial Universitaria-Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 2000.

 

Julio Retamal

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