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Juan Alfonso de Haro (II)

Biografía

Alfonso de Haro, Juan. Señor de Cameros. ?, s. m. s. XIII – 7.VI.1328. Noble, señor.

Primogénito y heredero de Juan Alfonso de Haro y de Constanza Alfonso Téllez, su padre lo va incorporando a sus responsabilidades públicas para facilitar la posterior sucesión. De este modo, en enero de 1292, junto a su padre, recepciona las plazas fronterizas otorgadas por el tratado de Monteagudo; además, por esos mismos años, ambos cobran sus soldadas de manos de Sancho IV de Castilla. Al contar con el mismo nombre, algunos autores identifican a padre e hijo como una misma persona. Sin embargo, quizás no sea así porque en 1293 “Johan Alfonso, fi de Johan Alfonso de Haro” percibe en solitario una soldada regia y, cinco años más tarde, aparece por primera vez como señor de Calahorra junto a su mujer Teresa Almoravid, datos reveladores del anterior fallecimiento de su padre. Siguiendo la estela de su progenitor, actúa bajo el vasallaje de Sancho IV, confirmando sus privilegios y siendo un importante interlocutor en sus relaciones con Jaime II de Aragón. En 1293, participa en las entrevistas celebradas entre ambos monarcas en Alfaro y Logroño, alojando a Sancho IV en Entrena y Velilla, así como recibiendo en su nombre cautivos franceses de manos del rey aragonés; incluso, dos años más tarde, Jaime II se dirige a él para quejarse del incumplimiento de lo pactado. Por todos estos servicios, en agosto de 1294, la hacienda castellana le paga 38.762 de los 41.996 maravedíes que se le adeudaban.

Tras la muerte de Sancho IV en 1295, aprovecha la inestable situación de la corona durante la minoridad de Fernando IV para obtener el señorío de Cameros, retrasando su apoyo a la reina regente María de Molina “fasta que le entregasen los Cameros que decía que los avía de aver de derecho”. La presencia de las tropas aragonesas en Ariza, las reclamaciones del infante Juan al trono leonés y las de Alfonso de la Cerda a la corona castellana (apoyadas ambas por nobles como Juan Núñez de Lara) y el avance del rey de Portugal sobre Valladolid, residencia de Fernando IV, obligan a la regente a nombrarle señor de Cameros en abril de 1296. A continuación, Juan Alfonso de Haro acude a Valladolid en socorro del rey-niño y su madre y participa en el frustrado asedio a Paredes de Nava. Al año siguiente, recupera la judería de Nájera, que había sido tomada por las tropas de Alfonso de la Cerda, y asiste a las cortes de Cuéllar. Finalmente, el 7 de mayo de 1299, obtiene su victoria militar más importante al apresar en Alfaro a Juan Núñez de Lara, quien irrumpía en Castilla procedente de Navarra. Después de encerrarlo en el castillo de Nalda, rentabiliza al máximo tan valioso rehén. Se niega a entregárselo al infante don Enrique en Soria y sí lo hace a María de Molina en Santo Domingo de la Calzada. A cambio, obtiene de la regente varios lugares en “juro de heredad” para él y su mayordomo, Gonzalo Alfonso de Quintana; además, su hijo, también llamado Juan Alfonso, y su yerno, Felipe de Castro, reciben 700.000 maravedíes. Entre los lugares adquiridos por el señor de Cameros se encontrarían Yanguas, San Pedro de Yanguas, Navarrete y, quizás, Ágreda (villa a la que renuncia en 1300). En resumen, se observa cómo gracias a sus servicios a la regente, Juan Alfonso de Haro se convierte en uno de los principales nobles castellanos y afianza su posición en la frontera nororiental del reino.

A finales de 1301, Fernando IV alcanza la mayoría de edad y comienza a reinar controlado por el infante don Juan y Juan Núñez de Lara, quienes desplazan a María de Molina. Ante esta situación, el señor de Cameros integra un grupo de oposición junto al infante don Enrique y el señor de Vizcaya, Diego López de Haro. Mediante el pacto de Ariza, éstos prestan vasallaje a Jaime II de Aragón y le prometen el reino de Murcia a cambio de su apoyo contra el rey castellano. La muerte en agosto de ese año de don Enrique y la Sentencia Arbitral de Torrellas que, ratificada en agosto de 1304, pone fin a la guerra entre Castilla y Aragón, resta muchos apoyos a los nobles rebeldes; así, pocos meses más tarde, el señor de Cameros abandona al de Vizcaya y se reconcilia con Fernando IV en Guadalajara. El Rey castellano aprovecha la ocasión para recuperar algunas “tierras” cedidas a Juan Alfonso, tal es el caso de San Pedro de Yanguas, infructuosamente reclamada por su yerno, Ramón Falque, en 1307. Ante esta amenaza, el señor de Cameros maniobra en la corte acercándose al infante don Juan, “valido” de Fernando IV desde su triunfo en Grijota. Cuando este infante abandona el sitio de Algeciras declarándose en rebeldía, el señor de Cameros avanza sobre Nájera para proteger su retirada en enero de 1311, incorporándose al partido nobiliario levantado contra el monarca. Poco antes de fallecer en septiembre de 1312, Fernando IV mezcla el castigo con el favor, pues le retira la villa de Navarrete, pero a la vez intenta atraerlo concediéndole el cargo de alférez.

Durante la minoridad de Alfonso XI, apoya al infante don Pedro que, según las cortes de Burgos (1315), comparte la tutoría del joven monarca con su rival, el infante don Juan; quizás gracias a este apoyo desempeña el cargo de “prestamero” de la merindad de Logroño. Tras la muerte de ambos tutores en la campaña de Granada en 1319, se desencadena la lucha entre los infantes don Felipe, don Juan Manuel y don Juan el Tuerto por la ansiada tutoría. El señor de Cameros aprovecha esta coyuntura de inestabilidad política para aumentar su poder en la frontera del Ebro y compensar el descenso de sus rentas (consecuencia del agotamiento del modelo económico feudal) mediante agresiones a instituciones eclesiásticas y concejos. Estos ataques, llevados a cabo por compañías integradas por linajes locales vinculados a su vasallaje (los Baztán, Pérez de Ágreda, Jiménez de Arellano, etc.), le han hecho pasar a la historia como un claro ejemplo de “malhechor feudal”.

Los centros religiosos apenas pueden resistirse a sus grupos armados. Saquea lugares pertenecientes a los monasterios de Santa María de Nájera (Leza, Pedroso, Bezares y Ribafrecha), San Martín de Albelda (Albelda) y San Millán de la Cogolla (Ventosa y Villarejo), así como la villa de Alcanadre (propiedad de la Orden de San Juan de Jerusalén y del cabildo catedralicio de Calahorra) cuya ocupación le acarrea la pena de excomunión en 1320. Muchas veces, aparte del botín, el objetivo de estos ataques es favorecer su intervención en la dinámica interna de estas instituciones: en 1305 promueve exenciones fiscales para los vecinos de Villarejo, localidad emilianense víctima de sus propias rapiñas, y, once años después, impone al cenobio najerino la fundación de Oriemo en sustitución de Ribafrecha, villa arrasada a causa de sus acciones.

Esta presión es especialmente asfixiante para el monasterio de Santa María de Herce y la catedral de Calahorra, centros eclesiásticos a los que pretende imponer su encomienda. Sobre el cenobio del Cidacos, fundado por su abuelo Alfonso López de Haro, ejerce un estrecho control derivado de su derecho de patronazgo e incluso, tras reiterados ataques, le obliga a entrar en su encomienda en 1327. En cambio, la sede calagurritana ofrece una mayor oposición ante las agresiones del señor de Cameros desde Arnedillo, castillo cuyo alcaide sirve a dicho noble aun siendo propiedad episcopal. El cabildo catedralicio se muestra partidario de aceptar sus condiciones; no obstante, el prelado se opone y, huyendo de Juan Alfonso de Haro, se instala en Santo Domingo de la Calzada, villa y concatedral que se apresura a fortificar.

Ante ataques similares, los concejos de Calahorra y Herce aceptan la encomienda del señor de Cameros en 1320 y 1327, respectivamente; asimismo, tras sufrir la ocupación de su aldea de Olvega, Ágreda concierta con él una tregua en 1322. Por el contrario, Logroño opone una resistencia más efectiva a estas malfetrias, en parte debido a la importancia estratégica de su localización fronteriza. Las fuerzas de la Hermandad de la Merindad de Logroño, creada en 1316, toman Leza y arrasan Ribafrecha, bases de donde partían los ataques de Juan Alfonso de Haro.

Finalmente, las cortes de Valladolid (1325) declaran mayor de edad a Alfonso XI. El señor de Cameros, confirmante habitual de los privilegios regios, permanecería fiel al monarca en la frontera del Ebro, a pesar de la sublevación de los infantes don Juan Manuel y don Juan el Tuerto. Así, en 1327 integra la comitiva de doña Leonor, hermana de Alfonso XI, que pasa por Logroño y Alfaro de camino a Tarazona para contraer matrimonio con Alfonso IV de Aragón. No debió ser ajeno a la negociación de esta boda, pues su papel mediador entre ambos reinos lo atestigua el enlace de su primogénito con María Fernández de Luna, sobrina del arzobispo de Zaragoza Pedro López de Luna, quien recibe a dicho cortejo a su entrada en tierras aragonesas.

De su matrimonio con Teresa Almoravid, nace su primogénito, también llamado Juan Alfonso de Haro, quien le acompaña en algunas acciones: la victoria de Alfaro, el cerco de Ágreda, la toma de Ribafrecha, los ataques contra Arnedillo, etc. Así, cuando muere el 7 de junio de 1328 (según los Anales Breves de Vizcaya), su hijo mayor hereda el señorío de Cameros.

Tuvo otros vástagos, como una hija, casada con Felipe de Castro; María Álvarez, mujer del señor de Cardona Ramón Falqué; Alfonso (o Diego) López de Haro, casado con Leonor (hija de Fernán Rodríguez de Saldaña); Alvar Díaz de Haro y Alfonso Téllez de Haro.

 

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Tomás Sáenz de Haro

 

 

 

 

 

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