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Gome (o Gómez) de Albornoz

Biografía

Albornoz, Gome de. Señor de Albornoz (VII). Cuenca, p. m. s. xiv – Anagni (Italia) 12.VIII.1377.Capitán de las tropas pontificias, noble, vicario general, diplomático.

Hijo primogénito de Álvar García —hermano de Gil Álvarez de Albornoz—, a los señoríos del mayorazgo añadió el del Infantado por compra, y por legado de Gil los que éste heredara (Uña, Valdemeca, Cañizares, Hoyo de Cuenca y Aldehuela). El gran cardenal le encomendó graves misiones en Italia durante su segunda legacía. Fue así rector de Bolonia (1361-1364). Muerto en la batalla de San Rufilo el podestá Tamayo de Burgos, Gome condujo a la victoria las tropas ciudadanas como Galeoto Malatesta la caballería pontificia; ambos heridos, al día siguiente (21 de junio de 1361) la ciudad los armó caballeros.

En 1362 fracasó el intento visconteo de asesinarlo por la valerosa lealtad del campesino al que se encomendara el crimen.

Ciudadano honorario muy querido en Bolonia, cuando en 1364 hubo de marcharse en vísperas de llegar Androin de la Roche, el Consejo de Ancianos le regaló en testimonio de perpetua gratitud un yelmo coronado de perlas con ángel portador de un orbe de oro que Gome incorporó a su escudo. Allí tuvo una intensa historia de amor con cierta Nicia; a denuncia de su esposa Constanza Manuel —nieta del infante don Juan Manuel— Gil Álvarez de Albornoz lo llamó consigo y le impuso el respeto del vínculo. En 1365 la reina Juana de Nápoles lo hizo capitán general de sus ejércitos. Los ingleses de la Compañía Blanca allí asoldados se pasaron al enemigo en el ataque a Perusa por instigación de Bernabé Visconti; Gome, al frente de las fuerzas pontificias —integradas en la ocasión por alemanes—, obtuvo una resonante victoria (29 de julio). Desde fines de junio de 1366, como embajador en Aviñón de la Reina y con instrucciones de su tío Gil, pudo informar al Pontífice sobre la situación de Italia y encarecerle el retorno del Papado a Roma.

Antes de anunciarse éste, regresó a Nápoles por encargo del Papa para combatir otra agresión viscontea. En noviembre —ya muerto Gil— derrotó en Sicilia a la Gran Compañía y apresó a su jefe, Ambrosio Visconti, hijo de Bernabé.

Urbano V, a falta del cardenal Albornoz, no quiso hacer su entrada en Roma (16 de octubre de 1367) antes de reunir grandes ejércitos prestados; residió después en fortalezas albornocianas (Viterbo, Montefiascone) y al fin el 5 de septiembre de 1370 embarcó en Corneto de vuelta a Aviñón, donde falleció al poco (19 de diciembre de 1370). Le sucedió Gregorio XI, gran admirador y albacea testamentario de Gil Álvarez de Albornoz: por hacerle justicia póstuma, concedió indulgencia plenaria a cuantos ayudasen a trasladar sus restos a Toledo, dio a su sobrino Fernando Álvarez el arzobispado de Sevilla y engrandeció a Gome cuanto pudo.

La crónica abreviada de Enrique II recuerda cómo, hallándose en Soria el rey castellano en 1375, vino a verlo con escolta de seiscientas cabalgaduras “Micer Gomez de Albornoz, sobrino del Cardenal Don Gil Álvarez de Albornoz, que era Senador de Roma, e Juez de las apelaciones della, e Duque de Tuscoli, e Conde de Ascoli, e Marques de la Marca de Ancona”.

Siempre enamorado de Nicia —madre de su hijo Garcí, nacido en Bolonia en 1368—, consultó a Birgitta Birgersdotter (santa Brígida) cómo hacer que su vida fuese grata a Dios. La religiosa sueca repuso aconsejándole que viviera conforme a su estado; ya vuelta de Tierra Santa, cuando el senador acudió a verla en Roma, supo aconsejarle en sus tribulaciones confesadas y también en las ocultas. La experiencia lo condujo a una honda religiosidad.

A la muerte de Brígida, fue Gome quien, como rector del Ducado de Espoleto y máxima autoridad civil de Roma, promovió la recogida de testimonios y las primeras reuniones (diciembre de 1373) para proponer su beatificación.

Otra santa, Catalina de Siena, tomó el relevo de Brígida en suplicar al Papa el retorno a la sede de San Pedro. Gregorio XI lo hizo, y esta vez para siempre.

Sin duda en homenaje a Gil, quiso que lo llevara a Roma el señor de Albornoz. Micer Gome le dio escolta y entró con él al frente de las tropas papales el 17 de enero de 1377. Fue el último y más honroso cometido de su vida.

 

Bibl.: P. López de Ayala, “Crónica del Rey Don Enrique segundo”, en C. Rosell (ed.), Crónicas de los reyes de Castilla: desde don Alfonso el Sabio, hasta los Católicos don Fernando y doña Isabel, vol. II, Madrid, M. Rivadeneyra, 1877, pág. 28 (Biblioteca de Autores Españoles, vol. 68); F. Filippini, Il cardinale Egidio Albornoz, Bologna, Zanichelli, 1933; S. Moxó, “Los Albornoz. La elevación de un linaje y su expansión dominical en el siglo xiv”, en E. Verdera y Tuells (ed. y pról.), El Cardenal Albornoz y el Colegio de España, vol. I, Bologna, Real Colegio de España, 1972, págs. 17-77; [E. Dupré Theseider], “Albornoz, Gómez”, en Dizionario biografico degli italiani, vol. I, Roma, Istituto della Enciclopedia Italiana, 1960; E. C. Colitta, “La legazione in Italia e l’impresa bolognese del cardinale Albornoz”, en Strena Storica Bolognese, Bolonia, Patron, 1982, págs. 149-167.

 

José Guillermo García-Valdecasas y Andrada-Vanderwilde

 

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