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Juan Alfonso de Haro (III)

Biografía

Alfonso de Haro, Juan. Señor de Cameros. ?, ú. t. s. xiii – Agoncillo o Ausejo (La Rioja), 1334. Noble, señor.

Primogénito y heredero del señor de Cameros, Juan Alfonso de Haro, y de su esposa, Teresa Almoravid, desde temprana edad colabora con la política de su padre, acompañándolo en acciones armadas (victoria de Alfaro sobre Juan Núñez de Lara, el cerco de Ágreda, la toma de Ribafrecha, los ataques contra Arnedillo, etc.) y, en atención a los intereses de su progenitor en la frontera castellano-aragonesa, contrayendo matrimonio con María Fernández de Luna, sobrina del arzobispo de Zaragoza Pedro López de Luna. A la muerte de su padre, el 7 de junio de 1328, hereda el señorío de Cameros y los restantes bienes y rentas del finado en el “limes” del Ebro frente a Navarra y Aragón; así, confirma privilegios de Alfonso XI, desde el 6 de octubre de 1328, y recibe las tenencias de Calahorra y Quel a partir de mayo de 1329 y enero de 1330, respectivamente. Sin embargo, aunque no se le discute la jefatura familiar, sus hermanos Alfonso Téllez de Haro, Alfonso López de Haro y Alvar Díaz de Haro le acompañan en sus actos públicos. Así, los cuatro suscriben juntos los diplomas regios desde el 27 de enero de 1331; incluso, Alvar Díaz acompaña al señor de Cameros en la ceremonia de coronación de Alfonso XI en el verano de 1332.

Su breve titularidad del señorío camerano viene marcada por la política de afirmación ejercida por Alfonso XI frente a la nobleza castellana. Colabora en iniciativas en pos del fortalecimiento del poder de este monarca, ocupando un lugar preeminente en su solemne coronación y siendo armado caballero de la Orden de la Banda Real de Castilla. No obstante, al igual que su padre, mantiene buenas relaciones con el partido nobiliario que, encabezado por Juan Núñez de Lara y el infante don Juan Manuel, se rebela contra la corona. Alfonso XI, conocedor de que “traia fablas encubiertamiente con Don Joan fijo del Infante Don Manuel para deservir al rey”, le advierte públicamente a través del ajusticiamiento de su vasallo Sancho Fernández Trincado. Ante la necesidad de socorrer Gibraltar del ataque de los benimerines, el rey castellano solicita el apoyo militar del señor de Cameros y le encarga la recaudación de los “libramientos” para financiar la campaña. Juan Alfonso de Haro confirma su último privilegio real el 8 de enero de 1333, pues interrumpe la marcha hacia Gibraltar cerca de la localidad cordobesa de Puebla de Chillón, retornando a sus dominios riojanos. No sólo desobedece el mandato regio, sino que además se une a la sublevación nobiliaria, quedándose con el dinero recaudado para la expedición gibraltareña. Este tipo de maniobras, que alternan el servicio con la rebeldía para encarecer su fidelidad, tienen unas consecuencias tan trágicas para Juan Alfonso de Haro como rentables habían sido para sus antepasados.

Los nobles sublevados pactan con los monarcas navarro y aragonés, forzando una rápida reacción del rey castellano. Alfonso XI se apresura a firmar una tregua con los granadinos en marzo de 1334 y vuelve a Castilla.

Una vez allí, cerca a Juan Nuñez de Lara en Lerma, irrumpe en Vizcaya y apresa al señor de Cameros. Entonces, el monarca castellano decide aplicar un castigo que, siendo ejemplar para el resto de la nobleza, le permita deshacerse de un vasallo rebelde que controla un territorio tan sensible como la frontera con Navarra y Aragón. Por tanto, lo ejecuta en el castillo riojano de Agoncillo (o Ausejo, según el cronista Zurita). Este ajusticiamiento de Juan Alfonso de Haro tendría lugar a finales de 1334, pues el 11 de noviembre de ese año figura al frente de Calahorra por última vez.

La ejecución del señor de Cameros tiene un doble significado: afirmación del poder de Alfonso XI sobre la nobleza e inicio de la desaparición de la rama riojana del linaje de los Haro. El rey de Castilla procura que ningún otro noble vuelva a acumular tanto poder en dicha región, fragmentando el patrimonio del difunto.

De este modo, los herederos de Juan Alfonso de Haro III ven reducirse sus propiedades y, por consiguiente, difuminarse su protagonismo. Su viuda retiene Daroca y Sotés, villas que acaba vendiendo a Rodrigo Alfón de Logroño en 1337 y al concejo de Navarrete en 1346, respectivamente. El monarca recupera “tierras” de concesión real como Calahorra y confisca las Cinco Villas, Valdecanales, Yanguas, Agoncillo y Murillo de Calahorra. El resto del señorío de Cameros pasa a Álvar Díaz de Haro y Alfonso Téllez de Haro, hermanos del ajusticiado; mientras, el hijo del difunto, Alfonso López de Haro, queda al margen del reparto, pues sólo figura como señor de Quel en 1354. A partir de entonces, la relevancia pública de los descendientes del ajusticiado señor de Cameros va languideciendo. Durante algunos años, conservan facultades jurisdiccionales en la Rioja Baja: su nieto, llamado también Juan Alfonso, posee la villa de Pedroso y su sobrino Juan Alfonso de Haro el Moço (probablemente hijo de Alfonso Téllez de Haro) es regidor de Calahorra en 1374 y señor de Ocón un año más tarde. Sin embargo, durante la guerra civil castellana, la vinculación de la mayoría de ellos con el bando petrista determina su total desaparición política con el advenimiento al trono de Enrique II de Trastámara. A modo de epílogo, el señorío de Cameros, ámbito jurisdiccional sobre el que se había apoyado medio siglo de predominio de los Haro en la Rioja Baja, es entregado por el nuevo rey castellano a Juan Ramírez de Arellano en 1366.

 

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Tomás Sáenz de Haro

 

 

 

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