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Juan Antonio Galea Barjola

Biografía

Galea Barjola, Juan Antonio. Juan Barjola. Torre de Miguel Sesmero (Badajoz), 19.IX.1919 – Madrid, 21.XII.2004. Pintor.

En su pueblo natal transcurrió toda su infancia. Sus padres, Lorenzo Galea Álvarez y Candelaria Barjola Sánchez, eran labradores.

Comenzó a dibujar espontáneamente del natural animales, árboles, obras de imaginación, copiaba las láminas de dibujo escolar y estampas que le daba en clase su maestro. Quedó fascinado con la contemplación de las reproducciones en color de La Esfera. Se inició en la talla. En 1934 se trasladó a Badajoz para asistir a las clases de la Escuela de Artes y Oficios.

La Guerra Civil Española (1936-1939) afectó profundamente al Barjola adolescente. Su obra futura será en parte reflejo de los trágicos episodios que le tocó vivir como testigo o como protagonista.

En 1940 llegó a Madrid con la intención de continuar su formación en la Escuela de Artes y Oficios de la calle de la Palma. Se instaló en el madrileño barrio proletario de Carabanchel. Pintó bodegones, hizo ejercicios de imaginación y de composición. Se matriculó libre en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, pero acudía solamente a las clases de talla. Asimismo, asistió a las clases del Círculo de Bellas Artes. Iba a dibujar al Museo de Reproducciones Artísticas y al Museo del Prado. Le interesó la gran tradición española representada por Velázquez, Goya y El Greco, y los artistas flamencos Brueghel y El Bosco, que le aportarán el punto de partida hacia su expresionismo. Realizó sus primeros grabados, dos puntas secas, con Manuel Castro Gil. Se ganaba la vida como oficial escultor en los Talleres de Arte Granda. En estos años plasmó en sus obras costumbres y personajes de suburbio, de una manera naturalista aunque con cierta impronta expresionista, junto a trabajos académicos y temas tomados de la vida hogareña y familiar. Fue su etapa naturalista.

Contrajo matrimonio con la asturiana, natural de Almurfe, Honesta Fernández, en Agüera (Asturias), en 1946. El matrimonio se instaló en una vivienda (con derecho a cocina) en la calle Provisiones, n.º 4, en Leganés, Madrid. En 1948 nació su hijo José Antonio.

A partir de 1950 decidió dedicarse plenamente a la pintura. Le concedieron la Medalla de Dibujo en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid.

Configuraba ya una obra puramente personal. Según sus propias palabras, “comienzo entonces un ciclo más mental, que es el cubismo sincronizado con el expresionismo que nunca me abandonó”. Realizó obras exquisitas en blanco y negro, tonos tierras con pequeñas pinceladas de vibrantes rojos. Luchó por encontrar su estilo para plasmar sus necesidades expresivas vinculadas a un lenguaje plástico moderno.

Comprendía que su modo de expresarse era necesariamente figurativo. La materia que aplicaba con moderación seguía, por lo general, ritmos largos y rectos.

Afrontó el problema de adecuación espacial de la figura.

Esta etapa de coloraciones azules y frías era simultaneada con otra de colores más cálidos.

Residió tres meses en Bélgica, con una beca de la Fundación March, donde se sintió impactado por los grandes cuadros de Ensor; viajó a París y estudió la obra de Matisse, Soutine, Rouault y Staël y “la paleta española” de algunas naturalezas muertas de Braque.

A finales de los años cincuenta comenzaba una nueva etapa, trascendental en su evolución inicial, que le condujo a una abstracción de formas en las que se vislumbra el leve gesto de una pincelada expresionista concebida en tonos atemperados. El conjunto de sus composiciones presentaba una armonía tonal y compositiva. “Cansado de esta simbiosis, comienzo la época abstraccionista, de la que saqué consecuencias que me hicieron ver con claridad el espacio. Esta etapa duró poco, porque siempre me interesó el contenido.

Lógicamente tenía que ser así, ya que el arte abstracto es solamente estético”.

Las figuras parecían deshacerse y se sugerían en ricas combinaciones de materia untuosa. Sólo hay superficie.

Las protoformas de su obra anterior van a aparecer como figuras llenas de fuerza y expresión.

Estableció la dialéctica figura/fondo. Seres humanos magullados y deformes encerrados en oscuros y deprimentes espacios cerrados.

En 1960 se le concedió una nueva beca-premio de la Fundación Juan March para ampliar estudios en el extranjero. Viajó por Bélgica y Francia. Se reencontró con la obra de Ensor, que le volvió a producir una gran impresión. En el Museo de Arte Moderno profundizó en el estudio de Soutine, Staël, Chagall y los grabados de Rouault.

En Italia recorrió Milán, Padua y Venecia, donde le impactó especialmente la obra de Tiziano y Tintoretto.

En 1963 expuso en la sala de exposiciones de la Dirección General de Bellas Artes.

En una nueva etapa de su arte, a mitad de los sesenta, su pintura se cargó de expresividad a través de una pincelada mucho más violenta al servicio de una temática inquietante. Su interpretación de la tauromaquia exaltaba la monstruosidad por encima del “arte” y la “gracia” y pintó perros descarnados, caballos a lo Guernica o ganado aullante. La singularidad de su pintura obedecía al hecho de que era proyección del miedo como “categoría existencial”. Igualmente, enriqueció los tonos, con la utilización del negro, carmín y verde. Sus pinturas eran más esperanzadoras.

Apareció un cierto componente surrealista en sus pinturas. Sus figuras experimentaban deformaciones, especialmente en manos y cabeza. Las figuras llenaban el cuadro, saturaban el espacio. La materia era aplicada en mayor cantidad por medio de pinceladas curvas y encontradas. La crítica le consideró como el mejor representante contemporáneo de la tradición expresionista española.

En 1965 expuso en la sala Santa Catalina del Ateneo de Madrid.

A finales de los sesenta, la espacialidad tomó ya carta de identidad. Utilizó sobremanera el dibujo que siempre delimitaba el espacio. Renunció a los gruesos empastes anteriores y elaboró una pintura más plana. Surgieron algunas notas que serán comunes a su arte: el sarcasmo, la ironía, lo dramático, el mundo social..., todo ello subjetivado. La materia se hallaba distribuida con suma habilidad y delgadez. Se interesó por que la figura quedase instalada en un espacio o ámbito figurativo. Contrastando con el sórdido mundo de los adultos aparecieron los retratos infantiles, con cierto aire trágico, pero esperanzado. Su expresividad le condujo hacia la estética del “realismo crítico” o “realismo social”, con una gran valoración pictórica y una, incluso, interpretación personal de la composición, que le alejaba de los esquemas fríos de este movimiento. Realizó obras de brutal expresionismo.

Goya fue su fuente de inspiración en los temas y en la factura pictórica. En la década de los setenta, la obra de Barjola experimentó una nueva evolución acentuando su expresionismo, con rasgos procedentes del informalismo y la figuración de Picasso o De Kooning. El espacio, más ordenado que en su etapa anterior, le condujo a una nueva concepción, de tal manera que surgieron en sus telas esos espacios soñados, imaginados, pero concretos. En estos momentos, la suya es una pintura más onírica que vivida. “Me gusta ese misterio de los espacios que a veces dicen más que las mismas figuras, porque en esos espacios se condena el misterio de los sueños. Sueños que son constancia de la realidad”.

Su obra se ligaba en cierta manera a lo sórdido, a lo violento, incluso a un erotismo concebido por medio de tintas planas, de tonos más violentos, que le acercaron en algunos aspectos al pop art. El color fue entonces un elemento dominante, a base de verdes y sienas primordialmente. El mundo barjoliano quedaba instalado en su correspondiente ámbito significativo.

En las Tauromaquias representó con frecuencia el tercio de varas. Resaltó el encuentro brutal del toro y el caballo, que lleva la peor parte en el embroque.

Ilustró la Tauromaquia de Rafael Alberti con veinticuatro litografías para la editorial Casariego (1970).

Pintó en su taller de Las Matas El muro de las otras lamentaciones (1971, Museo Barjola, Gijón), su primer cuadro de gran formato.

En los primeros años de los ochenta, su paleta evolucionó hacia tonos medios, renunciando a la tonalidad viva de las tintas planas. Comenzaba a utilizar la gama de los grises e, incluso, surgían por primera vez de sus pinceles tonos rosas y azules pálidos. Su trazo se hizo más extenso y la línea perdió dureza.

Apareció una cierta inclinación hacia un surrealismo abstraizante. Barjola gozaba ya de una amplia aceptación incluso dentro de los sectores conservadores.

“La línea más incisiva, más rota, más neta, sin sombras que envuelvan los objetos ni los volúmenes modelados.

Todo esto resuelto por tintas planas, líneas rectas, quebradas y curvas que chocan, se entrecruzan y engarzan, creando grandes espacios llenos de colores planos”, declaró el pintor. En los años inmediatamente siguientes el dramatismo de la expresión, cedía terreno ante una sensibilidad cada vez más exclusivamente pictórica. Ilustró, con cinco serigrafías, Tauromaquia y destino, con texto de Antonio Gamoneda (1980), y con cinco serigrafías Cinco variaciones visionarias, con poemas de José Hierro.

A partir de 1985 la intención expresiva dominó la composición de sus telas. La figura estaba al servicio del gesto y del color. Barjola, más que nunca, se recreaba en el puro acto de pintar. Los tonos empleados eran más vivos y fuertes que en etapas anteriores.

“Ahora continúo abstracciones de formas muy subjetivas, que unas veces inclinan a la abstracción y otras al surrealismo, pero siempre en una carga masiva de expresionismo”.

Donó ciento dos obras al Museo de Bellas Artes de Asturias, Oviedo. Recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas (1985). En 1986 se inauguró el Museo Barjola en el palacio de la Trinidad de Gijón y se realizó una gran exposición con la obra donada. En 1987 fue nombrado Hijo Adoptivo de Asturias por el Gobierno del Principado. En 1988 tuvo lugar la exposición Juan Barjola en el Museo Español de Arte Contemporáneo de Madrid, patrocinada por el Ministerio de Cultura.

En los años noventa el pintor continuó con renovadas tauromaquias, mujeres ante el espejo, prostíbulos, desnudos, perros, ataúdes, vánitas, inválidos, niños de suburbio, con color contenido, tierras, grises, negros.

En muchas pinturas empleó sólo el blanco y el negro en una tendencia reduccionista tan característica de su ascetismo. Su estilo evolucionó dentro de unas coordenadas básicas hacia una ejecución dinamizante que se reflejaba en los gestos y el vivo ritmo que alcanzaron sus composiciones. Todo se desarrollaba en una atmósfera densa y asfixiante. Su obra, sin concesiones al formalismo, volvería a su temática medular: la expresión del drama humano.

Ilustró con diez grabados Tauromaquia, que acompañó al texto de Antonio Gamoneda Mortal 1936 (Pasión y Luz de Juan Barjola, 1991). Recibió la Medalla de Extremadura, en ese mismo año. En 1993 expuso en la Fundación Cultural Mapfre y en 1999 en el MEIAC de Badajoz.

En 2001 recibió el Premio Tomás Francisco Prieto, Fundación Casa de la Moneda, Madrid, que le dedicó en 2003 la exposición Barjola en blanco y negro.

Tras sufrir un accidente en su estudio, falleció el 21 de diciembre de 2004 a los ochenta y cinco años de edad.

Después de su muerte se le dedicaron numerosas exposiciones en la Galería Machón (Madrid), IVAM (Valencia), Museo de Bellas Artes de Castellón, Museo Barjola de Gijón, Parlamento de La Rioja (Logroño), Valladolid, Ibercaja (Zaragoza), Palacio Almudí (Murcia).

La vida de Barjola transcurrió en la paz de su estudio en Las Matas (Madrid), alejado de la vida social, entregado íntegramente a la pintura, legando una extraordinaria obra en calidad y cantidad. Durante su vida, desde la primera exposición en 1956 en el Centro Asturiano de Madrid, preparó setenta exposiciones individuales y su obra figuró en ciento cuarenta y tres muestras colectivas, tanto en España como en el extranjero, recibiendo numerosos premios.

Su temática, fijada desde sus primeras obras, está constituida por “su universo”: tauromaquias, escenas de guerra, perros, suburbios, crucifixiones, erotismo, magistrados, mataderos y retratos apócrifos.

Barjola reflejó el mundo con una devastadora potencia emotiva y bellísima sensibilidad estética.

Son numerosos los museos que poseen obras de Barjola, entre otros, Museo Barjola (Gijón), Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Madrid), Museo de la Solidaridad (Santiago de Chile), Parlamento Europeo (Estrasburgo), Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo (Badajoz), Colección del Senado (Madrid), Patio Herreriano (Valladolid).

Entre los premios y distinciones que tuvo Barjola destacamos: Medalla de Dibujo (1950), Premio de la Crítica (1962), Primer Gran Premio de Dibujo (1963), Medalla de Oro Eugenio D’Ors (1963), Premio Nacional de Pintura (1963), Premio Nacional de Dibujo (1965), Primera Medalla de Pintura (1968), Primer Premio Nacional de Artes Plásticas (1985), Premio Gerión (1999), Premio al mejor conjunto de obras de un artista español (1999), Premio Tomás Francisco Prieto de la Fundación Casa de la Moneda (2001).

 

Obras de ~: Plaza Mayor de Madrid, 1943; La niña del plato de manzanas, 1951; Llegó la noche, 1964; Retablo de las maravillas, 1968; El muro de las otras lamentaciones, 1971; Gueto, 1978; Crucifixión, 1978; Camerino díptico, 1986; Desnudo, 1988; Aullido, 1989; Bacanal, 2001; Perro en el matadero, 2003; Ante el espejo, 2004. Series: Tauromaquia, 1970; Tauromaquia y destino, 1980; Cinco variaciones visionarias, 1981; Tauromaquia, 1991.

 

Bibl.: J. A. Gaya Nuño, “La hora dramática de Juan Barjola”, en VV. AA., Barjola, catálogo de exposición, Madrid, Sala Ateneo de Madrid, 1965; A. M. Campoy, “Barjola o el realismo doliente”, en VV. AA., Barjola, catálogo de exposición, Salamanca, Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca- Escuela de Nobles y Bellas Artes de San Eloy, 1966; J. de la Puente, Barjola, Madrid, Servicio de Publicaciones del Ministerio de Educación y Ciencia, 1971; J. Rodríguez Alfaro, “La gran fuerza discursiva de la obra de Barjola”, en VV. AA., Barjola, catálogo de exposición, Bilbao, Galería Illescas, 1971; J. de Castro Arines, Barjola, Madrid, Ibérico Europea de Ediciones, 1974; V. Aguilera Cerní, Barjola, catálogo de exposición, Valencia, Galería Punto, 1975; J. Gállego, Barjola y este perro mundo, catálogo de exposición, Madrid, Galería Biosca, 1980; M. A. García Víñolas, “Cuerpo y alma de un pintor impresionante”, en VV. AA., Barjola, catálogo de exposición, Oviedo, Caja de Ahorros de Asturias, 1980, pág. 68; M. Fernández Brasso, “Poder plástico de Barjola”, en Guadalimar, n.° 12 (1981), pág. 37; J. Hierro, “Homenaje a Picasso”, en VV. AA., Barjola, catálogo de exposición, Madrid, Galería Biosca, 1981; J. Barón, “La pintura de Juan Barjola”, en Juan Barjola colección del artista, 1959-1986, catálogo de exposición, Oviedo, Museo de Bellas Artes de Asturias, 1986; M. Logroño, Barjola, un testimonio ético, Oviedo, Consejería de Educación, Cultura y Deportes del Principado de Asturias-Caja de Ahorros de Asturias, 1988; A. Zoido, Barjola, Badajoz, Editorial Tecnigraf, 1989; M. Logroño, “Una exposición, tanta historia”, y F. Huici, “Barjola y su doble”, en VV. AA., Juan Barjola, catálogo de exposición, Madrid, Fundación Cultural Mapfre Vida, 1993; A. Campos Pámpano, “Pasión y luz de Antonio Gamoneda”, y A. Franco Domínguez, “La Tauromaquia negra de Juan Barjola”, en VV. AA., Barjola, Tauromaquias negras, catálogo de exposición, Badajoz, Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo- Junta de Extremadura, 1994; V. Nieto Alcaide, “Barjola, el drama de la Pintura”, en VV. AA., Barjola en blanco y negro, catálogo de exposición, Gijón, Museo Juan Barjola, 1994; J. Marín- Medina, “Figuración profunda y heterodoxia”, en Juan Barjola, catálogo de exposición, Burgos, Centro Cultural Casa del Cordón, 1998; F. Calvo Serraller, “Pintar a fondo”, en VV. AA., Juan Barjola, catálogo de exposición, Madrid, Galería Leandro Navarro, 1999; F. Castro Flórez, “Notas sobre algunos motivos de Juan Barjola: El erotismo, los perros, el miedo, la infancia”, D. Giralt Miracle, “Sintaxis y morfología en la obra de Barjola”, J. Hierro, “Paseo por Barjola” y A. Zoido, “Del talante y de la creatividad en Juan Barjola”, en VV. AA., Juan Barjola, catálogo de exposición, Badajoz, Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo-Junta de Extremadura, 1999; F. Castro Flórez, “Fatalidades del deseo”, en VV. AA., Barjola, catálogo de exposición, Madrid, Galería Antonio Machón, 2000; M. Escribano, “La pintura como tauromaquia”, en VV. AA., Juan Barjola. Tauromaquia, catálogo de exposición, Málaga, Sala de Exposiciones del Palacio Episcopal, 2002; A. Gamoneda, “Barjola: sentido de la forma y repertorio iconográfico”, en VV. AA., Barjola, catálogo de exposición, Madrid, Galería Antonio Machón, 2002; “Lo bello y lo terrible”, en Juan Barjola, catálogo de exposición, Vitoria, Fundación Caja Vital, 2002; A. Franco Domínguez, “Elogio (innecesario) para Juan Barjola” y M. Logroño, “Todo el color”, en VV. AA., Barjola en blanco y negro, catálogo de exposición, Madrid, Fundación Casa de la Moneda, 2003; A. Gamoneda, “Expresión y vértigo en Juan Barjola”, en VV. AA., Homenaje a Juan Barjola, catálogo de exposición, Madrid, Ayuntamiento de Las Rozas, 2005; P. Jiménez Burillo, “El otro Juan Barjola”, en VV. AA., Barjola íntimo, catálogo de exposición, Madrid, Galería Antonio Machón, 2006; A. Patiño, “Pasión de la mirada: Juan Barjola”, en VV. AA., Barjola, catálogo de exposición, Valencia, IVAM, 2006; M. Fernández- Cid, “La actitud y el lugar de Juan Barjola” y L. Rubio Gil, “Juan Barjola, la pasión por el arte”, en VV. AA., Juan Barjola. Obra Gráfica, catálogo de exposición, Castellón, Museo de Bellas Artes de Castellón, 2008; M. Logroño, “Paisaje de Barjola en Barjola” y L. Rubio Gil, “Bibliografía sobre Barjola. 1950-2008”, en VV. AA., Juan Barjola y su mundo, catálogo de exposición, Zaragoza, Ibercaja, 2008.

 

Luis Rubio Gil

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