Aranzadi y Unamuno, Telesforo. Vergara (Guipúzcoa), 4.I.1860 – Barcelona, 12.II.1945. Antropólogo físico, arqueólogo, botánico y etnógrafo.
Ocupa Telesforo de Aranzadi el cuarto lugar, tres hermanas le precedieron, en el linaje de una acomodada familia guipuzcoana. A su nacimiento, los padres, Telesforo y Valentina, regentaban una próspera confitería en la parte antigua de la villa de Vergara, trasladándose a Bilbao cuando el varón contaba tres años de edad, en 1863. En la capital vizcaína nació su hermano Claudio, y los progenitores continúan practicando el dulce oficio pastelero dirigiendo ahora La Vergaresa, confitería que perteneció a la abuela materna y se hallaba instalada en el inmueble número 7 de la calle de la Cruz, cuyo primer piso era la vivienda familiar. Y fue en Bilbao donde inició Telesforo la convivencia con su primo Miguel de Unamuno al trasladarse sus tíos, Félix de Unamuno y Salomé Jugo, a la segunda planta del susodicho edificio.
Tampoco faltan en su genealogía los héroes deportivos.
El mérito le corresponde a su sobrino Rafael Moreno Aranzadi, alias Pichichi, hijo de su hermana Dalmacia, quien se hará famoso desplegando sus habilidades balompédicas en el equipo del Athletic de Bilbao que honra su memoria en la “catedral” futbolística de San Mamés.
Inició Telesforo su educación en la escuela regentada por el maestro Higinio en la calle del Correo, sitio predilecto de las familias acomodadas bilbaínas, cursando luego el bachillerato en el Instituto Vizcaíno, donde ingresa en el año 1872. En este período, durante los meses de diciembre de 1873 a mayo de 1874, ocurre el asedio a la ciudad desplegado por las tropas carlistas bajo el mando del marqués de Valdespina, y, recuperada la normalidad civil, Aranzadi obtuvo el grado de bachiller en Artes, el año 1877. El instituto contaba con un cualificado elenco de profesores del que formaba parte el catedrático de Historia Natural y Fisiología Fernando Mieg, quien supo inculcar en su alumno el interés y el método necesarios para practicar la disciplina años más tarde, tras su paso por la universidad madrileña. En Madrid confluyen nuevamente los caminos de Aranzadi y de Unamuno, que de la mano del primo llega, en 1880, para cursar la carrera de Filosofía y Letras. Según el testimonio de Julio Caro Baroja (Semblanzas ideales), algo tenían en común los personajes y eran muchas las diferencias: los méritos de ser buen estudiante y estar capacitado para el aprendizaje de idiomas y técnicas les corresponden a ambos, pero Telesforo, aunque desmedrado, atesoraba buena salud y fortaleza física, era paciente y riguroso, manifestándose como un católico sincero y comprometido; Miguel, por su parte, tenía prestancia física, profesó el positivismo spenceriano y recorrió la filosofía alemana siendo preso de una profunda angustia religiosa.
En el foro madrileño, cursa Aranzadi las carreras de farmacia, doctorándose en 1882 con un Estudio de los insectos vesicantes con sus aplicaciones a la Farmacia, y de Ciencias Naturales, y en la Escuela de Artes y Oficios completa su formación de dibujante iniciada en Bilbao bajo la tutela de Antonio Lecuona, pintor de cámara de la Corte de don Carlos y personaje destacado del movimiento cultural de la época. Estos conocimientos le permiten ganar en 1888 la oposición para dibujante científico del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, puesto que desempeña durante siete años, hasta 1895, cuando obtuvo la cátedra de Mineralogía y Zoología aplicadas a la farmacia provisionada en la Universidad de Granada. Entre tanto, mediante el dibujo consigue la independencia económica necesaria para dedicarse a la antropología, su auténtica vocación científica. En 1885 Antón Ferrándiz inaugura una cátedra libre de Antropología dentro de la sección de Antropología, Etnografía y Prehistoria del Museo de Ciencias Naturales. La sección tenía su sede en una buhardilla del edificio perteneciente al desaparecido Museo Antropológico fundado por el doctor Velasco, comprado por el Estado a la viuda y adjudicado para dependencias universitarias y uso del Museo de Ciencias. En la buhardilla, afirma Hoyos Sainz (Recuerdos de Aranzadi. Sesenta años de amistad), se reunían los “iniciados en la nueva ciencia”, grupo diletante del que formaron parte Telesforo de Aranzadi y el mismo Luis de Hoyos, quienes colaboraban en los trabajos de investigación desplegados por el catedrático y ocuparán sendas ayudantías cuando se cree, en 1892, la primera cátedra de antropología de la Universidad española, adscrita a la facultad de Ciencias de la madrileña Universidad Central y regentada, asimismo, por Antón. A esta etapa pertenece su estudio antropológico sobre El pueblo euskalduna, publicado en 1889 por la Diputación de Guipúzcoa.
Recuperando la semblanza de Baroja se puede afirmar que, cronológicamente, “esta es la primera obra sólida de Antropología física publicada en España y debida a un español”. Es el primer hito en la carrera antropológica de Aranzadi y el principio de su investigación sobre la raza vasca; estudio premiado en 1891 por la parisina Société d’Anthropologie.
En 1899 se trasladó a Barcelona como catedrático de Botánica de la facultad de Farmacia, ejerciendo como decano desde 1905 hasta 1908, y, finalmente, en 1920 pasa a ocupar la correspondiente de Antropología en la facultad de Ciencias, puesto que desempeñó hasta su jubilación, ocurrida en 1931. En la Ciudad Condal estableció su residencia definitiva, se casó con Isidora Odriozola Echeverría, natural de Cestona, nació su hija Luisa y terminó sus días a la edad de ochenta y cinco años, el 12 de febrero de 1945. Hasta entonces mantuvo una prolija y continuada labor científica. Jubilado, durante años siguió asistiendo al universitario laboratorio de antropología y mantuvo el trabajo de campo a pesar de la merma de facultades propia de la edad. Sufrió la Guerra Civil y la posguerra, que añadieron fatigas a su precaria economía de jubilado. “Estaba en casa con su mujer y su hija, reducido a la menor expresión corporal que pueda imaginarse. Parecía el más viejo de los nibelungos”, relata Caro Baroja rememorando la pasión musical wagneriana que durante toda su vida dominó a su interlocutor; recordaba la amistosa visita que le hiciese el año 1944, pocos meses antes del fallecimiento de Aranzadi. Resultado del encuentro, atesoraba Julio buenas palabras, mejores intenciones y una nota sobre los cencerros, publicada en la Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, fue su última contribución.
Antropología física y etnografía son las materias sobresalientes del acervo científico aranzadiano, complementadas por la arqueología y la botánica, sin olvidar su faceta de traductor —entre otras obras, tradujo E. Frizzi, La antropología, Barcelona, 1923; A. C. Haddon, Las razas humanas y su distribución, Madrid, 1924, y M. Haberlandt, Etnografía, Barcelona, 1926—. E innovación es la característica común a todos los campos, dando como resultado un modelo de investigación novedoso por su temática y metodología. Si con El pueblo euskalduna Aranzadi definía su interés por conocer el patrimonio antropológico vasco, en 1892 publica, junto a Hoyos Sainz, “Un avance a la antropología de España”, trabajo que constituye la primera investigación de conjunto sobre la población española, pues el clásico libro de Federico Olóriz, Distribución del índice cefálico en España, se editó dos años más tarde. Tendencia unitaria continuada en artículos de años venideros como “Unidades y constantes de la Crania Hispánica”, también en colaboración con Hoyos, y “De antropología de España”. La craneometría es el rango científico utilizado para componer los diferentes patrones del arco antropológico nacional, empleando el triángulo facial como método de estudio; técnica desarrollada por él siguiendo una marcada orientación anatómica. Ejemplos de esta metodología son sus artículos “El triángulo facial de los cráneos vascos” y “El índice de altura del triángulo facial”, y el modelo fue analizado en el I Congreso Internacional de Ciencias Antropológicas y Etnológicas celebrado en Londres el año 1934, donde Aranzadi, que formaba parte del comité de honor, presentó varias comunicaciones sobre el tema: “Classificación du profil facial par le triangle” y “Profil facial sur le vivant et le portrait”. Con la publicación en 1914 de “Nuevos datos antropométricos de los vascos” profundizaba en la definición del tipo vasco, cuyo colofón fue la “Síntesis métricas de cráneos vascos”, correspondiente al año 1922. Sus conclusiones entran en conflicto con el índice cefálico propuesto por Olóriz y el modelo tipológico conformado por Collignon. Entre otros rasgos, los vascos se caracterizaban por tener la quijada angosta, la nariz saliente, larga y estrecha; era la nariz más “aristocrática” de la raza blanca, repetirá en su Etnografía.
La antropología tuvo también una dimensión pedagógica, terreno donde las Lecciones de antropología —escritas en colaboración con Hoyos y publicadas durante el bienio 1893-1894— marcaron la pauta para una disciplina que en España comenzaba su andadura académica; respondían y complementaban, ampliándolo, el programa docente impartido por Antón Ferrándiz en su incipiente cátedra. Los cuatro volúmenes que conforman las Lecciones tuvieron su redacción definitiva en una segunda edición realizada en los años 1898 y 1900, perteneciendo a Aranzadi el segundo y cuarto volúmenes de la serie: Etnología. Antropología filosófica y psicología y sociología comparadas, y Etnografía. Razas negras, amarilla y blancas.
El cajón etnográfico contiene también importantes novedades temáticas y metodológicas persiguiendo, prioritariamente, conocer el curso histórico vasco. Investigación caracterizada por la valoración de las causas geográficas, naturales y humanas, frente a la mera relación medioambiental, suelo y clima, utilizada por otros antropólogos. En 1897 Aranzadi publicaba El origen del carro euskaldun, trabajo orientado a definir el carro “chillón” como un componente primigenio y genuino del entorno vasco en comparación con similares vehículos desarrollados en las poblaciones de todo el mundo. Ese mismo año, las revistas Archiv für Anthropologie y Globus publicaron sendas versiones en alemán incluyendo un análisis de los diferentes modelos utilizados en la península ibérica.
La hoz dentada y el yugo vasco-uztarria fueron también analizados por Aranzadi como elementos constitutivos de la identidad etnográfica vasca, posición radicalizada en la defensa del euskera y del organigrama familiar como factores vertebradores de la diferencia.
Al bando contrario se afiliaron cualificados adversarios, incluido su primo Miguel de Unamuno —su tesis doctoral, leída en 1884, llevaba por título Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca—, que realizó un llamamiento general al pueblo vasco para abandonar el euskera; o como el antropólogo Vinson que consideraba el idioma y la familia vasca elementos representativos de una civilización rudimentaria.
Complemento de la actividad antropológica de Aranzadi fue su labor museística, iniciada en 1910 con su artículo “Museos de folklore” y continuada en 1915, junto a Hoyos Sainz, elaborando una detallada memoria para la constitución de un museo nacional de etnografía y folclore presentada al Centro de Estudios Históricos, entonces dependiente de la Junta de Ampliación de Estudios, cuyos dirigentes desatendieron la propuesta. En Cataluña sus ideas sufrieron similar fortuna, pero tuvieron eco en el País Vasco, particularmente en Bilbao y San Sebastián. El Museo Arqueológico, Etnográfico e Histórico Vasco, fundado en Bilbao en 1919, recibió gran parte del material arqueológico recolectado por Aranzadi y José Miguel Barandiarán en sus excavaciones conjuntas, y el donostiarra Museo Municipal de San Telmo contó con su colaboración durante la dirección de José Aguirre, de 1919 a 1936.
La arqueología fue una materia unida a la práctica antropológica de Aranzadi, quien, durante cerca de treinta años, hasta 1936, dedicó la estación estival a recorrer la agreste geografía de Navarra y del País Vasco. Las prospecciones de las sierras de Aralar, Urbasa, Andia, Encia y Aizcorri, primero en compañía de Florencio Ansoleaga y, luego, de José Miguel Barandiarán y Enrique Eguren, tuvieron recompensa en el descubrimiento de numerosos dólmenes, yacimientos prehistóricos y la exploración de ignotas cuevas, como las de Santimamiñe (Vizcaya) y Urtiaga (Guipúzcoa).
Monumentos, restos óseos, útiles, que en la interpretación de Aranzadi constituían el nexo de los vascos con los demás moradores europeos.
La botánica se identifica académicamente por su faceta de catedrático, pero el reino vegetal es otro elemento representativo de la cultura vasca, un componente valorado peculiarmente a través de la micología.
Representativa y conocida es su Euskalerriko perrechikuak, una guía sobre setas y hongos del País Vasco con un marcado acento gastronómico, pues no en vano Aranzadi fue hombre de buen comer. Y también la toponimia vegetal tiene un significador local, así ocurre con La flora forestal en la toponimia euskara y “Nombres de plantas en euskera”. Aunque no olvidó el sentido farmacológico inherente a las plantas, presente en su Atlas de plantas medicinales.
Como científico, Aranzadi perteneció a numerosas instituciones: Sociedad de Antropología, Etnología y Prehistoria de Múnich; Academia de Ciencias Médicas de Bilbao; Sociedad Imperial de Amigos de la Historia Natural, Antropología y Etnología de Moscú; Asociación Dactiloscópica Argentina; Sociedad Portuguesa de Antropología y Etnología; Sociedad Argentina de Estudios Geográficos; Sociedad Cubana de Historia Natural Felipe Poey; Real Academia de la Historia; Instituto Arqueológico Germano de Berlín; Real Academia de Ciencias de Barcelona; y como persona tuvo merecida fama de antipático, malhumorado y atrabiliario, algo “le quedaba del genio banderizo de los antiguos vascos”, explica Caro Baroja. Sin duda, no hizo amigos fácilmente, pero la antropología española es deudora de sus investigaciones.
Su muerte pasó inadvertida y la historia no lo ha rescatado del olvido.
Obras de ~: con L. Hoyos Sainz, El pueblo euskalduna. Estudio de antropología, San Sebastián, Diputación Provincial, 1889; “Un avance a la antropología de España”, en Anales de la Sociedad Española de Historia Natural, XXI (1892), págs. 31-101, láms. II-IV; con L. Hoyos Sainz, Lecciones de antropología, Madrid, 1893-1894; “Consideraciones acerca de la raza basca-Euskalerria”, en Revista Bascongada (1896), págs. 577-580; “El origen del carro euskaldun”, en Euskal Erria, XXXVI (1897), págs. 506-510; “Der Ächzende Wagen und Anderes aus Spanien”, en Archiv für Anthropologie, XXIV (1897), págs. 215-225; “Der Spanische Wagen”, en Globus, LXXI, 2 (1897); Euskalerriko perrechikuak. Setas u hongos del País Vasco, Madrid, Romo y Pussel, 1897; “Mercado de setas”, en La Región Medico-Farmacéutica Vasco-Navarra, (1898), págs. 269-272; Etnología. Antropología filosófica y psicología y sociología comparadas, Madrid, Romo y Füssel, 1899 (t. II de la 2.ª ed. de Lecciones de antropología); Etnografía. Razas negras, amarilla y blancas, Madrid, Romo y Füssel, 1900 (t. IV de la 2.ª ed. de Lecciones de antropología); “La hoz dentada y la moda africanista”, en Euskal Erria (1902), págs. 1-4; Antropometría, Barcelona, Soler, 1903; El yugo vasco uztarria comparado con los demás, San Sebastián, 1905; La flora forestal en la toponimia euskara, San Sebastián, Imprenta Provincial, 1905; “Utilidad de los hongos”, en Revista de Farmacia (1905); “Catálogo de hongos observados en Cataluña”, en Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural, V (1905), págs. 495-499; “Problemas de etnografía de los vascos”, en Revista Internacional de los Estudios Vascos, 1907, págs. 565-608; “Museos de folklore”, en La España Moderna, XXII (1910), págs. 5-32; “De cosas y palabras vascas”, en Anthropos (1912), págs. 407-426; “Cuestiones de prehistoria”, en La España Moderna, XV (1913), págs. 138-157; “Nuevos datos antropométricos de los vascos”, en Euskal Erria, LXXI (1914), págs. 125-128, 170-173 y 226-230; “El triángulo facial de los cráneos vascos”, en Memorias de la Sociedad Española de Historia Natural, X (1914), pág. 359; con F. Ansoleaga, Exploración de cinco dólmenes del Aralar, Pamplona, Imprenta Provincial, 1915; Etnografía, sus bases, sus métodos y aplicaciones en España, Madrid, Biblioteca Corona, 1917; “El índice de altura del triángulo facial”, en Boletín de la Sociedad Española de Historia Natural, XVIII (1918), págs. 67-73; con J. M. Barandiarán y E. Eguren, Exploración de nueve dólmenes del Aralar guipuzcoano, San Sebastián, Imprenta Martín, Mena y Compañía, 1919; “Síntesis métricas de cráneos vascos”, en Revista Internacional de los Estudios Vascos, XIII (1922), págs. 1-33 y 337-363 (San Sebastián, Diputación Provincial, 1923); Atlas de plantas medicinales, Barcelona, C. Steiter, 1923; con J. M. Barandiarán y E. Eguren, Grutas artificiales de Alava, San Sebastián, Sociedad de Estudios Vascos, 1923; con J. M. Barandiarán y E. Eguren, Exploraciones de la caverna de Santimamiñe, Bilbao, 1925-1931; “Los vascos en la etnografía europea”, en Revista Internacional de los Estudios Vascos (RIEV) (1926), págs. 269- 280; “Nombres de plantas en euskera”, en RIEV, XX y XXI (1929 y 1930), págs. 273-283 y págs. 449-451, respect.; “Etnografía, filología y folklore. Sobre ruecas, husos y torcedoras”, en Memorias de la real academia de Ciencias y Artes de Barcelona, XXVII (1944), págs. 4-12; “Los cencerros”, en Revista de Dialectología y Tradiciones Populares (1944-1945), págs. 491-495; con J. M. Barandiarán y M. A. Etcheverry, La raza vasca, Zarauz-San Sebastián, 1959-1962, 2 vols.; Etnología vasca, Zarauz, 1975.
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Andrés Galera Gómez