Zambrano, Juan Luis. Córdoba, 13.II.1598 baut. – Sevilla, 1639. Pintor.
Se sabe que nació en Córdoba en 1598, ya que el día 13 de febrero de este año era bautizado en la iglesia parroquial de El Sagrario y que fueron sus padres Álvaro Sánchez y Juana Gómez. De la infancia del pintor apenas se sabe algo, y menos de su formación y aprendizaje; Palomino, Ceán Bermúdez, González de Guevara lo hacen discípulo de Pablo de Céspedes, opinión que hoy no es aceptada, ya que cuando muere el ilustre racionero, en 1608, Zambrano apenas tenía diez años de edad lo que hace desechar una relación directa de aprendizaje.
Más admisible es sospechar que, muerto Céspedes y carente la ciudad de grandes maestros, marche a Sevilla, en busca de cauces nuevos y posibilidades más amplias que las que le ofrecían en su ciudad natal y que allí entrara en contacto con los más prestigiosos artistas que por entonces —primeras décadas del siglo XVII—, destacaban en el campo de la pintura, tales como Francisco Pacheco, Juan de las Roelas, Francisco de Herrera El Viejo. Son precisamente las huellas que en la obra de Zambrano se advierten —procedentes tanto del estilo de Roelas como de Herrera— lo que lleva a afirmar la realidad de ciertos contactos establecidos con la Escuela Sevillana, sin poder precisar si fueron de forma directa o a través del conocimiento de sus producciones pictóricas.
Sea lo que fuere, parece admisible pensar que Juan Luis Zambrano, ávido de aprender cosas nuevas, y atraído por la fama y el esplendor de la ciudad hispalense, marchara a esta ciudad como había hecho Mohedano y más tarde haría Antonio del Castillo. Es imposible precisar qué relación tuvo el pintor con Sevilla ni qué años de su juventud pasó allí; lo que hoy se sabe es que murió en esta ciudad e incluso se le atribuye producción que antes fue considerada zurbaranesca.
Se ignora en qué año casó Zambrano con Juana Espejo, como tampoco se sabe con certeza los hijos que tuvieron, sólo se sabe el nacimiento de un hijo, el día 11 de abril de 1633, llamado Gabriel.
Entre 1624 y 1634, Zambrano aparece afincado otra vez en Córdoba, donde existe constancia documental de muy variada índole, pues estaba, bien arrendando unas casas, bien siendo testigo y principal fiador de la viuda de Agustín del Castillo con quien mantiene una buena amistad o concertando alguna que otra obra. Así pues, el 10 de marzo de 1627 concertó con Alonso de los Ríos la realización de una serie de catorce cuadros de frutas por los que debía cobrar 400 reales. Si fue o no su primer contrato, no se sabe. Más es fácil pensar, dada la amplitud de lo contratado y las condiciones de los mismos, que debió ser de sus primeros encargos, ya que se aluden a otras pinturas de las que se desconoce si fueron realizadas o no por Zambrano. Desgraciadamente, se ignora el paradero de estas obras.
Más interesante es el encargo que le hace Juan Chamizo Garrido, ministril de la Catedral de Córdoba, quien el día 5 de abril de 1630 concertó diecisiete cuadros en lienzo con las historias de Jasón y de Abraham por los que debía percibir 1600 reales. Probablemente, a uno de estos lienzos se refería Palomino cuando escribía que había visto “en la Corte, en poder de un aficionado, el Sacrificio de Abraham figura del natural, cosa excelente, y estaba firmado así: Juan Luis Zambrano faciebat, año 1636”. Nada se sabe de la suerte acaecida a estos lienzos.
A estas obras conocidas documentalmente hay que añadir otras realizaciones seguras del artista, aunque no documentadas, como son El martirio de san Esteban de la Catedral y David con la cabeza de Goliat del Museo de Bellas Artes, ambos en Córdoba, mencionados por Palomino y Ramírez de Arellano respectivamente. El martirio de san Esteban se conserva en la capilla de la que es titular en el muro norte de la Catedral, está sin firmar ni existe documentación acerca de su concertación pero el análisis pormenorizado de la obra evidencia las características del maestro así como su conocimiento de la escuela sevillana del primer cuarto del XVII, y en especial de Juan de las Roelas. Debió concertarla hacia 1630 ya que la capilla fue fundada por Fernando de Soto en 1627. Por las mismas fechas, realizó David con la cabeza de Goliat del Museo de Bellas Artes de Córdoba, destacando su fuerte modelado y el gusto por lo grande.
Mientras trabajaba en estas composiciones, se llevó a cabo la remodelación de la iglesia del Convento cordobés de San Agustín, obra que patrocina fray Pedro de Góngora y Angulo, quien fue prior de la comunidad en varias ocasiones, acometiendo la remodelación del coro y de la iglesia en su segundo mandato, de 1617 a 1620. Tradicionalmente se han venido atribuyendo la decoración pictórica del templo a Cristóbal Vela, sin que hasta el momento haya aparecido un documento que verifique la atribución que hizo Palomino. Por otra parte, en la biografía que Acisclo Antonio Palomino hace de Zambrano pondera la participación de éste en la iglesia de los agustinos, resaltando “unas vírgenes de medio cuerpo, Santa Flora y María, mártires de Córdoba, mayores que el natural, que están en los lunetos sobre el coro de la iglesia de los padres agustinos de dicha ciudad, hechas con manera gallarda y espirituosa: por cuya causa, dicen, se descompuso con Cristóbal Vela, autor de aquella obra y no prosiguió en ella”. Las frases de Palomino pueden ser simplemente una anécdota para poner de manifiesto la superioridad de la obra de Zambrano sobre la de Vela pero es significativo que las pinturas de la bóveda contrastan enormemente con el resto del conjunto pictórico de la iglesia; basándose en ello y en el análisis formal de las composiciones que la decoran —seis secuencias que desarrollan pasajes del Credo y los lunetos con las figuras de santas vírgenes, entre las que se incluyen algunas de Córdoba—, se ha atribuido todo el conjunto de la bóveda central a Zambrano.
Los temas están pintados al óleo directamente sobre el yeso y la composición es la misma en todos los registros: la parte inferior está ocupada por un versículo del Credo escrito en dos cartelas sostenidas por ángeles. A los lados, de rodillas, dos apóstoles y en el centro, la persona de la Santísima Trinidad que aparece citada en el versículo correspondiente. El tratamiento dado a las figuras coincide con el desarrollado por el maestro en el lienzo del Martirio de san Esteban, representando a los personajes con gran verismo y fuerte modelado. Las mismas características se aprecian en las pinturas de los lunetos. Las santas mártires están representadas de medio cuerpo, vestidas a la usanza de la época y portando cada una sus atributos más significativos; además, cada una de ellas aparece identificada por su nombre, escrito en una cartela. Esta obra estaba terminada para 1633 como consta en una inscripción que hay a la entrada de la puerta interior del templo.
Terminada su labor para los agustinos, de nuevo recala en Sevilla; han pasado algunos años desde que estuviera en la ciudad y, sin duda alguna, las modas y formas de pintar están cambiando; son los años en que empiezan a sonar los nombres de Diego Velázquez, Alonso Cano, Francisco de Zurbarán... Zambrano se incorpora a esta nueva escuela hispalense, pero sigue manteniendo contactos con su ciudad natal.
Fruto de este contacto es el Ángel de la Guarda que hoy luce en el Museo Diocesano de Córdoba, obra significativa y de gran importancia dentro de la producción del maestro, ya que evidencia un cambio con respecto a sus composiciones anteriores. En ella, la técnica del dibujo es precisa y escultórica, el colorido claro y la pasta del color poco densa. La pieza refleja ecos de las grandes composiciones de Miguel Ángel, tanto en el tratamiento espacial y cromático cuanto en el concepto monumental y hercúleo de las figuras. Con cierta probabilidad, este lienzo pudo ser el que narra Palomino en su biografía y que vio en el Colegio de Santa Catalina de la Compañía de Jesús y “alabó como cosa excelente [...] y mayor que el natural”.
También realizó las pinturas del retablo mayor del Convento de Santa María de Gracia de Córdoba, del cual hoy sólo conocemos La Anunciación, obra que se conserva en el actual Convento de Santa María de Gracia de esta ciudad. Está documentada por una carta de pago fechada en 1639, según la cual el administrador del convento, Juan Agudo Castroviejo justificaba la cantidad de 200 reales que había pagado a Juana de Espejo, viuda de Juan Luis Zambrano, pintor, “por razón de lo que este convento le debía de la pintura del retablo de esta iglesia”. Hoy sólo se tienen noticias de esta composición que ocupaba el registro central del retablo, los laterales también estaban cubiertos con pinturas pero de ellas no se tienen noticias de su paradero, circunstancia que hace más apreciable esta composición. Es un lienzo de grandes dimensiones que muestra ciertos rasgos de raigambre manierista y, a su vez, anuncia las grandes composiciones del barroco.
La Anunciación presenta un sencillo esquema compositivo. El ángel aparece de perfil a la derecha, mientras que la Virgen, a la izquierda, arrodillada en un reclinatorio sobre el que descansa un libro abierto, gesticula ante las palabras del ángel. En el suelo algunos detalles naturalistas, tales como el cesto de mimbre con telas y tijeras, y el jarrón con las azucenas, forma tradicional del representar el símbolo. Por otra parte, Zambrano utiliza un recurso esencialmente barroco, al representar a san Gabriel flotando sobre una nube de querubes, si bien su deseo de indicar el origen celestial del ángel se ve traicionado por la maciza corporeidad y sobria monumentalidad de éste. Los cielos han quedado confinados a la zona superior, en la que se describe una Gloria en la que figura la paloma del Espíritu Santo en medio de una aureola de luz, alrededor de la cual aparecen ángeles; unos contemplando la escena, otros interpretando música, en las más variadas y complicadas posiciones.
La relación de esta obra con el Martirio de San Esteban en la Catedral cordobesa es evidente, sobre todo en el rompimiento en gloria y en la forma de colocar los ángeles en escorzos violentos. Ambas obras muestran una clara vinculación con la escuela sevillana pero Zambrano no emplea las formas blandas utilizadas por Roelas, prefiriendo el modelado más fuerte y el gusto por lo grande de Herrera.
No se conoce la obra pictórica de Zambrano en la capital hispalense; según Ramírez de Arellano pintó varias composiciones para la iglesia de San Bartolomé y para la escalera principal del Convento de San Basilio, de las que no se tienen noticias. Hoy se le atribuyen varios lienzos de la vida de san Pedro Nolasco para la Merced Calzada de Sevilla, hechos en colaboración con Zurbarán, y actualmente depositados en la Catedral hispalense.
Fue uno de los maestros más interesantes de la pintura manierista cordobesa, en el que el dibujo vigoroso y los trazos fuertes característicos de esta escuela quedan matizados por un conocimiento profundo de la escuela sevillana del momento. Murió en Sevilla en 1639.
Obras de ~: Martirio de san Esteban, Catedral de Córdoba, c. 1630; David con la cabeza de Goliat, Museo de Bellas Artes de Córdoba, c. 1630; Pinturas murales de la bóveda de la Iglesia de San Agustín, Córdoba, c. 1633; Ángel de la Guarda, Museo Diocesano de Córdoba, c. 1635, Anunciación, Convento de Santa María de Gracia de Córdoba, c. 1639.
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María de los Ángeles Raya Raya