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Jacinto Ruiz Mendoza

Biografía

Ruiz Mendoza, Jacinto. Teniente Ruiz. Ceuta, 16.VIII.1779 – Trujillo (Cáceres), 13.III.1809. Teniente destacado por su actuación durante la Guerra de la Independencia, durante el 2 de mayo de 1808, en la defensa del Parque de Monteleón, en Madrid.

Nació en el seno de una familia de condición noble, siendo sus padres Antonio Ruiz, subteniente de Infantería, y Josefa Mendoza. Pronto ingresó su hijo Jacinto en el Regimiento Fijo de Ceuta, el 17 de agosto de 1795 (se le otorgó la gracia de cadete en dicho regimiento), en el que habían estado destinados con anterioridad su abuelo y su padre, con los empleos de capitán y alférez.

Al cabo de los cinco años de estudios fue ascendido a 2.º subteniente —10 de julio de 1800— y tras superar los seis meses de prácticas reglamentarios es destinado, con el empleo de subteniente, al Regimiento de Voluntarios del Estado, 21 de enero de 1801. Sin olvidar que en una instancia que su padre Antonio elevó al rey Fernando VII, con fecha 30 de agosto de 1817, decía que su hijo Jacinto había servido como teniente del Regimiento de Reales Guardias Walonas, y después de primer teniente de Voluntarios de Estado, aunque no se anotan estas circunstancias en su hoja de servicios.

Sus superiores hablan de él como oficial distinguido, muy aplicado a su profesión, de mucha capacidad y buena conducta. Pero no se le consigna participación alguna en los diversos sucesos militares de aquel tiempo, sobre todo en la breve intervención en Portugal de 1801, que pudo hacer y no existe constancia alguna, pasando así, sin actuaciones de especial relevancia del Regimiento Fijo de Ceuta al de Voluntarios de Estado. Jacinto Ruiz Mendoza es ascendido a teniente el 12 de marzo de 1807.

El anonimato de un joven oficial con residencia en Madrid sería la nota biográfica más realista hasta los históricos acontecimientos del 2 de mayo de 1808, donde su talento, valor y firmeza, registrados en toda la documentación utilizada, van a hacer de su persona una conducta heroica. Así, decidido por el gran duque de Berg el traslado a Bayona de los últimos miembros de la Familia Real, el pueblo de Madrid impide la salida del carruaje que transportaba al infante don Francisco, lo que provoca la reacción de las tropas del general Murat. El general francés había entrado en Madrid al frente de cuarenta mil soldados el 23 de marzo; por Decreto Imperial del 20 de febrero de 1808 es nombrado lugarteniente del emperador en España. Había sido un brillante jefe de la Caballería francesa en las guerras de Italia, Egipto, Prusia, Austria y Rusia, llegando a ser rey de Nápoles. La sumisión a los proyectos del emperador francés había sido una realidad a lo largo del reinado de Carlos IV, de manera que, Fernando VII, al abandonar España, dejó una Junta de Gobierno presidida por el infante don Antonio, tío del Rey, pero el infante abandonaría Madrid hacia Bayona y el general francés Murat consiguió presidir las sesiones de la Junta, incluso antes de la abdicación del Rey.

Se producen en diferentes lugares de Madrid desorganizados ataques contra el invasor, que son repelidos con gran violencia por los franceses. Muchos de los combatientes tratan de refugiarse en los cuarteles, buscando la protección y armas. El levantamiento supuso una especie de asunción de la soberanía por el pueblo, equivalente a uno de los postulados esenciales del liberalismo. En efecto, se producen en España tres hechos: sublevación popular, un conflicto bélico con participación de fuerzas regulares e irregulares y el prólogo de un cambio político que no concluyó solamente en la elaboración de una constitución, sino una serie de medidas que anuncian el cambio de régimen.

El popular el 2 de mayo atiende a diversas causas: creciente malestar por la presencia de un ejército extranjero, la experiencia del motín de Aranjuez, la inquietud de Bayona y la salida de la familia real de España, todo ello explica la explosión popular. Murat, que tras los incidentes de Madrid, es nombrado lugarteniente general del Reino de España, mueve los hilos de la política española siguiendo instrucciones directas de Napoleón. El 5 de mayo se producía la renuncia al trono por parte de Carlos IV, ante Napoleón en Bayona. El 12 de mayo Murat ordenará la libertad de Diego Godoy y Josefa Tudó. Del 24 de mayo al 2 de junio se generalizan los levantamientos populares en toda España.

Las órdenes emitidas por el capitán general de la Plaza, Francisco Xavier Negrete, eran mantener a las tropas en sus respectivos cuarteles y no dar poyo ni ayuda a los sublevados. A su vez existía el temor ante una posible represión hacia la familia real.

Ese mismo día, el 2 de mayo, el teniente Ruiz se encuentra enfermo, con altas fiebres; a pesar de ello no duda en incorporarse a su Unidad, cuyo acuartelamiento se encuentra en la calle Ancha de San Bernardo, próximo al Parque de Artillería, en el palacio de los marqueses de Monteleón. Su coronel, el marqués de Palacio, le envía con la 3.ª Compañía del Segundo Batallón de su Regimiento al Palacio de Monteleón, para así hacerse respetar el cuartel y el Parque de Artillería en él establecidos; el propio coronel tenía formado su regimiento en el patio del cuartel, pero se negaba a prestar al tumulto fuerza ninguna y si cedió fue a las súplicas del capitán Velarde, para que la citada tercera compañía garantizase la seguridad del Parque. Ruiz estaba a las órdenes del capitán Goicoechea, por tanto las iniciativas que pudieran ser atribuidas a Ruiz no son del todo aceptables, ya que son las de un oficial subalterno bajo mando de varios capitanes.

Franqueada la entrada al Parque, el capitán Goicochea se presenta al capitán Daoiz, que ostentaba el mando, por ser el oficial más antiguo de los que allí se hallaban. En esos momentos, Daoiz se debate entre la duda de obedecer las órdenes recibidas o hacer caso a su compañero Velarde.

Ruiz y Velarde abren las puertas del Parque, pero previamente deben desarmar a la guardia enemiga.

Serán ambos quienes se dirijan al capitán que manda la misma, amenazándole con la llegada del Regimiento de Voluntarios. Ante la resistencia del capitán francés, el teniente Ruiz les rodea con sus tropas obligándoles a deponer las armas, resultando prisioneros el capitán, varios subalternos, setenta y cinco soldados y un tambor.

Dado el primer paso ya no se hace esperar el ataque de los franceses; la División Lefranc, que desde San Bernardino había venido sobre Madrid con orden de apoderarse del Parque, ante un puñado de hombres con sólo cinco cañones de a ocho y de a cuatro. Poco más de cien hombres se preparaba para la defensa del Parque, al que se unirían algunos paisanos, frente a los componentes de la División Lefrac, de más de dos mil hombres con armamento de gran calibre. Iniciado el ataque, al teniente Ruiz se le encomienda uno de los cañones, quizá por tener conocimientos sobre su manejo, al haber estado años atrás agregado al Real Cuerpo de Artillería en el Campo de Gibraltar. Por más de tres horas los capitanes Daoiz y Velarde, junto al teniente Ruiz, con un reducido grupo de soldados contienen el ataque de dos mil franceses.

En una de estas acciones de contención el teniente Ruiz sufre una herida de bala en el brazo izquierdo, retornando a su puesto tras serie contenida la hemorragia con un pañuelo, siendo atendido por el exento de Guardia de Corps José Pacheco. A su vez, desde la calle Ancha, por la de San José, dirigía el coronel conde de Montholon el cuarto Regimiento Provisional de la División Westefaliana, intentando así el enemigo una sorpresa por medio de una propuesta de suspensión de hostilidades, la cual es tratada por Daoiz y Velarde; pero Ruiz advierte que mientras el coronel francés está dialogando el comandante a la cabeza de la fuerza enemiga avanza a paso lento. La decisión del teniente Ruiz de seguir disparando disipa una inminente entrada del enemigo en el Parque.

Este nuevo fracaso es una prórroga, ante la cual el general francés con unas dotaciones bastante superiores logra su objetivo de entrar en el Parque de Monteleón, sucumbiendo Daoiz y Velarde. Finalmente, Ruiz, rodeado de cadáveres y envuelto en el humo de las descargas es alcanzado por una bala que le penetra por la espalda y le sale por el pecho. Su cuerpo yace entre un montón de cadáveres, hasta que un médico francés comprueba que todavía conserva la vida y realiza una primera cura de sus heridas, que considera mortales. Transportado a su casa, otros dirán que al domicilio de María Paula Variano, llega en un estado casi exánime, ya fuera por la gravedad del accidente como por las grandes pérdidas de sangre que había sufrido; fue reanimado por el doctor José Rives, catedrático del Colegio de San Carlos de Madrid. Tras esta jornada de lucha sangrienta el Ejército francés tenía la intención de mantener en la capital una perenne atmósfera de miedo, a pesar de las capitulaciones hechas por O’Farril, a instancias de Navarro Falcón.

Ejemplo de ello es la conversación que Ruiz oyó, todavía convaleciente, cerca de un mes después, de la triste suerte que correría cuando se hubiera recuperado de sus heridas. El teniente Ruiz permaneció en Madrid todo el mes de mayo de 1808, y hasta el 12 de junio no se pudo intentar sacarlo de la ciudad.

Cabe advertir que en la primera quincena de mayo ya hubo incidentes en varios puntos de la geografía peninsular, inducidos por las noticias que llegaban de Madrid, como fue la proclama de los alcaldes de Móstoles. El territorio español no ocupado por las tropas francesas toma el poder, sin tener en cuenta algunas autoridades civiles, como las audiencias o capitanías generales. Fueron elementos populares y civiles los que pidieron a las autoridades que se adoptaran medidas en contra de los franceses y a favor de la triple consigna: religión patria y rey. En muchos casos no respondieron las autoridades provinciales a las peticiones de los sublevados, recreando instituciones antiguas o a constituir otras de nueva creación, surgiendo las Juntas Supremas, que estuvieron formadas por personas de una gran representación social (clero, ejército o nobleza), así se encuentra a Floridablanca en Murcia o Palafox en Zaragoza. Las Juntas asumían para sí el ejercicio de la soberanía, lo que suponía la gran crisis del Antiguo Régimen.

Un mes justo se realizó el proyecto de fuga de Ruiz con Julián Romero, su ayudante mayor. Ante ello se preparó la fuga para ir a Extremadura, estando todavía el teniente con fiebre y la herida sin cicatrizar; le acompañaron hasta Badajoz tres amigos que por él se interesaban: José de Luna, el citado Julián Romero y Francisco de Arcos. En Badajoz fue objeto de públicas ovaciones, reconocimientos y cuidados. Al no responder las autoridades provinciales a ciertas peticiones se recurrió a instaurar antiguas instituciones adaptadas a las circunstancias del momento, creándose así las Juntas Supremas, con gran representación social, clero, del ejército y la nobleza. Las Juntas, al declararse supremas, asumían para sí el ejercicio de la soberanía, con lo que el Antiguo Régimen había entrado en crisis.

A pesar de la llaga de su herida, todavía abierta, Ruiz decide incorporarse al Ejército de Extremadura, solicitando plaza al general Francisco de Arce, que mandaba la vanguardia del Ejército de Extremadura. Aunque en un primer momento se le asigna destino en Voluntarios de Cataluña, el 9 de agosto se determina que se admita en la 3.ª Compañía del Tercer Batallón del Segundo Regimiento de Línea de Mallorca, al teniente graduado de capitán Jacinto Ruiz y Mendoza. Posteriormente el 21 de septiembre el Barón de la Barre, Capitán de Reales Guardias Walonas y Comandante de las Compañías de dicho Cuerpo, propone al teniente Ruiz para ocupar el puesto de primer teniente efectivo en la 4.ª Compañía, en la que se hallaba en condición de agregado; dicha propuesta es informada favorablemente por la Comisión Militar y aprobada por la Suprema Junta.

El 4 de octubre de 1808, Jacinto Ruiz solicita mediante instancia, en la que se titula primer teniente del Real Cuerpo de Guardias Walonas, el que se le conceda el escudo de distinción que tenían concedido los prisioneros españoles huidos de Portugal.

No se dispone de datos contundentes para afirmar con rotundidad las distintas vicisitudes por las que atraviesa el teniente Ruiz a partir de entonces. Su unidad, las Guardias Walonas, combatirían a lo largo del mes de noviembre en Burgos, sufriendo reveses; después, en el mes de diciembre toman parte en la defensa del puente de Almaraz; en enero luchan entre las provincias de Toledo y Cáceres. Por último, Jacinto Ruiz termina sus días en Trujillo. Bien nos podríamos inclinar por una herida mal cerrada, o bien buscando la compañía de un tío suyo destinado allí.

En dicha ciudad, tierra de conquistadores, hace testamento el 11 de marzo de 1809, falleciendo dos días después. El 14 de marzo recibe sepultura en la parroquia de San Martín de Trujillo.

La actuación de los capitanes de Artillería Daoiz y Velarde recibió pronto los merecidos reconocimientos por parte de sus compañeros, mediante un Decreto del 7 de julio de 1812: la Regencia concedía a ambos los honores de capitán general, figurar como presentes en las listas de revista, que sus nombres encabezasen el escalafón de capitanes, erigir un monumento en su honor a la puerta del Colegio de Artillería de Segovia y que se escribiera un elogio de ellos para ser leído a los caballeros cadetes el día de la apertura del curso. En 1852 se les concedían los títulos de conde de Daoiz, vizconde del Parque y conde de Velarde, vizconde del Dos de Mayo, respectivamente, así como pensiones a sus descendientes. Se ordenó, por Decreto de 24 de marzo de 1814, que los restos de Daoiz y Velarde fueran enterrados en el monumento que se levantaría en conmemoración del 2 de Mayo.

Sin embargo, el nombre del teniente Ruiz había caído en el más absoluto olvido. El 25 de junio de 1814, el padre del teniente Ruiz se quejaba al rey de tan lamentable indiferencia.

Los mismos contemporáneos suyos escribirán distintas publicaciones, ensalzando la figura del teniente, así el médico de número de los Reales Ejércitos, Pedro Pascasio Fernández Sanchino, redactó un discurso bajo el nombre de “Almacén patriótico”, donde se relataban los hechos acaecidos en el Parque de Monteleón. El propio canónigo de Segovia, Antonio García Bermejo, predica un sermón el día 2 de mayo de 1817, en la iglesia de San Isidro de Madrid; el conde de Toreno, el general Gómez Arteche, entre otros, dedican grandes elogios a Ruiz Mendoza por su conducta heroica y ejemplar. El director general de Artillería, Martín García y Loigorry, al mandar instruir el expediente del Dos de Mayo en el Parque, en 1814, procuró depusieran cuanto supiesen sobre el joven oficial de Voluntarios de Estado. Loigorry propuso al Rey que a los parientes inmediatos se otorgaran algunas gracias por el mérito del joven teniente Ruiz; así en virtud de esta propuesta apareció en la Gaceta de Madrid, con fecha de 23 de marzo de 1815 una Real Orden por la que se recompensaban sus servicios en su hermano Antonio Ruiz y Linares, cadete a la sazón del Regimiento de Infantería Fijo de Ceuta, ascendiéndole a sub-teniente del mismo cuerpo y mandando se tuviera presente a su hermana Salvadora para la viudedad correspondiente a su difunta madre Además, cuando se crearon las Medallas de Honor y Distinción para los parientes de las víctimas del Dos de Mayo, su anciano padre, Antonio Ruiz y Linares solicitó aquella condecoración como contemplaban los decretos de Fernando VII, siendo enviada dicha medalla el 3 de enero de 1818.

No obstante, la glorificación no llegará hasta el día 2 de mayo de 1888 a través del periódico El Ejército Español, que publica un artículo titulado “Homenaje a un mártir olvidado de nuestra independencia”, firmado por el entonces teniente Alcántara Berenguer.

La idea de Berenguer produjo en los medios militares un entusiasmo, proponiendo la erección de una estatua al heroico teniente de Monteleón.

El día 24 de mayo de 1888, es decir, a los veintidós días de publicado el artículo de Berenguer y a los catorce de celebrarse la solemne Junta General del Centro del Ejército y de la Armada, cuando la Comisión nombrada se reunió para dar comienzo las gestiones oportunas. Designada esta comisión, el presidente, el general Arsenio Martínez Campos encomendó a los secretarios la redacción de circulares, cartas y otros documentos propios de la propaganda consiguiente que debía comenzar. El primer donativo partió del mencionado centro, que se suscribió con la cantidad de 5000 pesetas; la ciudad de Ceuta, con 1000 pesetas, lo haría en segundo lugar. En el mes de junio de 1889 se han recaudado cerca de 45.000 pesetas.

La junta, reunida en mayo de 1890, propone al escultor Mariano Benlliure como el autor de la escultura que será levantada en Madrid, en la llamada Plaza del Rey; el escultor había enviado un boceto desde Roma; el precio establecido es de 80.00 pesetas y el bronce será donado por el Estado; le acompañaría un grabado al aguafuerte del artista Bartolomé Maura En 1891 empieza la colocación de la primera piedra, acompañado de los actos correspondientes. Una cuestión que quedaría por resolver sería la posible condición de capitán general, aplicada al teniente Ruiz, así como que su nombre figurase en cabeza de la lista de revista de su Unidad, pero simplemente se harán los trámites para que figure al frente de la del Inmemorial del Rey.

Posteriormente, Ceuta, la ciudad que le vio nacer, contrayendo un compromiso con el héroe del Parque de Monteleón, levantó en 1892 un busto esculpido en mármol de Carrara, colocado en el centro de la plaza que lleva desde entonces su nombre.

Una de las últimas actuaciones, como homenaje, conmemoración y cuestión pendiente, sería el traslado de los restos mortales del teniente Ruiz. Así el coronel Páez Jaramillo es comisionado por Real Orden de 12 de febrero de 1909 para el estudio y forma de traslado de los restos del heroico teniente Ruiz al monumento erigido en Madrid. Páez Jaramillo, una vez desplazado a Trujillo comprueba en el libro de defunciones el entierro del teniente Ruiz en la Iglesia de San Martín, posteriormente, descubiertos los restos, el cura párroco, el alcalde, el comandante militar, el notario y el juez, junto con la prensa, suscriben el acta de identificación de los restos. Una vez se procede al levantamiento de los restos, se celebra un funeral, se rinden honores y los restos son trasladados en una urna en el trayecto Trujillo-Cáceres-Madrid.

Toda esta serie de actos y conmemoraciones es la pretensión de crear en la sociedad española un espíritu de patriotismo triunfante, un pueblo necesitado de héroes que sean capaces de aglutinar un triunfo a nivel nacional. La exteriorización mediante el homenaje y el monumento es el medio de concienciar de un pasado histórico que ahonda en los héroes, si es posible populares y que acentúe la exaltación eufórica por una parte y las posibles carencias militares y materiales por otra, sin olvidar a la prensa, que ensalza el sentimiento patriótico y la revancha popular.

Es todo un desafío al honor nacional. El comienzo del nuevo siglo despertaba la posibilidad de emprender un campo de expansión en las tierras africanas asignadas a España. El recuerdo de 1859, con el triunfo de O’Donnell y la entrada en Tetuán era algo más que un recuerdo romántico, era una referencia obligada que conectaba de lleno con la gloriosa actuación de los héroes de la Guerra de la Independencia y tocaba de lleno a la concienciación española.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General Militar (Segovia), Célebres, Caja 150, exp.18.

P. A. Berenguer y J. I báñez Marín, Ruiz Mendoza, héroe de la Independencia Nacional, Madrid, Imprenta y Litografía de Julián Palacios, 1891; J. Pérez de Guzmán y Gallo, El teniente D. Jacinto Ruiz y Mendoza, Madrid, 1891; Unión Mercantil e Industrial, A los héroes del 2 de mayo de 1808 [...] la Redacción de La unión Mercantil e Industrial [...]; Recuerdo de las víctimas de la Independencia Española, Sevilla, 1891; C. Rey Joly, El teniente Ruiz y el Regimiento de Infantería de Álava número 56, Cádiz, Imprenta de Rafael Rodríguez, 1908; VV. AA., Ceuta a Jacinto Ruiz Mendoza (1808-1908), Málaga, Tipografía de la Papelería Nacional, 1908; El mundo Militar, n.º 31 (marzo de 1909); F. de la Plaza Hernández, “La defensa del Parque de Monteleón”, en Ejército (diciembre de 1945); D. del Río Calvo, “La defensa del Parque de Artillería de Monteleón”, en Ejército (junio de 1972); F. A. Cañete Páez, “Semblanza del Teniente Ruiz. Hijo de Ceuta y Héroe de España”, en Memorial de Infantería, n.º 3 (1985); J. L. Isabel Sánchez, Infantes Ilustres: Teniente D. Jacinto Ruiz Mendoza, Comandante D. Francisco Villamartín Ruiz, s. l., 1994.

 

Javier Ramiro de la Mata

 

 

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