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Manuela Malasaña Oñoro

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Biografía

Malasaña Oñoro, Manuela. Madrid, c. 1791 – 3.V.1808. Heroína popular madrileña.

La figura de Manuela Malasaña se mueve entre la historia y el mito, entre la realidad y la ficción. La tradición oral asegura que falleció durante la insurrección de los madrileños contra los franceses y que fue enterrada en San Martín, la iglesia que también acogió los restos mortales de otros héroes caídos aquel Dos de Mayo de 1808, como los capitanes Daoíz y Velarde. Sobre esa doble coincidencia descansa la leyenda de Manolita. Según la versión más difundida, esta joven madrileña pereció junto con otros muchos patriotas defendiendo el cuartel de Monteleón, el único que apoyó la revuelta popular contra las tropas de Murat. Verídico o no, el relato resulta verosímil y se ajusta a la imagen que los madrileños han forjado de sí mismos. Al igual que la también madrileña Clara del Rey o Agustina de Aragón, Manuela Malasaña simboliza el heroísmo colectivo y anónimo, el abnegado sacrificio de cuantos se inmolan en defensa de su patria.

Por su condición de mujer, joven y sin apellidos ilustres, Manuela Malasaña representa la intuición, la inocencia y el coraje de las clases populares que se enfrentaron a los franceses. Tal como reflejan las pinturas de Goya, el pueblo llano protagonizó la revuelta y cargó con la represión posterior ante la indiferencia de la nobleza cortesana y de las clases acomodadas.

Si en su famosa Carga de los mamelucos una muchedumbre tan entusiasta como mal armada arremete de forma casi suicida contra la temible caballería imperial, los Fusilamientos del tres de mayo revelan la trágica suerte que esperaba a los paisanos apresados. Dueño y señor de Europa, el propio Napoleón se jactó del escarmiento en una nota remitida a su hermano y futuro rey de España: “Ha habido una gran insurrección en Madrid el día 2 de mayo; treinta o cuarenta mil individuos se han amotinado en las calles y casas, haciendo fuego desde las ventanas. Dos batallones de fusileros de mi guardia y cuatrocientos o quinientos caballos les han hecho volver a la razón. Han quedado muertos más de dos mil hombres del populacho. Se ha aprovechado esta ocasión para decretar el desarme de la capital”.

El impacto emocional de aquella épica jornada prendió en muchos madrileños, que nunca olvidaron a sus héroes. Pero como tanto el absolutismo fernandino como el liberalismo moderado temían la deriva populista del mito del Dos de Mayo, hubo que esperar mucho tiempo para oficializar su memoria. Durante el Sexenio Democrático (1868-1874) los poderes públicos reivindicaron a los héroes madrileños en nombre de la libertad y la independencia nacional. Con el fin de rendir culto a su memoria, el Ayuntamiento madrileño decidió urbanizar el espacio ocupado por el antiguo cuartel de Monteleón, en el barrio de Las Maravillas. De tan glorioso edificio, sólo quedaba en pie el arco de la puerta principal. Rehabilitado y rodeado por una verja, ese espacio sacralizado y dedicado a mantener vivo el recuerdo se convirtió en el centro de la plaza dedicada al Dos de Mayo, sobre la que iban a converger las calles de Daoiz, Velarde y del Teniente Ruiz (todos ellos caídos en aquella épica jornada). Muy cerca de allí se dedicó otra calle a los Malasaña, personajes sacados de la memoria popular de aquel barrio madrileño.

Según la versión entonces difundida, Manuela habría muerto mientras preparaba los cartuchos que su padre, Juan Malasaña Pérez (nacido en Vallecas en 1759), disparaba contra los asaltantes del cuartel de Monteleón. Ángel Fernández de los Ríos dio respetabilidad literaria a esa leyenda en su Guía de Madrid (1876) y el escultor Antonio Moltó y Lluch la plasmó en una terracota titulada Manuela Malasaña a los pies de su padre el Dos de Mayo de 1808 (c. 1880), que se conserva en el Museo de la Historia de Madrid.

Hubo otras representaciones artísticas de los Malasaña, como el cuadro pintado por Álvarez Dumont en1887. Al exaltar el coraje de la joven muerta en plena batalla y el sacrificio del padre, capaz de seguir luchando con el cadáver de la niña a su lado, esas manifestaciones artísticas tenían una clara intención pedagógica: educar a los ciudadanos en el amor a la patria.

Con motivo del primer centenario del Dos de Mayo, la prensa madrileña promovió la revisión de la historia oficial a partir de nuevos documentos de archivo.

En la campaña también participó El País. Este periódico republicano fue el que, paradójicamente, desmontó la leyenda de Manolita: en la partida de defunción de la supuesta heroína se aseguraba que era huérfana de padre. No obstante, la figura de Manolita había calado tanto en el imaginario popular madrileño que la realidad biográfica no pudo con el mito, que se ha continuado reproduciendo en artículos periodísticos, representaciones teatrales y objetos de arte. Sirva como ejemplo el retrato pintado en 1943 por José Luis Villar Rodríguez de Castro y conservado en la Sala de Heroínas del Museo del Ejército: bajo un cielo madrileño anormalmente sombrío y encapotado, aparece resplandeciente una bella Manuela mientras un paisano y un soldado español, fiel trasunto de los patriotas que se batieron aquel Dos de Mayo, pasan bajo el simbólico arco de Monteleón.

Recientemente, la biografía de Manuela Malasaña ha experimentado un nuevo giro. De acuerdo con las últimas investigaciones, esta joven bordadora de diecisiete años no murió el 2 de mayo, sino el 3, y fue asesinada en plena calle por una de las muchas patrullas francesas que recorrían la ciudad desarmando a los paisanos. Cuando los soldados encontraron las tijeras que portaba la muchacha, le aplicaron la bárbara orden de Murat, que mandaba fusilar a cuantos llevaran armas sin permiso. Pero ya sea como defensora de Monteleón o como víctima inocente de Murat, en el imaginario colectivo Manuela simboliza el valor y el coraje del pueblo madrileño. De ahí la exitosa difusión del mito de Malasaña, nombre en el que hoy se reconoce todo un barrio de la capital.

 

Bibl.: C. Cambronero, Las calles de Madrid, noticias, tradiciones y curiosidades, Madrid, Imprenta de Enrique Robiños, 1876; A. Fernández de los Ríos, Guía de Madrid: manual del madrileño y del forastero, Madrid, Imprenta de Aribau y Cía., 1876; C. Demange, El Dos de Mayo. Mito y fiesta nacional (1808-1958), Madrid, Marcial Pons, 2004; A. Gómez Rufo, El secreto del rey cautivo, Barcelona, Planeta, 2005.

 

José María Ortiz de Orruño Legarda