Zúñiga, Diego de. ?, p. t. s. XVI – ú. t. s. XVI. Embajador.
No es fácil seguir la trayectoria política de Diego de Zúñiga, aunque su apellido se encuentre vinculado a la administración de la Monarquía hispánica en tiempos de Felipe II y Felipe III. El agitado panorama francés y la serie de luchas civiles producidas tras la muerte de Enrique II, en 1559, permitió a la Monarquía española consolidar su posición en Italia. A finales de los años 1560, Felipe II tuvo que hacer frente a la rebelión flamenca, supervisar los posibles apoyos de la Inglaterra isabelina al conflicto y mantener cierto control en el mar Mediterráneo.
Las convulsas relaciones hispano-francesas desde finales del siglo XV y a lo largo de la primera mitad del siglo XVI impidieron crear el clima de confianza adecuado entre ambos países, aunque se hubiese firmado la paz de Cateau-Cambrésis. Los Valois y los Habsburgo mantuvieron cierta colaboración sin que llegase a fraguar un proyecto que dejase en manos españolas el predominio del Mediterráneo y otorgase a Francia el papel de gran potencia septentrional. Ni las propuestas de Enrique II sobre el reparto de Europa en áreas de influencia, ni las de Carlos IX y los Guisa, para constituir una Liga Católica frente a la amenaza protestante, tuvieron en Madrid el eco esperado por la corte francesa.
A finales de 1571 se produjo el relevo de Francés de Álava, siendo sustituido por un aristócrata castellano, Diego de Zúñiga. Al reciente embajador le correspondió informar a Felipe II de los terribles sucesos acaecidos durante la noche de San Bartolomé, el 24 de agosto de 1572, en que se produjo la masacre de nobles y burgueses protestantes —incluido su jefe el almirante Coligny— a manos del bando católico. La Relación remitida al soberano español era concluyente sobre los hechos acaecidos, como pudo desprenderse de su expresión en la carta enviada a Felipe II: “Desta vez queda Francia sin ningún luterano”. Juan de Zúñiga, pariente de Diego, y embajador en Roma por entonces, tampoco dudo en calificar de muy preocupantes los sucesos de París.
Este hecho, lejos de apaciguar la situación, ensanchó aún más las diferencias entre hugonotes y católicos en el país galo. La embajada española en París, según Ochoa Brun, siguió velando por los intereses católicos y por atraer a Francia al bando español, separándola de los rebeldes holandeses y de la Inglaterra isabelina.
En 1576 don Diego de Zúñiga, declaraba haber comprado bajo el consentimiento de Felipe II el dominio territorial y la jurisdicción de Toya y Cilanco, “con todos sus vasallos, tierras, huertas, molinos, prados, dehesas, pastos y montes y pinares, con la jurisdicción civil y criminal, alta, baja, mero, mixto, imperio de las dichas villas”. Con las nuevas posesiones recién adquiridas, don Diego de Zúñiga, fundó un mayorazgo para los Zúñiga, siendo, durante varias generaciones dueños de dichos términos. Entre los años 1579 y 1588, los Zúñiga, casi arruinados, contrajeron importantes deudas con otra familia, los Anzures, a los que también les unían ciertos lazos de parentesco.
Obras de ~: Biblioteca Nacional de España, R/29840, Relación muy cierta y verdadera de lo que el cristianísimo Rey de Francia ha hecho en París contra los hugonotes luteranos [...] enviada por don Diego de Zúñiga, embajador por su Majestad en Francia a la Corte (25 de agosto de 1572).
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Porfirio Sanz Camañes
