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Luis Colón de Toledo

Biografía

Colón de Toledo, Luis. Duque de Veragua (I), duque de la Vega de Santo Domingo (I), marqués de Jamaica (I). Santo Domingo (República Dominicana), 1521 – Orán (Argelia), 3.II.1572. Tercer almirante de las Indias, administrador colonial español.

Nacido en Santo Domingo, capital de la isla Española, en 1521, era hijo del segundo almirante, virrey y gobernador, Diego Colón, y de María de Toledo y Rojas. Fue, por tanto, nieto por línea directa de Cristóbal Colón, a la vez que heredero y mayorazgo de los títulos y privilegios colombinos.

Desde la muerte de su padre, el segundo almirante de las Indias Diego Colón, el 23 de febrero de 1526 hasta la mayoría de edad de Luis Colón, la virreina ejercerá de tutora y representante legal de su hijo. Su formación en el palacio de Santo Domingo quedaría en manos de criados y preceptores. Jerónimo de Agüero, que fue ayo de Diego Colón, debió ser también tolerante preceptor del tercer almirante de las Indias durante estos primeros años. A partir de 1530, la virreina peregrinaba por Castilla en pos de la corte y atendiendo a sus negocios, mientras que su hijo Luis Colón campaba a sus anchas por el trópico de Santo Domingo. Esos catorce años viviendo en la capital de las Indias sabiéndose autoridad máxima y sin controles familiares directos explican algo o mucho de su futura vida extraña y desarreglada.

Los hermanos de Luis Colón, hijos todos del matrimonio entre Diego Colón y su mujer María de Toledo, fueron siete (cuatro mujeres y tres varones). Felipa, María, Juana, Isabel, Luis, Cristóbal y Diego. Felipa, la hija mayor, tenía fama de enfermiza y santa persona, parece que fue religiosa y debió de morir pronto. Isabel casó con Jorge de Portugal, conde de Gelves y alcaide de los Alcázares y Atarazanas de Sevilla. Juana contrajo matrimonio con Luis de la Cueva, capitán de las Guardias Reales e hijo del duque de Alburquerque, y en segundas nupcias se casó con Borcio Capitello, cremonés domiciliado en España. María Colón y Toledo lo hizo con el almirante de Aragón, Sancho de Cardona, de los que descienden los marqueses de Guadalest. De los varones, Cristóbal Colón casó en segundas nupcias con Ana de Pravia, de los que descienden los Colón de Larreátegui y también los actuales duques de Veragua. El hijo menor, Diego Colón y Toledo, fue nombrado paje del príncipe Felipe y obtuvo el hábito de Santiago con cierta renta. En su testamento del 13 de junio de 1544 se declara casado con Isabel Justiniana, “preñada en cuatro meses más o menos”. Tres días después, sin embargo, en otro documento, no consta que esté casado.

El Final de los Pleitos Colombinos: En 1536 se dictó la decisiva Sentencia Arbitral de Valladolid, de 28 de junio de 1536, con aclaraciones el 7 de julio del mismo año, de notable importancia para la familia Colón, ya que ponía el punto final de la parte sustancial de los Pleitos Colombinos. Dicho laudo fue el resultado del arbitraje del cardenal-obispo de Sigüenza, fray García de Loaysa, presidente del Consejo de Indias, y del doctor Gaspar de Montoya, del Consejo de Castilla. Los capítulos principales de dicho laudo fueron los siguientes: se estableció que Luis Colón conservaría el título de almirante de las Indias descubiertas y por descubrir, con carácter hereditario (según el modelo que disfrutaba el almirante de Castilla) y, por tanto, con las prerrogativas que habían tenido su padre y su abuelo.

Se suprimió el virreinato y la gobernación de las Indias.

Se constituyó el señorío colombino con los títulos de marqués de Jamaica y de duque de Veragua con jurisdicción sobre la isla de Jamaica y sobre veinticinco leguas cuadradas en Veragua.

La perpetuidad de los oficios de alguacil mayor de Santo Domingo y de la Audiencia insular.

Si los Colón poblasen el ingenio de azúcar que poseen en la Española, se incorporaría también a su señorío. Igualmente, se reconocen las tierras, labranzas y pastos que los Colón poseían en la Española.

Se concede diez mil ducados de renta anual en las Indias como juro de heredad y una renta anual de quinientos mil maravedís a cada una de las hermanas del almirante Luis Colón, llamadas María y Juana.

La sentencia Arbitral de Valladolid de 1536 de los Pleitos Colombinos resolvía el pleito principal, pero no se acabaron del todo, ya que continuaron otros pleitos de menor importancia: sobre el Almirantazgo de las Indias, descubiertas y por descubrir, que implicaba definir la extensión del oficio de almirante, sobre todo hubo una segunda resolución, dada el 5 de febrero de 1540 en Madrid, por el cardenal Loaysa y por el comendador mayor de León, Francisco de los Cobos, y aceptada por las partes. En 1554 planteó Luis Colón un segundo pleito por el deterioro de la moneda en que se pagaban las rentas de la Española. Entre 1555 y 1563 se llevó a cabo otro pleito en relación con la población y ducado de Veragua. En todos estos pleitos, Luis Colón siempre obtuvo beneficios y mercedes adicionales.

El 7 de septiembre de 1540, Luis Colón fue nombrado capitán general de la isla Española.

En 1540 (20 de septiembre) hay un laudo complementario sobre lo que debía concederse al hijo de la virreina, Cristóbal Colón, en lo tocante a la conquista y poblamiento de las islas Guadalupe y Dominica. Se le dio la gobernación de una de las islas, la que el escogiera, juntamente con la de Santa Cruz. Para él y un heredero recibiría un salario de la quinta parte de lo que se encuentre, hasta 4.000 ducados al año. Se le concedía también la tenencia de una fortaleza que él hiciese a su costa, para él y sus herederos, además del alguacilazgo de dichas islas durante su gobernación, a la vez que conseguía licencia para pasar cincuenta negros libres de derechos.

Luis Colón y la Historia del Almirante: Tras la muerte de Hernando Colón, el 12 de julio de 1539, el tercer almirante fue declarado heredero universal de la biblioteca y de los bienes de su tío, con la obligación de gastar cada año cien mil maravedís para la salvaguarda y acrecentamiento de la misma. De no ser así, sucedería con las mismas condiciones el cabildo de la catedral de Sevilla o el monasterio de San Pablo, por este orden. Y en último extremo, si ninguna de estas instituciones mostraba interés, sería entregado en depósito al monasterio cartujo de Las Cuevas.

El joven almirante demostró poco o ningún interés por este legado, por lo que la famosa Biblioteca Colombina pasó, primero y por decisión de la virreina (1544), al monasterio de San Pablo, y ocho años después, el 31 de marzo de 1552, tras haber recurrido el cabildo ante la Chancillería de Granada y fallar ésta a su favor, la Biblioteca Colombina pasó a ocupar una de las dependencias catedralicias (la nave del Lagarto) donde ha permanecido desde entonces.

Entre los papeles de la Biblioteca Colombina se encontraban dos piezas de gran interés para Luis Colón, y de las que pensaba sacar rentabilidad económica: la primera era publicar el Diario de a bordo de la primera navegación a las Indias que escribió su abuelo Cristóbal Colón. Felipe II le concedió licencia en Valladolid, el 9 de marzo de 1554, para editarlo. Por desgracia no lo cumplió y actualmente el texto original del Diario de a bordo anda perdido (el que se conoce es un extracto amplio que hizo Las Casas e incorporó en su Historia de las Indias).

La segunda pieza que interesaba a Luis Colón era la edición de la Historia del Almirante, escrita por su tío Hernando Colón poco antes de morir. En el escrito-dedicatoria de esta obra se resume todo el proceso de adquisición y edición del manuscrito. El texto original de la obra estaba en posesión del duque de Veragua, Luis Colón, quien se lo entregó a su buen amigo el patricio genovés Baliano de Fornari. Éste, a su vez, se trasladó de Génova a Venecia con el fin de imprimirla en castellano, idioma en que fue escrito, y con traducción en italiano y en latín. Como la empresa requería tiempo, encargó a su amigo Giovanni Battista Marini para que se ocupase en su lugar de la tarea, quien a su vez descargó “el afán de tal negocio” en su competente amigo Giuseppe Moleto, que al fin la publicó el 25 de abril de 1571.

La fecha en que Luis Colón pudo entregársela personalmente a Baliano de Fornari habría que encajarla en una banda de años que va de 1552 a 1566.

De las tres ediciones proyectadas al principio, sólo apareció la versión italiana. El encargado de hacer la traducción del manuscrito original castellano al italiano fue el hidalgo extremeño Alfonso de Ulloa, con muchos años en Italia, experiencia en este trabajo y prestigio. El título con que apareció la obra de Hernando Colón fue: Historie del S. D. Fernando Colombo: nelle s’ha particolare et vera relatione della vita e de fatti dell Ámmiraglio D. Christoforo Colombo, suo padre. Esta obra alcanzó pronto gran difusión, tanto en Italia como fuera de ella. La primera edición española no llegó hasta 1749.

Actividad y andanzas del tercer almirante: En 1545 estalló en Santo Domingo un levantamiento de esclavos negros traídos de Guinea. Luis Colón, débil de carácter, no tuvo fuerza para reprimirla y recurrió a solicitar su sumisión.

En 1546, Luis Colón envió a poblar la tierra de Veragua, cuyo señorío tenía al valeroso y experimentado hidalgo Cristóbal de Peña, que iba como capitán y gobernador en su nombre. Salió de Santo Domingo con ciento treinta hombres bien pertrechados, entre los que iba el hermano bastardo de Luis, Cristóbal Colón. Hizo escala en Jamaica y llegó al puerto del Nombre de Dios. Poco después murieron casi todos, entre ellos Cristóbal Colón, salvándose sólo quince o veinte hombres, de entre toda la tropa.

Años más tarde, Luis Colón, necesitado de dineros, propuso renunciar en favor de la Corona a las veinticinco leguas cuadradas que se le habían asignado en 1536 en la costa de Veragua a cambio de otros beneficios. La capitulación fue negociada con el secretario del Consejo de Indias, Ochoa de Luyando, posteriormente aprobada por Felipe II, el 28 de septiembre de 1556, y firmada el 16 de marzo de 1557. A cambio de la renuncia de las tierras de Veragua, Luis Colón obtendría un tercer título de nobleza, el ducado de la Vega, además de siete mil ducados de renta perpetua y algunos otros beneficios económicos.

Entre 1546 y 1547, Pedro de la Gasca pidió ayuda a Santo Domingo para combatir a los rebeldes pizarristas del Perú. Acudió el tercer almirante de las Indias con algunos hombres a Tierra Firme. Pero La Gasca, tras agradecer el gesto y buena voluntad, le pidió volver a su isla con la promesa de que sus servicios serían recompensados, como así fue. En 1554 recibió dieciocho mil ducados en recompensa por los servicios prestados.

En 1551, y después de morir la virreina María de Toledo (11 de mayo de 1549), Luis Colón se embarcó para España. En julio estaba en Sevilla y en septiembre daba un poder a Alonso Vázquez para que concertara con el prior del monasterio de las Cuevas que se le diera la capilla de Santa Ana “que el monasterio tiene labrada para mi entierro y de mis descendientes” a cambio de diez mil maravedís de renta cada año y mil ducados de oro en efectivo. A cambio, los cartujos se comprometían a hacer en su día un entierro según la calidad de su persona.

Poseyó un ingenio de azúcar en La Española, que se llamaba Montealegre, herencia de sus padres, que le proporcionaba cuantiosas rentas y un floreciente comercio de azúcar con distintos mercaderes sevillanos.

Amores, matrimonios y desventuras de Luis Colón: Desde 1542 hasta su muerte, la existencia de Luis Colón fue un continuo problema matrimonial. Sufrió las consecuencias de sus ligerezas en cuestión de amores y pagó con la cárcel su inmadurez. Llevó una vida de novela donjuanesca, y la actitud enfermiza de querer culminar sus amores con el casamiento, sin ser viudo, le llevó a cometer delito de bigamia, y a ser procesado, condenado y desterrado.

El primer capítulo matrimonial data del año 1542. Luis Colón, con veintiún años, demostrando mucha inestabilidad, con autoridad en Santo Domingo, aunque menor de edad, había vivido parte de su adolescencia y juventud casi siempre solo, ya que su padre, Diego Colón, murió hacía dieciséis años y su madre, la virreina, llevaba doce años en España. Un claro ejemplo de niño bien, malcriado y caprichoso. Por esas fechas se dijo que María de Toledo andaba por España negociando, entre otras cosas, algunos matrimonios de sus hijos. Parece que hubo tratos para un casamiento doble: María y Luis Colón con sendos hijos de Íñigo López de Mendoza, marqués de Mondéjar, de la Casa de los Mendoza.

No se sabe con certeza si la aventura acaecida en Santo Domingo entre Luis Colón y María de Orozco, una joven del séquito femenino que acompañaba a la mujer del adelantado Pedro de Alvarado cuando hicieron escala en la capital de las Indias camino de Guatemala y Honduras, fue un matrimonio en toda regla o sólo una promesa matrimonial. Parece que sí que hubo matrimonio en 1542. Sin embargo, dada la minoría de edad del entonces tercer almirante y la desaprobación de la virreina, dicho matrimonio terminó declarándose nulo diez años después.

Ante los rumores que corrían por la isla de esas promesas de matrimonio o de matrimonio en secreto, la virreina buscó un buen partido para su hijo, a la vez que una solución para olvidar los problemas con María de Orozco. La solución más conveniente fue María de Mosquera, hija y heredera del matrimonio formado por el rico encomendero Juan de Mosquera y Ofrosina de Pasamonte. La boda culminó el 28 de octubre de 1546, casando Luis Colón con María de Mosquera y Pasamonte. El matrimonio fue celebrado por el que había sido deán de la catedral de Santo Domingo Rodrigo de Bastidas y en esos momentos ya obispo de San Juan de Puerto Rico. Tras dicho matrimonio, hubo cierto escándalo en la isla por ser “público y notorio” que el dicho almirante decía que se había desposado antes con María de Orozco, quien aún vivía, y, por tanto, consideraba que este matrimonio no era válido. Incluso, el padre de la novia, Juan de Mosquera, recurrió al juez eclesiástico de Santo Domingo poniendo pleito al novio. Se desconoce cuánto duraron estos problemas. En 1549, muerta ya la virreina, el matrimonio convivía al parecer sin problemas y fruto de esa convivencia fueron dos hijas, María y Felipa Colón y Mosquera.

En 1550, María de Orozco, que se había casado en Guatemala con el tesorero Francisco Castellanos, y con el que tenía numerosas hijas, viajó con toda su familia hacia la Corte, deteniéndose en Santo Domingo. El recuerdo de viejos tiempos y de amores de antaño desestabilizó al matrimonio de Luis Colón y María de Mosquera. Luis Colón decidió presentar ante el Tribunal Eclesiástico de Santo Domingo un recurso de nulidad de su matrimonio con María de Mosquera. Veinte años después, el Tribunal de la Rota declararía nulo también el matrimonio con María de Mosquera.

En 1551, Luis Colón se embarcó hacia España quizá para agilizar este proceso de separación matrimonial. Durante dos años se movió entre Sevilla y Madrid, y consta que por junio de 1554 estaba en Valladolid. El 13 de junio de 1554 recibía, por una real cédula de la princesa Juana, dieciocho mil ducados como pago a los servicios y gastos que el almirante había hecho en el Perú, ayudando a Pedro de la Gasca a pacificarlo. Durante estos años y los que siguen, Luis Colón llevó a cabo una gran actividad mercantil en la ciudad castellana.

En 1552, el papa Julio III y, en 1558, el papa Pablo IV concedieron los “breves y dispensaciones” declarando nulo el matrimonio de Luis Colón con María de Orozco. Sin embargo, en esos momentos nada se decía del matrimonio con María de Mosquera.

En 1554, y en la ciudad del Pisuerga, conoció Luis Colón a Ana de Castro, hija de los condes de Lemos. Tras el conocimiento, llegó el romance y, como en él era habitual, el posible compromiso de contraer matrimonio. Para Luis Colón este proceso era muy natural y rápido. Es difícil saber si efectivamente se casó o no, ya que las informaciones procedentes del pleito por la sucesión del mayorazgo, y según qué parte las maneje, pueden sostener una cosa o la contraria. De todas formas, la noticia y el interés del tercer almirante por Ana de Castro no fue un secreto, se divulgó con rapidez y pronto se conoció en Santo Domingo.

Fue entonces cuando la esposa burlada, María de Mosquera, cambió el rumbo de litigio y, en lugar de hablar y de defenderse del divorcio en curso, acusó a su marido de bigamia. En mayo de 1557 solicitó ante el provisor de Santo Domingo que dictase una requisitoria, ya que la nueva boda de Luis Colón y Ana de Castro iría en su perjuicio. La acusación por bigamia implicaba dos litigios distintos: uno, el eclesiástico, y otro, un proceso criminal ante los alcaldes de Casa y Corte.

Este delito de bigamia estaba reservado al tribunal de la Inquisición, que, de haber intervenido, le hubiera ocasionado a Luis Colón más castigo y deshonor. Por ello, Felipe II lo reclamó para ser tratado en su jurisdicción. Resultó ser un pleito matrimonial largo y complejo, que le llevó a prisión, primero en Arévalo y Medina del Campo, y luego en Simancas entre 1558 y 1563, donde conoció y se relacionó con san Francisco de Borja. Consecuencia de esta relación fue la conversión, al parecer temporal, de Luis Colón, que reconoció a María de Mosquera como su única y legítima mujer y con la que había tenido dos hijas.

En 1560 volvió a las andadas y de nuevo proclamó que había contraído “matrimonio por palabras de presente” con Ana de Castro, al mismo tiempo que se reafirmaba en su deseo de proseguir con la nulidad del matrimonio con María de Mosquera. Este cambio quizá se deba al regreso de Santo Domingo de María de Mosquera, la cual se instaló en Toledo y allí conoció a Alonso de Villarreal, quien se convirtió en su amante y con el que tuvo dos hijas.

El comportamiento de María de Mosquera provocó la presentación, por parte de Luis Colón, de una demanda de adulterio contra su mujer María de Mosquera. La sentencia de 24 de agosto de 1563 condenó a María de Mosquera y a Alonso de Villarreal “a que se entregaran ellos y sus bienes a Luis Colón”. Esta sentencia tuvo poco efecto, ya que huyeron a Venecia y allí se instalaron.

Al mismo tiempo que sucedía esto, el obispo de Cuenca y juez apostólico, fray Bernardo de Fresneda, dictó la sentencia de 26 de agosto de 1563, en el pleito por bigamia, en el pleito eclesiástico, declarando que el matrimonio entre Luis Colón y María de Mosquera no había existido y era nulo. Años más tarde, a principios de 1571, el Tribunal de la Rota ratificaba la sentencia del obispo de Cuenca y declaraba que el pleito criminal por bigamia puesto a Luis Colón no se admitía.

El 9 de septiembre de 1563, bajo el amparo de la sentencia eclesiástica favorable, “habiendo mostrado ciertas bulas y letras apostólicas originales y otras escrituras”, se casó con Ana de Castro, esta vez in facie Ecclesiae. De este enlace nació prematuramente una niña que murió enseguida.

Mientras estaba confinado por causa del pleito criminal ante la justicia del rey, pero con autorización a poder salir de día y al campo, y mientras continuaban sus relaciones con Ana de Castro, inició otra aventura con una doncella, Luisa de Carvajal, a principios de 1564. Aunque hay acusaciones al respecto, no parece que se casara con ella. Fruto de tales amores fue un hijo, bautizado el 26 de mayo de 1565, a quien cristianó con el nombre de Cristóbal Colón. Luis Colón tuvo por este hijo un gran cariño, hasta el punto de haber pretendido que heredara el mayorazgo de su casa y estado.

En el pleito criminal por bigamia, los alcaldes de Casa y Corte dictaron el 4 de agosto de 1563 la sentencia que condenaba a Luis Colón a diez años de destierro de la Corte y de las Indias, “los cinco primeros en Orán con su persona y diez hombres de a caballo” y una multa de cuatro mil ducados para la Cámara.

Apeló Colón ante el Consejo Real y, mientras duraba la apelación, se le asignaron varias casas donde fue confinado permitiéndosele salir de noche para atender a tantos procesos como tenía abiertos. También se le autorizó, por causa de su enfermedad, que no se sabe precisar de qué dolencia se trataba, a poder salir de día y al campo.

Como resultado de esta apelación, el Consejo Real sentenció el 5 de noviembre de 1565, en grado de revista, por “notoria bigamia”, imponiéndole una pena más grave que la anterior: los diez años de destierro debía cumplirlos en Orán, reduciendo a seis los diez hombres de a caballo. Fue llevado a la fortaleza de Santorcaz, retrasando su salida casi dos años.

Luis Colón probó durante un año la prisión de Pinto y parece que también fue confinado en otras de los alrededores de Madrid, como Villaverde, Carabanchel y Getafe. Camino de Orán pasó por Sevilla. Por fin, en mayo de 1567 partió para el destierro.

A principios de 1571, el Tribunal de la Rota ratificaba la sentencia del obispo de Cuenca y declaraba que el pleito criminal por bigamia puesto a Luis Colón no se admitía. Con esta resolución, el Rey concedió la libertad al almirante y autorizó el final de su confinamiento y el perdón. Cuando la comunicación real llegó a Orán, Luis Colón acababa de morir.

Sus días finales en Orán fueron de extrema necesidad y tristeza. El maestre de Montesa, que gobernaba esa plaza, le sustentó a su costa al final. El cronista de la Orden relata lo doloroso que fue ver al duque y almirante de las Indias venir en tan pocos días “a tanta soledad y miseria, en una cama enfermo, que apenas le entraba nadie a visitar”. Falleció el 3 de febrero de 1572 en la plaza de Orán, sin conocer el perdón del rey. Fue enterrado en el convento de San Francisco. Cuentan que hubo que pedir limosna de puerta en puerta para enterrarle “con harto poco autoridad ni pompa”.

Dejó escrito en su testamento que su cuerpo fuera trasladado al monasterio de las Cuevas de Sevilla, a la capilla de Santa Ana, “con intento de trasladarle a la catedral de Santo Domingo, con los Almirantes, su padre y su abuelo”.

 

Bibl.: H. Harrisse, Cristophe Colomb, son origine, sa vie, ses voyages, sa famille et ses descendentes, Paris, 1884; C. Fernández Duro, “Los Pleitos de Colón”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, XX (1892); J. Hernández Díaz y A. Muro Orejón, El Testamento de Don Hernando Colón y otros documentos para su biografía, Sevilla, Instituto Hispano-Cubano de Historia de América, 1941; E. Jos, Investigaciones sobre la vida y obras de iniciales de don Fernando Colón, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1945; S. E. Morison, Cristóbal Colón. El Almirante de la Mar Océano, Buenos Aires, Hachette, 1945; E. Jos, “La Historia del Almirante y algunas cuestiones de este historial”, en Revista Estudios Geográficos, 36 (1949); T. I. R. Nieto Cortadellas, Los descendientes de Cristóbal Colón, La Habana, 1952; G. Fernández de Oviedo, Historia general y natural de las Indias, ed. y estud. prelim. de J. Pérez de Tudela, Madrid, Atlas, 1959, 5 vols. (Biblioteca de Autores Españoles); A. Muro Orejón, F. Pérez-Embid y F. Morales Padrón (eds.), Pleitos colombinos, vol. I, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1967; A. Rumeu de Armas, Hernando Colón, historiador del Descubrimiento de América, Madrid, Ediciones Cultura hispánica, 1973; L. Arranz Márquez, Don Diego Colón, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1982; H. Colón, Historia del Almirante, ed. de L. Arranz, Madrid, Historia 16, 1984; L. Fernández Martín, “El Almirante Luis Colón y su familia en Valladolid (1554-1611)”, en Cuadernos Colombinos (Valladolid), n.º 13 (1986); P. Mártir de Anglería, Décadas del Nuevo Mundo, Madrid, Polifemo, 1989; A. Colón de Carvajal y G. Chocano, Cristóbal Colón. Incógnitas de su muerte 1506-1902. Primeros Almirantes de las Indias, Madrid, CSIC, 1992, 2 vols.; B. de las Casas, Historia de las Indias, México, Fondo de Cultura Económica, 1992; J. Pérez de Tudela (dir.), Colección Documental del Descubrimiento (1470-1506), t. I, Madrid, Real Academia de la Historia, CSIC, Fundación Mapfre, 1994, 3 vols.; A. Colón de Carvajal, “El nieto del Almirante: Luis Colón, entre pleitos, mujeres y prisiones”, en Cristóbal Colón, Valladolid, Junta de Castilla y León, 2006, págs. 357-379.

 

Luis Arranz Márquez