Fernández de Rebolledo, Juan. Sevilla, c. 1513 – c. 1570. Alguacil mayor de Panamá, regidor perpetuo del Cabildo de Panamá, comerciante en Panamá, Perú y Sevilla, encomendero, dueño de barcos, ganadero, conquistador, cabecilla de grupo de poder en Panamá.
Juan Fernández de Rebolledo fue un verdadero arquetipo humano de la nueva inmigración que se traslada de España a Panamá en las primeras décadas del siglo XVI. El relativamente rico material documental que dejó a su paso evidencia, por un lado, su innegable predicamento durante los veintisiete años que vivió en el Istmo, a la vez que permite reconstituir su perfil social con mayor claridad que la de casi cualquier otra figura de su tiempo. Nació en Sevilla, hijo de Martín Fernández de Enciso, el fundador de Santa María la Antigua y rival de Balboa, quien le usurpó el mando del Darién en 1510. Su madre era Juana de Rebolledo, también de Sevilla, quien viajó en 1538 con sus hijos Juan Fernández y Catalina de Mendoza. Juana era hija de G. de Rebolledo y de Ana de Mendoza.
Juan tenía un hermano mayor, Rodrigo de Rebolledo, quien ya se encontraba en Panamá en 1523, en tiempos de Pedrarias Dávila, y cuando Santa María la Antigua, la ciudad fundada por su padre, aún no había sido abandonada. Su progenitor le transfirió ese año el importante cargo de alguacil mayor de Tierra Firme que hasta entonces ejercía. En 1526, cuando llegó a Panamá el nuevo gobernador Pedro de los Ríos, Rodrigo fue confirmado en esta posición, que continuó conservando durante la administración del siguiente gobernador, Francisco de Barrionuevo, de quien era teniente general Pascual de Andagoya; los tres llegaron a ser sus íntimos amigos. En 1541 Rodrigo fue nombrado fiscal de la Audiencia de Panamá, desde cuya posición se encarnizó contra su primer presidente, Francisco Pérez de Robles, ya para entonces depuesto del cargo por corrupción y otros abusos. Rodrigo ejerció el alguacilazgo hasta 1544, cuando se lo transfirió a su hermano Juan Fernández de Rebolledo; también le dejó en herencia una encomienda indígena. Poco después desaparece de la escena panameña, tras muchos años de ejercer una gran influencia en su vida pública.
De Rodrigo se conserva un mondadientes de oro en forma de diminuta cimitarra, encontrado cerca de las ruinas de San Juan de Pequeni, al norte de Venta Chagre, uno de los tambos donde se alojaban los transeúntes que recorrían la ruta de Panamá a Nombre de Dios, donde se lee, de un lado, “De Rebolledo”, y del otro, “Soy de María Antigua”, lo que sugiere que fue confeccionado en Santa María la Antigua por alguno de sus plateros. De ser así, su fecha sería anterior a 1524, es decir, antes de que fuera abandonada. Fue subastado por la casa Christie en 1990, por alrededor de 7.500£.
Juan Fernández de Rebolledo llegó a Panamá, como se dijo, en 1538, y poco después empezaron a aparecer registros de sus repetidos viajes de negocios a Sevilla, la gran meca del comercio con América y uno de los puertos mercantiles más activos de Europa. Allí tenía casa y contactos comerciales. Varios de sus viajes están documentados, y cada uno le mantenía ausente de Panamá por largas temporadas. Se encontraba en Sevilla entre 1543 y 1544, cuando le llegaron noticias de haber sido elegido capitular del Ayuntamiento de Panamá en reemplazo de Juan Díez Guerrero; a Sevilla volvió a mediados del siglo, y regresó en 1551 a Panamá con permiso de la Corona para transportar “100 marcos de plata labrada para servicio de su persona”, lo que evidencia su propósito de ostentación y de establecerse en la colonia como un gran señor. Regresó en 1562 nuevamente a Sevilla, donde todavía se encontraba en 1567, cuando una Real Cédula le conmina a volver “en la primera armada” a Panamá, “donde sois vecino y regidor”. Sin embargo, nunca más regresó, aunque hasta su muerte debió seguir manteniendo vínculos con sus vecinos y seguramente participando en sus negocios e influyendo en su política. Tenía estrechos vínculos comerciales con Perú, donde se concentraba su principal clientela de consumidores. De esa manera, cuando se frustró su plan de derrocar al gobernador Álvaro de Sosa en 1555, y éste ordenó levantarle un expediente o “Información”, huyó furtivamente a Lima, donde se radicó por una larga temporada, entablando relaciones de amistad con el virrey, cuyo favor no demoró en asegurarse.
Además de la encomienda que heredó de su hermano, adquirió otra más. En 1555 sólo le sobrevivían cincuenta indios luego de explotarlos abusivamente.
Gracias a esta abundante mano de obra barata, pudo dedicarse a la explotación maderera para construir varios barcos que dedicó al comercio con Perú, adonde llevaba no sólo pasajeros y productos de origen europeo, sino también la cosecha de sus, al parecer, extensas propiedades de crianza y cultivos, sobre todo maíz, ganado en salazón y terneras en pie. Tenía otro barco que hacía la ruta transatlántica hasta Sevilla. Aunque se desconocen los detalles de sus negocios, las evidencias anteriores sugieren, por un lado, la sorprendente diversidad de actividades a las que se aplicaban los primeros colonos de Tierra Firme; por otro, la formación temprana de considerables fortunas. Desde 1543 o 1544 Fernández de Rebolledo ingresó al Cabildo de Panamá como uno de sus miembros permanentes, y más de una vez fue elegido por los capitulares como alcalde ordinario. Según se dijo antes, al morir su hermano Rodrigo le sucedió a éste en el importante cargo de alguacil mayor de la Audiencia, y en 1549, durante la administración de Juan Barba de Vallecillo, ocupó la tenencia de gobernación de Tierra Firme.
Gracias a su influencia política, a sus considerables recursos y a su vocación para los negocios, Juan Fernández de Rebolledo capituló con el almirante Luis Colón, duque de Veragua y nieto del Descubridor, el derecho a conquistar este territorio, cuya campaña inició en 1548, aunque esta empresa fracasa, tras acusaciones de que había invadido territorios de la Corona.
En 1558 volvió a participar en la conquista de Veragua, esta vez como socio empresarial, gracias a su influencia sobre el gobernador interino de Castilla del Oro, Juan Ruiz de Monjaraz —nombrado por el virrey a instancias, al parecer, del propio Fernández de Rebolledo—, y a su vieja amistad con Francisco Vásquez, el vecino de Natá nombrado para encabezar la campaña.
La actuación de Fernández de Rebolledo en las jornadas veragüenses de 1548 dividió a los vecinos de Natá en dos bandos, uno que le apoyaba y otro que se le opuso, creando un ambiente de rencillas y rivalidades entre ambos y que hizo crisis en la campaña de Francisco Vásquez de 1558, cuando varios vecinos natariegos rehusaron a participar en ella. Cuando el gobernador Sosa ordenó que se levantase una información sobre esta situación, procuró que se buscase a los vecinos de Natá contrarios a Fernández de Rebolledo para que declarasen en su contra. Los conflictos que provocaba este controversial personaje se extendían a toda la colonia. Y como se desprende de los datos conocidos, contendía con cuanto gobernante no se dejara someter a sus designios, doblegándolos, comprándolos, y si se le oponían, tratando de derrocarlos.
Durante los años en que Juan Fernández de Rebolledo estuvo en Panamá se formaron los primeros dos grupos de poder económico y social del período colonial panameño. Uno, estaba encabezado por Arias de Acevedo, próspero encomendero y viejo conquistador, y lo integraban algunos viejos conquistadores y sobre todo funcionarios nombrados por la Corona.
La mayoría eran del norte de España, aunque no exclusivamente, y su fuerza procedía de sus vínculos con la Administración.
El otro grupo estaba encabezado por Fernández de Rebolledo. La mayoría era de Sevilla, y aunque algunos eran encomenderos, casi todos se dedicaban al comercio y aspiraban a acceder al funcionariado. Fue el grupo de Fernández de Rebolledo el que acabó imponiéndose, dominando la escena pública hasta la década de 1560. Controlaron los Cabildos de Panamá y Nombre de Dios y de esa manera, pese a las prohibiciones, fue tal vez la primera colonia americana donde la clase mercantil dominó los cargos capitulares.
Desde sus distintas posiciones de fuerza, cada facción procuró imponer lo que mejor le convenía, mediante un intenso juego de influencias y presiones cerca de los poderes administrativos y políticos.
El grupo de Arias de Acevedo se atrajo el favor de las máximas jerarquías de gobierno, como el gobernador Alonso de Almaraz, el oidor Francisco Pérez de Robles, o los gobernadores Álvaro de Sosa y Sancho Clavijo, mientras que el grupo de Fernández de Rebolledo, con el apoyo de los comerciantes, ejerció su influencia sobre los oidores Paz de la Serna y Ramírez de Quiñones, el corregidor y gobernador Juan Barba de Vallecillo, y el teniente general de Sancho Clavijo, Juan Ruiz de Monjaraz. De esa manera, ambos grupos ejercieron su ascendiente para manejar el país según sus propios intereses y en desmedro del grupo rival.
La pugnacidad que existió entre ambos grupos cubre un período de aproximadamente cinco lustros, es decir que envolvió a toda una generación. La documentación sugiere que, a la larga, fue el grupo encabezado por Juan Fernández de Rebolledo el que logró prevalecer —al menos hasta su disolución como grupo a principios de la década de 1560. Como su cabecilla, persiguió —y de hecho lo consiguió—, asegurar políticamente a su grupo: en Panamá y Nombre de Dios, los regimientos del Cabildo quedaron en su casi totalidad en manos de mercaderes, así como las alcaldías ordinarias, institución que luego de una serie de sobresaltos y forcejeos, logró imponerse como fórmula para suplir las frecuentes acefalías gubernativas.
Aunque el grupo liderado por Arias de Acevedo estaba en minoría, y disponía de menos recursos materiales, gozaba de una unidad relativamente compacta y, aprovechando sobre todo sus ventajosas posiciones en la Administración, no pocas veces logró poner en jaque al bando de Fernández de Rebolledo, derrotándole en varias de las pequeñas y cotidianas fricciones que se suscitaban en torno a cuestiones fiscales y políticas. A la postre, sin embargo, prevalecería el grupo comercial, que era más amplio y contaba con más recursos.
Frente a estas tensiones internas, se presentaron otras externas que probarían la relativa cohesión de ambos grupos. Su antagonismo se evidencia en las distintas actitudes que adoptaron frente a las crisis ocasionadas por las invasiones a Panamá de Hernando Bachicao y Pedro de Hinojosa en la década de 1540. Mientras que el bando de Arias de Acevedo, consecuente con su política de fidelidad al poder metropolitano, tuvo siempre una actitud hostil contra los invasores, organizó la defensa de la plaza, y soportó las repetidas ocupaciones con mal disimulado enojo, el bando de Fernández de Rebolledo adoptó una posición equívoca con los pizarristas, apoyándoles abierta o solapadamente, con procedimientos como demorar las libranzas para gastos de guerra, o desviando fuerzas armadas para evitar enfrentárseles.
Entre los asociados más cercanos a Fernández de Rebolledo se encontraban su cuñado Baltasar Díaz de Ávila (casado con su hermana Catalina y acusado de ser hijo de judío converso), Hernando y Alonso de Luque, sobrinos del obispo Hernando de Luque, Martín Ruiz de Marchena, Gómez de Tapia, pariente de los Pizarro, el encomendero Alonso de Cazalla, el mercader Pedro Núñez, Hernán Pérez “el más rico de ellos”, regidor en Nombre de Dios y teniente de gobernador en esa ciudad, Antonio de Medina, regidor de Nombre de Dios, Hernán Martínez de Toledo, miembro de la “Compañía de los Xerezes de Sevilla”, Luis y Sebastián Suárez, hermanos y comerciantes, Juan Álvarez, hermano de los anteriores, regidor y alcalde ordinario de Nombre de Dios y agente mercantil del comerciante Diego Caballero, Antonio Jaymes, regidor en Nombre de Dios y socio comercial de Juan Alfaro, “vecino de Sevilla”, y los comerciantes establecidos en Nombre de Dios, Gerónimo de Mercado, Alonso López, Antonio de Reolio Diego Salcedo y Alonso de Cazalla.
Además, había muchos otros comerciantes aliados al grupo, aunque menos conspicuos.
Según sus antagonistas, los comerciantes más agresivos y estrechamente coligados en la parcialidad de Fernández de Rebolledo eran Baltasar Díaz de Ávila, Martín Ruiz de Marchena, Hernando de Luque, Pedro Núñez, Antonio de Medina, Gerónimo de Mercado, los hermanos Suárez, Diego Salcedo, Antonio de Reolio y Diego Pérez.
Para las décadas de 1530 y 1540, ya este grupo de poder tenía bajo total control el Cabildo, y en la década de 1550 mantenía en vilo a los representantes que enviaba la Corona a Panamá, promoviendo motines y asesinatos, e incluso atentados contra los propios gobernadores, como en los casos de Álvaro de Sosa y Sancho Clavijo, y esta situación se mantuvo hasta la década siguiente. Pero como lo evidencian los hechos, si bien la casi totalidad de estos personajes se había retirado de la escena para la década de 1560, en las décadas siguientes las cosas apenas sufrieron cambios, ya que, aunque el control del gobierno central fue rescatado por la Corona, el Cabildo, es decir, el poder local, siguió en manos de los mercaderes.
En cierto sentido el grupo de Arias de Acevedo representaba la “modernidad”, ya que trataba de insertar el moderno modelo de Estado monárquico centralizado, frente al retraso medievalizante representado por los defensores del pizarrismo. De hecho, este grupo importó las primeras avanzadillas de la burocracia letrada modernizadora que trataba de frenar las pretensiones feudales de los viejos conquistadores, y de implantar los instrumentos del nuevo orden político.
Una prueba palmaria de este proceso lo constituyó la primera Audiencia con la llegada de Pérez de Robles en la década de 1530, o la aún más importante de Pedro de la Gasca en 1547. Sin embargo, el grupo antagonista, que era partidario de un gobierno débil y que aspiraba a salvaguardar los privilegios individuales de los conquistadores, también tenía consigo un claro elemento de vigorosa modernidad, ya que su base económica era el comercio transoceánico basado en una economía de escala con mercados a distancia. De hecho, eran los heraldos que trataban de insertar a Panamá en el moderno sistema capitalista mundial. Pero a la vez este grupo, aunque compuesto en su mayoría por una incipiente burguesía comercial, también lo integraban los principales propietarios de encomiendas indígenas, factor este que era una de las claves sobre las que descansaban las pretensiones feudalizantes de los conquistadores. No obstante, miembros del otro grupo también eran encomenderos y primeros conquistadores, y al menos dos de ellos, que se sepa, se beneficiaron como transportistas del comercio a distancia.
A la vez, el grupo mercantil también accedió al control del gobierno central, el cual debía representar los modernizantes intereses políticos metropolitanos.
Aunque ambos grupos aportaban fundamentales elementos de modernidad, también compartían intereses cuyas raíces se perdían en una época que aún se resistía a desaparecer. Tampoco eran rígidamente homogéneos, ya que las barreras que separaban a cada grupo eran porosas y sus miembros podían deslizarse sin dificultad hacia el bando contrario. No todos los comerciantes eran sevillanos, ni todos los funcionarios andaluces apoyaban a la facción de Fernández de Rebolledo y el grupo comercial. El oidor Pérez de Robles era andaluz, pero se identificaba con el bando “realista”, y era un declarado enemigo de los sevillanos Rodrigo de Rebolledo y Fernández de Rebolledo. El juez de Residencia Ramírez de Quiñones favoreció a varios de comerciantes sevillanos, pero no a Rodrigo de Rebolledo, siendo ambos paisanos. El alcalde mayor Pedro de Casaus era de Sevilla, pero Juan Gómez de Amaya, Alonso de Almaraz y Juan de Valdés, lo consideraban parte de su grupo. Otro ejemplo fue Martín Ruiz de Marchena. Luego de militar estrechamente en el grupo de Fernández de Rebolledo y de ser reconocido pizarrista, fue un resuelto defensor de los intereses reales cuando otros rebeldes, al mando de los hermanos Contreras, los nietos de Pedrarias Dávilas, invadieron Panamá. Asimismo, el yerno de Fernández de Rebolledo, Baltasar de Sotomayor, ya se había pasado al grupo realista en la década de 1560.
A lo largo de esa década, empezaron a sentirse los efectos de una ofensiva coherente y sistemática por parte de la Corona para establecer nuevas reglas de juego en las colonias: se crearon las Audiencias (en Panamá, la segunda Audiencia en 1563), se instauraron nuevos controles políticos e institucionales, y se enviaron a América funcionarios leales formados en universidades. Para esas mismas fechas el grupo de Fernández de Rebolledo empezó a desintegrarse.
Cuatro de sus miembros más importantes regresaron a España para no volver: Díaz de Ávila, Gómez de Tapia, Fernández de Rebolledo y Hernando de Luque.
Ruiz de Marchena emigró a Perú. Sólo unos pocos, como Alonso de Luque, permanecieron en el país y dejaron descendencia. Fue una oligarquía transitoria que no echó raíces, pero que, no obstante, implantó el modelo que otros elencos de poder, a lo largo del período colonial, una y otra vez reprodujeron casi al pie de la letra.
Fuentes y bibl.: Real Academia de la Historia (Madrid), Carta del Lic. Pedro Vásquez de Acuña al Consejo de Indias, Panamá, 12.IV.1537, Colección J. B. Muñoz, t. 81, f. 74; Carta del Lic. Pedro Ramírez de Quiñones al emperador en el Consejo, Panamá 18.III.1544, Colección J. B. Muñoz, t. 83, f. 234; Carta de los oficiales reales al emperador, Nombre de Dios, 27.XII.1544, Colección J. B. Muñoz, t. 83, fol. 236; Archivo General de Indias (Sevilla), Rodrigo de Rebolledo, alguacil mayor, en nombre y como fiscal de S.M. con Rodrigo Alonso de la Gala, vecino de Natá, sobre 300 y tantas fanegas de maíz que les pide, de dos años, por razón de ciertos indios que tenía en el territorio de dicha ciudad. 26 de junio de 1541, Justicia 1048; Proceso hecho de oficio sobre la Visita que se hizo en la ciudad de Natá a los Indios que en el término de ella tenía Juan Fernández de Rebolledo, Natá, 25.VIII.1555, Justicia 1051, doc. n.º 2; R.C. de Valladolid, 15.VII,1551 y R.C. de Lérida, 8.VIII.1551, autorizando a J. Fernández de Rebolledo a pasar 200 becerras a Perú, Panamá 236; Carta del Cabildo de Panamá al emperador, Panamá, 12.XII.1544, Panamá 302; Carta del tesorero Diego Ruiz al emperador, Natá, 22.II.1548, Panamá 30; Carta al emperador de los regidores de Nombre de Dios, Juan de Valdés y Francisco de Pradanos, Nombre de Dios, 18.IV.1544, Panamá 39; R. C. de Madrid, 10.V.1567, Panamá 236; Petición al Consejo de Indias e Información de Gerónimo Ortega Valencia sobre tres regimientos perpetuos que están vacos en Panamá por estar ausentes de ella muchos años Martín Ruiz de Marchena, Juan Fernández de Rebolledo y Diego Hernández Polaino, Madrid, 7.I.1567, Panamá 375.
P. Boyd-Bowman, Indice Geobiográfico de 43.000 pobladores españoles de América en el siglo XVI, t. II, 1520-1539, México, 1968, n.º 9979, pág. 302; A. Castillero Calvo, “Conquista y Colonización de Veragua, Siglos XVI-XVII”, en A. Castillero Calvo (ed.), Historia General de Panamá, vol. I, Bogotá, Comité Nacional del Centenario de la República de Panamá, 2004, t. I, capítulo IV; Sociedad, Economía y Cultura Material, Historia Urbana de Panamá la Vieja, Buenos Aires, Editorial e Impresora Alloni, 2006, págs. 550-670.
Alfredo Castillero Calvo