Ardiles, Miguel de. El Viejo. Osuna (Sevilla), 1515 – Santiago del Estero, Tucumán (Argentina), 1586. Conquistador.
Las primeras huellas de Ardiles están en el convulso Perú de mediados del siglo xvi. En este sentido, ningún biógrafo ni historiador ha podido ofrecer referencias anteriores sobre la vida de Ardiles y, como ocurre con frecuencia, los datos son contradictorios y ambiguos.
De hecho, su biógrafo más conocido, Roberto Levillier, no menciona en ninguno de sus escritos el origen geográfico de Ardiles, dato que aporta Tomás Thayer Ojeda. Es más, el pasado en España de este conquistador del Tucumán es prácticamente desconocido.
Nada se sabe sobre sus padres y familiares, su profesión inicial o estudios cursados, tan sólo que sabía firmar, a juzgar por los documentos del Archivo General de Indias (AGI), donde en varios pleitos y probanzas se encuentra la firma de Ardiles.
Tampoco se sabe en qué momento emigró al Nuevo Continente y a qué región; lo cierto es que en 1539 Miguel de Ardiles era uno de los integrantes de la expedición organizada en Lima para la conquista de los Charcas y la posterior fundación de la ciudad de la Plata. En esta entrada participarían como capitanes principales Diego de Rojas, Pedro de Candía y Pedro Anzúrez. En 1543 Ardiles se enrolaba de nuevo con Diego Rojas, Felipe Gutiérrez y Nicolás de Heredia.
El destino era la exploración de los territorios meridionales del Imperio, concretamente a Rojas se le encomendó el descubrimiento de la provincia situada entre Chile y el Río de la Plata. Todos los autores coinciden en que se trataba de la futura gobernación de Tucumán, aunque Levillier apunta que también podría referirse al mítico país de los Césares.
Sin duda, el desconocimiento de la geografía meridional del Continente ha ocasionado más de un error de interpretación de las fuentes de la época. La entrada duró casi cuatro años, pues los últimos sobrevivientes regresarían al Perú en 1546. Entre ellos figuraba Miguel de Ardiles, que, al parecer, había llegado hasta las márgenes del río Paraná con Francisco de Mendoza.
Una vez en Perú, de nuevo las fuentes son dispares. Según Roberto Levillier, Ardiles tomó parte en la sublevación de Gonzalo Pizarro al lado de La Gasca. Como consecuencia de ello fue premiado con su participación en algunas de las entradas que en esos años se estaban gestando. Muy por el contrario, Tomás Thayer Ojeda afirma que militó en las filas de Pizarro, siendo por ello procesado en 1548, aunque con poca condena, pues sólo se le obligó a devolver un caballo y una cota de malla que había recibido del propio Gonzalo. En cualquier caso, Miguel de Ardiles volvía a Tucumán en 1549, esta vez en la expedición de Juan Núñez de Prado. Según su propio testimonio, recogido en una probanza años después, fue uno de los primeros capitanes con quien se relacionó Núñez de Prado, colaborando muy activamente en la organización de la empresa, teniendo incluso bajo su cuidado las provisiones que Pedro de La Gasca había entregado a Núñez de Prado para el poblamiento de Tucumán. Hay que tener en cuenta que para los hombres de la conquista este tipo de acciones eran fundamentales en su hoja de méritos, alegándose siempre que era necesario obtener un mayor reconocimiento. El ejemplo de Ardiles sólo refleja el tiempo que le tocó vivir.
En 1549 la hueste de Prado partía desde Potosí.
A la altura de Chicoana (Argentina), Núñez de Prado envió a Ardiles y a Nicolás Carrizo de nuevo hacia el Norte en busca del resto de los hombres que habían quedado en Potosí. Una vez allí, Ardiles reclutaría a dieciséis hombres entre los que figuraban Juan Gregorio Bazán, Pedro de Villarreal y Alonso Abad, destacados conquistadores del norte argentino, pobladores, encomenderos y hombres influyentes en la sociedad tucumana de fines del xvi. Todos ellos, al igual que Miguel de Ardiles, echarían raíces en Tucumán, dejando en muchos casos una larga lista de hijos y parientes cuyos apellidos se han perpetuado hasta el día de hoy.
Una vez en Tucumán, Miguel de Ardiles tuvo una activa participación en la conquista y fundación de los primeros núcleos de españoles, actividad, por otra parte, que no resultó nada fácil. Sin entrar en detalles, a Pedro Núñez de Prado, por Real Provisión fechada en Lima en 1549, se le encomendaba la fundación de ciudades en “una provincia situada al sur de Charcas y que en lengua de indios se llama Tucumán” (Levillier: 1926). Por un lado, la ambigüedad de los límites daría lugar a una larga disputa con los gobernadores de Chile que siempre consideraron la gobernación de Tucumán como parte de su jurisdicción. Pero, además, los conquistadores tuvieron que enfrentarse desde el primer momento a una resistencia indígena activa y continua que tuvo a la región en guerra hasta fines del siglo xvii (puede consultarse la biografía de Pedro de Bohórquez). Ello, sin duda, ocasionaría continuos cambios y abandonos de las ciudades, zonas deshabitadas durantes años y, sobre todo, una escasa y poco efectiva ocupación del territorio. En este entorno desarrolló su actividad fundadora y pobladora Miguel de Ardiles. Según todos sus biógrafos y según la documentación consultada existente en el Archivo de Indias (AGI), Ardiles tomó parte activa en las fundaciones fallidas de Barco II y Barco III, en la de Santiago del Estero (Barco IV) en 1553 con el gobernador Francisco de Aguirre, en Cañete, Córdoba de Calchaquí, San Miguel de Tucumán (1565) y Salta (1582) en la que invirtió, según el padre Lozano, parte de su fortuna en carneros, caballos y armas. Aunque Levillier niega la participación de Ardiles en esta última fundación, las fuentes consultadas en el AGI coinciden en su totalidad con la versión de Lozano.
En lo que respecta a sus datos familiares, contrajo matrimonio en el Tucumán con María de Abálos. Tuvieron dos hijos nacidos en la gobernación: Mariana de Ardiles, casada con el capitán y también conquistador de la región Alonso de Vera y Aragón, y Miguel de Ardiles el Mozo, conquistador, encomendero y vecino primero de Córdoba y desde 1565 de San Miguel de Tucumán, casado con Ana Cabrera. Los testimonios de algunos escritores locales mencionan además la existencia de dos niñas mellizas adoptadas por la familia, dato dudoso, pues las fuentes documentales no han aportado nada al respecto.
Por su parte, Ardiles el Viejo y María de Abálos vivieron siempre en Santiago del Estero, gozando de una privilegiada posición, pues Ardiles, además de ser reconocido por su méritos en la conquista y como primer poblador, ocupó varios cargos públicos, concretamente regidor del cabildo de Santiago del Estero en 1553 y 1556 y alcalde de la citada ciudad en 1554 y 1570. Con seguridad ocupó más cargos, pero aún queda mucha documentación que revisar sobre él.
Por último, era encomendero y dueño de unas tierras en el término de Santiago, tierras que pasarían a su hijo Ardiles el Mozo en 1606.
Probablemente falleció en 1586, a la edad de setenta y un años, en la ciudad de Santiago del Estero.
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Carmen Gómez Pérez