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Juan Gregorio de Bazán

Biografía

Bazán, Juan Gregorio. Talavera de la Reina (Toledo), c. 1510 – Purmamarca (Argentina), 1570. Conquistador.

Como ocurre con la mayor parte de los hombres de la conquista, pocos son los datos fiables que se pueden ofrecer sobre los orígenes de Juan Gregorio Bazán.

Aunque no se conoce por el momento los nombres de sus padres ni de buena parte de sus parientes, todos sus biógrafos lo vinculan a una familia acomodada y de cierta hidalguía. Tomas Thayer Ojeda lo define como “hidalgo de calidad”, dato no confirmado documentalmente.

No obstante, y gracias a la información realizada en 1585 por su viuda Catalina de Plasencia [Archivo General de Indias (AGI), sección de Charcas], se puede asegurar que, efectivamente, Juan Gregorio Bazán descendía de un linaje de hidalgos y con una posición económica desahogada, condición que pudo demostrar en su primer viaje a América en el que, y según el testimonio de su viuda, “vino con muchos criados y lustre de su persona, como hidalgo y gastando mucho de su hacienda” (AGI). Por otra parte, y a pesar de no haber encontrado hasta la fecha la acostumbrada relación de méritos, quizás por su muerte prematura e imprevista, sus testimonios y los de sus compañeros sobre la conquista del Tucumán (Argentina) y las relaciones posteriores de la viuda, hijos, nietos y parientes confirman su origen noble. Similar problema se encuentra a la hora de determinar la fecha de nacimiento, pues aunque algunos autores ofrecen como fiable la del año 1510, tampoco se tiene la referencia documental.

No obstante, y como dato seguro e importante para su vida y su actividad profesional en el norte argentino, hay que destacar su vinculación familiar con Francisco de Aguirre, su tío o su primo, según las fuentes consultadas. Aguirre, natural de Talavera de la Reina, hijo de hidalgos con fortuna, fue uno de los personajes más destacados en la historia de la conquista de Chile y Tucumán. Gobernador, fundador de ciudades, encausado por la Inquisición y procesado en Charcas, compartió en buena medida el destino de Juan Gregorio Bazán. Es muy posible que este último marchara a Tucumán siguiendo las huellas de su afamado pariente, a pesar de que, y según todos sus biógrafos, sus relaciones no fueron del todo satisfactorias cuando Bazán era una autoridad importante en la gobernación. Nada ajeno, por otra parte, a la vida turbulenta de Francisco de Aguirre, cuyos últimos años los pasó en Copiapó (Chile), alejado de todo honor y gloria. Los interrogantes son muchos, pero la investigación sobre Juan Gregorio Bazán sigue siendo objetivo de especialistas argentinos, trabajos a los que lamentablemente no se ha podido acceder en su totalidad por no tener difusión internacional, pero que aparecen citados en la bibliografía. En este sentido, cabe señalar la obra de Jorge Serrano Redonnet y el Congreso de Genealogía celebrado en julio de 2005 en San Miguel de Tucumán (Argentina), en el que hay un capítulo importante dedicado a los conquistadores del norte argentino, entre ellos Juan Gregorio Bazán.

Aunque se supone que pasó al continente americano en 1530, no hay información sobre sus actividades hasta 1545. En ese año, Bazán se encontraba en Tierra Firme, “bien equipado de armas y caballos, empezando a servir a Su Majestad en Panamá”, según el testimonio de su mujer, Catalina de Plasencia, con quien había contraído nupcias en España en fecha aún por determinar. Poco más se sabe hasta su entrada en Perú junto con La Gasca en 1547. Sin duda, estos primeros años de la vida de Bazán en las colonias obedecen al perfil común y generalizado de tantos y tantos hombres que, en el siglo xvi, emigraron buscando nuevas y mejores tierras y, sobre todo, un futuro, el que no tenían en la Península. Muchos fracasaron en el intento. No fue el caso de Juan Gregorio Bazán, que llegó a convertirse en uno de los hombres más destacados del norte argentino por su participación en la conquista y en el gobierno de la región, creando unos sólidos lazos personales y familiares hasta el punto que su descendencia llega incluso a la actualidad.

En 1546, Pedro de La Gasca era nombrado presidente de la Audiencia de Lima, con el expreso mandato real de recuperar el control del Perú y restaurar la autoridad de la Corona, pues, a pesar de haberse derogado en 1545 las disposiciones más polémicas de las Leyes Nuevas, el estado de guerra del virreinato seguía siendo un hecho después del fracaso del virrey Blasco Núñez de Vela, su ejecución y la victoria absoluta de Gonzalo Pizarro. La Gasca fue autorizado para conceder un perdón general si la rebelión no continuaba, revocar las leyes que desposeían de sus encomiendas a los involucrados en las guerras entre pizarristas y almagristas y a continuar con la conquista del virreinato. Además, estaba plenamente autorizado a hacer la guerra y castigar a los rebeldes si éstos no aceptaban la paz y las condiciones impuestas por el Gobierno de España. El 13 de agosto de 1546, Pedro de La Gasca llegaba a Panamá, donde comenzó de inmediato las negociaciones con algunos de los cabecillas de la facción “rebelde”. Paralelamente se empezaron los preparativos para la expedición al Perú, con la ayuda del virrey de Nueva España, de varios de los gobernadores de las Antillas y, sobre todo, con la adhesión de muchos pobladores y conquistadores que por esos años se encontraban en Panamá. Uno de ellos fue Juan Gregorio Bazán que se alistó junto a La Gasca en la guerra contra Gonzalo Pizarro y sus seguidores.

Así, el 1 de julio de 1547, Bazán desembarcaba en Tumbes, “siempre a costa de su hacienda”, según el testimonio de su esposa, Catalina de Plasencia (AGI). Tras la derrota de Pizarro en Xaquijahuana, el 9 de abril de 1548, y su posterior ejecución, Bazán, al igual que muchos de sus compañeros, siguió buscando nuevas oportunidades. La ocasión vino de la mano del capitán Miguel de Ardiles, uno de los principales de la entrada de Juan Núñez de Prado al Tucumán. Esta expedición partió en 1549, pero ya en territorios de su gobernación, Núñez de Prado envió a Ardiles de nuevo a Potosí, con el mandato expreso de recoger a más hombres. Uno de ellos fue Juan Gregorio Bazán.

Una vez en Tucumán, Bazán participó activamente en la difícil, insegura y, desde luego, poco productiva conquista de la región. Especialistas destacados han definido la política conquistadora de los gobernantes del Perú en la década de los años cuarenta como el recurso más frecuentemente utilizado para librar a la región del exceso de población, en su mayor parte ociosa, que, además, andaba reclamando con todo su derecho los premios prometidos por participar al lado de la Corona en las guerras del Perú. James Lockhart cuenta cómo “los gobernadores francamente estaban más interesados en dispersar una pandilla turbulenta que en el desarrollo de nuevos territorios. La expedición de Gonzalo Pizarro en 1541 fue el último intento a gran escala de encontrar nuevas riquezas comparables a las del Perú. Pero siempre se encontraban a encomenderos ricos dispuestos a encabezar y financiar entradas, para tener el alto honor de mando y la remota posibilidad de encontrar una mina de oro”. En esta política de dispersión de entradas, quizás la más conocida de todas fue la de Diego de Rojas, que llevó a un grupo de doscientos españoles por todo el norte argentino entre 1542 y 1546, pero, sin duda, buena parte de las expediciones al Tucumán colonial obedecen a la misma idea. De hecho, el nombramiento de Juan Núñez de Prado en 1549 como gobernador del Tucumán, otorgado como premio a sus servicios en la campaña contra Gonzalo Pizarro, respondía a la misma estrategia, a la dispersión y alejamiento del centro del virreinato de esos numerosos grupos de hombres que habían ganado una guerra y, en consecuencia, querían su recompensa. El premio tan esperado se redujo a la participación, en muchos casos con cargos teóricamente importantes y, sobre todo, con una cierta independencia del Gobierno colonial, en la conquista de las zonas más marginales del imperio.

Una de ellas era la gobernación de Tucumán, y en esa región encontraron su destino hombres como Miguel de Ardiles, Hernán Mejías de Miraval, Nicolás Carrizo y Juan Gregorio Bazán, con antecedentes en otras regiones, algunos partícipes de las guerras del Perú, pero todos acabaron en el Tucumán, donde, a pesar de la pobreza de la región y de la hostilidad indígena, la mayor parte de estos conquistadores supieron y aprendieron a vivir en un medio en principio inhóspito, que terminó convirtiéndose en su hogar y en el de sus descendientes.

La vida de Juan Gregorio Bazán en el norte argentino fue corta pero fecunda. Según las fuentes consultadas, participó en algunas de las fundaciones más importantes de la gobernación: la frustrada Barco II (1551), Santiago del Estero (1553), Cañete (1560) San Miguel de Tucumán (1565) y Talavera (1566), siendo el principal responsable en esta última, por expreso nombramiento del gobernador Diego Pacheco. Sus biógrafos más importantes mencionan entre sus méritos como conquistador la entrada realizada bajo su dirección en 1568 al río Bermejo, “provincia de muchos indios a 80 leguas de Talavera” (AGI, Sección de Charcas, Probanza de Doña Catalina de Plasencia).

Expedición, por otra parte, sin resultados positivos en lo referente a una ocupación efectiva del territorio, pero sin duda muy importante en lo concerniente al descubrimiento de la región. Roberto Levillier, en la biografía escrita sobre Bazán, insiste en este hecho, basándose en los testimonios de algunos de los hombres que participaron en la citada jornada. Todos ellos insisten en ese descubrimiento realizado años antes de la exploración sistemática de la zona.

La experiencia de Bazán en el gobierno de la región fue especialmente destacada, sobre todo cuando ocupó el cargo de gobernador interino o teniente de gobernador general en ausencia de Francisco de Aguirre, desde 1553 hasta 1555. A nivel más local, pero no por ello menos importante, fue nombrado teniente de gobernador de las ciudades de Cañete en 1561 y de Talavera (Esteco) en 1567, después de haber tenido un papel destacado en la fundación de ambos núcleos. Las fuentes utilizadas lo citan también como uno de los encomenderos de la gobernación.

En 1569 llegaba al Perú el virrey Francisco de Toledo con el objetivo de organizar definitivamente el virreinato. Junto con su sequito y valedores viajó, entre otros, la familia de Juan Gregorio Bazán. Según todas las fuentes consultadas, llegaron de España su esposa, Catalina de Plasencia, su única hija, María de Bazán, su yerno, Diego Gómez de Pedraza, y sus tres nietos, Juan Gregorio, Esteban y Francisca, esta última prácticamente recién nacida, además de un negro esclavo bautizado con el nombre cristiano de Francisco y de apellido Congo, sin duda como referencia a su lugar de origen. Todos ellos se encontraron con Bazán en Purmamarca (Argentina), donde al afrontar un ataque indígena, Bazan y su yerno, Gómez de Pedraza, encontraron la muerte. Una vez a salvo el resto de la familia y recuperados los dos cadáveres, el gobernador Nicolás Carrizo mandó enterrarlos en la iglesia catedral de Santiago del Estero en 1571. Años después, su viuda se lamentaría del triste suceso, en el que, además de perder a su marido y a su yerno, “los indios le robaron más de 10000 pesos pues traían más de treinta caballos y muchos de ellos cargados de armas, ajuares y vajillas de plata” (AGI, Sección de Charcas).

Juan Gregorio Bazán y Catalina de Plasencia tuvieron una única hija, María Bazán, nacida en España.

De su matrimonio con Diego Gómez de Pedraza, muerto prematuramente en compañía de su suegro en Purmamarca (Argentina), nacieron Juan Gregorio Bazán (1562), Esteban de Pedraza, avecindado en Cuzco con su tío el licenciado Gabriel de Pedraza, abogado de la Audiencia de Charcas y supuestamente hermano de Diego Gómez de Pedraza, y Francisca Bazán de Pedraza. Esta última contrajo matrimonio en la gobernación de Tucumán con Alonso Tula Cervín, también destacado vecino poblador y conquistador del norte argentino. De este enlace nacieron tres hijos legítimos, Juan Gregorio Bazan de Pedraza (era ya el tercero de la familia con el mismo nombre y el mismo apellido), Lucía de Tula Cervín y Diego Gómez de Pedraza. Este último emparentó con la familia de los Velasco al casarse con Sebastiana de Velasco, nieta del fundador de La Rioja. En el Archivo General de Indias (AGI, Sección de Charcas, 75 y 102) existe la documentación suficiente para hacer un buen estudio sobre la familia Bazán durante la colonia. En efecto, y gracias a la lectura de numerosas relaciones de méritos, informes y probanzas tanto de la viuda como de sus hijos, nietos y otros descendientes, es posible establecer una genealogía bastante aproximada de toda la familia.

En este sentido, y por citar algunos ejemplos, en 1670 consta la existencia de Gabriel Gregorio Bazán, clérigo presbítero, maestro vicario y juez eclesiástico en San Miguel de Tucumán; en 1680, Gil Gregorio Bazán de Pedraza figuraba como vecino de La Rioja (Argentina), capitán y regidor de la ciudad. Como encomenderos y vecinos importantes de San Miguel de Tucumán se puede señalar a Pedro Bazán de Pedraza y Pedro Bazán Ramírez de Velasco en 1638 y 1671, respectivamente.

Sin duda, es uno de los casos más evidentes de endogamia entre los conquistadores y pobladores del norte argentino. Los Bazán emparentaron con otras familias destacadas de la conquista como los Velasco, los Gómez de Pedraza y los Tula Cervín. Algunos de sus descendientes siguen vivos y con los mismos apellidos.

El caso más evidente es el del Raúl Armando Bazán, actual director del Centro de Investigaciones Históricas del NOA, Universidad Nacional de Catamarca.

 

Bibl.: P. Lozano, Historia de la conquista del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán, Buenos Aires, Casa Editora Imprenta Popular, 1874; R. Jaimes Freyre, El Tucumán colonial. Documentos y mapas del Archivo de Indias, Buenos Aires, UNT, Coni, 1915; R. Levillier, La Audiencia de Charcas. Correspondencia del Presidente y oidores, Documentos del Archivo de Indias, Madrid, Imprenta de Juan Pueyo, 1918; La Gobernación de Tucumán. Correspondencia de los cabildos en el siglo xvi, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1918; Gobernación del Tucumán.

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Carmen Gómez Pérez