Recio, Bernardo, SJ. Alaejos (Valladolid), 20.VIII.1714 – Roma (Italia), 17.I.1791 Misionero jesuita (SI) e historiador.
El padre Francisco Mateos, SJ, que, como Bernardo Recio, residió en tierras de Quito, califica acertadamente a su antecesor: “Varón muy piadoso y misionero insigne, a la vez que agudo observador del estado social y religioso de la antigua presidencia de Quito, a mediados del siglo XVIII. La Cristiandad de Quito es un precioso libro de memorias de lo que vio en los 15 años de misionero, al recorrer de un extremo al otro del país. Libro de viajes a lo divino, escrito con amenidad y justeza, y un suave dejo de amor a las misiones y a la tierra americana, donde sembró la palabra del Evangelio, de 1750 a 1766”.
Nació Recio en la provincia de Valladolid; muy joven siguió los pasos de su hermano mayor Clemente e ingresó en la Compañía de Jesús.
Cuando en 1745 el padre Tomás Nieto Polo del Águila, payanés, invitaba jesuitas para Quito, sintió Bernardo la llamada de América y se alistó, con otros cuarenta y ocho compañeros.
Mas, los peligros de la guerra con la Gran Bretaña le obligaron a permanecer en Sevilla dos años, que aprovechó primero para aprender el Quichua, con bastante propiedad; luego para su especial vocación, predicar misiones populares, que siempre tuvieron éxito maravilloso.
Hasta predicó en el navío que lo llevaba a Cartagena a los marineros y pasajeros, que le escucharon conmovidos, pese a la escasez de víveres y aun de agua que sufrían.
El viaje fue largo, solo en 1750 llegó, en pleno invierno, a Guaranda, donde asombró a la gente predicando en Quichua a los indígenas, no menos impresionados.
Al llegar a Quito les salió al encuentro el obispo Juan Nieto Polo, que por referencias de su hermano el padre Tomás, solicitó la compañía del padre Recio y del padre Juan Hospital para predicadores en la visita pastoral de toda la extensa diócesis, que proyectaba.
Hospital se desempeñó bien; pero su nombre es, sobre todo, recordado por su labor científica en la Universidad de San Gregorio, donde fue el primer expositor y defensor del sistema de Copérnico, en estas regiones, 1761.
Noticias precisas de este viaje del padre Recio han llegado gracias a que él escribió un Diario completo, que fue descubierto por el padre Mateos, y por el padre Aurelio Espinosa Pólit, que investigaban en el Archivo de la Compañía de Alcalá, escritos de Jesuitas que residieron en Quito (Missionalia Hispánica. XVIII – n.º 50, 1960).
En 1765 fue designado para procurador o representante de la provincia jesuítica quiteña en Madrid y Roma, en las reuniones que se proyectaban mantener allí, cuando ya soplaban vientos adversos a la Orden.
Todo fue bien hasta que llegó a la frontera de España en Figueras; allí fue tomado preso, y con gran aparato y escándalo encontraron en su equipaje un paquete bien sellado que iba destinado al Vaticano, y que misteriosamente le encomendaron en Madrid.
Se trataba de una carta fingida del general de los jesuitas en que se asegura que el rey Carlos III era bastardo, usurpador del trono.
Este era el supremo argumento que inventaron los ministros masones Pombal y Aranda para inclinar al Rey al destierro de los jesuitas de España y de las Colonias Americanas; procedieron los agentes de Aranda con saña premeditada; aun a los dos acompañantes quiteños que desde América viajaban con el padre Recio, los arrojaron a la cárcel por siete meses, y a Recio y a su compañero padre Larraín, los tuvieron presos por dos años en Gerona (Marcelino Menéndez y Pelayo, Historia de los Heterodoxos Españoles, II 610).
Aprovechó este encierro el padre Bernardo Recio para escribir la Compendiosa Relación de la Cristiandad de Quito, cuyo manuscrito se ha conservado por fortuna en Loyola y fue publicado en 1947.
Dice en el Proemio: “Habiéndome Dios Nuestro Señor hecho merced de que discurriendo por millares de leguas en el Nuevo Mundo, cooperase en algún modo al celo de muchos misioneros empleados en extender la fe; después de los muchos peligros y lances extraordinarios de que la mano del Señor me sacó con bien; y por lo mismo que al presente me veo desechado del mundo y arrinconado, he querido atender a la utilidad común, con esta obrita, que podrá producir los efectos que deseo”.
Consagró al apóstol santo Tomás su obra: Compendiosa Relación de la Cristiandad en el Reino de Quito, porque considera al Apóstol su antecesor en la predicación de la fe cristiana en Quito. Y escribe: “Gloriosísimo Apóstol: He pensado yo consagrar a vuestra gloria esta mi pequeña obra, poniéndome a mí y a ella, con la mayor confianza y rendimiento debajo de vuestra protección. ¡Vos, Oh prodigioso Santo!, llevado en alas de la caridad celestial, peregrinasteis o volasteis, el primero a aquella tierra, anunciando en ella el nombre mirífico de Jesús”.
Y refiere que “el Apóstol Tomás peregrinó a Oriente; pasó a la India y la conquistó. Cuando después de muchos siglos penetró hasta allá San Francisco Javier, halló las reliquias de la cristiandad que plantó allí nuestro Apóstol Santo Tomás. Por lo que hace a mi asunto, Santo Tomás pasó a América”.
Igual convicción tuvieron muchos historiadores antiguos, entre ellos Mons. Alonso de la Peña Montenegro, obispo de Quito, en 1635, en su célebre obra Itinerario para Párrocos de Indios, 1668, dice: “Es común tradición acá en las Indias todas que el Apóstol Santo Tomás predicó en ellas el Evangelio, en el Brasil, el Perú, en Quito y toda la tierra que hay de Quijos adelante, al norte”. (Lib. I, pág. 559).
Contiene tres tratados esta Historia de la Cristiandad de Quito.
El primero se titula “Situación, Descubrimiento y Viaje de Quito”, y empieza por describir “La América en que logra Quito su feliz situación”. En esta sección informa del descubrimiento y conquista del Quito, basándose en los recuerdos que conservaba.
Pasa a lo que él conoció y experimentó, en el viaje de España a Quito.
Segundo tratado: “Cualidades del Reino de Quito, su extensión y Aumento del Culto Divino en este País”. Lo más original es la visión cariñosa de todo el país, particularmente de la ciudad de Quito, donde admira el arte religioso que le parece a veces superior a cuanto había conocido en las ciudades españolas, naturalmente se extrema en la descripción del templo de la Compañía “Que parecía un templo de Salomón; todo un ascua de oro”. Y le maravilla el Colegio y Universidad, la Biblioteca que en conjunto superaba a las famosas de España. “Aunque todas las iglesias de los regulares de Quito son bien singulares, y sus conventos grandes auxiliares de la Sede Episcopal, pero merece particular loa la iglesia y Colegio de la Compañía de Jesús. Habiendo visto la belleza de nuestras iglesias en Barcelona, Zaragoza, Valladolid, Salamanca, Madrid y Sevilla, realmente el complejo de la de Quito en ninguna otra se encuentra, a todas excede”.
No deja de presentar las sombras y comentar brevemente los tres vicios más graves: los divorcios, la falsificación de moneda, los asesinatos.
En la tercera parte habla con el mayor elogio de las Misiones del Marañón y la heroicidad de sus apóstoles, cuyas vidas, obras y martirios narra, empezando por el protomártir, padre Rafael Ferrer. Se detiene en el padre Samuel Fritz y aplaude sus Mapas del Marañón. Termina narrando detenidamente la Guerra de Quito, la violenta rebelión de los barrios quiteños por la imposición de la Aduana y el Estanco, entablados con muy poca cordura, como lo fue el impuesto de la Alcabala.
El padre Recio estuvo en la ciudad y fue uno de los que generosamente se ofrecieron al peligro para calmar a las muchedumbres enardecidas.
Termina con un Corolario en que describe el viaje a Roma, siguiendo la ruta de La Habana y su peligroso Canal de la Florida, donde encalló su navío cuando él confesaba sobre cubierta, luego de haber predicado una misión a los numerosos viajeros.
Por fin, su viaje a Gerona y su cautiverio; allí supo la fatal noticia de la expulsión de la Compañía de los dominios españoles, la supresión de la Orden por Clemente XIV en 1773. En Italia pasó sus últimos años.
Persona amiga de escribir diarios, de llevar apuntes, estaba preparado para dejar una crónica de sus dieciséis años en el Reino de Quito, juntando sus Relación a las Historias de otros Jesuitas desterrados de Quito, Juan de Velasco, Mario Cicala, Celedonio Arteta y varios Misioneros del Marañón.
Obras de ~: Compendiosa Relación de la Cristiandad en el Reino de Quito, porque considera al Apóstol su antecesor en la predicación de la fe cristiana en Quito, c. 1765 (ms.) (Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas Instituto Santo Toribio de Mogrovejo, 1947).
Bibl.: C. García Goldaraz, SJ, Compendiosa Relación de la Cristiandad de Quito por el P. Bernardo Recio, SJ, Madrid, Instituto Santo Toribio de Mogrovejo, 1947; Ch. E. O’Neill (SI) y J. M.ª Domínguez (SI) (dirs.), Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús. Biográfico-Temático, Roma-Madrid, Institutum Historicum, S.I.-Universidad Pontificia Comillas, 2001.
Jorge Villalba Freire