Antonio de la Santísima Trinidad. El Viso del Alcor (Sevilla), 1748 – 1829. Superior general de la Merced Descalza (OMD) y obispo electo de Nueva Cáceres (Filipinas).
Nacido en El Viso del Alcor en 1748, ingresó, siendo adolescente, en el convento mercedario del Corpus Christi de su villa natal, donde profesó y fue ordenado sacerdote. Su capacidad intelectual y acusadas dotes de gobierno le hicieron desempeñar los más altos oficios dentro de la Orden: maestro de estudiantes (seis años), lector de Artes (tres años), lector de Teología (nueve años), maestro de novicios (tres años), examinador sinodal en el arzobispado de Sevilla y superior general de la Orden.
El cardenal Luis de Borbón y Villabriga, sobrino del Rey y cuñado de Godoy, fue nombrado visitador apostólico de la Orden el 10 de septiembre de 1803, y el 8 de junio del siguiente año comenzó sus actuaciones. Como primera medida envió un monitum al general por haber convocado irregularmente el Capítulo General, y, convencido de que los males que aquejaban a la Orden provenían del denominado “espíritu de familia” imperante en las sucesivas elecciones, ordenó la modificación de los procedimientos, y exigió la presentación de una terna con los nombres de los religiosos más preclaros. El mismo cardenal se encargó de remitir al Consejo de Estado los tres nombres, el primero de los cuales era el de fray Antonio de la Santísima Trinidad, que sería nombrado general de la Orden en el Capítulo celebrado en Écija (Sevilla) el 9 de octubre de 1807.
Convocó de inmediato Capítulo Provincial en Andalucía, visitó todas las comunidades, restauró el plan de estudios de la Orden, modificó los modos de acceder a las cátedras y consiguió desarbolar las camarillas internas. En Madrid se encontraba realizando la visita canónica en el convento de Santa Bárbara cuando Napoleón hizo su entrada en la ciudad, y, pocas horas antes de la capitulación, consiguió huir camino de Aranjuez. “De Madrid —escribía en carta al cardenal Borbón—, con mil trabajos y fatigas, salí huyendo al amanecer del día cuatro del pasado mes, formando mi viaje y caminando a pie, sin otro auxilio que el que podía esperar del cielo”. Un mes tardó en llegar a Sevilla, y en esta ciudad permaneció hasta febrero de 1810, día en que se produjo la capitulación de la ciudad al mariscal Víctor.
Expropiados todos los conventos de la Orden en Andalucía, sólo le quedó el de Cádiz, y hacia allá marchó el general, y desde allí gobernó a unos frailes dispersos, de los que más de un tercio se ofrecieron para engrosar los núcleos de resistencia a las fuerzas francesas. Abrió las puertas del convento a cuantos evadidos iban llegando desde distintos pueblos y ciudades que hubo lugar; cuenta que “eran tantos los albergados que ocupaban más de la mitad del convento”. Aquella situación de emergencia duró dos años. En el verano de 1810 el supremo Consejo de Regencia lo nombró obispo titular de Nueva Cáceres (Filipinas), sucediendo a fray Domingo Collantes, de la Orden de Predicadores, pero, debido a la conflictiva situación política en España, no llegó a tomar posesión de su obispado.
El día 22 de octubre de 1812 intervino en las Cortes de Cádiz con una valiente exposición condenatoria de las disposiciones de mantener los conventos cerrados, de prohibir la reunión de los religiosos e hipotecar todas sus propiedades, haciendo olvido de que los religiosos habían defendido la patria con su sangre y sus bienes, negándoles a cambio los derechos reconocidos a los demás españoles. Muy avanzado en edad, se retiró al convento de El Viso del Alcor, en su villa natal, donde le encontró la muerte el 1829. Había cumplido ochenta y un años.
Bibl.: F. Cano Manrique, Historia de la Orden de la Merced Descalza, I. Siglo xix. Supresión de la Orden, Madrid, F. Cano, 1992.
Francisco Cano Manrique, OMD