Vera Delgado, Juan Acisclo. Villanueva del Ariscal (Sevilla), 16.XI.1761 – Cádiz, 22.VII.1818. Presidente de la Junta Central, arzobispo de Laodicea, obispo de Cádiz.
El futuro prelado era fruto de la unión de José Vera y Baena y María Delgado Venegas.
Tras pasar parte de su infancia en Zaragoza, ingresó en el estamento eclesiástico. La presencia de miembros de su familia en la mitra hispalense no era extraña.
Ciertamente, por su madre era sobrino del arzobispo de Sevilla, Francisco Javier Delgado Venegas, y su hermano, Pedro Vera Delgado, también había seguido la carrera eclesiástica y fue canónigo penitenciario de la mitra hispalense.
Antón Solé, archivero capitular y diocesano de Cádiz, recoge en su tesis La Iglesia Gaditana en el siglo XVIII que Juan Acisclo fue nombrado juez ordinario de la Iglesia de Cádiz por el obispo Antonio Martínez de la Plaza (1790-1800). No hay duda de que tenía un fuerte precedente familiar en el obispado de Cádiz, representado por su tío, Pedro José de Vera y Baena, que había sido nombrado vicario general de la diócesis por el obispo fray Tomás del Valle (1731-1776).
Por su parte, Matute y Gaviria en los Anales Eclesiásticos de la muy noble y leal ciudad de Sevilla da noticias suyas durante la última década del Siglo de las Luces, en la misa dada en Sevilla por el alma del guillotinado rey de Francia, Luis XVI (1774-1793), y en la liturgia a Antonio Vargas rector de la Real Universidad Literaria de Sevilla.
El Proceso Consistorial de Juan Acisclo, que se conserva en el Archivo Secreto Vaticano, permite saber que el domingo 18 de octubre de 1801 fue nombrado arzobispo de Laodicea, ejerciendo desde entonces como auxiliar del arzobispado de Sevilla. Fue consagrado en el primer Monasterio de la Visitación (Salesas) de Madrid por el cardenal de Scala, Luis María de Borbón, siendo asistido por el obispo de Puerto Rico Francisco de la Cuerda y por el obispo titular de Caristo, auxiliar de Toledo, Atanasio Puyal.
Los siete años siguientes a su consagración como arzobispo de Laodicea, los pasó en Sevilla, atendiendo a su ministerio como arzobispo auxiliar del mencionado cardenal de Scala, Luis de Borbón.
Fue en 1808, con el comienzo de la Guerra de la Independencia, cuando su figura cobró un gran valor político.
Y en el segundo año de la Guerra adquirió unas dimensiones políticas de primer orden, pues fue nombrado miembro de la Comisión de Cortes de la Junta Central, sucediendo en 1809 al marqués de Astorga, Vicente Osorio de Moscoso Álvarez de Toledo, como presidente de dicha Junta Central Suprema y Gubernativa de España e Indias. Con el referido cargo de presidente el 15 de junio de 1809 firmó en los Reales Alcázares de Sevilla el decreto fundacional de la comisión que habría de constituir las futuras Cortes, apareciendo Vera en este documento como obispo electo de Cádiz.
Las Actas Capitulares de la capital hispalense reflejan también este nombramiento episcopal para la iglesia de la Santa Cruz sobre las Aguas, Cádiz. Sin embargo, las bulas de confirmación para la mitra gaditana no pudieron ser expedidas hasta 1815, ya que, el papa Pío VII se encontraba cautivo de Napoleón.
Mientras tanto, la guerra contra los franceses no marchaba bien para las armas españolas. Tras la rendición de Dupont en Bailén ante el general Castaños en julio de 1808, los ejércitos napoleónicos se habían reorganizado y a finales del año 1809, tras la batalla de Ocaña, las tropas francesas al mando del mariscal Soult se aproximaban a Sevilla. El 20 de diciembre de 1809, como presidente de la mencionada Junta Central, Juan Acisclo escribía una proclama a los españoles animándoles a la resistencia contra los ejércitos franceses. Con dicha junta, de la que era presidente, marchó a la Isla de León (actual San Fernando, en Cádiz), donde firmó el 29 de enero de 1810 el Decreto de Convocatoria a Cortes. En recompensa a sus servicios, la regencia lo nombró consejero de Estado el 6 de febrero de 1810.
Ese mismo año marchó a Ceuta donde residió hasta 1813. Por el Diario de Sesiones del 19 de marzo de 1813, primer aniversario de “la Pepa”, se sabe que en esta plaza española del Norte de África pasó penalidades.
La regencia hubo de asignarle una pensión de 20.000 reales, debido a que no tenía con qué sostenerse al estar invadida la mitra hispalense por las tropas napoleónicas. En esta misma acta del Diario de Sesiones se recogía, “el celo patriótico, notorio desinterés y suma eficacia” testimoniando de este modo las Cortes Constitucionales un reconocimiento al eclesiástico.
Reconquistada la ciudad de Sevilla a los franceses, Juan Acisclo fue restituido en sus dignidades, donde pudo celebrar en 1813, en una capital hispalense libre de los ejércitos napoleónicos, las exequias por el arzobispo de Sevilla Antonio Despuig, que había regido la mitra hispalense entre los años 1795 y 1799.
Finalizada la Guerra de la Independencia (1808- 1814), Juan Acisclo, obispo electo de Cádiz desde 1809, fue confirmado por el papa Pío VII (1800-1823) como titular de esta diócesis en 1815, en cuya capital testó el 21 de julio de 1818 y falleció al día siguiente. En el Museo de las Cortes de Cádiz puede contemplarse un retrato de este prelado con la banda azul y blanca de la Orden de Carlos III, que le fue concedida por su actitud de resistencia al invasor francés.
Fuentes y bibl.: Archivo Secreto Vaticano, Procesos Consistoriales, 211; Archivo del Congreso de los Diputados, Serie General, leg. 11, n.º 10; leg. 1, n.º 63, fol. 3; Biblioteca del Senado, Caja 324, n.º 4(7); Archivo Catedralicio de Sevilla, Limpiezas de Sangre, exp. J-167, leg. 37 (1782); Archivo Histórico Provincial de Cádiz, Protocolos Cádiz, sign. 445 B, fol. 4; Archivo Diocesano de Cádiz, Reales Órdenes (1805-1810), leg. 20.
M. Fernández Martín, Derecho parlamentario español, vol. II, Madrid, Congreso de los Diputados, 1992, págs. 561- 562 (contiene facs. publicado en Madrid, 1885-1900); J. Matute y Gaviria, Anales Eclesiásticos y seculares de la muy noble y leal ciudad de Sevilla, t. III, Sevilla, 1877, págs. 134, 228 y 254-255; M. Fernández Copello, Catálogo del Museo Iconográfico e Histórico de las Cortes y Sitio de Cádiz, Cádiz, Talleres Tipográficos de M. Álvarez, 1917, pág. 16; R. Navarro Acuña, Resúmenes de las Actas Capitulares de la Santa Iglesia Catedral, Ceuta, 1953-1956, Cabildos Espirituales, fols. 159v. y 161; M.ª I. Arriazu, “La consulta de la Junta Central al país sobre Cortes”, en VV. AA., Estudios sobre las Cortes de Cádiz, Pamplona, Universidad de Navarra, 1967, págs. 11-118; F. Avellá Cháfer, “La ocupación francesa de la ciudad y Arzobispado de Sevilla a la luz de nuevos documentos (1810- 1812)”, en Archivo Hispalense, 175 (1974), pág. 45; C. Ros, Los Arzobispos de Sevilla. Luces y sombras en la sede hispalense, Sevilla y Granada, C. ros y Ediciones Anel, 1986, pág. 320; V. Guitarte Izquierdo, Español (1700-1867), Castellón de la Plana, 1992, pág. 120; P. Antón Solé, La Iglesia Gaditana en el siglo XVIII, Cádiz, Universidad, 1994, págs. 280 y 389; J. L. Gómez Barceló, “San Juan de Dios. Su estancia en Ceuta y posterior presencia espiritual: Templos, imágenes y otros recuerdos”, en VV. AA., Religiosidad Popular en España, Actas del Simposium (I), San Lorenzo del Escorial, Estudios Superiores del Escorial, 1997, pág. 570.
Francisco Glicerio Conde Mora