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Alonso Ignacio de Verdugo de Castilla Ursúa y Lasso de Castilla

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Biografía

Verdugo de Castilla Ursúa y Lasso de Castilla, Alonso Ignacio de. Conde de Torrepalma (III) y señor de Gor, el Caballero Acólito Aventurero, el Difícil. Alcalá la Real (Jaén), 3.IX.1706 – Turín (Italia), 1767. Poeta, académico, político, diplomático.

Hijo de Pedro Verdugo Ursúa, conde de Torrepalma, y de Isabel María de Castilla y Lasso de Castilla, una de las familias de la más alta nobleza de Andalucía, nació en Alcalá la Real (Jaén) en 1706, y fue el único varón de los cinco hermanos. Su padre fue uno de los hombres más instruidos de su tiempo, camino que pronto seguiría Alonso, al mostrar desde joven una clara inclinación a las letras. Emprendedor y poseedor de un gran talento, realizó una intensa actividad a lo largo de toda su vida.

Cuando aún era pequeño, Alonso se trasladó a Granada a consecuencia del nombramiento de su padre como corregidor y jefe militar de dicha ciudad. Tras diversos destinos, en 1715 la familia llegó a Madrid, pero al año siguiente retornó al solar sevillano de Torrepalma. El pequeño Alonso, con sólo trece años, traducía ya obras del italiano y escribía sus primeros versos bajo la supervisión paterna. En 1720 volvieron a fijar su residencia en Granada, donde falleció Pedro dejando en manos de Alonso el título de tercer conde de Torrepalma y una difícil situación social y económica. En la ciudad granadina el joven empezó a abrirse camino en el mundo de los estudios: bibliotecas, aficiones literarias, relaciones diversas y amistades juveniles como las del conde de Luque, el marqués de Campoverde, José Fernando Pérez del Pulgar, Antonio Porcel. En 1725 ingresó en la Real Maestranza, cuerpo noble de jóvenes caballeros al que prestaría siempre su colaboración. Cinco años más tarde, esta asociación organizó una academia literaria para conmemorar la llegada de los Reyes a Granada, ocasión en la que Torrepalma dejó clara su afición por la oratoria y la poética.

En el año 1727 marcha junto con su madre a su casa sevillana de Torrepalma. Su hermana Ana, de esmerada educación y aficiones literarias, decidió ingresar en 1729 en el convento de franciscas de Granada, donde daría muestras de su fervor religioso y de su creación poética. Por contra, el joven Alonso se sentía atraído por la idea de encontrar en Sevilla un ambiente nobiliario de mayor relevancia, ya que esta ciudad se había convertido transitoriamente en la Corte. Pero con la vuelta de los Reyes a Madrid, pronto encaminaría sus pasos a la capital porque le subyugaban las relaciones sociales y el ambiente cultural de la Corte. Aquí tuvo contacto con hombres de letras, y participó en la fundación de las academias. Fue miembro fundador de la Real Academia de la Historia, creada el 21 de febrero de 1735. Lo que había comenzado como una reunión de un grupo de amigos aficionados a la historia pasó a convertirse en una institución que contaba con el amparo del Rey y de la que Verdugo de Castilla fue presidente cuatrimestral y colaborador de las disertaciones que pretendían aclarar algunos puntos confusos de la historia universal. Después, su director, Montiano y Luyando, propuso la preparación de unos anales históricos y de un diccionario histórico crítico de España, en cuyo proyecto Torrepalma también participó. Acaso hizo para ella algunos de los trabajos que se conservan como Origen de los gitanos, Informe sobre la educación, Consejos a su sobrino sobre el recogimiento de pobres, y en particular el Principio de la historia de la Academia, que tenía mediada cuando inició su carrera diplomática.

Notable fue también su colaboración en la Real Academia Española, donde continuó la labor iniciada por su padre, que era miembro supernumerario desde 1736. Un año después, en 1737, tuvo que marchar rápidamente a Granada porque acababa de morir su madre, pero no abandonó los proyectos que le habían sido encomendados hasta el momento, como el de la preparación del plan general del diccionario y el establecimiento de las bases para solicitar y justificar la protección del Rey.

Estos años granadinos, alejado por obligación de Madrid, fueron un tanto difíciles, pero no por ello dejó de trabajar y colaborar en los diversos eventos que tuvieron lugar en la ciudad andaluza. Sus amistades allí fueron creciendo y así empezó a mantener una serie de reuniones con otros poetas locales como José Antonio Porcel, Alonso Dalda o Nicolás de Heredia y Barnuevo, a los que se unió, en la llamada Academia del Trípode (1738-1748), designada de este modo debido a los tres miembros que la integraban. La actividad de este grupo de intelectuales seguramente no habría trascendido si Torrepalma no hubiera entrado en contacto con ella. Las reuniones se celebraban con cierta regularidad en los primeros días del mes, aunque no está muy claro cuál era el contenido de las mismas. Cada uno de ellos actuaba con un seudónimo, que en el caso de Torrepalma era el Caballero Acólito Aventurero, con el que participaba en diversas actividades sociales y bajo el cual leía sus versos. En 1741 presentó su poema más famoso, El Deucalión, con sesenta y cuatro octavas que ampliaban el mito de las Metamorfosis, estaba marcado por una clara huella gongorina, un tono épico-narrativo y una técnica retórica. Mientras, su relación con Porcel se iba estrechando cada vez más.

Tras permanecer durante casi diez años en Granada, decide volver a Madrid y reanudar sus relaciones sociales y literarias en esta ciudad. Regresa a las academias, sobre todo a la Real Academia Española, de la que fue nombrado académico de número en 1740, y ejerció la dirección desde esta fecha a 1764. En esta época publica su Oración de la Real Academia Española al rey nuestro señor con motivo del matrimonio de la serenísima señora infanta doña María Teresa con el serenísimo señor Delfín (1744). Entre 1749 y 1751, se convierte en uno de los impulsores de la Academia del Buen Gusto, dirigida por la marquesa de Sarrià. Allí, donde se le conoció con un sobrenombre poético, el Difícil, conectó con los diferentes modos del quehacer literario de la época, y se convirtió en el defensor de la estética barroca y de la tradición literaria. En este período escribe varias composiciones como un poema dedicado A la Academia del Buen Gusto, una elegía A la temprana muerte de una hermosura, y varios romances, obras que le situaron como uno de los primeros del siglo xviii en manifestar su gusto por este tipo de composiciones. También, en octubre de 1750 pronuncia su Oración del Presidente con que se introdujo la Academia, que resulta de notable interés debido a que daba a conocer la penosa situación en que se encontraba la poesía española y ofrecía propuestas para su mejora. Su relación en la tertulia con los neoclásicos Nassarre, Velázquez y Luzán ayudó a Torrepalma a moderar el barroquismo de sus versos y a abrir su espíritu a las reformas.

Casado y con varios hijos, pasó tiempos familiares difíciles. Aunque en 1749 nace su hija Isabel, al año siguiente fallece el primogénito Pedro Antonio, y meses más tarde su esposa. Sin embargo, siguió participando en las diversas reuniones que hasta entonces frecuentaba.

En la última sesión conocida de la Academia del Buen Gusto, lee su poema Las ruinas. Pensamientos tristes, considerado por muchos como su composición más original y anuncio del Romanticismo, en el que evidenciaba, sin duda, el desasosiego que sentía ante las circunstancias, tanto personales como sociales, que le rodeaban. Decide así realizar un viaje a Granada.

En abril de 1752 nacía la idea de creación de la Real Academia de San Fernando, proyecto que pretendía aunar en una institución el interés por las ciencias, las artes y las letras. En ella los nobles actuaban como consiliarios y los artistas como directores. Torrepalma enseguida se implicó en ella y estableció contactos con los mejores creadores del momento, tanto españoles como extranjeros. Por aquel entonces, y en el ámbito personal, volvió a enamorarse y buscó con María Francisca Dávila Carrillo, nieta del duque de Montemar, continuidad para sus apellidos, objetivo para el que contraería matrimonio en abril de 1753. Poco después, la Academia se ponía en funcionamiento y Torrepalma, Luzán e Iriarte leían unos versos en su inauguración. Sin embargo, progresivamente dejaría a un lado la poesía para dedicarse en mayor medida a la política. En 1754, ante la muerte de Carvajal, ocupa de forma transitoria el puesto de director de la Real Academia de San Fernando. Fue también caballero de la Orden de Santiago y de la de Calatrava.

En un momento de intensa tensión política, entró al servicio de Fernando VI como mayordomo de semana de la Casa Real. En 1755 fue nombrado ministro plenipotenciario en Viena y enviado a dicha ciudad, donde ejerció el cargo durante cinco años. En su labor de diplomático e informador fiel enviaba cartas, documentos y diversas noticias al Monarca, que quedó plenamente satisfecho de la labor de su ministro. En 1758, ya en tiempo de Carlos III, le otorgaron el puesto de embajador en la ciudad de Turín, aunque su traslado no se produciría hasta 1760, momento desde el cual desempeñó su labor hasta su muerte en 1767 a causa de una fuerte opresión de pecho.

 

Obras de ~: Consejos a su sobrino el marqués de los Trujillos, vecino de Granada sobre el recogimiento de pobres, Turín, sección Conde del Águila, t. 30, Biblioteca Municipal (Sevilla), 1762, pág. 19; “Defensa de Lucio Cornelio Sila”, ejercicio mensual que leyó el Conde de Torrepalma en la Academia del Trípode en 1742, en Disertaciones, t. I, Real Academia Española (Madrid), pág. 29; Oración de la Real Academia Española al Rey nuestro señor con motivo del matrimonio de la serenísima señora infanta Doña María Teresa con el Serenísimo señor Delphin, Madrid, Imp. Real Academia Española, 1744; “El Deucalión”, en J. J. López de Sedano (ed.), Parnaso español, vol. III, Madrid, Ibarra, 1768-1779, págs. 86-104; “El Deucalión”, en C. Rosell (ed.), Poemas épicos, Madrid, Rivadeneyra, 1864 (col. Biblioteca de Autores Españoles, vol. XXIX), págs. 483-486; “Poesías”, en L. A. de Cueto (ed.), Poetas líricos del siglo XVIII, Madrid, Rivadeneyra, 1952 (col. Biblioteca de Autores Españoles, vol. LXI), págs. 123-135; Origen de los gitanos, Real Academia de la Historia (Madrid), 9-5991, s. f., págs. 92-105; Principio de la historia de la Academia, Real Academia de la Historia (Madrid), 9-5991, s. f., págs. 106-123; Informe del Excemo. Sr. Conde de Torrepalma sobre la educación, sección Conde del Águila, t. 65, Biblioteca Municipal (Sevilla), s. f., pág. 39; Obras poéticas del Conde de Torrepalma, Biblioteca Nacional de España (Madrid), ms. 18.476, s. f., págs. 8, 19, 24 y 25; Defensa de Lucio Cornelio Sila, British Library (Londres), add. 10.249, s. f., fols. 13-20v.

 

Bibl.: N. Marín López, “El Conde de Torrepalma, ministro plenipotenciario en Viena (1755-1760)”, en Cuadernos de Historia Diplomática, IV (1958), págs. 155-175; N. Marín López, “El Conde de Torrepalma, la Academia de la Historia” y “Diario de los literatos de España”, en Boletín de la Real Academia Española, XLII (1962), págs. 91-120; “La defensa de la libertad y la tradición literaria en un texto de 1750”, en Revista de Ideas Estéticas, 98 (1967), págs. 63-74; E. Orozco Díaz, Porcel y el barroquismo literario del siglo XVIII, Oviedo, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad, 1969 (col. Cuadernos de la Cátedra Feijoo, vol. 21); N. Marín López, Poesía y poetas del Setecientos. Torrepalma y la Academia del Trípode, Granada, Universidad, 1971; J. M. Caso González, “De la Academia del Buen Gusto a Nicolás Fernández de Moratín”, en Revista de Literatura, XLII-84 (1980), págs. 5-18; J. Arce, La poesía del siglo ilustrado, Madrid, Alhambra, 1981; J. M. Caso González, “La Academia del Buen Gusto y la poesía de la época”, en La época de Fernando VI, Oviedo, Centro de Estudios del Siglo XVIII, 1981, págs. 383-418; I. Visedo Orden, Aportación al estudio de la lengua poética en la primera mitad del siglo XVIII, Madrid, Universidad Complutense, 1985; M. D. Tortosa Linde, La Academia del Buen Gusto de Madrid (1749-1751), Granada, Universidad, 1988; R. Reyes, Poesía española del siglo XVIII, Madrid, Cátedra, 1988; J. Checa, J. A. Ríos, e I. Vallejo, La poesía del siglo XVIII, Madrid, Júcar, 1992; F. Aguilar Piñal, Bibliografía de autores españoles del siglo XVIII, t. VIII, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1995; A. Gómez Alfaro, “Un manuscrito del Conde de Torrepalma dedicado al origen de los gitanos”, en Elucidario: Seminario bio-bibliográfico Manuel Caballero Venzalá, n.º 6 (2008), págs. 331-349.

 

Emilio Palacios Fernández y Elena Palacios Gutiérrez

 

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