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José Antonio Pantaleón Jijón de Salcedo y Torres Figueroa

Biografía

Jijón de Salcedo y Torres Figueroa, José Antonio Pantaleón. Villarrubia de los Ojos (Ciudad Real), 27.VII.1725 – 9.VI.1802. Caballero de la Orden de Calatrava y ganadero de reses bravas.

José Jijón de Salcedo y Torres Figueroa fue el primer hijo del matrimonio que, en 1724, contrajeron José Jijón de Salcedo, natural de Villarrubia de los Ojos, y Josefa de Torres Figueroa, natural de Consuegra. A los nueve años de edad perdió a sus padres y a varios de sus hermanos a causa de una epidemia. Los únicos miembros de la familia que sobrevivieron fueron él y su hermano Miguel, nacido en 1731. La tutoría de los menores recayó en su único tío, Juan Jijón de Salcedo, y en dos parientes de su madre, Hermenegildo Díaz- Hidalgo y Dionisio Torres Figueroa.

Los Jijón de Salcedo tenían fuertes intereses agrícolas y ganaderos en Villarrubia. Esa situación y la cuidada política matrimonial que practicaron a lo largo de varias generaciones fue la base de su importante patrimonio, en el que se incluía una ganadería de reses bravas que estuvo activa hasta bien entrado el siglo xix. A finales del siglo xvii esa hacienda estaba en manos de los hermanos Juan y José Jijón de Salcedo. Juan era soltero y José contrajo matrimonio que, aunque tardío, le permitió asegurar la continuidad de la familia. Su brillante situación económica les hizo conseguir que en 1737, con tan sólo once años de edad, el primogénito de José, José Jijón y Torres Figueroa, fuera investido con el hábito de caballero de la Orden de Calatrava. Y, para garantizar el patrimonio de su ennoblecido linaje, instituyeron dos vínculos con la obligación de que sus poseedores utilizaran el apellido Sánchez-Jijón. De ahí que algunas fuentes se refieran a estos ganaderos como Sánchez- Jijón, aunque ellos sólo usaron ese compuesto en muy contadas ocasiones.

José Jijón de Salcedo y Torres Figueroa era de carácter difícil, lo que le acarreó muchos problemas. Al morir su tío, en 1743, debieron de surgir las primeras diferencias con los otros dos tutores y en 1750, cuando José aún no había cumplido los veinticinco años, renunciaron a su cargo y solicitaron a la justicia que se le declarara mayor de edad y tutor de su hermano. Su caprichosa personalidad le llevó a tomar decisiones que pusieron en peligro el futuro de la hacienda y en 1766, tras un pleito que rompería definitivamente la relación con su hermano, Miguel Jijón fue nombrado administrador judicial del patrimonio familiar. José Jijón trasladó su residencia a Madrid, donde las cuantiosas rentas que le enviaba su hermano le debieron permitir frecuentar los ambientes taurinos y cortesanos que dieron fama a su nombre, aún cuando los años de mayor auge de la ganadería coincidieron con la administración de Miguel.

Miguel Jijón murió sin descendencia en 1791 y así fue como José Jijón, a los sesenta y seis años, retomó la gestión de sus bienes. Los viejos problemas resurgieron y se multiplicaron los pleitos con instituciones y particulares hasta que, pocos meses después, el Rey ordenó que fuese recluido en el Sacro Convento de Calatrava y sus bienes quedasen bajo la tutela del Consejo de Castilla. Durante su reclusión, y posiblemente por un acuerdo de familia, se concertó el matrimonio de José Jijón con Leonor del Águila y Bolaños, una lejana pariente de veinte años de edad, hizo un testamento cerrado en el que dejó como única heredera a su futura esposa y se celebró un matrimonio por poderes que fue ratificado en Villarrubia el 4 de noviembre de 1798, poco después de levantarse su reclusión.

José Jijón murió sin descendencia en 1802 y sus bienes quedaron divididos: los vinculados pasaron por imperativo legal a Cristóbal Chacón de Sahagún, nieto de su tía Isabel Jijón de Salcedo, y los libres a su esposa, que siete meses después contraería un segundo matrimonio con su tío, Bernabé del Águila y Bolaños.

Al margen de su azarosa existencia, el nombre de José Jijón es recordado por su condición de propietario de la ganadería que dio origen a la denominada “casta Jijona”, aunque sólo fue el último representante de una larga saga de ganaderos.

Los famosos toros jijones tienen su origen en las cabañas ganaderas que regentaban Pedro Jijón González y Juan Jijón de Salcedo en la primera mitad del siglo xvii, quienes conformaron una única explotación que permaneció prácticamente indivisa hasta su extinción en el primer cuarto del siglo XIX. Es posible que estos criadores ya destinaran parte de sus reses a la lidia, pero la falta de protocolos notariales impide confirmar ese dato hasta 1678, cuando encontramos a Pedro Jijón González y Juan Jijón de Salcedo, hijos homónimos de los anteriores, vendiendo toros de muerte y capeo para las fiestas locales de varios pueblos de la zona. Un año después, el 25 de septiembre de 1679, lidiaron a su nombre veinte toros en Madrid.

La única división conocida de la vacada tuvo lugar en 1684, tras la muerte de esta generación de ganaderos.

Los Jijón de Salcedo siguieron con su parte indivisa, sucediéndose en la titularidad: la viuda de Juan, Isabel Jijón González; Juan y José Jijón de Salcedo, sus hijos; y José y Miguel Jijón de Salcedo, hijos de José. Por el contrario, los hijos de Pedro Jijón González, Blas y Juan Antonio, siguieron con su actividad de forma independiente. La rama de Blas Jijón terminaría en manos de los afamados José y Miguel Jijón de Salcedo al morir sin sucesión Pedro Jijón, único hijo de Blas. Sólo quedó fuera del control de los Jijón de Salcedo la parte de Juan Antonio Jijón, que se trasladó a Valdepeñas y allí consta como ganadero. Esta línea vino a recaer en su nieta, Elena Jijón, que murió soltera y sin descendencia, y sus reses las adquirió Gil Flores vía Benito Torrubia.

Los toros jijones, célebres por su trapío, su capa colorada encendida y su enorme pujanza con los caballos durante el primer tercio de la lidia, alcanzaron su época dorada cuando Miguel Jijón comenzó a lidiar a su nombre tras la ruptura con su hermano en 1766. En 1770 firmó un contrato con la plaza de Madrid por el que se comprometía a suministrar anualmente dos tercios de sus toros de saca. Ese año vendió sesenta toros, pero hubo alguna temporada en la que lidiaron hasta cien reses de su ganadería. En esa época, luciendo el hierro de la flor de lis y divisa encarnada, los toros jijones abrían plaza en Madrid una tarde tras otra. También por entonces, el 7 de junio de 1783, hicieron su presentación en Sevilla. A partir de 1792, con la muerte de Miguel y la posterior reclusión de José, la ganadería debió quedar algo mermada, aunque el nombre de José Jijón siguió estando muy presente en los carteles. Desde 1802 la vacada se anunció a nombre de su viuda, Leonor de Águila y Bolaños, y un año después al de Bernabé del Águila y Bolaños, su segundo marido.

Los primeros traspasos de reses debieron hacerse en vida de José y Miguel Jijón, como puede ser el caso de las vacadas creadas por Hermenegildo y Juan Díaz- Hidalgo, hijos del que fuera su tutor. Sin embargo, la dispersión de la ganadería comenzaría tras la muerte de los dos célebres ganaderos. Leonor y Bernabé del Águila, que heredaron parte de los bienes de los Jijón pero no todo su potencial económico, debieron ver resentidas sus finanzas con la Guerra de la Independencia y, sobre todo, con las graves consecuencias personales y económicas que se derivaron de las incursiones de Bernabé del Águila en la política durante el Trienio Liberal. Comenzaron vendiendo pequeñas partidas de ganado que fueron apareciendo en manos de tratantes y ganaderos, como Vicente Perdiguero, y que tuvieron su destino final en Colmenar Viejo; en 1822 Manuela de la Dehesa y Angulo adquirió una punta de ganado; y, por último, toda la ganadería pasó a ser propiedad de Manuel Gaviria en 1823.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Nacional, OM-Calatrava.

Exp. 2369; Archivo Histórico Provincial de Ciudad Real, Protocolos Notariales de Villarrubia de los Ojos; Archivo de la Real Chancillería de Granada, Sigs. 9044/6; Archivo Regional de la Comunidad de Madrid, Administración de la Fiesta de Toros.

L. Villalobos, Siglo xviii. Toros jijones. Esplendor y ocaso de esta ganadería brava española, Ciudad Real, 1967; L. Uriarte, El toro de lidia español: ensayo de revisión histórica de las ganaderías en su origen, Madrid, Unión de Bibliófilos Taurinos, 1969; F. López Izquierdo, Plazas de toros de la Puerta de Alcalá (1739-1874), Unión de Bibliófilos Taurinos, 1985 y 1988, 2 ts.; R. Cabrera Bonet y M. T. Artigas, Los toros en la prensa madrileña del siglo XVIII, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 1991; F. López Izquierdo, Los toros en la Plaza Mayor de Madrid. Documentos, Unión de Bibliófilos Taurinos, 1993; F. Mira, Hierros y encastes del toro de lidia, Sevilla, Ediciones Guadalquivir, 1998; C. y C. Naranjo González, “Linajes de los primeros criadores de toros jijones”, en R. Cabrera Bonet (ed.), Estudios de Tauromaquia, CEU Ediciones (en prensa).

 

Candelas y Cecilio Naranjo González

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