Gaona y Portocarrero, Juan Francisco de. Conde de Valdeparaíso (II). Almagro (Ciudad Real), 13.II.1696 – Madrid, 4.II.1760. Palaciego y ministro.
Eran sus padres Juan de Gaona y Abad (1658- 1721), I conde de Valdeparaíso (y no Valparaíso), (1705) y familiar de la Inquisición, natural de Almagro, y Aldonza Portocarrero y Félix de Aranda, nacida en Cabra en 1679. Su familia paterna, manchega y emparentada con la del conquistador Almagro, era “rica en posesiones y muletadas”.
Caballero de Calatrava a los tres años, Juan Francisco inició una carrera militar en la que no pasó del grado de coronel. En 1729, al formarse la casa de la princesa de Asturias, fue nombrado mayordomo de semana y un poco más tarde primer caballerizo de ella. A este cargo añadió una plaza de consejero supernumerario de capa y espada del Consejo de Indias (30 de agosto de 1740), “para entrar en goce de ella por su antigüedad con las que vacaren”, lo que sucedió el 24 de octubre de 1741. Residía por entonces en Madrid, en la calle de la Reina. Muy apreciado por la princesa, lo fue aún más cuando ella subió al trono en 1746, época en la que el agente francés Desvarennes lo retrató así: “Es un cortesano hábil e intrigante que sólo apunta a satisfacer su ambición sin pensar en los intereses del Estado [...] y por lo demás no entiende de negocios”.
Desde entonces empezó, sin embargo, a desempeñar un papel político, ayudando a Ensenada a conservar su puesto y estrechando relaciones con Carvajal. En los años siguientes, continuó cultivando estas amistades. En 1753 se le describe como “el más diestro palaciego de esta corte, favorito de la reina de España, íntimo amigo del Sr Carvajal, muy bien avenido con el Sr de la Ensenada”. El mismo día del fallecimiento de Carvajal (8 de abril de 1754), los Reyes quisieron sustituirle por Valdeparaíso, pero según el relato del embajador inglés Keene, el conde se arrodilló delante de sus amos y les suplicó que le dispensaran de tal honor por ser incapaz de desempeñar un cargo de tanta importancia. Se unió al duque de Huéscar para aconsejar la elección de Ricardo Wall, a quien se llamó enseguida. Unos meses más tarde, Valdeparaíso no tuvo reparo en juntarse con Huéscar, Wall y Keene para derrocar a Ensenada el 20 de julio de 1754. Al día siguiente, recogió parte de los despojos del caído ministro: el empleo de secretario de la Reina, que le acercaba aún más a ella, y, sobre todo, la Secretaría de Estado y del Despacho de Hacienda, con la Superintendencia General de Rentas, la presidencia de la Junta de Comercio, Moneda y Tabaco y las Superintendencias de Reales Fábricas y Casas de Moneda. Un decreto de 26 de agosto enumeró las muchas competencias que tocaban a este departamento.
En el aspecto político de su gestión, el conde —sin tener ninguna preparación ni formación— no carecía de buen sentido y supo maniobrar con su acostumbrada destreza, apoyando la política de neutralidad entre Francia e Inglaterra observada por los Reyes y Wall, al mismo tiempo que no escaseaba protestas de amistad hacia Francia y hasta concedía algunas facilidades a la compañía francesa de las Indias. En cuanto a su labor administrativa, la enjuicia así su contemporáneo, el marqués de Valdeolmos: “Entró a servir haciendo presente al Rey su poca inteligencia y práctica. Entregóse a su oficial mayor y a los directores de rentas y firmaba todas las órdenes que formaban [...]. Daba todos los empleos de Hacienda [...]. Hízose dueño del manejo de ella [...] con la voz: el Rey lo manda [...]. Aumentó las rentas reales infinito [...], excusó gastos de tropas y municiones”. Esta política financiera queda reflejada en la Representación que hizo el conde de Valdeparaíso al Sr don Fernando VI en el año 1756, en la que se evidencia que el restablecimiento de la Hacienda Real se logró a costa de sacrificios realizados en los gastos militares y aun más marítimos. Así se explica el superávit presupuestario de finales del reinado sobre cuyo importe exacto siguen discutiendo los historiadores.
Con las muertes de la reina Bárbara, su principal valedora (1758), y de Fernando VI (1759), Valdeparaíso perdió sus mejores apoyos en la Corte. Carlos III, aunque conservó a varios ministros de su hermano, quiso poner a la cabeza de su Hacienda a un auténtico profesional, cuya experiencia hubiera comprobado.
Por tanto, al llegar a Alcalá de Henares el 8 de diciembre de 1759, nombró secretario de Estado de Hacienda al marqués de Esquilache, quien había tenido el mismo oficio en Nápoles. En manera de compensación designó a Valdeparaíso para pasar de embajador a Polonia. El conde, “sobrecogido su corazón y afligido de verse sin sus empleos y de tener que ausentarse de su casa y hacienda [...] y sin saber aun ni la lengua francesa, ni menos la polaca, enfermó con calentura y una profunda melancolía, con hipo y con inmensos dolores de cabeza y cuerpo que le quitaron la vida”. Fue sepultado en la iglesia del convento de carmelitas descalzas de Madrid.
Había casado en 1734 en Almagro con María de las Virtudes Varona (o Barona) de Rozas Arias, marquesa de Añavete, nacida en Almagro, hija de Francisco Varona y Rozas (1696-1766), natural de Ciudad Real, marqués de Villaytre e intendente de provincia. La condesa de Valdeparaíso, enferma desde hacía varios meses en el Nuevo Baztán, cerca de Madrid, murió allí el 26 de septiembre de 1755: “La noticia recibió en Madrid el conde, no permitiéndole sus empleos, mando y embeleso de la corte pasarse a despedir de su mujer que estaba para caminar a la eternidad”. De los condes de Valdeparaíso nacieron José Elías (1736- 1800), que heredó el título, y Juan Francisco.
Fuentes y bibl.: Archivo General de Simancas, Dirección General del Tesoro, invent. 13, leg. 3; Secretaría de Guerra, exps. personales, leg. 56/47; Archivo Histórico Nacional, Estado, Orden de Carlos III, exp. 147; Órdendes Militares, Calatrava, exp. 1038.
Memorias manuscritas del marqués de Valdeolmos, años 1754, 1755, 1759 y 1760; M. Burkholder, Biographical Dictionary of Councilors of the Indies (1717-1808), New York-London, 1986; D. Ozanam, Les diplomates espagnols du xviiie siècle, Madrid- Bordeaux, Casa de Velázquez-Maison des Pays ibériques, 1998; J. M. Cuenca Toribio y S. Miranda García, El poder y sus hombres. ¿Por quiénes hemos sido gobernados los españoles? (1705-1998), Madrid, Editorial Actas, 1998.
Didier Ozanam