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Ulrich Schmidl

Biografía

Schmidl, Ulrich. Straubing, Baviera (Alemania), c. 1510 – Ratisbona, Baviera (Alemania), c. 1581. Historiador de la región del Plata.

Ulrich Schmidl descendía de una familia de nobles políticos alemanes, señores feudales del castillo de Azlburg, cerca de Straubing. Su padre fue Wolfgang Schmidl, tres veces intendente de la ciudad, señor del castillo, del hospital y de la aduana perteneciente al Cabildo Catedralicio de Augsburg. Tuvo dos hermanos mayores, Friedrich y Thomas, hijos de su padre con su primera esposa Anna (¿Zeller?), fallecida en 1498 (Werner, 1996a: 112). La madre de Ulrich fue la segunda esposa de Wolfgang, llamada Dorothee, Tochter Balthasar Neumairs. Thomas llegó a ser cuatro veces intendente de la ciudad y consejero del príncipe. Su padre falleció en 1511.

Según consta por el mismo relato de Schmidl, en 1535 una embarcación de la poderosa familia Welser, con intereses comerciales en España, debía partir de Amberes rumbo a Cádiz. Ulrich fue informado de los preparativos de un navío a cuenta de Sebastián Neidhart, asociado a los Welser, rumbo a América en el puerto de Cádiz. Decidido a vivir su aventura americana, se despidió de sus hermanos. Así, con veinticinco años, el 26 de julio de 1535 subió a bordo en el puerto de Amberes rumbo a España. Y habiendo llegado prestamente a Cádiz en apenas catorce días, se inscribió como tripulante del navío de Neidhart capitaneado por Enrique Paine y se trasladó a Sanlúcar de Barrameda, de donde partió la expedición. El espíritu aventurero, cierta dosis de ambición y la ignorancia de los peligros le impulsaron a dar el gran salto junto con otros miles de expedicionarios que partieron hacia el Nuevo Mundo el 24 de agosto de 1535 con catorce navíos comandados por Pedro de Mendoza.

Entre los conquistadores se contaban numerosos alemanes y flamencos.

El día 6 de enero de 1536 desembarcaron en San Gabriel, a la margen izquierda del Río de la Plata, donde tomaron contacto con algunos indígenas, para asombro de los europeos. Luego se trasladaron a la margen derecha del mismo río y “levantaron un asiento”, por orden de Pedro de Mendoza, el 2 de febrero de 1536. Llamaron a este lugar “Buenos Aires”, que Ulrich traduce “buen viento” (Schmidl, 1948: 35). Europeos y querandíes se vieron pacíficamente la cara. Los nativos entregaron a los conquistadores pescados, carne y “una raíz” (mandioca) durante catorce días, al cabo de los cuales cesaron en su hospitalidad.

Pedro de Mendoza envío un contingente capitaneado por su hermano Diego a arrasar a los indígenas, “que se defendieron valientemente”, pero sucumbieron en la batalla. Schmidl, que participó en esta misión, relató los detalles de la acometida. Diego de Mendoza fue muerto en combate, junto con otros seis oficiales y veinte lansquenetes. Durante dos meses pudieron subsistir los conquistadores con las provisiones de los nativos, pero luego empezó a sentirse tan fuertemente el hambre y la muerte que se dieron casos de antropofagia.

El adelantado hizo construir unos bergantines y preparó trescientos cincuenta hombres armados al mando del capitán Luxán para remontar el río Paraná en busca de alimentos. En este viaje murieron de hambre la mitad de los expedicionarios, viéndose obligados a regresar con las manos vacías al fuerte de Buenos Aires. Un mes más tarde, el 15 de junio de 1536 fueron atacados por una alianza nativa conformada por querandíes, guaraníes, charrúas y chanátimbúes.

Las casas y algunos navíos grandes fueron incendiados y más de treinta europeos fueron muertos.

Al final de estos sucesos Pedro de Mendoza ordenó el refugio de todos los conquistadores en uno de los navíos que se habían salvado. Otorgó el mando al capitán Juan de Ayolas, el cual pasó revista y “encontró que de los 2500 hombres estaban aún con vida unos 560 de gente de guerra” (Schmidl, op. cit.: 65). Los demás habían muerto de hambre o en luchas; además unos veinte fueron comidos por los carios.

El capitán Juan de Ayolas mandó construir ocho “barquitos” con el objetivo de navegar aguas arriba en búsqueda de bastimentos entre los timbúes. Un tiempo más tarde estuvieron listos para la aventura unos cuatrocientos hombres armados, dejando a ciento sesenta al mando de Juan Romero en Buenos Aires con alimentos para un año. Pedro de Mendoza también viajó en esta expedición durante dos meses.

Antes de llegar a destino unos cincuenta conquistadores habían muerto de hambre. Finalmente los mismos timbúes salieron al encuentro de los europeos con sus canoas, y les ofrecieron pescado en abundancia. En ese lugar, Pedro de Mendoza fundó el fuerte Buena Esperanza en septiembre de 1536.

El 14 de octubre de 1536 Schmidl se cuenta entre los hombres del capitán Juan de Ayolas quien, junto con el capitán Domingo Martínez de Irala y otros, remontaron el río Paraguay con tres naves. A su paso encontraron varias etnias con quienes libraron batallas sangrientas.

Mientras tanto, el adelantado, gravemente enfermo “de gálicos y tullido, no podía mover ni pies ni manos” (Schmidl, op. cit.: 75), decidió regresar a Buenos Aires. Más tarde, resolvió volver a España y, aprestando un navío y cincuenta hombres, se hizo a la mar falleciendo en el trayecto el 22 de agosto de 1537. En su testamento, había ordenado el envío de dos navíos al Río de la Plata. Y así se hizo cumplir cuando la Corona despidió a doscientos españoles al mando de Alonso Cabrera en 1538.

Entre tanto, tras graves peligros y carencias, los hombres de Ayolas llegaron a la región de los carios, con quienes tuvieron unas escaramuzas iniciales, según el detallado relato de Schmidl. Los carios se rindieron ante la superioridad bélica hispana y se pusieron a disposición de Ayolas y sus hombres el 11 de enero de 1537. Schmidl narra la alianza estratégica entre hispanos y carios contra los agaces, quienes fueron arrasados. Poco tiempo después, Ayolas continuó su viaje hacia el norte. Llegando a los 23.º 10’ de latitud Sur fundó el fuerte de La Candelaria el 2 de febrero de 1537. Allí, habiendo recibido noticias de tribus poseedoras de oro y plata, se internó en el Chaco con un contingente de europeos y payaguás. El lugarteniente del adelantado dejó al capitán Domingo Martínez de Irala al mando de dos barcos y cincuenta hombres y le ordenó esperar al menos cuatro meses.

Schmidl formó parte del grupo de Irala y permaneció en el lugar durante seis meses a la espera de Ayolas.

Posteriormente, según el relato de Schmidl, regresaron a Asunción y permanecieron allí durante un año.

Ninguna noticia se tuvo de Ayolas, hasta que los carios comunicaron a Irala la muerte de Ayolas a manos de los payaguás, pero los españoles no daban crédito a la novedad. Los carios trajeron a unos adolescentes payaguá, quienes bajo tormentos declararon que su gente había dado muerte a Ayolas y toda su tropa.

Los jóvenes fueron ajusticiados en la hoguera, según Schmidl.

El lansquenete alemán afirma que, ante la acefalía, tuvieron que elegir a un nuevo capitán general: “y enseguida hicimos que mandara el Domingo Martínez de Irala, pues él había mandado durante largo tiempo y él trataba bien a la gente de guerra y era bienquisto por nosotros” (Schmidl, op. cit.: 159). Una de las primeras decisiones de Irala fue fortalecer la presencia hispana en Asunción, motivo por el cual ordenó la preparación de una expedición a Buenos Aires con sesenta hombres, entre los cuales se contaba el autor de Crónica del viaje a las regiones del Plata, Paraguay y Brasil. En Corpus Christi, Irala y los suyos encontraron la tierra levantada contra los españoles a causa de una matanza organizada por los hispanos. Consternado, no pudo hacer nada, se llevó a los responsables de tal violencia consigo y advirtió a los que permanecerían allí sobre el peligro de una venganza nativa.

Reforzó la presencia militar, dejó bastimentos y provisiones y partió rumbo a Buenos Aires para regresar cuanto antes.

Schmidl, que recibió la orden de reforzar el fuerte de Corpus junto con otros veinte hombres, sobrevivió al asedio indígena durante catorce días. Antes, los tiembúes liquidaron a unos cincuenta europeos en una emboscada. Cuando llegaron dos barcos procedentes de Buenos Aires con bastimentos se reunieron y decidieron abandonar Corpus y trasladarse a Buenos Aires. Irala “se sobresaltó muchísimo y estuvo acongojado por la gente que ahí había perecido” (Schmidl, op. cit.: 177). A los cinco días de establecidos en aquel puerto arribó una carabela trayendo noticias de la llegada a Santa Catalina de un navío al mando de Alonso Cabrera trayendo doscientos hombres y provisiones. Irala encomendó a Gonzalo de Mendoza viajar en el mismo navío rumbo a Santa Catalina.

Éste pidió seis hombres de guerra al capitán Irala, petición que le fue concedida. “Entonces él tomo con él a mí y otros cinco españoles, también otros veinte de la gente de guerra y marineros que debían gobernar el navío” (Schmidl, op. cit.: 177). Alcanzaron las costas de Santa Catalina en un mes, hallando el navío de Cabrera y a sus hombres. Permanecieron dos meses colectando provisiones hasta llenar los dos navíos y se hicieron a la mar. A la altura de San Gabriel, en la desembocadura del Río de la Plata, la embarcación de Schmidl se alejó de la nave principal y naufragó durante una tormenta nocturna. El alemán se pudo salvar asido al mástil. Asimismo, Gonzalo de Mendoza y otros pudieron alcanzar la costa aferrándose a grandes maderos, pero quince españoles y seis indias se ahogaron.

Los náufragos sobrevivieron comiendo frutas silvestres e hicieron cien leguas de camino hasta San Gabriel, lugar donde encontraron el navío de Alonso Cabrera que había llegado un mes antes. Ya en Buenos Aires, Irala los recibió con alegría y reprendió duramente al capitán y al piloto por la irresponsabilidad de alejarse de la nave principal; y hubieran sido condenados a la horca de no mediar los mismos náufragos en su favor. El gobernador dispuso la vuelta a Asunción y el despoblamiento de Buenos Aires en junio de 1541.

El 16 de septiembre de 1541 el gobernador Irala y los oficiales reales crearon el Cabildo de la ciudad de Asunción. El alemán permaneció dos años en esta ciudad.

Schmidl narra las peripecias del viaje de Alvar Núñez Cabeza de Vaca y su llegada a Asunción con alrededor de trescientos hombres el 11 de marzo de 1542. Éste, habiendo obtenido la obediencia de los oficiales y los soldados en virtud de sus provisiones reales, dispuso la preparación de una expedición para la búsqueda de los metales preciosos. Irala recibió la orden de comandar una expedición de reconocimiento buscando una ruta hacia el Perú y escogió a Schmidl entre sus hombres. La misión fue exitosamente cumplida con la fundación del puerto de Los Reyes el 6 de enero de 1543 a la altura de los 18.º de latitud Sur. Irala y su tropa se lanzaron nuevamente río abajo hasta “Diquerery”, donde hallaron una carta de Cabeza de Vaca ordenando la ejecución de Aracaré, el cacique de la zona; orden que Irala hizo cumplir.

Más tarde siguieron viaje hasta Asunción. Encontraron la ciudad casi completamente consumida por un incendio ocurrido el 4 de febrero de 1543, donde dieron relación de la expedición. En esta ciudad el mismo Irala fue encomendado por el gobernador a iniciar la guerra a Taberé hermano de Aracaré, quien había declarado la guerra a los españoles en venganza por la muerte de su hermano. Irala asoló las huestes atrincheradas de Taberé en una madrugada y obtuvo su rendición.

La expedición hacia el Perú se preparó alistando a quinientos soldados y dos mil indios. El gobernador Cabeza de Vaca dejó al capitán Salazar al mando de Asunción y se embarcó hacia el Norte el 8 de septiembre de 1543 hasta llegar al puerto de Los Reyes a la vera del río Paraguay el 8 de noviembre de 1543. En principio, puede resultar muy sorprendente que ésta y las demás expediciones se realizaron en pleno verano tropical, con temperaturas extremas. Esto obedece, según se cree, a la decisión de evitar las grandes inundaciones del pantanal que representaban muchos sufrimientos, enfermedades y muerte para los seres humanos.

Schmidl describe algunos detalles de las etnias que encontraron a su paso, especialmente a los surucusis, que los recibieron en el puerto de Los Reyes. Alvar Núñez y trescientos soldados y los dos mil indios ingresaron por tierra rumbo al Perú, dejando ciento cincuenta hombres en las embarcaciones. Schmidl afirma que el capitán general encabezó la expedición durante dieciocho días, “pero no hizo mucho, pues él no era hombre para esto; a más los capitanes y los soldados le eran todos enemigos, [pues] de tal manera se portó con la gente” (Schmidl, op. cit.: 223). Cabeza de Vaca envió a Francisco de Ribera y otros diez soldados a continuar la travesía, mientras decidió el retorno de todos a los barcos. Diez días después volvió la patrulla relatando el encuentro de una etnia bien provista en el trayecto. Alvar Núñez quiso retomar el camino pero las inundaciones de la región y la epidemia de paludismo se lo impidieron. Ante tal situación despachó a Hernando de Ribera y ochenta hombres, entre los cuales se cuenta a Schmidl, para una exploración aguas arriba.

Schmidl describe detalladamente los rasgos de los surucusis, jarúes, siberis, ortueses y las amazonas, que conoció de oídas por los jarúes y ortueses. Todas estas etnias los trataron muy bien; incluso los jarúes y ortueses les dieron muestras de metales preciosos. Al llegar a la tierra de los ortueses encontraron que éstos pasaban hambre, como ellos. Y como no podían subsistir más tiempo en aquel lugar tuvieron que regresar a los jarúes luego de treinta días con sus noches caminando en el agua y bebiendo de la misma. El hambre y la fiebre no impidieron a los españoles a intercambiar chucherías por mantas de algodón y metales preciosos. Los jarúes los trataron muy bien y, apenas restablecidos, navegaron aguas abajo hasta el puerto de Los Reyes, tierra de los surucusis, donde los aguardaba Alvar Núñez Cabeza de Vaca.

El capitán general, muy enfadado porque el contingente llegó mucho más tarde de lo previsto, quiso ajusticiar a Hernando de Ribera, pero Schmidl y sus amigos, apoyados por quienes permanecieron en el campamento, se lo impidieron. Cabeza de Vaca, quien en un principio requisó todo cuanto había traído cada uno de los expedicionarios, tuvo que devolverlos ante el potencial motín que se cernía sobre él, “y nos rogó que quedáramos sosegados” (Schmidl, op. cit.: 267). De los ochenta hombres que partieron, apenas regresaron treinta. Los otros cincuenta murieron desnutridos, enfermos o muertos por animales.

Cabeza de Vaca escuchó la relación de Ribera y sus hombres y decidió viajar hasta los ortueses, pero sus hombres no lo acompañaron en la idea, porque estaban cansados y muy enfermos. Además, fue advertido de las grandes inundaciones. Finalmente, el mismo capitán general cayó enfermo y ordenó preparar el retorno a Asunción. Antes de partir, Cabeza de Vaca mandó a Gonzalo de Mendoza “matar, destruir y cautivar” a los surucusis —sus hombres, mujeres, niños, sus rozas, casas y todo lo que tenían— porque “no querían regresar con las manos vacías” a Asunción.

Así, cuando los surucusis salieron a recibirlos con alegría, fueron asesinados por los conquistadores. Este hecho fue calificado por Schmidl como “una injusticia” considerando todo lo que los surucusis habían hecho por ellos.

El 23 de marzo de 1544 los expedicionarios partieron del puerto de Los Reyes llegando a Asunción el 8 de abril de 1544. Cabeza de Vaca se encerró en su casa, según Schmidl, fingiendo estar enfermo para no encontrarse con quienes había tratado tan mal. Mientras, “celebraron nobles y villanos un consejo y asamblea, que ellos querían prender al capitán general y enviarlo a su Cesárea Majestad y hacerla saber cómo él se había portado con la gente...” (Schmidl, op. cit.: 279). El motín se realizó la noche de San Marcos, el 24 de abril de 1544. Cabeza de Vaca fue apresado en su lecho y encarcelado durante casi un año, mientras preparaban los documentos y navío para el viaje a España.

El barco zarpó rumbo a la metrópoli el 8 de marzo de 1545. Los líderes de la revuelta propusieron al capitán Domingo Martínez de Irala el mando de los cristianos, quien aceptó retomar el cargo de gobernador el 26 de abril de 1544. Por aquel entonces Schmidl estaba muy enfermo de hidropesía, a causa de la larga travesía en el pantano.

Durante dos años los españoles, divididos entre iralistas y alvaristas, estuvieron en conflicto interno.

Los carios, observando la escisión hispana, decidieron aliarse a los agaces —tradicionales adversarios suyos— en contra de los conquistadores. Los indígenas estaban en pie de guerra a causa del régimen de esclavitud en el que se encontraban en Asunción.

Cuando los europeos se dieron cuenta de lo que se les venía encima, se aliaron a los yapirús —que con contaban con alrededor de mil hombres de guerra— y los guatatas. Schmidl describe detalladamente las armas de los yapirús y cómo los españoles armaron una estrategia para vencer a sus contrincantes. Fue así como los hispanos comandados por Irala tomaron la iniciativa y atacaron de madrugada a los carios en La Frontera (actualmente corresponde al sur del Departamento Central de Paraguay) y los hicieron huir hasta Carahiba (hoy ciudad de Acahay) en junio de 1545.

Volvieron a acometer los conquistadores en la noche en Carahiba, esta vez contando con la traición de algunos carios. Mataron a muchos carios, en cambio, otros lograron escapar a Hieruquizaba (actualmente zona de San Pedro de Ycuamandiju), donde el cacique Taberé. Los conquistadores permanecieron dos semanas en Carahiba y regresaron a Asunción donde se abastecieron y organizaron para el ataque a Hieruquizaba.

Suficientemente pertrechados, y con miles de indígenas yapirús, guatatas y sus nuevos aliados carios que habían traicionado a sus parientes, Irala remontó el río Paraguay hasta el Jejuí y se internaron en la selva. En una emboscada en el río los carios de Taberé casi acaban con los conquistadores, pero se salvaron merced a sus arcabuces. Poco después, atacaron Hieruquizaba hasta lograr la rendición de Taberé y sus carios, que se defendieron valientemente. Los carios tuvieron que capitular y volver a ser esclavos de los conquistadores en Asunción. Esta guerra duró un año y medio finalizando en diciembre de 1546; representó la victoria hispánica ante la rebelión guaraní que pretendía destrozar el régimen de esclavitud a la que fueron sometidos.

Al volver los conquistadores a Asunción transcurrieron dos años sin novedades de España. El gobernador Irala consideró oportuna una nueva entrada al Chaco buscando la tierra de oro y plata. Consultó con los oficiales y la soldadesca y encontró suficiente apoyo. Schmidl relata los preparativos de la expedición por tierra y agua que partió a fines de noviembre de 1546. El primer punto de encuentro de los grupos que partieron divididos fue San Fernando. Allí, Irala dejó a cincuenta hombres en dos bergantines al mando de Pedro Díaz, con suficientes bastimentos y aparejos para dos años de espera en este lugar. A partir de este sitio cruzaron el Chaco con dirección al Perú por el camino de los Mbayás y de Aleixo García con más de trescientos hombres y al menos dos mil indígenas. Ulrich Schmidl formó parte de la expedición de Irala. Después de ocho jornadas llegaron a las tierras de los naperus, donde se abastecieron pacíficamente y siguieron viaje. Más adelante, en tierra de los mbyáes, libraron una batalla contra los nativos locales que huyeron al verse superados bélicamente.

Los hispanos los persiguieron hasta encontrar una tribu mbayá, que no tenía nada que ver con los anteriores, y los arrasaron. Schmidl, que combatió aquella noche, obtuvo como botín diecinueve indígenas jóvenes, ponchos y otros artículos. Posteriormente, los conquistadores regresaron a San Fernando donde descansaron y se repusieron en una semana cuando estuvieron listos para retomar el viaje. Por la misma ruta, atravesando tierra mbayá, llegaron donde los chanés, esclavos de los mbayás. Éstos habían huido ante la venida de los conquistadores dejando sus cultivos y la comida a expensas de los europeos. Viendo la abundancia de alimentos, los expedicionarios decidieron acampar allí por dos días. Una vez puestos en marcha, avanzaron cuatro leguas hasta acampar en una aldea que Schmidl llama “Toyanas”, quienes también habían huido. Avanzaron seis días más hacia el norte hasta las tierras de los Paionos, quienes rogaron que no llegasen a su pueblo. Este pedido produjo un efecto contrario en los conquistadores, los cuales se hicieron servir por dichos naturales desde que llegaron a su aldea. Acamparon durante tres días y continuaron viaje buscando agua, la cual era muy escasa en ese bosque seco, hasta los mayágonos. Éstos los acompañaron ocho leguas hasta la aldea de los morronos, y éstos los guiaron hasta los poronos, distante a cuatro leguas de la anterior localidad. Siguiendo la ruta hacia el norte, arribaron a la zona del actual Cerro León, en el norte del Chaco paraguayo, donde se encontraron con los simenos. Los simenos fueron hostiles con los conquistadores, quienes, a su vez, les dieron una respuesta violenta hasta desalojarlos del cerro, aunque antes de huir los indígenas quemaron todo su pueblo. Los europeos se sirvieron de sus cultivos y permanecieron allí por tres días. Una vez repuestos, continuaron hacia el Perú atravesando los pueblos de los guorconos, layonos y carconos, quienes se vieron obligados a abastecer y guiar a los conquistadores en la ruta hasta los siberis. Para cuando llegaron a esta aldea ya habían muerto muchísimos indígenas de sed. Bebieron de cardos y “mandica pepirá” pues hacía tres meses de sequía. En este lugar encontraron un solo pozo de agua el cual fue puesto bajo el cuidado de Schmidl “y yo debí dar a cada uno lo que le correspondía” (Schmidl, op. cit.: 365). Ante la angustiante situación de carencia de agua echaron la suerte para definir si seguían hacia delante o regresaban a San Fernando. Así determinaron continuar hacia el Perú. Los siberis les indicaron que hasta la próxima aldea debían andar seis días de camino, pero que hallarían dos arroyitos para beber y suficiente cardo. Con dificultad alcanzaron la aldea de los pizunos, pues los baqueanos siberis habían huido pocos días después de la partida. Los paizunos los recibieron con sus armas, pero los cristianos los vencieron. Algunos prisioneros paizunos declararon que tuvieron tres españoles de la expedición de Ayolas entre ellos, quienes fueron abandonados allí por hidropesía. Éstos fueron muertos por los paizunos cuatro días antes de la llegada de Irala y sus hombres, cuando supieron de la venida de los europeos. Los españoles reaccionaron liquidando a todos los paizunos prisioneros y persiguieron a los que se escaparon hasta exterminar a todos los que encontraron.

Schmidl estuvo en el grupo de los soldados encomendados a esta persecución y muerte.

Transcurridos unos catorce días en este lugar, retomaron viaje hasta los Mayágonos, quienes también desplegaron su defensa en un cerro. Entablada la batalla, los cristianos tomaron la localidad, mientras los mayágonos prendieron fuego a su pueblo y huyeron.

Unos quinientos carios salieron a perseguir a los mayágonos contra quienes sostuvieron una lucha encarnizada tres días después. Estando en desventaja, los carios pidieron auxilio a los cristianos, quienes los salvaron de una matanza. Allí permanecieron cuatro días más y se pusieron en camino.

La siguiente parada, después de dos semanas, fue el pueblo de los corcoquíes, gorgotoquíes o corocotoquíes.

Irala envío a Schmidl y a otros cincuenta españoles y quinientos carios a explorar el terreno. Éstos quedaron asombrados del número extraordinario de corcoquíes y requirieron inmediato auxilio, pues los corcoquíes aparentemente ya los habían visto y decidido su suerte. Irala y su tropa llegaron a la defensa tan pronto como pudo, lo cual disuadió a los nativos, quienes cambiaron de actitud: les ofrecieron abundante comida. Schmidl describe detalladamente las características de los corcoquíes. Días después se pusieron en camino hasta la tierra de los macasíes. Antes, tuvieron que atravesar el río Macasí o río Grande, donde se ahogaron cuatro cristianos.

Apenas los macasíes vieron de lejos a los conquistadores, salieron a su encuentro y les saludaron en español.

Este hecho sobresaltó muy fuertemente a los hispanos, quienes preguntaron “a quién estaban sometidos y qué señor tenían”; a lo cual respondieron “Pedro Anzures, noble de España”. Schmidl calcula en este punto unas 370 leguas de camino hasta Asunción.

Allí quedaron acampados hasta recibir una comunicación de Lima, firmada por La Gasca en la que conminaba a Irala a permanecer en el sitio.

Schmidl relata los sucesos que acontecieron a los hermanos Pizarro y sus seguidores, explicando el temor del virrey del Perú a una alianza entre los recién llegados de Asunción y los insurrectos del Perú. Pero, da a entender que se enteró de esto mucho tiempo después, dado que afirma “si por acaso lo hubiésemos sabido, le hubiéramos atado las cuatro patas a nuestro capitán y lo hubiéramos llevado al Perú” (Schmidl, op. cit.: 397).

El 22 de septiembre de 1548 Irala despachó con destino a Lima a Nuflo de Chaves, Oñate, Miguel de Rutia y Aguayo a entrevistarse con La Gasca y recibir provisiones. Dos hechos precipitaron cambios en el contingente del Paraguay. En primer lugar, ante la tardanza de Chaves y los suyos, y ante la sospecha de Irala de un golpe político de La Gasca en su contra nombrando otro como gobernador del Paraguay —como efectivamente sucedió— creyó conveniente levantar el campamento y dirigir la conquista aún más al norte, hacia Venezuela. En segundo lugar, la inestabilidad de la tropa cansada y decepcionada ante tanto sacrificio sin frutos metálicos; éstos conquistadores exigían arrasar a los corcoquíes y llevar esclavería a Asunción. La permanencia entre los macasíes ya no se podía sostener. Schmidl no narra absolutamente nada del cambio de mando: la renuncia forzada de Irala y el nombramiento de Gonzalo de Mendoza al frente del contingente el 10 de noviembre de 1548.

Los hispanos se abastecieron convenientemente —a Schmidl le asombraba la miel de aquel lugar— y se pusieron en marcha. Los corcoquíes huyeron de su aldea apenas supieron del regreso de los españoles, y alertaron que se defenderían si fueran atacados, como efectivamente ocurrió. Los conquistadores los devastaron.

Según el autor alemán se hicieron cerca de mil esclavos. Acamparon dos meses en la región y continuaron viaje hasta San Fernando.

El viaje estuvo sembrado de batallas hasta alcanzar los barcos en San Fernando a principios de 1548. Ya en este lugar, los expedicionarios se enteraron que Diego de Abreu desalojó del poder y ajustició a Francisco de Mendoza en Asunción, desafiando a Irala, el legítimo gobernador. Schmidl no da cuenta de cómo los expedicionarios proponen a Irala que acepte nuevamente el cargo de gobernador, sino que directamente éste aparece liderando la pacífica retoma del poder en Asunción con la huida de Abreu. Schmidl cuenta “la guerra” que se hacían Irala y Abreu durante dos años en los alrededores de Asunción, hasta que tuvieron que pactar matrimonios políticos entre los capitanes leales a Abreu y las hijas de Irala para obtener la paz.

Durante los preparativos de las bodas, el 18 de julio de 1553, día de San Jacobo en el calendario utilizado por Schmidl, llegó Chriestoff Reysser, procedente de las costas del Brasil, con carta para Schmidl: su hermano Thomas le solicitó regresar a su patria, según Mitre (Schmidl, op. cit.: CXIII), por haberle instituido heredero de una parte de sus bienes. Inmediatamente, el lansquenete alemán solicitó licencia a Irala, quien por entonces se encontraba preparando la que sería conocida como “la mala entrada”. El gobernador le negó inicialmente el pedido, pero luego se lo concedió en atención a sus méritos y servicios.

El alemán se preparó debidamente para el viaje a San Vicente por tierra, incluyendo unos veinte indios que le debían llevar sus cosas. Una semana antes de partir, el 11 de diciembre de 1553, arribó a Asunción Diego Díaz, “y trajo la noticia que habría llegado desde Portugal al Brasil un navío de Lisboa, que ha pertenecido al honorable y discreto Juan von Hielst, en Lisboa, un comerciante, el factor de los Erasmus Schetz en Amberes” (Schmidl, op. cit.: 423). Feliz por la noticia se puso en marcha el 19 de diciembre de 1553 con dos canoas y veinte indios encomendándose a Dios. Llegaron por agua hasta Hieruquezaba, donde se le sumaron dos españoles y dos portugueses que se fugaron de Asunción, acompañados de sus indios y sus cosas.

Guaray y Guerareté fueron sus paradas antes de tomar el río Paraná. Por este río subieron cien leguas hasta Guingui, límite entre las tierras de España y Portugal, donde quedaron por cuatro días. Avanzaron seis semanas más cruzando tierras de tupíes antropófagos, de quienes se salvaron escondiéndose en la espesura de la selva varios por cuatro días hasta que pudieron escapar. Aunque no todos, pues algunos europeos fueron presa y alimento de estos indígenas. El cronista alemán narra cómo se salvaron de los tigres en esta zona. Llegados a una población de indígenas llamada Viazá, relata las cualidades de asombrosas anacondas que atacan a las personas y animales a la vera del río. Continuaron viaje hasta una localidad de cristianos liderados por Juan Ramalho, insurrecto portugués que reclamaba la autonomía de la colonia portuguesa. A partir de este pueblo avanzaron veinte leguas más hasta San Vicente, llegando el 6 de junio de 1554.

Los preparativos del barco que debía salir para Lisboa estaban terminando con los cargamentos de azúcar, algodón y palo Brasil. Schmidl fue aceptado por Pedro Rossel, con lo que las 476 leguas de sacrificio desde Asunción fueron recompensadas. Reunieron cuanto encontraron necesario para el largo viaje intercontinental y zarparon el 17 de junio de 1554. Los navegantes tuvieron problemas causados por las tormentas que ocasionaron daños a la nave. Volvieron a la costa, donde anclaron en un puerto llamado Espíritu Santo, donde repararon la embarcación; apenas pudieron, partieron rumbo a Lisboa. Schmidl recuerda con precisión la fauna marina que observó durante los cuatro meses antes de llegar a Isla Tercera, donde se aprovisionaron, repararon la nave y descansaron.

Tras catorce días de navegación anclaron en el puerto de Lisboa el 7 de octubre de 1554. En este lugar, fallecieron dos esclavos traídos por Schmidl de Asunción, enfermos.

Schmidl hizo las setenta y dos leguas de camino entre Lisboa y Sevilla por posta. En esta ciudad aguardó un mes hasta que estuvieron aparejadas las naves con destino a Amberes. Viajó por agua hasta Sanlúcar de Barrameda, y de allí hasta Santa María por tierra.

En este puerto se embarcó hasta Cádiz, puerto de donde debían partir veinticinco barcos hasta Holanda.

A mediados de noviembre partió de Cádiz, providencialmente en otra nave, ya que llegó tarde a la que había escogido, pagado y donde había cargado sus bártulos. Las veinticinco naves que habían zarpado tuvieron que regresar poco tiempo después por el mismo camino hasta Cádiz debido a una tempestad que no los dejaba avanzar. Precisamente, la nave que había perdido Schmidl, la de Enrique Schetz, naufragó cerca de Cádiz, ahogándose veintidós personas.

Dos días después levaron anclas con destino a Inglaterra.

Schmidl relata que antes de llegar a Wight, entre Francia e Inglaterra, una nueva tormenta hundió ocho navíos sin que pudiera salvarse siquiera una persona. Quedaron cuatro días en este puerto, luego zarparon rumbo a Zeeland, y de allí a Amberes. Arribaron el 19 de enero de 1554. Las crónicas de Schmidl llegan hasta este punto.

El reencuentro de Ulrich con su hermano Thomas, en Straubing, es de imaginar que fue muy emotivo.

Sin embargo, ocho meses después Thomas falleció.

Su hermano Ulrich fue su albacea testamentario recibiendo 2000 florines, cuya renta anual debía remitir a estudiantes de la familia Schmidl, o en su defecto, a otros dos estudiantes sobresalientes de la Universidad de Ingolstadt. Por las actas de la misma Universidad consta que Ulrich cumplió la voluntad de su hermano.

En 1558, ocupado en las finanzas de su hermano, contrajo matrimonio con Juliana, una viuda bien posicionada.

Desde aquel año, según la tradición política de su familia, asumió como consejero de Straubing, gozando de una gran popularidad. Las tensiones de la reforma de Lutero provocaron tensiones graves en su ciudad. Ulrich se unió a los reformados, lo cual le condujo al destierro en 1562. Proscrito a la ciudad de Regensburg (Ratisbona), fue recibido con hospitalidad en este lugar, donde tomó la carta de ciudadanía, según consta en los registros municipales el 21 de mayo de 1567. Ulrich Schmidl, dueño de una considerable fortuna y reconocido prestigio, adquirió un vetusto inmueble y lo refaccionó. En esta vivienda escribió sus memorias y las firmó en 1564, según el códice de Múnich. Éste fue publicado en 1567 en los talleres de Martin Lechler. A finales de 1573 falleció su esposa Juliana; pero pocos meses después contrajo segundas nupcias con Benigna von Meldegg, una viuda suiza de acaudalada fortuna. Su segunda esposa también falleció, sin dejarle descendencia, en 1577.

Ulrich, contrajo nuevamente nupcias, esta vez con Ehrentraud, una jovencita muniquesa, hija del concejal de Múnich Wilhelm Stockhammers el 15 de abril de 1578. Vivió en la misma residencia hasta sus últimos días. Sus fuerzas lo abandonaron gradualmente, hasta que falleció a principios de 1581. El testamento fue abierto por el escribano el 21 de febrero de 1581.

Era un hombre de constitución física fuerte y sana, a prueba de dolores y sumamente apto para el sacrificio.

A juzgar por sus escritos, fue un hombre de sólida fe cristiana, respetuoso de la autoridad y un gran observador.

Las circunstancias lo obligaron a reproducir la rudeza y la violencia de los hombres de guerra con quienes vivió en América. Legó la primera crónica de las actuaciones de los conquistadores en el Río de la Plata, Paraguay y Brasil, narrada en primera persona por un protagonista privilegiado.

 

Obras de ~: Crónica del viaje a las regiones del Plata, Paraguay y Brasil [Reproducción y versión paleográfica del manuscrito de Stuttgart traducido al castellano por Edmundo Wernicke, con anotaciones críticas, precedido todo de estudios publicados en Alemania y Argentina], Buenos Aires, Talleres Peuser, 1948.

 

Bibl.: R. Lafuente Machain, Conquistadores del Río de la Plata. Buenos Aires, Editorial Ayacucho, 1943; G. Thiele, “Schmidl y su relato de viaje”, en U. Schmidl, Crónica del viaje a las regiones del Plata, Paraguay y Brasil, op. cit.; G. Thiele, La vida de Ulrich Schmidl, en U. Schmidl, Crónica del viaje a las regiones del Plata, Paraguay y Brasil, op. cit.; G. Thiele, “El viaje de Ulrich Schmidl a Sudamérica”, en U. Schmidl, Crónica del viaje a las regiones del Plata, Paraguay y Brasil, op. cit.; P. de Angelis, “Noticias biográficas de Ulderico Schmidl”, en U. Schmidl, Crónica del viaje a las regiones del Plata, Paraguay y Brasil, op. cit.; M. A. Pelliza, “Introducción y observaciones críticas a Historia y descubrimiento del Río de la Plata y Paraguay”, en U. Schmidl, Crónica del viaje a las regiones del Plata, Paraguay y Brasil, op. cit.; B. Mitre, “Ulrich Schmidl, primer historiador del Río de la Plata”, en U. Schmidl, Crónica del viaje a las regiones del Plata, Paraguay y Brasil, op. cit.; S. Lafone Queved, “Prólogo”, en U. Schmidl, Crónica del viaje a las regiones del Plata, Paraguay y Brasil, op. cit.; R. Lehmann Nitsche, “Los manuscritos del Diario de Schmidl”, en U. Schmidl, Crónica del viaje a las regiones del Plata, Paraguay y Brasil, op. cit.; B. Susnik, El indio colonial del Paraguay, vol. I, Asunción, Museo Etnográfico Andrés Barbero, 1965; H. Sanabria, Ulrico Schmidl, el alemán de la aventura española, La Paz, Editorial Los Amigos del Libro, 1974; B. Susnik, Los aborígenes del Paraguay, vol. II, Asunción, Museo Etnográfico Andrés Barbero, 1979; H. Pistilli, La Cronología de Ulrich Schmidl, Asunción, Instituto Paraguayo de Ciencia del Hombre, 1980; B. Susnik, El rol de los indígenas en la formación y en la vivencia del Paraguay, Asunción, Instituto Paraguayo de Estudios Nacionales, 1982, 2 vols.; R. Quevedo, “Ulrico Schmidl, el hombre y su obra”, en Derrotero y viaje al Río de la Plata y Paraguay, ed., dir. y prol. de R. Quevedo, Asunción, Biblioteca Paraguaya. Ediciones Napa, 1983; F. Wener, Ulrich Schmidl und die Reformation in Straubing, Sonderdruck aus Jahresbericht des Historichen Vereins für Straubing und Umgebung Jahrgang 86, 1985; Ein Abrechnungsblatt von Ulrich Schmidl im Stadtarchiv Straubing, Sonderdruck aus Jahresbericht des Historichen Vereins für Straubing und Umgebung Jahrgang 87, 1986; Ulrich Schmidl, Bürger und des Rats zu Straubing. Ein Beitrag zur Genealogie der Familia Schmidl, Sonderdruck aus Jahresbericht des Historichen Vereins für Straubing und Umgebung Jahrgang 98, 1996; Ulrich Schmidl von Straubing, Bürger zu Regensburg. Zur Biographie seiner zweiten und dritten Ehefrau, Sonderdruck aus Jahresbericht des Historichen Vereins für Straubing und Umgebung Jahrgang 98, 1996.

 

Julio Espínola