Borja y de Castro, Carlos de. Duque de Gandía (V). Madrid, 1530 – Castellón de Rugat (antes Castellón del Duque), (Valencia), 16.VI.1592. Capitán general de Portugal.
El primogénito de san Francisco de Borja y Leonor de Castro nació en Madrid, le pusieron el nombre del Emperador y sus padrinos de bautismo fueron el príncipe Felipe (con apenas tres años de edad a la sazón) y la emperatriz Isabel de Portugal.
El 11 de mayo de 1551 se convirtió en el V duque borgiano de Gandía, tras la renuncia formal de su padre, jesuita, en Oñate. Tres años antes (21 de noviembre de 1548) se habían firmado las capitulaciones matrimoniales para su boda con Magdalena Centelles y Folc de Cardona, hija y heredera de Ramón de Riusec (más conocido como Francisco Gilabert de Centelles) y de María F. de Cardona, condes de Oliva. La dote estipulada ascendía a dieciocho millones de maravedíes y, lo que es mucho más importantes, en el punto octavo de ese mismo documento se especificaba que si el hermano mayor de la contrayente, Pedro Centelles, fallecía sin descendencia legítima (como así ocurrió en 1569) “[...] en tal caso suceda en la casa y estado de Oliva y en todos los otros estados, vilas y baronías y lugares que hoy tiene el dicho señor Conde, así en el presente reyno de Valencia como en el Reyno de Cerdeña, la dicha señora doña Magdalena, su hija, si en el tiempo de dicha sucesión viva fuese [...]”.
Con este matrimonio conseguía el padre del novio ver cumplido, medio siglo después, el viejo proyecto de su reverenciado bisabuelo y fundador de la dinastía, el papa Alejandro VI, de unir el condado de Oliva al ducado de Gandía para hacer de los dominios de los Borja el centro productor de azúcar de caña más importante de su tiempo. Magdalena Centelles, en efecto, vinculaba sus estados heredados al ducado de su marido, excepto la baronía de Ayora, tierra de bosques emplazada en el interior del reino, que pasó inicialmente a Pedro de Borja y Centelles, segundo hijo varón de los duques de Gandía, que contrajo matrimonio en 1577 con su prima Leonor de Borja y Oñaz de Loyola; pero en 1597, viudo y sin hijos, firmó un acuerdo con su sobrino, el VII duque de Gandía, por el que a cambio de tres mil libras valencianas anuales él renunciaba a las rentas de ese estado, que a su muerte se incorporaría también al ducado.
El V duque de Gandía se vio directamente implicado en las rivalidades señoriales que asolaban el reino y fue muy famoso el altercado que tuvo la tarde del domingo 8 de mayo de 1552, en los alrededores de la catedral de Valencia, cuando un criado golpeó, por orden suya, a Gaspar de Centelles (hermano de Miguel, señor de Pedralba) hasta hacerle sangrar. La tensión fue a más y, tras el asesinato en enero de 1554 del hijo bastardo del duque de Segorbe a manos de su hermanastro Diego de Borja, Carlos creyó lo más prudente refugiarse en Baza hasta que se apaciguaran en Valencia los ánimos contra los Borja. En 1558 aún permanecía en la ciudad granadina, feudo de los padres de su bisabuela paterna María Enríquez, pues en junio de ese año designaba desde allí como procurador suyo en Gandía a su hermano menor Alonso (quien, por cierto, se dedicaba a la exportación de azúcar y otros negocios similares tan poco caballerescos).
En 1575 Felipe II lo envió a Génova para mediar en el violento conflicto interno entre la “vieja” y la “nueva” nobleza, cumpliendo satisfactoriamente con esta difícil misión que otros nobles castellanos ha bían rehuido “por ser el negocio muy dificultoso”).
Buena prueba de la eficacia de su gestión puede ser el que, tras la muerte del duque de Alba en diciembre de 1582, el duque de Gandía lo sustituyó como capitán general de Portugal hasta el nombramiento del cardenal archiduque Alberto de Austria como nuevo gobernador (1583). Asimismo, ante el estallido de las “alteraciones aragonesas” en 1591 Felipe II envió allí a Francisco Tomás, marqués de Llombay en tanto que primogénito del duque de Gandía.
Cuando el duque se trasladaba a Génova, hubo de pasar varias semanas en Palamós recuperándose de un violento ataque de gota y fiebre alta. También Carlos de Borja padecía esa enfermedad, que era frecuente en su familia, a la que en alguna ocasión achacó interesadamente sus largas estancias en la residencia familiar de Castellón del Duque (hoy de Rugat), donde le sorprendió la muerte. La verdadera razón, empero, de esta vida retirada en sus posesiones rurales de la Vall d’Albaida era más bien la evidencia de que los numerosos pleitos por la sucesión del condado de Oliva habían hecho mella en su hacienda y un hombre tan prudente (y aun escrupuloso) como él entendió perfectamente que ya no se podía permitir el tren de vida que su rango exigía en la corte, pues lo cierto es que la gota no le impedía seguir practicando su distracción favorita de la caza.
Hombre muy devoto y en una ciudad como Gandía, donde el convento de Santa Clara constituía un importante foco de espiritualidad franciscana que había difundido por toda la Península la reforma coletina de las clarisas, el duque fundó aquí, extramuros de la ciudad, en su flanco oeste, un convento de franciscanos descalzos alcantarinos bajo la advocación de san Roque. La fundación data de 1588, pero el cenobio no acogió a los primeros frailes hasta 1591. Aquí murió (marzo de 1602) el lego murciano Andrés Hibernón, que fue beatificado en 1791 y cuyo proceso de canonización sigue abierto.
Carlos murió en su residencia de Castellón del Duque durante la madrugada del martes 16 de junio de 1592 y a las seis de la tarde de ese mismo día lo bajaron hasta la vecina Gandía, en cuya colegiata fue sepultado con el hábito de franciscano el jueves día 18.
El marqués de Llombay, su primogénito, fue Francisco Tomás (VI duque) y nació en Gandía como todos sus hermanos. Dos años justos después, también en diciembre, nacía Leonor, quien debió de morir muy joven. Le siguió Pedro, barón de Ayora y señor de Loyola, quien murió con sus facultades mentales perturbadas. Hacia 1559 debió de nacer Isabel, quien ingresó en Santa Clara de Gandía sin haber cumplido aún los siete años y fue hasta tres veces abadesa de aquí; fundó el convento de León y murió con más de setenta años en Gandía, tras haber regido también el convento de la vecina Oliva en dos períodos. En diciembre de 1563 nació Magdalena, quien ingresó a los cuatro años en Santa Clara para ser sor María Magdalena de Jesús. El 28 de abril de 1565 bautizaron a Ana, igualmente monja clarisa desde los tres años; fundó los cenobios de Salamanca y de Zamora (el popular convento del Tránsito, 1590, del que fue abadesa durante veinte años), fue asimismo abadesa de las Descalzas Reales y en 1619 volvió a Gandía, donde la enterraron el 20 de julio de 1641, siendo la abadesa. Le siguió Luis, bautizado el 19 de abril de 1566, quien debió morir muy joven, y luego Alonso (nacido en septiembre de 1560 y muerto en Valencia, 10 de marzo de 1606), canónigo de Valencia y arcediano de Alcira. Hay noticia de que el 8 de diciembre de 1572 fue bautizada en Gandía otra María Magdalena Nicolasa, de quien sólo se sabe que los padrinos fueron el ermitaño de la Trinidad y la clarisa sor Joana Ferrera.
Bibl.: L. Amorós (OFM), “El monasterio de Santa Clara de Gandía y la familia ducal de Gandía”, en Archivo Ibero- Americano, 21 y 22 (1960 y 1961), págs. 441-486 y 399-458, respect. (Gandía, 1981); F. Fuster Pellicer, El beat Andrés Hibernón (1534-1602): una vida entre la Contrareforma i el Barroc, Gandía, CEIC Alfons el Vell, 2002.
Santiago la Parra López