Cebrián de Alagón, Juan. Perales del Alfambra (Teruel), 22.X.1585 – Juslibol (Zaragoza), 27.XII.1662. General de la Merced (OdeM), teólogo, virrey de Aragón, obispo, calificador del Santo Oficio.
De familia ilustre, de los condes de Perales, sus padres, Juan Cebrián y Eleonora Pedro, le ofrecen la formación debida a su condición social. Esto le capacita para futuros cargos y títulos que desempeñará dentro y fuera de la Orden de la Merced. La noble familia de los “Cebrianes” había heredado el condado de Fuenclara, en el antiguo reino de Aragón, por nupcias de Juan Francisco Cebrián con Ana María de Alagón, heredera única de dicho estado. Juan Cebrián nace, pues, de familia de alcurnia doblemente justificada.
Sin embargo, su capacidad para los estudios, y en particular su afición al estudio de la lengua latina, es fruto de su ingenio personal; “ingenio y estudio serán —como quería Tirso de Molina— las dos alas que le elevarán a las alturas. Si a eso se añade la nobleza de sangre, mejor que mejor”.
Siendo todavía muy joven, toma contacto con los mercedarios del convento antiguo del Olivar, donde añade a su sabiduría un intenso amor a María en su advocación de la Merced. Allí ingresa y hace su año de noviciado y la profesión solemne como fraile de la Orden redentora de cautivos. Viendo su capacidad para el estudio, sus superiores favorecen su ingreso en la universidad, y después de los años de Artes y Filosofía, pasa a cursar Teología en Alcalá de Henares, los años 1609-1612, para continuar en Salamanca los cursos siguientes, 1612-1614.
En efecto, figura matriculado en dicha universidad salmantina el 5 de diciembre de 1612 y 4 del mismo mes del año siguiente, según consta por el Libro de Matrículas (Archivo de la Universidad de Salamanca/ 267-540, folios 77-78). Y el sábado de Pasión, a 30 de marzo de 1613, aparece en el Registro de Matrículas de la Universidad de Salamanca, signatura 583, fray Juan Cebrián, de la Orden de la Merced, justificando haber cursado Artes y Filosofía, y haber aprobado tres cursos de sentencias en la universidad alcalaína, “oydos en la mayor parte de tres años, que fueron de seiscientos y nueve en diez, diez en once, y once en doce, comenzando cada año por San Lucas y acabando por fin de abril, con fray Francisco de Robles y fray Juan Lozano de la dicha Orden”; de lo cual hizo juramento. Y en el folio 28v. de dicha signatura salmantina se afirma: “Fray Juan Cebrián probó un curso en Biblia y Sentencias, desde San Lucas de seiscientos y doce hasta San Juan de junio de seiscientos y trece, con fray Francisco Armengol y fray Juan de los Reyes”; todos juraron.
Respecto a los estudios previos a los realizados en Alcalá, se sabe por el Registro de los cursos de Bachiller de Teología y Artes de Salamanca que “tiene Súmulas, Lógica y Filosofía de su Orden de Logroño de 606 en 607, 607 en 608, y 608 en 609, en el Registro de Don Pedro de Aragón, que es en este mismo libro, fol. 97”. Asimismo, probó haber leído en esta universidad de Salamanca “diez lecciones de teología en diez días lectivos, y diez en artes en diez días lectivos, conforme al estatuto”, folio 30.
Era ya presbítero en 1612 cuando se matricula en la universidad salmantina. Al finalizar sus estudios universitarios, regresa a su provincia de Aragón, donde irá escalando cargos importantes, después de enseñar Artes y Teología. Se le nombra comendador de El Olivar, a la vez que se le otorga el grado de maestro en Teología, el año 1622. En el capítulo general de Zaragoza es elector por su provincia. Luego es nombrado prior de la Casa de Barcelona y vicario provincial.
Electo provincial de Aragón en 1625, desempeña su cargo sin finalizar el trienio, ya que concurre a la asamblea que el general Prieto convoca en Sevilla en ese año, a la vez que es nombrado calificador del Santo Oficio por Barcelona. En el capítulo general de Toledo, iniciado el viernes 23 de mayo de 1627, en la sesión segunda del sábado 24, en el segundo escrutinio “de común aprobación, sin faltarle más que un voto, salió electo en maestro general el padre provincial de Aragón, fray Juan Cebrián, regocijados todos sumamente, porque se prometían de su celo, pacífica y sosegada felicidad. ¡Ojalá profetizaran sus juicios! Llevole el capítulo, comunidad y música, cantándole el Te Deum por los claustros, a la yglessia, donde, después de aver jurado cumplir con los requisitos de su oficio, recibió de todos la obediencia” (Tirso de Molina, 1974: 540).
Tirso, siempre veraz y destacando lo esencial, hace saber que, para la canonización del fundador, Pedro Nolasco, y Ramón Nonato, las provincias de Aragón, Castilla, Valencia y Andalucía, repartieron cerca de dos mil ducados de plata, para los gastos consabidos en Roma. También se admitieron los seis mil reales de plata doble que el padre maestro y definidor general fray Gaspar Fito, concedió al colegio mayor de Salamanca, para que se admitiesen, a partir de entonces, un par de colegiales de Valencia, con todos sus privilegios e indultos, igual que sucedía con los de Castilla, precediendo las informaciones de limpieza de sangre, que dicho colegio ilustre exige.
Asimismo, siempre crítico, afirma que “comprometió el cappítulo en el nuevo general los nombramientos de los padres vicarios generales de Italia, Pirú y Nueva España, y, aunque me perdonen, no apruevo esta liberalidad, porque me consta que es tanto más necesario el desvelo de todos, para estas elecciones, que la [liberalidad] de el mismo general maestro, quanto aquellos tienen el remedio más distante, si se desbaratan, que esotros, subordinados siempre a un papa, a un nuncio, un rey y tantos tribunales. No desdice de la profesión de coronista, advertir, de passo, los inconvenientes”.
El maestro general Salazar logró suprimir todos los grados de maestros y presentaturas supernumerarios y de gracia, exigiendo los pertinentes méritos para recibirlos y ostentarlos, cosa que alaba Tirso, transcribiendo, para ello, la carta del propio Monarca al padre general Cebrián, cuyo contenido cumplió. Dicha carta real está fechada en Madrid, a 4 de marzo de 1627. Además, el nuevo general solicitó un Breve a su Santidad en el mismo sentido, para que, en adelante, no se otorguen dichos títulos inmerecidos, que el mismo cronista dramaturgo dice que se llamaban entonces “los de el Baratillo”. Y comenta a renglón seguido el cronista Tirso de Molina: “Júzguesse, agora, quán mala quenta dará a Dios de su gobierno quien, sublimando idiotas, alterase medios que arbitraron autoridades tantas”. Redujo también el general Cebrián a los priores de Barcelona a sólo cuatro meses el nombramiento de vicarios, adelantando la celebración de los capítulos generales, en caso de falta de maestro general.
Este generalato es de los bien documentados. Fue cronista suyo el mismo fray Gabriel Téllez, testigo ocular de todo él, quien, según afirmación de nuestro historiador Guillermo Vázquez, “alaba sus aciertos y no calla sus deslices”. Por si fuera poco, se conserva el registro de los despachos del maestro general Cebrián —único que se salvó del naufragio desamortizador— en el Archivo Histórico Nacional, entre diversos papeles de la Orden Mercedaria en la capital de España.
No fue suave y manso su generalato. Logró, sin duda, desarraigar, no pocos abusos, pero esto le atrajo la antipatía de varios frailes.
De él dependió, en gran medida, que se haya acelerado el proceso de canonización del fundador y de San Ramón, como ya se ha señalado. Le ayudaron el padre Prieto y Luis Aparicio, procurador general en Roma, junto con el procurador de los Mercedarios Descalzos. Se logró a finales de noviembre de 1628, y los festejos en todas las casas de la Merced tuvieron lugar al año siguiente. Los de la Corte de Madrid fueron organizados y publicados por el padre Alonso Remón, cronista oficial, quien encomendó a Lope de Vega una comedia sobre san Pedro Nolasco, hoy conservada.
Por cierto, Menéndez Pelayo no llegó a conocer la obra de Remón al respecto, y se extraña de dicha comedia nolasquiana de Lope.
De nuevo Tirso pone de relieve que “era hijo del antiquísimo monasterio del Olivar, cuya soberana y milagrosa imagen aparecida en los primeros años de nuestra fundación sobre un olivo, que hasta el presente día se conserva en sus ramas y hojas vivo y verde, y no con menos fruto que el de la que les produjo eterno, le hace devotísimo e ilustre”. No se olvide que Tirso escribió una comedia famosa, titulada La dama del Olivar. Y continúa el ilustre cronista diciendo: “Y porque sus edificios padecían los achaques de la senectud (que ni a las piedras jubilan), empleó [el maestro Cebrián] todas sus industrias y desvelos, no sólo en remendarlos, pero en fabricar de nuevo toda aquella casa. En cuya religiosa empresa gastó cuanto ansí por los gages de su generalato le pertenecía, como lo que de su padre granjeó y de sus hermanos, y uno y otros caudalosos”. Ciertamente que aquel monasterio llegó a ser el mejor de la diócesis, y acaba de remodelarse de nuevo. Siempre los mercedarios de Aragón le han tenido gran afecto, a pesar de hallarse en una soledad casi desértica. Pero es lugar de peregrinación y de encuentros de los fieles, así como de hospedaje.
Cebrián residió en Zaragoza buena parte de su generalato, según prueban las fechas de sus despachos.
Desde allí pudo seguir el desarrollo de sus obras en el Olivar. Pero estaba llamado a destinos superiores fuera de la misma Orden. Urbano VIII lo eligió obispo de Albarracín el 5 de septiembre de 1633. Parece que organizó un par de redenciones de cautivos en África. Consagrado en la Merced de Zaragoza en dicho año 1633 por Juan de Guzmán, arzobispo de Zaragoza, tomó posesión de su nueva diócesis el 16 de noviembre del año citado, sucediendo a Pedro de Apaolaza, que se trasladó a la diócesis de Teruel.
El mismo Papa promueve al maestro Cebrián a Teruel el 9 de julio de 1635, tomando posesión de la diócesis el 6 de octubre siguiente; y años después, Urbano VIII le eleva al arzobispado de Zaragoza el 18 de abril de 1644. Se le confirió el palio el 23 de mayo de 1644. Felipe IV le unió el cargo de virrey y capitán general de Aragón, dando Juan Cebrián buena cuenta de todas estas responsabilidades de gobierno. Si en su epitafio no figura este honor que se le otorgó, es por descuido, pues el mercedario padre fray Francisco Neila es testigo ocular de la jura que tomó en el templo de la Seo, con la pompa y grandeza de que siempre hizo gala en ocasiones que lo exigían. Y lo hizo ante el cabildo, representantes del Reino, del Consejo y de la ciudad de Zaragoza. Afirma Guillermo Vázquez, “táchanle algunos de rumboso, y en efecto, el P. Cebrián tenía todas las condiciones de un gran señor cristiano. Lo increíble es de dónde sacó dinero para tantas esplendideces, aunque ya Tirso nos dijo cuánto lucía en sus manos lo mediano, cuando era General”.
En Zaragoza fundó, para la Merced, el colegio de San Pedro Nolasco (luego residencia de los Jesuitas) y reservó el patronato para sus sobrinos los condes de Fonclara. Siendo arzobispo de Zaragoza, celebró un Sínodo diocesano interesante, en la villa de Val de Robles, el 30 de abril de 1646. Hizo muchas limosnas al convento mercedario de San Lázaro, pero también a las capuchinas.
Era tal su generosidad que durante la peste de 1651 repartió, en poco tiempo, cien mil reales de a ocho. El príncipe Baltasar Carlos lo estimaba y era amigo suyo, y a su muerte, el arzobispo llevó su cadáver desde Zaragoza hasta El Escorial, por su propia cuenta, sin solicitar ayuda económica a “la bolsa vacía de Felipe IV”.
Debe resaltarse, durante sus servicios episcopales, en sus diversas diócesis, su caridad para con los más necesitados, y su liberalidad, por todos celebrada. La mayor parte de limosnas las hacía ocultamente, siguiendo el mensaje evangélico: “Que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha”. Mantuvo el culto siempre con gran interés y era muy devoto de María, habiendo promovido el culto a la Inmaculada, pese a la reticencia de ciertos teólogos. Recuérdese que la Merced, en esto, nunca siguió a Tomás de Aquino; sí en su sana doctrina.
Defendió siempre la inmunidad de la Iglesia. Un caso real lo acredita: el 10 de septiembre de 1653 (nótese la errata de un escritor que alude a este hecho, Anselmo Sanz Serrano, que escribe 1553) fue ahorcado, a las cuatro de la tarde un tal Pedro Sánchez, por otro nombre Xaque Arañado, habiendo sido de noche quitado el cadáver de la horca, y llevado a la puerta de la iglesia de San Pablo. Pues bien, un par de alguaciles, con el apoyo del gobernador de Zaragoza, lo retiran de allí, pese a la protesta fuerte del teniente cura de dicha parroquia. Enterado Juan Cebrián, despachó un oficio contra los alguaciles, indicándoles haber incurrido en excomunión. Le otorgaba la posibilidad de alegar en contra en veinticuatro horas. A la vez, mandaba avisos al gobernador y al asesor, para que restituyeran el cadáver a la iglesia susodicha. El gobernador se opuso a dicha orden. Era juez eclesiástico el doctor Diego Antonio Francés de Urritigoyti, arcipreste de Daroca y más tarde obispo de Barbastro.
Resolvió el caso a favor de la Iglesia. Esto constaba en el tomo de Consultas en la librería del colegio de San Pedro Nolasco, de la ciudad de Zaragoza.
En Juslibol, lugar de la Mitra, a casi una legua de la ciudad y sede episcopal zaragozana, fallece, tras breve enfermedad, el 27 de diciembre de 1662. Vivió, pues, en la prelacía treinta y tres años menos diez días. Llegó a ser el decano de los obispos de España.
Su cadáver se enterró en el convento de las Madres Capuchinas de Zaragoza, por voluntad testamentaria; y su corazón fue llevado a Perales, lugar de su nacimiento.
En su sepulcro figura un epitafio latino de tipo gongorizante, en el que se ensalza su vida y obras.
Le sucedió en el arzobispado fray Francisco Gamboa, agustino, trasladado de la diócesis de Coria a Zaragoza.
Sin duda, fray Juan Cebrián ha sido un fraile mercedario y un obispo ejemplar, destacado por su estilo de ser y actuar, y reconocido como tal por quienes le conocieron y trataron.
Obras de ~: Acta Capituli Generalis totíus Ordinis Mariae de Mercede Redemptionis Captivorum, celebrati in Conventu Toletano ejusdem Ordinis D. Catherinae Martyri dicato, die vigesima secunda mensis maji, anno Domini millesimo Sexcentesimo vigesimo septimo, sub Rmo. P.M. Fr. Joanne Cebrian, in eodem Capitulo totíus Sacri Ordinis de Mercede, electo Magistro Generali, Toleti, apud Joannem Ruiz a Pereda, typ. Regium, 1627; De initio Ordinis Constitutionibus, et Legibus ejes, cui Pontificias Bullas, quae ad regimen optimum spectant intexuit, Matriti, 1628; Indultum recitandi Officium, et celebrandi Missam de S. Petro Nolasco Ordinis B.M. de Mercede, Redemptionis Captivorum Fundatore, ómnibus dicti Ordinis Professoribus concessum, Matriti, 1628; Regula et Constitutiones Ordinis B. Mariae de Mercede Redemtionis Captivorum, super Patriarcham Nostrum SSmum. Petrum Nolasco, ceu firmissimam petram, ab eadem Deipara Virgine, fundati. Iussu Rmi. P.N. Ioannis Cypriani á SSmo. Patriarca Quadragesimi primi Sucessoribus Generalis Magistri, ac Eclesia Albarrecinens Episcopi electi denuo in lucem editae, Matriti, Ex Typographia Regia, 1632; Información y Memorial acerca del tiempo que en la vacante del oficio de General de la Orden de nuestra señora de la Merced ha de ser Vicario General della el Padre Prior del Convento de Barcelona, en execución de un estatuto del Capítulo general de Toledo del año 1627, confirmado por su Santidad, Por el General de la Merced Obispo electo de Albarracín, Madrid, 1632; Constituciones antiguas y Bulario de la Orden de la Merced, con notas del padre fray Serafín de Freitas, OdeM, Madrid, 1632; De violencia Clerici percussione, ac de absolvendi percussorem a censura, Caesaraugustae, 163?; De jure Episcopali, Caesaraugustae, 163?; Rituale Romanum Pii V. Pontif. Max. iussu editum de mandato Ilustrissimi Archiepiscopi Caesaraugustani ad usum suae diócesis inpensum, et addita quaedam quae visa fuerunt utilia, et observanda in ejusdem Archiepiscopatu, Zaragoza, Oficina de la viuda de Pedro Verges, 1646; Domino confido. Consulta que haze el Exmo. Señor Don Fray Iuan Cebrian Arzobispo de de Zaragoza, y del Consejo de Estado de la Majestad Católica del Rey nuestro Señor, Zaragoza, 1655; Constituciones Sinodales delarçobispado [sic] de Zaragoza, hechas por el Ilustrísimo, y Exmo. Señor Don Fray Iuan Cebrian, Arzobispo de Zaragoza, del Consejo de Estado de su Majestad, en su Villa de Valderrobles, 30 de Abril del Año 1656, Zaragoza, por Diego Dormer-Joseph Almandoz F., 1656; Institución de Capellanías, Aniversarios y Píos Legados, hecha por el Excelentísimo Sr.
D. Fray Juan Cebrian, Arzobispo de Zaragoza, Virrey y Capitán General del Reino de Aragón, s. f. (ms.); Constituciones antiguas y Bulario [...], con notas del padre M. fray Serafín de Freitas, OdeM, Madrid, 1632.
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Luis Vázquez Fernández, OdeM