Cavero de Henao, Hernando. Frías de Albarracín (Teruel), 24.XII.1599 – Bogotá (Colombia), 10.IV.1697. Misionero jesuita (SI).
Entró este turolense en la Compañía de Jesús, en febrero de 1618, en una de las grandes capitales jesuíticas de España, la ciudad de Valencia, donde había estudiado filosofía antes de su entrada en religión. Estaba estudiando la Teología, cuando sus superiores le enviaron al Nuevo Reino de Quito. En Tunja realizó la tercera probación, viviendo después en Fontibón hasta el año 1635. Se opuso a la decisión propuesta por el visitador Rodrigo de Figueroa de crear la viceprovincia de Quito, separándola de la del Nuevo Reino. Cavero consideró más conveniente prolongar la situación tal y como se encontraba en ese momento.
Ideas que plasmó en su obra Papel que hizo el P. Hernando Cavero cerca la división de la provincia del Nuevo Reino y Quito, siendo rector del colegio de Panamá.
Sus capacidades como socio se pusieron al servicio de los provinciales Gaspar Sobrino y Sebastián Hazañero, desde 1640. Años después gobernó el Colegio de Panamá, especialmente entre 1647 y 1651.
Un año después era elegido como procurador, por lo que se vio obligado a viajar a Roma y a Madrid sucesivamente. No regresó a las Indias hasta mucho tiempo más tarde, tras un aplazado embarque mientras esperaba en Sevilla. Era junio de 1658, poniéndose al frente de una expedición de veinticuatro jesuitas.
Ese mismo año fue nombrado provincial, oficio desde el cual restauró las misiones de los Llanos, repartidas entre Colombia y Venezuela, además de las de Casanare. En Cartagena de Indias, donde los jesuitas ya habían trabajado entre los esclavos de color, contribuyó a la restauración de la congregación de los negros, en esa importante ciudad y puerto. Después, como visitador entre 1661 y 1664 y provincial de México entre 1664 y 1665, conoció las misiones de Sonora y Sinaloa. Se preocupó por lo realizado hasta ese momento, elaborando lo que se puede conocer como un “costumbrero” de la citada provincia.
Entre los asuntos que abarcó, se encontraba el estilo de los predicadores, combatiendo las manifestaciones cultistas de los mismos. Atacó, también, el uso del chocolate, que algún debate protagonizó no solamente en las Indias sino también en España.
Prosiguió en sus tareas de gobierno, cuando fue provincial del Nuevo Reino de Quito entre 1666 y 1668. Se encargó de la redacción del plan de estudios del Colegio de San Luis de Quito y entregó instrucciones para los misioneros que ejercían su trabajo pastoral en las misiones del Marañón. Se preocupó por la trayectoria histórica de los domicilios que componían la provincia, participando directamente en la relación y redacción de su historia. En esa misma línea solicitó al padre Francisco de Figueroa la realización de una historia de las misiones de Mainas. Cuando abandonó su oficio de provincial, fue nombrado rector del Colegio Máximo de Santafé (1668-1672). Continuó entregado a oficios de gobierno, mientras se le encomendó la visita de la provincia de Perú, en los tres años siguientes, siendo además provincial hasta 1678, encomendándosele, como subraya Astrain, tareas de “saneamiento moral”. Visitó todos los domicilios y expulsó a aquellos que no cumplían con las condiciones de un jesuita. Dispuso, por ejemplo, el Libro de los usos y costumbres de este Colegio de San Pablo de Lima, aprobado en el mismo año 1678. Igualmente, recibió orden del general Oliva para la supresión de la viceprovincia de Chile, juntando domicilios e individuos con la del Perú. Era la ocasión para realizar reformas en esta demarcación. Las dificultades fueron numerosas y la obra hubo de detenerse antes de que culminase. Parecía que la acción del viceprovincial Francisco Javier Grijalva permitió cumplir, al menos, algunos de los objetivos para evitar abultados gastos.
El general Noyelle consideró, años más tarde, que era el momento para conseguir que Chile se constituyese como provincia independiente. Era 1683.
Sin duda, con todos estos trabajos, Cavero de Henao destacó por la gran experiencia acumulada. Consideró, por ejemplo, muy importante para el impulso de las misiones, la existencia de un prefecto de misiones que ya se había establecido en otras provincias.
Asimismo, puso en marcha lo que su antecesor había aprobado con respecto a la misión boliviana de Mojos.
Cavero solicitaba, a través de una circular provincial, jesuitas voluntarios para poder iniciar estos trabajos. Tampoco le tembló el pulso cuando tuvo que prescindir de dieciocho de ellos, pues no cumplían con los requisitos considerados. En la misma línea “historiográfica” que había puesto en marcha en Nuevo Reino, encargó trabajo a Jacinto Barrasa para la provincia del Perú. Su vida no finalizó como jesuita retirado, sino que regresó a Nuevo Reino. Allí se encargó con ochenta años del gobierno del Colegio de Santafé, atendiendo la construcción de su iglesia de San Ignacio. Contaba este jesuita con noventa y cinco años cuando finalizaron los trabajos. Restaban dos años y medio para alcanzar su centenario cuando falleció.
Obras de ~: Ordenaciones para el Gobierno espiritual de las Misiones, hechas en Guadalajara de la Nueva España, año 1662; Carta a los Padres de la Provincia del Perú, exhortándoles a ofrecerse para las misiones de los indios Mojos y Chanes, Lima, 1678; “Praxis de los estudios del Colegio de Quito [...]”, en J. Rey Fajardo, La pedagogía jesuítica en la Venezuela hispánica, Caracas, 1979, págs. 279-305.
Bibl.: M. Rodríguez, El Marañón y el Amazonas, Madrid, Imprenta A. González de Reyes, 1684, págs. 257-262; C. Sommervogel, Bibliothèque de la Compagnie de Jesús, vol. II, Bruxelles, Oscar Schepens, 1891, págs. 929-930; A. Astrain, Historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de España, vols. V-VI, Madrid, Razón y Fe, 1916-1920; R. Vargas Ugarte, Historia de la Compañía de Jesús en el Perú, vol. II, Burgos, Imprenta Aldecoa, 1963; J. Rey Fajardo, Biobibliografía de los jesuitas en la Venezuela colonial, Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 1974, págs. 138-146.
Javier Burrieza Sánchez