Simón, Pedro. San Lorenzo de la Parrilla (Cuenca), 12.VIII.1581 – Ubaté, Cundinamarca (Colombia), c. 1628. Cronista de Indias, misionero franciscano (OFM).
Nació en San Lorenzo de la Parrilla, población del obispado y provincia de Cuenca, perteneciente al marqués de Cañete, y fue hijo de Pedro Simón y de Ana Domínguez. Ingresó muy joven en la Orden franciscana de Cartagena y residió en el Convento de San Clemente, donde fue ordenado sacerdote. Esto es prácticamente lo único que se conoce de su vida en España. Fue enviado como misionero a América y partió de Sanlúcar hacia el Nuevo Reino de Granada el 30 de abril de 1604, junto con fray Luis de la Mejorada y otros once franciscanos. Viajó en el galeón San Cristóbal, en la flota de Luis de Córdoba, y llegó a Cartagena de Indias el 28 de junio del mismo año. De aquí pasó inmediatamente a Santafé de Bogotá. Cuando el padre Mejorada fue promovido a provincial en 1605, dejó a fray Pedro el lectorado de Artes y de Teología de la Orden en la capital neogranadina, que desempeñó hasta su jubilación, doce años más tarde. El comienzo de sus clases el 9 de mayo de 1605 se considera el origen de los estudios de tales disciplinas en el Nuevo Reino. En 1618 fue elegido guardián del Convento de Santafé, predicador y calificador del Santo Oficio, y en 1623 fue elegido provincial de su Orden. Desde entonces se dedicó a redactar su obra histórica de las Noticias historiales de las conquistas de tierra firme en las Indias Occidentales. Concluido el trienio de su ministerio como provincial, fue destinado al Convento de San Diego de Ubaté, donde probablemente le sorprendió la muerte entre octubre de 1626 y el 7 de mayo de 1628, ya que en esta última fecha se hizo mención de su nombre en un libro de cuentas, donde se da a entender que ya había fallecido.
Fray Pedro Simón se ausentó de la capital neogranadina en dos ocasiones. La primera en 1608, cuando acompañó al presidente Juan de Borja a la guerra contra los Pijao, Coyaima y Natagaima, que tenían cortada la comunicación entre Bogotá y Popayán. Conoció así las regiones andinas del Tolima y del Huila y las crueldades de la guerra que se hizo a estos naturales para reducirlos. Su crónica es uno de los mejores relatos sobre este conflicto, de enorme importancia en la Historia colonial colombiana. Su segunda gran ausencia la hizo entre 1612 y 1613 y tuvo por objetivo recoger datos históricos para su obra, cosa que le encargaron sus superiores. Estuvo en la Grita, Mérida, Trujillo, Araya, isla Margarita, Puerto Rico y Santo Domingo. Desde La Española volvió a Coro y siguió poco después a Santafé. Más tarde hizo otro viaje, aunque de menos trascendencia, como fue la ruta del río Magdalena, en el que recorrió esta vía fundamental para el comercio del Reino y además visitó Los Remedios, llegando hasta las proximidades de Zaragoza. Estos viajes le permitieron tener una imagen bastante real de lo que eran Colombia y Venezuela a comienzos del siglo xvii, por lo que se permitió afirmar en su crónica: “Las tierras del reino pocas hay o ninguna que no haya pisado”. Exageró, naturalmente, pero quiso demostrar que un historiador debe conocer bien el terreno sobre el que escribe.
El objetivo fundamental de Simón fue escribir la historia para los habitantes de los territorios que se habían llamado Tierrafirme en el siglo XVI, es decir, Venezuela y Colombia, empresa que le ayudaron a acometer sus superiores. Prácticamente no había ninguna, pues Jiménez de Quesada no había publicado sus Ratos de Suesca, ni su Epítome de la conquista del Nuevo Reino de Granada, que seguían estando manuscritos, aparte de que el primero parece que era semejante al Compendio historial y el segundo era sólo un resumen de la conquista de los mwiska o chibchas.
Aguado seguía teniendo también en manuscrito su Compendio Historial y Medrano había muerto durante la expedición de Jiménez de Quesada a El Dorado en los años 1570 a 1572, sin llegar a redactar más que la parte que se pasó luego a Aguado. Un caso excepcional era Juan de Castellanos, pues la primera parte de sus Elegías se habían publicado en Madrid el año 1589, pero resultaban muy difíciles de leer y a veces hasta de entender, ya que lamentablemente este buen historiador se empeñó en ser un mal poeta y malgastó veinticuatro años de su vida en poner su crónica en octavas reales, algunas de ellas de un pésimo gusto literario. Es por esto que los criollos de Tierrafirme no tenían una historia de sus antepasados en el primer tercio del siglo XVII. La acometió fray Pedro, consultando toda la bibliografía existente (en el prólogo nos dice que tuvo a la vista los Ratos de Suesca de Jiménez de Quesada, la Crónica de Aguado y las Elegías de Juan de Castellanos), incluidos Acosta y Torquemada, y buscando además otras fuentes. Leyó y releyó los memoriales de los conquistadores, recogió relatos orales de muchos de los que aún vivían y finalmente hizo un trabajo de investigación en los archivos.
Este último aspecto es el que mejor nos muestra su faceta de auténtico historiador. En los archivos cartageneros vio, por ejemplo, las cartas de pago que los españoles dieron a favor de Drake: “Yo las vi todas originales de su misma letra en un archivo de los oficiales de Cartagena”. Estas cartas se consideraban una invención del Pirata. Su figura, por cierto, llamó poderosamente la atención del religioso franciscano, hasta el punto de hacer una rarísima biografía de sir Francis Drake en sus Noticias. Dedicó a ella diecinueve capítulos de la sexta noticia historial incluida en la tercera parte, una verdadera rareza en la bibliografía colonial española.
Otro personaje inglés que también le atrajo fue sir Walter Raleigh, particularmente su expedición a la Guayana en busca del mito del Dorado, que narró con enorme precisión. Simón recogió también algunos acontecimientos relacionados con las islas de Santo Domingo y Puerto Rico, islas que visitó personalmente, como se ha dicho. Su obra se distingue por su talante crítico y sincero y mantiene el propósito deliberado de ceñirse al hilo de los sucesos históricos en un orden cronológico, pero supera el simple nivel informativo documental, para constituirse en una fuente histórica que engloba todos los aspectos del desarrollo propio de las sociedades humanas.
Incorpora por ello muchos aspectos antropológicos, lingüísticos, religiosos y sociales del medio en el que nos narra lo sucedido y nos ofrece datos esenciales de sus pueblos indígenas. Abunda además en anécdotas, historias pintorescas, animales curiosos y personajes desconocidos que hicieron cosas exóticas. Es, en definitiva, un adelantado de la historiografía histórica. La obra de Simón llegó hasta prácticamente la hora de su muerte pues se consideró testigo de una gran época.
Las Noticias historiales de las conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales está estructurada en tres partes, cada una de las cuales se divide a su vez en siete noticias, y cada noticia en capítulos. Las dos primeras partes las escribió en un año y medio. A fines de 1624 las envió a España para su publicación, cada una en un tomo. Sólo se publicó la primera, en Cuenca, el año 1627. La tercera parte la escribió durante los años 1625 y 1626, mientras se imprimía la primera. La impresión tuvo mala fortuna y las dos partes segunda y tercera han estado aparentemente perdidas durante más de dos siglos y medio. Se sabía que sus manuscritos estaban en la Real Academia de la Historia (Madrid), gracias al Saggio di Bibliografía de Marcelino de Civezza. En 1819 una revista madrileña titulada Continuación al Almacén de frutos literarios empezó a publicar la tercera parte, pero no pasó de las tres primeras noticias. Las publicaron además incompletas y los editores se atrevieron a intervenir el lenguaje original, modificándolo al usado en la época. También en Inglaterra se publicaron algunos fragmentos de la segunda parte en 1848, a los que siguieron en años sucesivos dos o tres publicaciones, siempre de fragmentos de la obra. La situación cambió radicalmente en la década de 1882 a 1892 cuando Medardo Rivas acometió la publicación completa de las Noticias historiales en Bogotá, utilizando la primera parte, editada en 1627, y los manuscritos de la segunda y tercera partes, que encontró en la Biblioteca Nacional de Colombia. Se trataba de una copia de los que se conservaban en la Real Academia de la Historia. Posteriormente, en 1953 y en 1981, se han hecho dos nuevas ediciones en Bogotá, aparte de otra en Caracas en 1963.
Obras de: Noticias historiales de las conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales, 1624-1626 (ed. de Medrano Rivas, Bogotá, Biblioteca Banco de la Republica 1981).
Bibl.: J. Oviedo y Baños, Historia de la conquista y población de la Provincia de Venezuela, Madrid, imprenta de D. Gregorio Hermosilla, 1723; T. Avella Mendoza, Galería de Fray Pedro Simón o repertorio alfabético de los personajes que figuran en la 1.ª parte de las “Noticias Historiales”, Bogotá, Imp. de Vapor de Zalamea, 1888; P. Aguado, Recopilación Historial, Bogotá, Academia Colombiana de la Historia, 1906; J. de Castellanos, Elegías de varones ilustres de Indias, Bogotá, ABC, 1955; F. Esteve Barba, Historiográfica Indiana, Madrid, Gredos, 1964; J. M. Henao y G. Arrubla, Historia de Colombia, Bogotá, Librería Voluntad, 1967; J. Friede, “Fray Pedro Simón: nuevos documentos”, en Arco (Bogotá), n.º 201 (octubre de 1977); L. C. Mantilla Ruiz, Fray Pedro Simón y su vocabulario de americanismos, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1986; M. Ballesteros Gaibrois, Los americanismos: de Fray Pedro Simón, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1987; G. Schutz, “Fray Pedro Simón y su ‘vocabulario de americanismos’”, en Thesaurus (Bogotá), vol. 44, n.º 2-3, (mayo-diciembre, 1988); L. C. Mantilla, Fray Pedro Simón, historiador y lingüista, Bogotá, Editorial Kelly, 1991; L. C. Mantilla, Fray Pedro Simón, cronista indiano olvidado en España, Cartagena, 1992; A. Maffla Bilbao, “Indigenismo en las ‘Noticias Historiales’ de Fray Pedro Simón”, en Rev. Hispanoamericana (Cali), n.º 16 (1994); M. Lucena Salmoral, “Questions espagnole sur la piratería dans la biographie de Francis Drake ëcrite par Fray Pedro Simón au XVIIè siècle”, en L´Aventure de la Flibuste (París) (2002), págs. 161-180.
Manuel Lucena Salmoral