Cantero de San Vicente, Manuel. Madrid, 21.IX.1804 – 6.XII.1876. Político, hacendista y comerciante.
Miembro de una familia de la burguesía mercantil de origen vasco establecida en Madrid, hijo de Andrés Cantero y María Lorenza de San Vicente, durante su infancia se educó en el pueblo de su madre en Burgos con un tío cura, realizando los estudios medios en el Colegio jesuita de Begoña en Bilbao y en el Seminario de Vergara, tras lo cual se trasladó a la capital de España para, desde 1819, ejercer como comerciante gestor de los negocios familiares, llegando a ser vocal de la Junta de Comercio de Madrid (1831).
De ideología liberal, tras la implantación definitiva del liberalismo a la muerte de Fernando VII se integró en el Partido Progresista y ocupó sus primeros cargos públicos en la política local, siendo alcalde de Madrid de diciembre de 1835 a septiembre de 1836. Durante ese último año saltó a la política nacional, al resultar elegido diputado en Cortes por Madrid en tres elecciones generales distintas: en febrero, permaneciendo las Cortes abiertas menos de dos meses; julio, aunque no pudo tomar posesión del escaño por la sublevación de los sargentos de La Granja, que finiquitó el Gobierno moderado de Istúriz y obligó a promulgar la Constitución de 1812; y en septiembre, para formar parte de las Cortes Constituyentes que aprobaron la Constitución de 1837. Época en la que ya era miembro de la masonería.
Durante esos períodos como parlamentario, desarrolló una ingente labor en apoyo de su partido, convirtiéndose en uno de los líderes progresistas y siendo elegido diputado de forma ininterrumpida entre 1838 y 1843, en representación de las circunscripciones de Madrid (1838-1840 y 1843) y Valladolid (1841-1843). Compaginó su presencia con la política local madrileña (en 1840 fue alcalde cuarto de la Villa y Corte) y con el ejercicio de la dirección de la Caja de Amortización, puesto para el que fue designado en 1840 por el entonces ministro de Hacienda Ramón de Santillán, causando su nombramiento un cierto malestar entre los moderados, que ocupaban el poder. Sin embargo, Santillán nombró al entonces diputado progresista por Madrid con el fin de privar a la oposición parlamentaria de usar como arma arrojadiza contra el Gobierno las condiciones, altamente desfavorables para el Tesoro y muy beneficiosas para los contratistas particulares, en que se otorgaban los contratos públicos.
Candidato a presidir el Congreso de los Diputados en octubre de 1843, fue apoyado, pese a ser progresista, por sus contrincantes políticos los moderados con el fin de dividir a los progresistas, siendo su oponente y, finalmente, el elegido, Salustiano Olózaga, quien, curiosamente, un mes después lo nombró ministro de Hacienda de su fugaz e inestable Gabinete, dimitiendo Cantero sólo una semana después de su designación, (habiéndolo desempeñado del 24 de noviembre al 1 de diciembre de 1843), perdurando el Gobierno Olózaga sólo cinco días más, dada su debilidad parlamentaria. Pese a su corta vigencia en la jefatura de este Ministerio, Cantero mostró sus intenciones de crear un nuevo sistema tributario, a través del nombramiento de una comisión presidida por Francisco Javier de Burgos, idea que no cuajó por la brevedad de su mandato, aunque sí la puso en práctica su sucesor, el conde de Santa Olalla.
Tras desempeñar la jefatura del mencionado ministerio, continuó siendo uno de los líderes de los progresistas madrileños, pero hasta 1848 no volvió a ocupar un escaño en el Congreso de los Diputados, resultando elegido por el distrito sevillano de Osuna, donde permaneció hasta 1850. Al año siguiente fue nombrado senador vitalicio, desempeñando el puesto de secretario cuarto de la Cámara Alta en 1853.
Al estallar la Revolución de 1854, que supuso la expulsión del poder del moderantismo, Cantero fue nombrado de nuevo ministro de Hacienda, pero otra vez de un Gabinete fugaz —duró poco más de un día, del 18 al 19 de julio—, en esta ocasión presidido por Ángel de Saavedra, duque de Rivas, y formado en el marco de los disturbios populares ocurridos en Madrid tras el inicial fracaso del pronunciamiento de “La Vicalvarada” y la publicación del Manifiesto de Manzanares, en el que se alentaba la movilización del pueblo de Madrid en apoyo de los sublevados, provocando un levantamiento revolucionario y la consiguiente inestabilidad política, sucediéndose del 17 al 18 de julio tres gobiernos nombrados por la Corona y presididos por el conde de San Luis, el general Fernando Fernández de Córdova, y el duque de Rivas. El Gobierno de coalición de este último, integrado por progresistas y moderados opuestos al defenestrado conde de San Luis, se mostró incapaz de controlar la situación, dada su debilidad ante la sublevación popular madrileña y la formación de un gobierno paralelo de los progresistas, la denominada Junta de Salvación, Armamento y Defensa de Madrid, presidida por el general San Miguel. El 19 de julio, como única salida a esta grave situación, Isabel II decidió nombrar al afamado general y líder progresista Baldomero Espartero, duque de la Victoria, presidente del Consejo de Ministros, retrasándose su llegada a la capital de España desde Zaragoza donde se encontraba hasta el día 20, gobernando de forma interina el Gabinete del duque de Rivas hasta ese momento.
Durante el Bienio Progresista (1854-1856), resultó elegido diputado en Cortes por Sevilla (1855-1856), regresando tras el finiquito del Gobierno progresista del general Espartero en 1856 a su escaño en el Senado.
A fines de ese último año, el 14 de julio, fue designado por tercera y última vez ministro de Hacienda, en el seno del inestable Gobierno formado por el general O’Donnell, quien lo nombró al confiar que le resolvería las acuciantes dificultades económicas del momento, pero agobiado por el mal estado del Erario público, Cantero se mostró decidido partidario de llevar adelante la desamortización como única opción para remediar la pésima situación de la Hacienda, cuyo último empuje lo había dado poco antes uno de sus antecesores en esta cartera, Pascual Madoz, emitiendo una circular dirigida a todos los gobernadores civiles incitándoles a activar las ventas de bienes eclesiásticos. O’Donnell aceptó la idea, pero encontró la firme oposición de Isabel II, quien se negaba tajantemente a que el resto de los bienes eclesiásticos fueran enajenados, tratando Cantero de vencer la resistencia de la Reina ofreciendo la suma de sesenta millones de reales para la reconstrucción de templos ruinosos, pero esta propuesta fue rechazada, por lo que presentó su dimisión el 20 de septiembre, tardando menos de un mes en seguirle el resto de sus compañeros de Gabinete, aunque mientras aquél dimitió, éstos fueron cesados.
Tras este nuevo y fugaz paso por la jefatura del indicado Ministerio se reincorporó al Senado, donde ocupó el puesto de secretario tercero (1858-1860) y segundo (1860-1863).
Partidario del finiquito del reinado de Isabel II, dado el apoyo incondicional de la Reina al Partido Moderado, apoyó la Revolución de 1868, formando parte de la Junta Superior Revolucionaria constituida en Madrid el 5 de octubre, presidida por Joaquín Aguirre de la Peña e integrada por distintas personalidades de la oposición a Isabel II, con el fin de dirigir el país, disolviéndose el 19 de octubre, una vez que el Gobierno del general Serrano se había hecho con el control de la situación.
Precisamente, el decidido respaldo que prestó a la sublevación de 1868 le valió su nombramiento en octubre de ese año como gobernador del Banco de España, puesto que ocupó hasta su fallecimiento en diciembre de 1876, y su elección como diputado en Cortes por el distrito valenciano de Játiva, de 1869 a 1871, y senador por la provincia de Huesca en 1872.
Finalmente, con la Restauración se integró en el Partido Liberal, resultando en 1876 de nuevo elegido para la Cámara Alta por la provincia de Huesca.
Bibl.: Semblanzasde los 340 diputados a Cortes que han figurado en la legislatura de 1849 a 1850, Madrid, Imprenta de Gabriel Gil, 1850, págs. 40-41; J. Valera, Historia General de España desde los tiempos primitivos hasta la muerte de Fernando VII continuada desde dicha fecha hasta nuestros días por don Juan Valera con la colaboración de don Andrés Borrego y don Antonio Pirala, t. VI, Barcelona, Montaner y Simón Editores, 1882, págs. 469, 471, 569 y 572; A. Rull Sabater, Diccionario sucinto de ministros de Hacienda (siglos xix y xx), Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, 1991, págs. 83-84; R. Santillán, Memorias (1808-1856), Madrid, Banco de España, 1996, págs. 227, 271-272, 288 y 412; J. M. Cuenca Toribio y S. Miranda, El poder y sus hombres. ¿Por quiénes hemos sido gobernados los españoles? (1705-1998), Madrid, Actas, 1998, págs. 426-429; J. R. Urquijo Goitia, Gobiernos y ministros españoles (1808-2000), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2001, pág. 182.
FranciscoMiguel Espino Jiménez