Borbón, Francisco de Paula Antonio María de. Duque de Cádiz. Aranjuez (Madrid), 10.III.1794 – Madrid, 13.VIII.1865. Infante de España.
Último hijo de Carlos IV y María Luisa de Parma, reyes de España. Desde su nacimiento fue el favorito de su madre, tal y como atestigua la correspondencia de ésta con Manuel Godoy o la enternecedora escena central de La familia de Carlos IV, de Goya. Aunque se trate de uno de los muchos rumores que circularon por aquella Corte, es difícil —por su supervivencia hasta nuestros días— sustraerse a la mención de la duda vertida sobre la paternidad de Francisco. El chisme, sin duda procedente de la oposición española a Godoy, fue propagado por el embajador francés Alquier y por la inglesa Elisabeth Holland; según esta última, el infante guardaba un “indecente parecido” con el Príncipe de la Paz.
Durante su infancia, Francisco fue educado según el método experimental del suizo Johann Heinrich Pestalozzi, exportado por Godoy en uno de sus proyectos típicamente ilustrados. Pero pronto los sucesos políticos truncaron el normal desarrollo de la vida del joven y de toda la familia real. El motín de Aranjuez (17 de marzo de 1808) se saldó con el destronamiento de Carlos IV y María Luisa, y el posterior acceso al poder de Fernando VII, el hermano mayor de Francisco de Paula. Con los franceses en España, cuentan las crónicas de la época que fue el traslado del benjamín de los reyes desde el Palacio Real (camino a Bayona) el detonante para el alzamiento del pueblo de Madrid contra los invasores, el 2 de mayo de 1808.
Mientras la familia real vivía en el exilio, las Cortes de Cádiz excluyeron a Francisco de sus derechos sucesorios; en absoluto por su filiación a Godoy, como se ha dicho, más bien por la posibilidad de que fuera un instrumento en manos de Napoleón, en detrimento de Fernando y del infante Carlos María Isidro, que estaban retenidos por el emperador en Valençay. Años más tarde, Francisco recuperaría plenamente sus derechos.
Exiliado (1808-1817) junto a sus padres, primero en Marsella y luego en Roma, Francisco de Paula inició la carrera eclesiástica sin vocación alguna, protagonizando en la ciudad italiana algún escándalo amoroso. Por petición expresa de sus padres, el infante regresó a España, no sin antes realizar en 1817 un viaje por las cortes europeas que le llevó a París y Viena entre otras capitales del continente. Su regreso a España se produjo en febrero de 1818.
Ya en la Corte, el recién llegado fue tratado con los honores propios de su rango, siendo nombrado consejero de Estado, presidente de la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, miembro de honor y mérito y consiliario perpetuo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando e integrante de las órdenes de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa. Como señor de la Albufera de Valencia, entre otras prebendas, obtuvo las rentas propias para la desahogada vida del hermano de un rey (cincuenta mil ducados anuales). Desde pequeño ya era portador del Toisón de Oro y de la banda de la Orden de Carlos III. También fue Gran Castellán de Amposta en la Lengua de Aragón de la Orden de Malta.
Una vez iniciada su carrera militar, en detrimento de la eclesiástica, Francisco contrajo matrimonio el 12 de junio de 1819 con su sobrina Luisa Carlota de las Dos Sicilias, hija de María Isabel (a su vez, última hija de Carlos IV y María Luisa), y, por tanto, nieta de Fernando I de Nápoles y de Carlos IV. Esta mujer —una más en el imaginario misógino— ha pasado a la historia como intrigante y dominadora. Parece que las relaciones con el sector cortesano portugués (encabezado por la esposa de Carlos María Isidro) fueron tensas, y que Luisa Carlota se impuso en la Corte gracias a su hermana Maria Cristina, la cuarta esposa de Fernando VII.
La adscripción política de Francisco de Paula en estos años es controvertida, aunque todo apunta a que una total fidelidad a su hermano le apartaba del incipiente liberalismo español, teniendo en cuenta además que los liberales enarbolaban una Constitución que lo excluía de la línea sucesoria. En las reuniones del Consejo de Estado, el infante se mostró absolutista —o al menos fernandino— a ultranza; incluso, durante el Trienio Liberal, participó en las gestiones con Francia que a la postre darían con la llegada de los reaccionarios Cien Mil Hijos de San Luis (1823). En 1833, los partidarios de Isabel se tuvieron que adscribir a la corriente liberal para conseguir un grupo de apoyo que hiciera frente al carlismo. Aunque Francisco de Paula es un mito del liberalismo —hay quien dijo que a él “debió la libertad su victoria” en España—, la tendencia actual es atenuar ese espíritu radical en la figura del infante. No cabe duda, aun así, de sus afinidades con los liberales progresistas en tiempos de la Regencia de María Cristina, ni de sus intentos de influir en Isabel II antes y después de su mayoría de edad. Por ello, si Carlos era el campeón de los absolutistas e Isabel de los moderados, Francisco de Paula fue —de alguna manera— la cabeza del sector más abierto de los constitucionalistas (Moral Roncal, 1999). En 1838 intentó entrar en el Senado, pero la maniobra fue abortada por María Cristina. Las intrigas políticas les costaron a Francisco y a su esposa el exilio a la Francia de Luis Felipe ese mismo año, acusados de pretender derrocar a la regente. No sería ésta la última expulsión de la Corte, pues caída la Reina Gobernadora, el general Espartero ordenó la marcha del matrimonio a Zaragoza, en 1842, transcurrido poco tiempo desde su vuelta a Madrid; en 1843 fue diputado en las Cortes, precisamente como representante de Aragón.
Transcurridos dos años desde la viudedad de Francisco de Paula (29 de enero de 1844), ocurrió algo que hubiese colmado las aspiraciones de Luisa Carlota y que mejoró considerablemente la posición del infante en la Corte: el matrimonio de su primogénito, Francisco de Asís, con Isabel II, el 10 de octubre de 1846. Pocos meses más tarde, bien por sus consejos políticos a Isabel (Moral Roncal, 1999), bien por sus estrechos lazos con la masonería (Mateos Sáinz de Medrano, 1997), el infante fue desterrado de nuevo, y aunque regresó definitivamente a Madrid en 1850, nunca volvió a vivir en palacio. El que fue ojo derecho de la reina María Luisa falleció el 13 de agosto de 1865 en la capital española, apartado de la política en los últimos años de su vida; su cuerpo fue enterrado en el monasterio de El Escorial.
La figura de Francisco de Paula Antonio de Borbón es en cierto modo enigmática, pues la leyenda envuelve hasta su misma concepción (cuento del que hicieron eco, tanto realistas como liberales moderados, en el siglo xix). Una larga vida en tiempos de cambio, sus indudables inquietudes políticas y la posición privilegiada de la que disfrutó le inmiscuyeron en no pocas intrigas políticas. Se pueden poner como ejemplo sus candidaturas frustradas, en 1815, a presidir el hipotético reino sudamericano de Río de la Plata, Chile y Perú, o en 1827 a emperador de México. Ni siquiera existe un acuerdo unánime en la historiografía en torno al peso de la indudable vinculación masónica del infante. Para algunos historiadores, ya en tiempos de Fernando VII, el hermano pequeño del Rey ejerció importantes cargos en la clandestinidad (Carlavilla, 1967); para otros, no hay constancia documental de tal compromiso de Francisco de Paula con la masonería española (Ferrer Benimeli, 1987), perseguida durante décadas en la época que le tocó vivir.
En su matrimonio con Luisa Carlota, Francisco tuvo once hijos, de los que ocho llegaron a la edad adulta. Entre ellos cabe destacar al ya mencionado Rey consorte Francisco de Asís, y a Enrique, duque de Sevilla. El 19 de diciembre de 1852, el infante se casó en segundas nupcias con Teresa de Arredondo y Ramírez de Arellano. Esta esposa tampoco sobrevivió a Francisco de Paula, que volvió a enviudar en 1864; de esta unión nació un varón, Ricardo María, nombrado duque de San Ricardo por Isabel II, título que le hizo Grande de España.
Hombre de cierta cultura, el infante Francisco fue un gran aficionado a la música (su colección integra los fondos de la Biblioteca Nacional), a las artes (en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando existen cuadros pintados por él) y a la ganadería taurina.
Bibl.: Vizconde de San Alberto, Los directores de la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País [...], Madrid, Real Sociedad Matritense de Amigos del País, 1925; M. Carlavilla, Borbones y Masones, Barcelona, Acervo, 1967, págs. 61-65; J. A. Ferrer Benimeli, Masonería Española Contemporánea, I (1800-1868), Madrid, Siglo XXI, 1987, págs. 142-145 y 170-173; R. Mateos Sáinz de Medrano, Los desconocidos Infantes de España: Casa de Borbón, Barcelona, Thassàlia, 1996, págs. 107-130; A. M. Moral Roncal, “Los límites de un mito liberal: el infante don Francisco de Paula Borbón”, en Trienio, 34 (1999), págs. 111-135; L. Smerdou Altolaguirre, Carlos IV en el exilio, Pamplona, Ediciones Universidad de Navarra, 2000, págs. 273-279, 316 y 321- 326; A. Ceballos de la Escalera y Gila, marqués de la Floresta (dir.), La insigne Orden del Toison de Oro, Madrid, Palafox y Pezuela, 2000, pág. 478.
Antonio Juan Calvo Maturana