Herrera y San Cibrián, Ramón Casimiro. Conde de la Mortera (I). Mortera (Cantabria), 2.III.1812 – La Habana (Cuba), 29.VI.1885. Armador de buques y naviero.
Hijo de Manuel Herrera y Estrada, natural de Mortera (valle de Piélagos), y de Anselma San Cibrián y Pedraja, Ramón Herrera y San Cibrián nació en Mortera (Cantabria). Forzado por la miseria, a los diecisiete años emigró a Cuba y se estableció en la ciudad de La Habana, donde en 1829 trabajaba como dependiente en la casa Pardo, Regelez y Cía., comerciantes en víveres y comisionistas. Más tarde, en posición algo más desahogada, se estableció con su hermano Cosme como almacenista de paños. En estas actividades comerciales se asoció con Alonso Jiménez Cantero, un albaceteño que hacia 1833 había establecido una pequeña casa de comercio dedicada a los negocios de préstamo. Ambos socios se dedicaron a una amplia gama de negocios, desde la refacción de fincas azucareras hasta la financiación de expediciones negreras, que les permitieron acrecentar su patrimonio durante los años que duró la asociación hasta finales de la década de 1840. Contrajeron matrimonio con las hijas del comerciante habanero Marcos Díaz Rodríguez. Herrera casó con Manuela.
En 1850 fundó la Empresa de Vapores Correos y Transportes Militares, también conocida como Vapores Herrera, adjudicataria en 1852 del servicio regular de Santiago a Guantánamo, que el año anterior había obtenido Antonio López, otro naviero santanderino. En 1860 se unió a la Compañía General Cubana de Navegación a Vapor y formó la Empresa de Correos Españoles de las Antillas y Seno Mejicano con Pelayo, Pardo y Compañía. La nueva empresa se ocupó del transporte de las tropas desde Cuba a Santo Domingo durante la incorporación de la parte occidental de la isla a España entre 1861 y 1865.
Posteriormente obtuvo la concesión de la línea de navegación de España a Panamá para llevar correo y víveres a la flota española del Pacífico. En 1870 un reajuste de la sociedad llevó a la constitución de la Compañía de Vapores Ramón Herrera. En 1874 el recaudador de las aduanas de La Habana evaluó su activo en 460.130 pesos.
Herrera figuró entre los promotores del Banco Español de La Habana cuando en 1855 se iniciaron las gestiones que condujeron al establecimiento de un banco emisor en Cuba. Con un paquete de cien acciones (50.000 pesos fuertes), figuraba entre los mayores accionistas y fue vocal de su junta directiva permanentemente y su director interino durante varios meses a finales del año 1873.
Al mismo tiempo, comenzó a destacar como hombre público: en 1854 fue consiliario de la Real Junta de Fomento, una de las instituciones de mayor prestigio de la colonia. Reputado entre el alto comercio, en 1858 fue cónsul del Real Tribunal de Comercio. Fue también regidor del Ayuntamiento de San Cristóbal de La Habana, del que fue alcalde en 1860, y miembro del Consejo de Administración de la isla de Cuba. Como miembro del Partido Españolista, durante la Guerra de los Diez Años, Ramón Herrera desplegó una importante actividad en defensa de la nacionalidad española, fue miembro de la junta directiva del Casino Español de La Habana, y promovió el establecimiento de los Cuerpos de Voluntarios. Como coronel del 5.º batallón de Caballería de La Habana desde su constitución en 1868, costeaba el equipo y se ocupaba del mantenimiento de su tropa, en general formada por dependientes del comercio. Junto con los otros doce coroneles de voluntarios formaba lo que entonces se denominó Sociedad de los Trece, el grupo más influyente de la isla en aquel momento.
Sus barcos colaboraron en las operaciones militares transportando víveres, tropas y munición allí donde eran requeridos. Herrera y Pedro Sotolongo, el socio de Antonio López, como él figura clave del integrismo español en Cuba, donaron al Estado el casco del cañonero Cuba Española. Durante la insurrección cubana, Herrera realizó otra serie de donativos en beneficio de la causa española, y se interesó en el empréstito de 25.000.000 de pesos que levantaron en Barcelona, Madrid y La Habana un grupo de banqueros y capitalistas para proporcionar al gobierno de la Restauración recursos para la guerra. Aquella operación dio lugar a la creación del Banco Hispano- Colonial, en octubre de 1876, del que Herrera fue accionista.
Atendiendo a tales méritos, el 16 de julio de 1871 el rey Amadeo de Saboya le concedió el título de conde de la Mortera. A petición del propio Herrera, dicho título fue confirmado el 20 de enero de 1876 por el rey Alfonso XII. Previamente había sido condecorado con la Gran Cruz del Mérito Naval, la del Mérito Militar y las de Carlos III e Isabel la Católica. Sin hijos de ninguno de sus dos matrimonios, el segundo contraído en 1881 con María Sánchez Marcos, fue su hermano Cosme quien sucedió en esta merced. Tras la muerte de éste en 1893, pasó a su sobrino Ramón Herrera y Gutiérrez. Había llegado a La Habana, como su primo Cosme Blanco Herrera, a principios de la década de 1860 para ayudar a sus tíos en el negocio de paños. Ambos primos contrajeron matrimonio con las hijas de Cosme y heredaron la naviera, que pasó a denominarse Sobrinos de Herrera, y una cuantiosa fortuna que debió de acrecentarse enormemente durante los años de la guerra. Ramón Herrera era el segundo contribuyente de Cuba en 1879, con una aportación de 6.600 pesos fuertes. En 1882 su contribución era de 9.170 pesos.
Ramón Herrera San Cibrián murió en La Habana el 29 de junio de 1885, a los setenta y tres años de edad, y fue enterrado en el panteón del cementerio de Colón. Como tantos otros indianos, había dotado al pueblo de Mortera de un par de escuelas y de una iglesia, inaugurada unos años después de su muerte.
Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Nacional, Ultramar, leg. 4895.
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Inés Roldán de Montaud