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Miguel Biada Buñol

Biografía

Biada Buñol, Miguel. Mataró (Barcelona), XI.1789 – 2.IV.1848. Promotor del primer ferrocarril de España.

Los “Viada” eran descendientes de Francisco Viada o Viala, un inmigrante oriundo de Brive-la-Gaillarde (Francia), que recaló en Mataró a principios del siglo xvii, pero Miguel, por causas desconocidas, firmó siempre “Biada”. Aparece como piloto de la marina mercante y, en 1806, inscrito en el registro de alumnos de la Escuela Náutica de Arenys de Mar (Barcelona), sin que conste el currículo de las prácticas preceptivas para el examen y obtención del título.

Miguel Biada siguió el ejemplo de muchos marinos de la costa catalana de su época que se lanzaron a la aventura americana, primero navegando y luego estableciéndose en algún puerto de Hispanoamérica. En 1810, con España en plena guerra contra Napoleón (1808-1814), el mataronés ya estaba afincado como comerciante en la ciudad de Maracaibo (Venezuela), aunque haría algún viaje a la Península, como en 1815, para contraer matrimonio en Mataró con Teresa Prats.

En la larga revolución venezolana, abanderada por Francisco Miranda y Simón Bolívar, para emanciparse de la metrópoli, Miguel Biada estuvo al servicio de las autoridades españolas. En 1810, nombrado capitán de la goleta armada en guerra Manuela, pasó a auxiliar a la ciudad de Coro, atacada por Francisco José Rodríguez del Toro e Ibarra, IV marqués del Toro. También realizó otros viajes y desempeñó algunas comisiones, incluso a Puerto Rico y Jamaica. Hasta 1820 formó parte de la milicia denominada voluntarios distinguidos de Fernando VII, establecida en Maracaibo, y en marzo del mismo año fue nombrado comandante principal de una escuadrilla de barcos ligeros en la laguna de Maracaibo, para la defensa de la capital. Pocos meses después, con ocasión del armisticio de Trujillo, entre insurgentes y realistas —25 y 26 de noviembre de 1820—, Biada llevó con la goleta de su propiedad Amable Teresa a las ciudades de Ríohacha, Santa Marta y Cartagena, a los comisionados para comunicar a estas plazas las condiciones de la suspensión de hostilidades. De regreso a Maracaibo, se encontró con la ciudad en poder de los partidarios de la independencia —29 de enero de 1821—, y aunque poco después los realistas recuperaron la plaza, ésta sólo continuaría hasta agosto de 1823 como uno de los pocos focos de resistencia de la dominación española.

El cariz de los acontecimientos llevó a Biada a abandonar Venezuela, como hicieron tantos otros españoles que no habían secundado la rebelión. En 1822 se encontraba en Barcelona con su goleta Amable Teresa, y en el mismo año también aparece en Mataró.

Pero no tardaría en trasladarse a Cuba, en donde se hallaban establecidos dos de sus hermanos, uno en Santiago de Cuba y otro en La Habana. La economía antillana, básicamente agrícola —azúcar, café, tabaco—, requería la importación de productos alimenticios, vestidos, maquinaria, y al propio tiempo necesitaba financiación y transporte, todo un amplio abanico de renglones que constituían la base del negocio del comerciante cubano. El mataronés acabó por afianzarse en La Habana en esta compleja actividad mercantil, bajo la firma de Biada & Cía. Por desgracia, en 1833, Biada habría de lamentar la pérdida de su esposa y de dos de sus hijos a causa de la gran epidemia de cólera morbo que diezmó la isla. Nada extraño, pues, que dispusiera su testamento el 2 de abril del mismo año, cuando todavía el brote epidémico no había remitido.

Biada, según él mismo relata, formó parte de una junta o comisión constituida en 1833, a indicación del capitán general Mariano Ricafort, para la construcción de una línea férrea entre La Habana y Güines, una gran área productora de azúcar. Cabe añadir que era éste un proyecto que ya llevaba tiempo entre estudios y propuestas, y que, al final, la obra sería asumida por la Real Junta de Fomento, Agricultura y Comercio de la isla y financiada mediante un empréstito negociado con una firma de Londres —12 y 18 de octubre de 1834—. El primer tramo de esta línea, hasta Bejucal, se inauguró en 1837, y se tiene como el primer ferrocarril de Hispanoamérica. En todo caso, el dato sitúa a Biada en un entorno de este entonces naciente ramo del transporte.

En otros aspectos, Miguel Biada formó parte de los partidarios del capitán general de la isla, Miguel Tacón (1834-1838), una figura muy discutida, que defendía el viejo modelo de dominio colonial español. En la milicia cívica organizada por este general —constituida por un cuerpo de diez compañías denominado voluntarios distinguidos del Comercio de La Habana—, Biada obtuvo en 1837 el grado de capitán de la novena. También fue uno de los dos comisionados por el Comercio de La Habana para hacer entrega de 4.503 pesos al general Tacón para la conclusión de un muelle en la ciudad, según la memoria de este general, sobre las obras y mejoras realizadas bajo su mandato en la isla, dirigida a su sucesor en la capitanía general, Joaquín de Ezpeleta (1838). Por otro lado, cabe igualmente mencionar que el Ayuntamiento de Mataró acordó en 1837 agradecer a Biada su contribución en recaudar fondos en la isla con destino a las familias de los guardias nacionales de la ciudad muertos en acción de guerra contra los carlistas. En 1840, Biada abandonó Cuba, dejando a su hijo Miguel al frente de su casa comercial. En estos momentos el mataronés acababa de ser armado caballero de la Real Orden Americana de Isabel la Católica (29 de abril de 1840), gracia que le había concedido Isabel II el año anterior, en recompensa por los servicios prestados durante su residencia en Venezuela.

De esta manera, terminaba Miguel Biada su singladura americana.

Su regreso a España se enmarca —en el orden político— dentro de los episodios del final de la Guerra Carlista (1833-1840), renuncia de María Cristina (1840), regencia de Baldomero Espartero (1841- 1843), con sus bullangas y revueltas, seguidos de los primeros años de la titulada década moderada (1844- 1854) que suplanta a los gobiernos progresistas. En el campo económico, se inscribe en el despliegue de la manufactura textil y de la energía obtenida del vapor, factores del progreso industrial decimonónico.

En su retorno, Biada resulta un ejemplo más de la repatriación de capitales hacia la metrópoli, como hicieran otros tantos “americanos” llegados a su tierra. Abrió casa de comercio en Barcelona, invirtió en partes de acciones de unas minas en las provincias de Murcia y Almería, y aportó una mina de su propiedad a la sociedad Iluro, fundada en Mataró para la explotación mancomunada de unas minas en el norte del Principado (1843). También, instaló una hilatura de algodón accionada por la fuerza del vapor en Mataró, adquirió varias fincas urbanas y rústicas en la ciudad y su término, y tuvo participación en alguna embarcación de tráfico, hechos habituales en todos los “indianos” de vuelta a casa. Precisamente, poco después de su regreso, por su condición de “americano” movió a la Junta de Comercio de la capital a incluirle entre los consultados sobre la cuestión de la emancipación de los esclavos en la isla de Cuba, un debate que se había suscitado en aquel tiempo. Sobre este particular, Biada se mostró partidario de mantener las relaciones esclavistas en Cuba, al considerar imposible cultivar el territorio entre los trópicos con otros brazos que los africanos o sus descendientes.

Pero lo que le ha prestado mayor notoriedad a Miguel Biada ha sido su destacada participación en la empresa de la construcción del ferrocarril de Barcelona a Mataró (1848), el primero que se inauguró en España, toda una novedad en la época. Y es que, una vez en Barcelona, Biada no ahorró desvelos para lograr la construcción de un ferrocarril entre esta capital y su ciudad natal, Mataró, distante veintiocho kilómetros, un trayecto costero, a la sazón cubierto por un servicio de diligencias. Desde 1829, el Gobierno español llevaba otorgadas varias concesiones para el establecimiento de líneas ferroviarias, pero ninguna había llegado a feliz término. No hallando suficiente apoyo financiero en la capital barcelonesa, y con el precedente del ferrocarril de La Habana, Biada se dirigió a Inglaterra para alcanzar su objetivo. Allí, encontró la colaboración de un español, José María Roca, residente en Londres, que logró implicar al capital inglés en el proyecto. Los ingleses suscribieron el cincuenta por ciento del capital social, y Roca solicitó y obtuvo del Gobierno español la concesión de la línea, el 23 de agosto de 1843. Poco después, en una reunión de interesados en el proyecto, celebrada en el mismo Salón de Ciento del Ayuntamiento de Barcelona, se resolvió llevar adelante la empresa, al haberse logrado asegurar un número de acciones suficiente para formar el capital inicial, aparte de las que se esperaban de Cuba y Puerto Rico (31 de julio de 1844).

Al año siguiente quedaba constituida la sociedad del ferrocarril con un capital de veinte millones de reales de vellón, divididos en diez mil acciones de dos mil reales cada una, bajo el título de “Gran Compañía Española del Camino de Hierro de Barcelona a Mataró y viceversa” (6 de mayo de 1845). En este acto, el apoderado de José María Roca cedió a la naciente sociedad la concesión del ferrocarril que había sido otorgada a este último.

El ferrocarril entre Barcelona y Mataró fue inaugurado el 28 de octubre de 1848, dentro de una gran solemnidad. Pero Miguel Biada no pudo ver la culminación de su proyecto, por haber fallecido en Mataró el 2 de abril anterior. Sin embargo, murió con la convicción de que su constancia y esfuerzos habían sido decisivos para la ejecución de aquella obra, “la primera que de su clase se verá concluida en España”, según así lo dejó expresado en uno de los párrafos de su codicilo (17 de febrero de 1848). Actualmente, su retrato figura en la galería de catalanes ilustres del Ayuntamiento de Barcelona (1915), y en la de mataroneses de la misma clase del Ayuntamiento de Mataró (1923). En esta ciudad tiene, además, erigido un monumento a su memoria (1948).

 

Bibl.: J. Castellví Toda, Biografía de D. Miguel Biada Bunyol, propulsor de “El Carril” de Mataró, primer tren de España, Mataró, Comisión Local Pro Centenario Ferrocarril, 1947; T. Caballé y Clos, “El centenario del Ferrocarril de Barcelona a Mataró”, en Técnica Metalúrgica (Barcelona), n.º 29 (1948), págs. 109-113; J. Carrera Pujal, Historia política y económica de Cataluña. Siglo xix, vol. 5, 1958, Barcelona, Bosch, págs. 322-326; F. Costa, Biada (1789-1989). La passió del tren, Mataró (Barcelona), Consell Comarcal del Maresme, 1989.

 

Joaquím Llovet Verdura

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