Urbani, Bernardo. Villafranca de Navarra (Navarra), c. 1595 – Madrid, 1651. Monje cisterciense (OCist.), historiador, archivero, diplomático, paleógrafo, procurador en Madrid de los monasterios de Navarra, comisario del vicario general.
Recibió el hábito monástico en el monasterio de la Oliva (Navarra) en 1614, donde sobresalió en letras. Según Muñiz, se dedicó desde sus primeros años a coordinar y ordenar el archivo de la casa, del cual adquirió tan perfecto conocimiento, que llegó a hacer una obra sobre los orígenes del monasterio hasta el siglo XVI, que todavía no ha sido superada, la cual “se conserva en dicho Monasterio, es sumamente apreciable por la exactitud y buen orden con que refiere el catálogo de sus abades, el de sus principales hechos, fábricas, pleitos, privilegios, donaciones y Bulas Pontificias. La fidelidad y sinceridad con que trata todos estos puntos la ponderó el maestro Bravo en la prefación que forma de aquel monasterio” (R. Muñiz, 1793).
Bravo —contemporáneo suyo y eminente abad— pondera los grandes valores del historiador de la Oliva diciendo que ya desde la temprana juventud comenzó a recoger cuantas noticias llegaban y siguió ahondando en la documentación del monasterio, hasta el punto de poder decir de él “que no dejó página de su cartulario, documento ni carta alguna que no leyera y extrajera los datos precisos que le sirvieron para componer su obra”. Al lado de esta obra grandiosa llevada a cabo en favor de su monasterio, tiene en su haber los servicios prestados en los demás monasterios de Navarra, pues es sabido que siendo de provisión real, y debiendo los reyes intervenir en la presentación de abades para regir los monasterios, salidos de poder de los comendatarios, que descuidaron en gran manera la observancia, echaron mano a partir de mediados del siglo XVI de monjes insignes de la congregación de Castilla, pertenecientes a la reforma de Martín de Vargas. A pesar de ser personas destacadas en el campo de la cultura y fidelidad al carisma de la Orden, sin embargo, no agradaba nada a los navarros verse gobernados por monjes procedentes de Castilla, de aquí que pusieran todos los medios para lograr independizarse, sobre todo cuando notaron estos abades que trataban de incorporarse a la reforma de Castilla. Por fin, el rey Felipe IV decretó el 12 de abril de 1649 que las abadías navarras las obtuvieran únicamente monjes hijos de las mismas. En estos trámites de conseguir la independencia de Castilla tomó parte destacada fray Bernardo Urbani. Así lo asegura Muñiz: “Murió en Madrid año 1651, a tiempo que en aquella Corte hacía oficios de Agente de los Monasterios de Navarra”.
Bibl.: R. Muñiz, Biblioteca cisterciense española, Burgos, Joseph de Navas, 1793, págs. 344-345; J. Goñi Gaztambide, “Los estudios y publicaciones de fuentes sobre benedictinos y cistercienses en Navarra”, en Studia Monástica (Montserrat), I (1959), pág. 181; E. Brouette, A. Dimier y E. Manning (dirs.), Dictionnaire des auteurs cisterciens, Rochefort, Abbaye Notre-Dame de St-Rémy, 1975, pág. 700.
Damián Yáñez Neira, OCSO