Castilla, Catalina de. Madrid, c. 1530 – Valladolid, 20.V.1600. Religiosa cisterciense (OCist.), abadesa de varios monasterios y fundadora de la reforma cisterciense recolecta de España.
Son deficientes los datos que se poseen sobre la familia de esta religiosa, descendiente de una noble familia madrileña. El padre Basilio Mendoza, historiador de la reforma Recolecta, refiriéndose a ella dice que “[e]ra de familia ilustre y estaba emparentada con gente muy principal y tenía allí muchos deudos”, unode ellos era “una religiosa de notable prestigio, en las Descalzas Reales, llamada doña María de la Ascensión, la cual le prestaría señalados servicios cuando trató de conseguir las autorizaciones necesarias de la Nunciatura y de las autoridades estatales”.
Se sabe que ingresó en las Huelgas de Burgos, pero se ignora la fecha y todo lo demás hasta aparecer hacia 1580 como abadesa del monasterio de Gradefes (León) de la filiación de las Huelgas. Precisamente su estancia en este monasterio leonés constituyó la raíz o el inicio de la reforma en la que ella seguramente jamás había pensado. Frecuentaba dicho monasterio fray Jerónimo de Ulloa, prior de los Benedictinos de San Clodio de León, los cuales acababan por entrar por el camino de una observancia más estricta y conforme con el ideal benedictino. Visitaba Gradefes para prestar asistencia espiritual, bien en el confesonario, bien en las pláticas a las religiosas. La observancia en aquellos tiempos se hallaba muy decaída en los monasterios, y es normal que las estimulara a perfeccionarse en el cumplimiento de sus deberes; les hablaba de la propia comunidad, y cómo Dios les bendecía desde el momento que se decidieron a entrar por el sendero de la fidelidad a los compromisos contraídos. La doctrina que sembraba fue calando en las almas. Volviendo al padre Mendoza, al referirse a las religiosas de Gradefes, escribe: “Habiéndoles éstas oído referir la regularidad que ya se observaba en el monasterio de San Clodio, más conforme al espíritu de la Santa Regla, que el método hasta entonces practicado, se estimularon vivamente algunas de ellas para solicitar una reforma semejante en que ellas pudiesen vivir con la perfección que pide la regla”.
La semilla quedó echada en el surco al tiempo que Catalina cesaba en el cargo, pasando a desempeñar el mismo puesto a las cistercienses comendadoras de Almagro, regresando a su monasterio de las Huelgas en el momento de cumplir allí su misión. Entre tanto, las de Gradefes no descansaban, acudiendo de continuo al padre Ulloa para que pusiera en marcha la reforma, que era lo que él deseaba, pero como varón prudente quería dar todos los pasos seguros para no dar ninguno en falso. Lo primero fue ponerse en contacto con las Huelgas, con Catalina de Castilla, que se hallaba allí esperando órdenes. Como ésta no podían dar un paso si la propia abadesa de las Huelgas no lo autorizaba, informaron a Juana de Ayala, que así se llamaba, de todo lo que traían entre manos, encontrando en ella la más entusiasta flexibilidad, pues acogió la idea con mucha estima. Rápidamente comunicó Catalina a las de Gradefes las bellas disposiciones en que se hallaba su abadesa, suprema moderadora de todos los monasterios del área de las Huelgas.
Tratando de recabar las debidas autorizaciones de parte de la Iglesia y del Estado, vacó la silla abacial del monasterio de Perales, otro de los monasterios comprometidos en la reforma, y sucedió que las simpatizantes de la misma, eligieron abadesa a Catalina de Castilla, la cual comenzó a desplegar dinamismo incansable hasta poner en marcha la nueva entidad religiosa que había de producir grandes frutos entre las religiosas del Císter. Una de sus primeras actuaciones fue obtener de la abadesa de Las Huelgas que señalara un monasterio para poner en marcha la Recolección.
Señaló el de Perales, mas al poco tiempo de tomar posesión, viendo que el monasterio de Perales se hallaba en un pueblo de pocos vecinos, y por añadidura el edificio en pésimas condiciones para vivir en él, siguiendo las normas dadas recientemente por el Concilio de Trento, hicieron los preparativos para trasladarse a Valladolid, capital en la que tendrían más medios de vida que en un pueblo. Tal fue el origen del monasterio de San Joaquín y Santa Ana, cuya celebridad es notoria en los ambientes monásticos del Císter. Dicha observancia fue inaugurada en este monasterio el 21 de noviembre de 1594, dejando desde este momento Catalina de llamarse de Castilla, por el de Catalina de la Santísima Trinidad, según era norma acordada en las nuevas constituciones.
Comprendiendo que necesitaban unas normas especiales calcadas en la regla de san Benito y tradiciones del Císter, comisionaron a dos padres de Valbuena, fray Gaspar de Úbeda y fray Agustín López, los cuales redactaron unas normas precisas adaptadas enteramente a la nueva modalidad escogida y votada por todas ellas, las cuales han perseverado en vigor hasta mediados del siglo pasado.
Continuó sor Catalina al frente de la Recolección hasta finalizar el trienio de abadesa en 1597, pasando a ejercer el cargo de priora hasta su muerte. Esta mujer fue enviada por Dios para dar vida a esta modalidad femenina de vida monástica, destinada a producir copiosos frutos. Sólo resta reproducir el elogio que de ella hace fray Basilio Mendoza, monje de la Orden que fue capellán de la comunidad: “Sin duda se debe reputar por fundadora de esta recolección a la Madre Cathalina de la santísima Trinidad, Abadesa, la que con su authoridad, valor, prudencia y virtud plantó la Recolección, la promovió e hizo grandes diligencias para que quedase establecida con la debida authoridad.
Eradigna de un elogio cumplido, pero nos contentaremos a falta de otras noticias, con el que nos ministra el libro del tumbo que es a la verdad elogio grande, aunque breve: Era dice, mujer de muy gran virtud, muy sierva de Dios, y deseosa de la perfección y aumento de la Religión, y muy prudente, y de gran gobierno y de deudos principales. Se hallan en este elogio las prendas que pueden desearse para una fundadora. Murió esta gran mujer a veinte de Mayo del año de 1600”.
Bibl.: D. Y áñez Neira, “El monasterio de San Joaquín y Santa Ana de Valladolid, Cabeza de las Religiosas Recolectas de España”, en Cistercium, VIII (1956), pág. 104 y ss.; “Frutos de Santidad”, en Cistercium, X (1958), págs. 219 y ss.; “Catálogo de abadesas de san Joaquín y Santa Ana de Valladolid”, en Cistercium, XVIII (1966), pág. 23; “El Monasterio Cisterciense de Perales, cuna de la Recolección”, en Tello Téllez de Meneses, Palencia, LIX (1988), págs. 407 y ss.; “Nobleza y virtud en Santa María la Real de las Huelgas”, en Hidalguía, XXXVIII (1989), págs. 273-79.
Damián Yáñez Neira, OCSO