Austria, Felipe de. ¿Flandes?, c. 1520 – Moreruela (Zamora), c. 1540. Príncipe de Austria, monje cisterciense (OCist.).
El protagonista de la presente reseña, descendiente de la nobleza, nacido en las primeras décadas del siglo XVI, cierto día, viajando con un grupo de compañeros, al llegar a cierto paraje se despidió de ellos y emprendió un camino con rumbo desconocido. Como se trataba de un joven de alta alcurnia, comenzaron a buscarle por una parte y por otra, pero todo en vano, no apareció. Se presentó a los monjes de Moreruela y con acento un poco extraño, declaró que era flamenco, sin descubrir cómo se llamaba ni el lugar de su nacimiento. Aunque nada se dice al respecto, es de suponer que antes de admitirle, cumplirían con él las pruebas rigurosas que san Benito prescribe en el capítulo 58 de la regla con los pretendientes que llegan al monasterio solicitando el ingreso, los cuales: “deben ser probados en toda paciencia”. El pretendiente todo lo superó y fue admitido en el seno de la comunidad, dándole el hábito de novicio y se entregó a cumplir fielmente las obligaciones que impone la vida monástica. Nada llamativo vieron en él que desentonara del estado religioso, antes todos estaban edificados del comportamiento del monje extraño.
Pero sucedió que en esos primeros meses echaron de ver en el monasterio la falta de una serie importante de alhajas de plata. Comenzaron las pesquisas, pero no encontrando ninguna pista, alguno de los monjes susurró que el culpable podía haber sido aquel joven de origen flamenco y comenzó a propalarlo. Se le dio crédito y le cargaron con la culpa. Resultado, dieron con él en la cárcel del monasterio. Aceptó el castigo sin exhalar una sola queja. No se sabe cuánto tiempo le tuvieron encerrado. Pero como no hay nada oculto que tarde o temprano no llegue a descubrirse, pasado algún tiempo aparecieron los culpables del robo, o sea, no tenía él la más mínima culpa, por lo que le sacaron de la prisión, cobrando con esto mayor prestigio ante la comunidad.
Continuó llevando la vida irreprochable de siempre, hasta que un día, habiendo llegado a Moreruela el conde de Benavente, Rodrigo Pimentel, se fue fijando en los monjes que le iban saludando hasta que al llegar al monje extranjero, se fijó en él, quedando sorprendido al verle, pero guardó silencio. Más tarde, a solas con el abad, le hizo esta pregunta: “¿Pero saben Vds. a quién tienen entre los monjes?: ¡al Príncipe Felipe de Austria!” Quedaron sorprendidos todos, tanto el abad como los demás monjes, sobre todo aquellos que habían sido los causantes de las sospechas y del duro castigo que le impusieron. Añadió más: como era hijo bastardo de Felipe el Hermoso, que lo había tenido de una señora flamenca, y, por lo tanto, era medio hermano de Carlos V y de Fernando de Austria.
Dicen que el Emperador se alegró mucho de saber que tenía un hermano monje cisterciense en Moreruela, rogando al abad que le dieran instrucción adecuada, enviándole a los colegios de la Orden. El abad se apresuró a cumplir sus deseos, procuró que se esmerasen en formarle en las distintas ciencias, pero el Señor tenía otros designios sobre él, no tardando en llevárselo para premiar sus extraordinarias virtudes, dejando en la casa la fama de verdadero santo.
Bibl.: A. Lobera, Historia de las Grandezas de la muy antigua e insigne ciudad de León y de su obispo y patrón san Froilán [...], Valladolid, Diego Fernández de Córdova, 1596; A. de Yepes, Coronica general del orden de San Benito, t. V, Valladolid, Francisco Fernández de Córdova, 1615, fol. 213; M. de la Granja Alonso, Estudio histórico [...] del Real Monasterio de Moreruela, de la Orden Cisterciense, Zamora, Diputación Provincial, 1990, pág. 130.
Damián Yáñez Neira, OCSO