Mendoza, Álvaro de. ?, p. m. s. xvi – Valladolid, 19.IV.1586. Obispo de Ávila y Palencia, colaborador de Santa Teresa de Jesús.
Hijo de los condes de Rivadavia, Juan Hurtado de Mendoza y María Sarmiento y Pimentel (senior), Álvaro fue el gran protector de la madre Teresa y su reforma: ella misma lo resumió, ya al final de su vida, en un lacónico y expresivo: “Todo se lo debemos” (Carta desde Valladolid, 2 de septiembre de 1582).
Nombrado obispo de Ávila el 4 de septiembre de 1560, tomó posesión de la sede el 4 de diciembre, e hizo su solemne entrada en ella por abril o mayo de 1561. La madre Teresa se llamaba aún Teresa de Ahumada y era monja carmelita del Monasterio de la Encarnación. El Señor le había hecho ver que de ella esperaba un monasterio nuevo, pequeño y pobre, donde unas pocas mujeres sirviesen a Dios según la Regla primitiva. Al regresar de una estancia en Toledo, donde, entre enero y junio de 1562, estuvo en casa de Luisa de la Cerda, viuda de Arias Pardo, para consolarla, encontró en Ávila, por el mes de julio, el rescripto apostólico para la fundación de San José de Ávila, y que nada podía ya demorarla. La madre fundadora se vio obligada a poner la nueva comunidad de descalzas bajo la jurisdicción del obispo; “para las cosas que después han sucedido, convino mucho se diese la obediencia al obispo”, declaró ella (V 33, 16). Fue por la negativa de los frailes de la orden a tomarlo bajo su jurisdicción. Los amigos de Teresa —Daza, Salcedo, Aranda y tantos otros— hicieron que fray Pedro de Alcántara escribiese al obispo sobre Teresa y sus afanes reformadores: “Es negocio que me ha parecido bien, por lo cual, por amor de nuestro Señor, pido a vuestra Señoría lo ampare y reciba, porque entiendo es aumento del culto divino y bien de esta ciudad”. Hasta El Tiemblo, residencia habitual de Álvaro, hubieron de llevar a fray Pedro de Alcántara, ya enfermo de muerte. Se logró del obispo que fuera a hablar personalmente con la fundadora en la Encarnación de Ávila. El encuentro originó en el obispo una admiración hacia la persona y la obra teresiana que marcó toda su vida en lo sucesivo. Ante la oposición del concejo de la ciudad, envió él en su representación a Gaspar Daza, para defender el nuevo monasterio en la “Junta grande” del 30 de agosto. No sólo ayudó económicamente a la comunidad, sino que la visitó con frecuencia “con una caridad grande [...]. Dijo nos daría todo el pan que fuese menester, y mandó al provisor nos proveyese de muchas cosas” (F 29, 11). Además del Monasterio de San José de Ávila, le deben mucha ayuda la primera casa de carmelitas descalzos en Duruelo (1568) y de descalzas de Medina. El mejor resumen lo dejó la propia fundadora: “Siempre nos ha hecho mucha merced; y toma las cosas de esta Orden como propias, en especial las que yo le pido” (F 31, 2). Cuando llegó a Ávila el prior general de la orden, Juan Bautista Rubeo, “el obispo tuvo por bien se le hiciese toda la cabida que a su misma persona” (F 2, 4). Nombrado en junio de 1577 obispo de Palencia, Álvaro de Mendoza accedió a la petición de la madre Teresa de renunciar a su jurisdicción sobre el Monasterio de San José de Ávila y ponerlo bajo la obediencia de la orden del Carmen.
En agosto de 1577 se desataron vientos de oposición a la obra fundadora de Teresa. El obispo de Palencia defendió a Teresa de Jesús y sus descalzos, escribiendo una carta al secretario del rey Felipe II, Mateo Vázquez (22 de octubre de 1578), el cual indicó al Rey que la carta de Álvaro de Mendoza “encarece la bondad y virtud de Teresa de Jesús”.
A su iniciativa se deben las fundaciones de Palencia (1580) y Burgos (1582). Álvaro siguió fiel después de fallecida. Fue uno de los primeros en promover el traslado del cuerpo de su cuerpo de Alba a Ávila, donde organizó la reestructuración del presbiterio de la iglesia de San José para dar cabida a dos sepulturas: en el lado del Evangelio, para los restos mortales de Teresa de Jesús, y en el lado de la Epístola, para los suyos propios. El traslado se ejecutó en 1585. Entre tanto, había tomado el hábito de “hermano de la Orden”.
Murió poco después en Valladolid (19 de abril de 1586). Sus restos mortales fueron enterrados en el presbiterio de San José de Ávila. No llegó a conocer el definitivo decreto del nuncio C. Speciano (Madrid, primero de diciembre de 1588), que restituía los restos de la futura santa al Carmelo de Alba de Tormes.
Bibl.: F. Antolín, “Don Álvaro de Mendoza”, en Teresa de Jesús, 42 (diciembre de 1989), págs. 9-13; T. Sobrino Chomón, San José de Ávila: historia de su fundación, Ávila, Institución Gran Duque de Alba, 1997; E. de la Madre de Dios y O. Steggink, Tiempo y Vida de Santa Teresa, Madrid, BAC, Maior 52 (3.ª ed.), 1996 passim; L. de S. José, Concordancias de las obras y escritos de Santa Teresa de Jesús, Burgos, Monte Carmelo, 2002 (3.ª ed.), págs. 854-958; T. Álvarez (dir.), “Mendoza, Álvaro de”, en Diccionario de Santa Teresa. Doctrina e historia, Burgos, Monte Carmelo, 2002, págs. 1042- 1044, passim; T. Egido (coord.), “Don Álvaro de Mendoza (1560-1577), Maridíaz y la reforma teresiana”, en Historia de las diócesis españolas. Iglesias de Ávila, Salamanca y Ciudad Rodrigo, t. 18, Madrid, BAC, 2005, págs. 72-78; O. Steggink (ed.), “Registro biográfico y geográfico”, en Obras completas de Santa Teresa, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), 2006, págs. 1022-1023.
Otger Steggink, OCarm.